Para Cipriano Martos (1942-1973), asesinado en Reus por «los fascistas (Guardia Civil) el 17 de setiembre de 1973». In memoriam et ad honorem Para Luis Royo (1920-2016), combatiente de La Nueve El relator de Naciones Unidas Pablo de Greiff ha pedido al Gobierno español que asuma como política de Estado la localización y apertura […]
Para Luis Royo (1920-2016), combatiente de La Nueve
El relator de Naciones Unidas Pablo de Greiff ha pedido al Gobierno español que asuma como política de Estado la localización y apertura de las fosas de la Guerra Civil. El Gobierno, en cambio, ha reducido a cero euros las ayudas a los familiares de las víctimas del franquismo. El corazón y los demás restos de La Pedraja (Burgos) fueron sacados de la zanja gracias al dinero de los familiares y a una ayuda de unos 150.000 euros recibida durante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.
Miguel Ángel Martínez Movilla, sin embargo, recuerda que la búsqueda de su abuelo y del otro centenar de cuerpos empezó mucho antes. «Nos empezamos a reunir en el monte en 1975», relata. Los familiares sabían que los cadáveres estaban enterrados a unos diez kilómetros de Atapuerca. Allí, las autoridades ya aportaban recursos para desenterrar restos humanos con cientos de miles de años de antigüedad. «Es curioso la cantidad de medios que se destinan a Atapuerca y los pocos que se dedican a personas asesinadas hace 80 años», dice.
Manuel Ansede (2016)
Tres notas sobre la izquierda catalana. La primera: Los directivos del BBVA rehuyen la recepción de una Carta de la «Marea de mareas». Más de un centenar de activistas de diversos movimientos sociales -Marea Pensionista, Marea Blanca, Coordinadora de trabajadores/as en paro de Cataluña, Assemblea Groga, etc., coordinados ahora en la «Marea de Mareas»-, se concentraron el martes 30 de agosto delante de las oficinas del BBVA del centro de Barcelona para protestar contra la ofensiva del BBVA que pretende, a través de las propuestas de su Servicio de Estudios, presionar al nuevo gobierno que pueda formarse y aplicar más recortes salariales a través de una nueva reforma laboral, rebajar en 2,3 puntos las cotizaciones sociales poniendo en riesgo la sostenibilidad de las pensiones, y recortar la prestación de desempleo de 24 a 18 meses a los trabajadores sin empleo. Fuimos pocos pero ¡por ahí, por ahí, debemos seguir!
La segunda, muy útil cuando tengan que explicar la noción de contradicción lógico-política en sus clases de ciencias sociales: la dirección de EUiA (Nuet y sus amigos) manifestó el pasado 30 de agosto su apoyo a la manifestación secesionista del 11S. Es decir, una fuerza que se dice federalista, asociada a otra fuerza federalista (IU), también a Unidos Podemos, vindica la ruptura del demos común. ¿Se entiende, se capta bien la profundidad de la praxis política de la actual dirección de EUiA? ¡Qué vergüenza para sus militantes!
La tercera (¡con vergüenza ajena!) La prensa ha vuelto a informar del nuevo «suquet» del director de cine Pere Portabella. Destaca en la información un comentario de Jordi Borja, viejo amigo del anfitrión: en opinión borjana, esta edición del suquet no tuvo especial trascendencia política pero sirvió para evidenciar «una renovación de las élites. Las caras más conocidas eran diferentes que las de hace 4 o 5 años. Quizá lo más destacable fue la presencia de Colau, una persona que viene de movimientos sociales aunque ahora es parte de la élite». Con todo el respeto a las personas que sea necesario, ¡qué mal tan inconmensurable han hecho personajes como Portabella y afines a la izquierda no-pija de Cataluña, la que no quiere ni ha querido nunca formar parte de ninguna élite, de ninguna casta de privilegiados!
Bueno, vayamos al tema de hoy.
No es difícil encontrar en páginas donde se muestra y publicita el argumentario secesionista la afirmación de que nuestra guerra fue, en el fondo (a veces parece que en exclusiva), una «guerra contra Cataluña». Un intelectual próximo al movimiento independentista catalán, Joan B. Culla (Joan Baptista Culla i Clarà), publicó el pasado 26 de agosto en El País-Cataluña un artículo con el título: «Contra Cataluña, sí». Vale la pena detenerse en él. Es muestra representativa de esas consideraciones nacionalistas sobre 1936.
