Tras el 17 de julio africano -estamos en 1936-, llegó el 18, un intento de golpe de Estado militar-fascista que se transformó en tres años de heroica resistencia de los pueblos de Sefarad contra lo peor y más reaccionario y criminal de la España y Europa de aquellos tan lejanos y tan cercanos años treinta. […]
Tras el 17 de julio africano -estamos en 1936-, llegó el 18, un intento de golpe de Estado militar-fascista que se transformó en tres años de heroica resistencia de los pueblos de Sefarad contra lo peor y más reaccionario y criminal de la España y Europa de aquellos tan lejanos y tan cercanos años treinta. No hay muchos casos similares de heroica resistencia popular, y durante tanto tiempo, en la Historia de la Humanidad..
Dos años después de aquel 18 de julio de 1936, la trascendental, la decisiva batalla del Ebro, la batalla más larga y sangrienta de la mal denominada Guerra Civil. Recordamos hoy su 75 aniversario.
Joaquín Vicente [JV] lo ha expresado así: «Corría el mes de julio de 1938, y las aguas del Ebro refrescaban la ribera tarraconense ajenas al baño de sangre que habría de ensuciar la tierra. Los cultivos mediterráneos hacía ya tiempo que habían quedado descuidados por manos campesinas» que ahora cambiaban, tenían que cambiar arados por fusiles [1].
El hermano de mi padre, un joven campesino aragonés de 18 años fue uno de estos jóvenes soldados. Murió defendiendo la justicia, la libertad, la República y también los derechos nacionales de los pueblos de España. Y murió, me permito insistir, en tierras catalanas. Una placa recuerda su nombre, junto al de muchos otros, en el pueblo tarraconenses de La Fatarella. Se llamaba Salvador López Campo. Llevo su nombre en su recuerdo, con la máxima consistencia de la que soy capaz.
Junto a estos jóvenes, prosigue [JV] «unos extraños de aspecto descuidado, vestidos con la sencillez de los milicianos y con diversos acentos ingleses esperaban a entrar en combate». Eran los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Muchos habían cruzado la frontera clandestinamente. Habían dejado atrás a sus familias, a sus compañeras y amigos, «dando todo por una causa que cada vez cobraba más fuerza en Europa: derrocar el fascismo». Noventa de estos jóvenes perecieron en esta tierra que no era su tierra… aunque sí era su tierra y lo será para siempre.
El pasado 6 de julio, en los jardines londinenses de Jubilee, recuerda JV, «bajo la presencia del London Eye, entre banderas republicanas y catalanas y ornamentaciones florales» se rindió homenaje a los 2.500 combatientes británicos que ayudaron con heroísmo y entrega en los años de la Guerra Civil. De ellos, 526 (más del 20%) dieron su vida por la causa, la causa de la justicia, la equidad y la República. Solo uno de ellos sigue vivo para recordar el desastre: Stan Hilton, un ex-marino mercante de Newhaven, vive actualmente en Australia.
La ciudadanía de Catalunya, no hablo ahora de los Millet ni de Urdangarin ni de Cristina de la Santísima Trinidad ni de CDC y sus negocios y comisiones, no olvidará nunca su ejemplo, su sacrificio, su entrega, su nombre, todos sus nombres como diría Jose Saramago. Nunca.
La International Brigade Memorial Trust, la asociación creada en honor de los brigadistas, la organizadora del evento, ha mostrado su preocupación ante lo que considera, con razón, «una amenaza» para el recuerdo de las víctimas del franquismo y el reconocimiento de la lucha antifascista.
¿De dónde tus temores? Por las decisiones del Alto Tribunal de Justicia de Madrid que ha ordenado retirar, el pasado 3 de junio de este año, un monumento a las Brigadas Internacionales, instalado en 2011 en la Ciudad Universitaria de la capital, que había sido financiado precisamente por la IBMT. Jim Jump, el secretario de la asociación, lo ha expresado así: «El hecho de que todavía haya gente en Reino Unido y España que quiere denigrar el papel de las Brigadas Internacionales demuestra lo importante que es preservar su memoria y sus valores antifascistas y de solidaridad internacional.»
Lo es, lo fue, y lo sigue siendo. Muy importante. Conservar esa memoria es conservarnos a nosotros misms.
Pero el «Alto» Tribunal de Justicia no representa de hecho la Justicia española y mucho menos los sentimientos de los pueblos españoles. En absoluto.
Hoy, en el 75 aniversario de la batalla del Ebro, somos muchos los ciudadanos que no olvidamos el heroísmo y solidaridad de aquellos combatientes internacionalistas, ni tampoco el de tantos y tantos trabajadores, campesinos, lo mejor de este país de todos los demonios, que diría el poeta, que dieron su vida, su único «capital», por la defensa de la República, la libertad y la justicia.
Uno de ellos, déjenme insistir, se llamaba Salvador López Campo. Y déjenme insistir también: ¡deberíamos celebrar ese día, el 18 de julio, como lo que es el fondo, el inicio de una de las más limpias y heroicas fechas de la resistencia popular contra la barbarie!
Nota:
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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