Podemos saltarnos los primeros párrafos del texto sin pérdida alguna de información para nuestro tema. Señala Culla en el tercer punto: «Sin embargo, en el último párrafo de su artículo y a pretexto del caso Sentís, el doctor [Marc] Carrillo arremete sin pestañear contra la -según él- «obscenidad histórica y la miseria moral de afirmar que la guerra civil fue contra Cataluña». La tesis me parece lo bastante categórica y grave como para examinarla con algún detenimiento».
Él la examina, del siguiente modo. Ciertamente, afirma, «la guerra no fue contra ‘ los catalanes’, como a veces se ha dicho». Eran catalanes, admite, «no sólo [Carles] Sentís, y Juan Antonio [a veces Joan Antoni] Samaranch, y Pablo Porta». Lo eran, también, «los combatientes del Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat, y los falangistas fundadores del semanario Destino en el Burgos de 1937″, y, de igual modo, «las decenas de miles de burgueses instalados en San Sebastián, Sevilla, Salamanca u otros puntos de la «España nacional», a la espera de que la victoria de Franco les permitiese recuperar sus patrimonios». Más aún: «eran catalanes -y hasta habían sido catalanistas- Francesc Cambó, y Joan Ventosa, y Ferran Valls Taberner, y Felipe Bertran Güell, y Josep Pla…»
No es poco lo señalado. El asunto, aunque sabido, es importante más allá de la discrepancia posterior de fondo. Culla, muy afín al pujolismo durante años, admite: 1. La mal llamada guerra civil no fue una guerra contra los catalanes, como a veces se ha sostenido -y se sostiene- por intelectuales o grupos nacionalistas. 2. No sólo personas aisladas sino grupos o colectivos catalanes formaron parte del golpe y de la trama civil que lo financió. 3. Fueron decenas de miles los burgueses catalanes instalados en territorio fascista esperando y deseando la derrota de la España republicana para hacer negocios o mientras ya hacían negocios. 4. Entre ellos, además, había personalidades catalanistas como Francesc Cambó quien, por cierto, tiene, sigue teniendo en Barcelona, en calle muy principal, una escultura en su honor y una avenida (al lado de la Catedral) que lleva su nombre.
No es poco lo admitido por Culla. Se agradece la claridad de su posición. Pero luego continua con un razonamiento que pone el acento no en la ciudadanía catalana, en los catalanes, sino en Cataluña, un ente (nacional) que en la ontología político-histórica del historiador de la UAB va más allá de sus pobladores y, además, parece tener atributos o características permanentes y transhistóricas.
Veamos. Ahora bien, prosigue Culla, si la palabra «Cataluña» tiene «algún significado más allá del estrictamente geográfico; si designa a un territorio con una identidad específica, con una lengua propia y unos símbolos colectivos, entonces es incuestionable que la Cruzada y el subsiguiente régimen franquista tuvieron entre sus objetivos programáticos liquidar aquella identidad, aquella lengua y aquellos símbolos». O sea, concluye, «abolir lo que el vocablo «Cataluña» había querido decir durante los ocho o nueve siglos anteriores».
Es más que extraño, por no decir imposible, que lo que el vocablo «Cataluña» había querido decir durante los ocho o nueve siglos anteriores fuera idéntico a lo largo de casi un milenio pero, aún suponiendo que fuera así, Culla sostiene que tanto el golpe fascista (lo que él llama Cruzada, ¡una ocurrencia terminológica del obispo barcelonés Enric Pla i Deniel!) como el régimen franquista consolidado intentaron liquidar aquella identidad singular (de Cataluña, no de los catalanes propiamente) que él ubica en la lengua y en los símbolos.
No discutamos, supongámoslo. Si fuera así, si damos por buena la aproximación de Culla, lo mismo podría decirse de cualquier otro territorio donde se hablara catalán o cualquier otro idioma además del castellano. Es decir, el golpe fascista fue contra Cataluña, contra el País Valenciano, contra les Illes, contra parte de Murcia, contra Aragón (cuanto menos contra Huesca y Teruel), contra el País Vasco, contra Navarra, contra Galicia y tal vez algún territorio más. Más incluso: si el ataque a los símbolos es un ataque contra Cataluña, ¿no atacó el fascismo español los símbolos de la España republicana, incluyendo su himno, su bandera, su cultura democrática y socialmente avanzada? Luego, por tanto, el golpe fascista fue también un golpe contra España, contra la España de Lorca y Machado.
Culla prosigue: «En rigor, incluso el topónimo molestaba a los vencedores de 1939: no en vano tantearon diluirlo, agregando la provincia de Lleida a una «Depresión del Ebro» y convirtiendo las otras tres demarcaciones en una fantasmal «región Noreste» (mi manual de Geografía de bachillerato da fe de ello)». Pero no es así o no es exactamente así. O su memoria no ha acuñado bien esta moneda o nos quiere dar gato nacionalista por liebre general. Lo que Culla se calla es que el programa de geografía que se estudiaba entonces no estaba basado en regiones digamos políticas, sino fisiográficas (de geografía física). Tampoco aparecía, por ejemplo, Castilla la Vieja o León, sino la submeseta del Duero. ¿Era también un intento de acabar con la Castilla histórica? [1]
No hacen falta erudiciones, sigue Culla, «basta recordar las consignas de la postguerra («¡Háblese la lengua del Imperio!», «Si eres español, habla español») que, naturalmente, no se exhibieron en Madrid ni en Murcia; o el hecho de que la bandera histórica y tradicional del país (no una ikurriña partidista e inventada) permaneciese prohibida durante tres décadas»; o que, en 36 años, añade, no fuera posible publicar un diario en catalán (sí revistas: Oriflama por ejemplo), ni siquiera siquiera censurado como todos (dejando aparte, hablo yo ahora, la prensa clandestina). Pero si es así, si aceptamos lo señalado por Culla, de nuevo, irrumpe la España republicana. ¿No estuvo prohibida la bandera de la España de Negrín durante décadas y décadas, símbolo que es incluso perseguido en ocasiones en el día de hoy? ¿Un golpe contra España entonces también?
Parece confirmar esta conjetura del paso siguiente del artículo: «Tal vez sea útil aquí un pequeño ejercicio de historia comparada: Francia, 1940-1944. También en el país vecino la gran mayoría de la población se acomodó o se resignó al sometimiento a Hitler; y un sector muy importante -incluyendo al joven François Mitterrand- abrazó la colaboración del Maréchal y de Vichy; y la resistencia fue, al menos hasta 1943, hiperminoritaria». Sin embargo, prosigue Culla, «nada de esto ha impedido el consenso tanto social como historiográfico en el sentido de que la ocupación y el régimen cipayo de Pétain fueron antitéticos con la identidad y los valores que Francia representa. A nadie se le ha ocurrido invocar la larga e ilustre nómina de los sentís y los samaranch franceses (desde Pierre Laval hasta Charles Maurras, de Louis Renault a Louis-Ferdinand Céline) para poner en cuestión que los nazis y sus sicarios locales gobernaron ‘contra Francia’.» Sin entrar en detalles -«la gran mayoría de la población»- y sin ser idéntica la situación -«no hubo en España como pasó en Francia una invasión (aunque también los nazis fueron decisivos para el triunfo del fascismo en España)»-, exactamente lo mismo podría decirse de nuestro país: ¿no gobernaron los fascistas contra España aunque ellos se presentaran como el bando nacional, ocultando las ayudas de fascistas, nazis y tropas regulares africanas, y gritando que ellos se habían «alzado» para salvar a España de sus demonios?
En síntesis, sin poder alargarme mucho más, ¿qué es lo que hay detrás de aproximaciones como las del autor que reconocen la participación de catalanes de pro, algunos de ellos catalanistas, en el golpe fascista pero que hablan, al mismo tiempo, de la guerra contra Cataluña? Pues mantener el discurso secesionista del congreso de 2014: «España contra Cataluña (1714-2014)». Sin rupturas, sin discontinuidades. Las Españas republicanas, según esta consideración, también forma parte de la historia de una España que en el decir de la segunda autoridad de Cataluña, Carme Forcadell, no sólo oprimió y explotó a Cataluña sino que la esclavizó. Puesto que si la guerra fue contra Cataluña, ¿quién pudo dirigirla, quién es responsable? España parece ser la única respuesta que puede satisfacerles.
Pero no fue así. La guerra, como ha comentado recientemente un gran historiador de la UAB, fue contra la democracia, contra todas las gentes no poderosas de todos los territorios de la República, contra el Frente Popular. Fue una operación criminal y en grado sumo, ayudada por la reacción europea, de exterminio físico de la izquierda española (en sentido amplio). La guerra quiso aplastar todas las conquistas democrá ticas que había empezado a construir la República. Entre ellas, y el punto es importante para ser conscientes de la infamia, una nueva arquitectura territorial que no enfrentar a los pueblos de España sino que les proporcionara una patria política común que reconocía las patrias culturales (tampoco uniformes). La guerra no fue contra Cataluña, contra Euzkadi, contra Galicia, contra el País Valenciano, contra… sino que fue contra la España popular. ¿No es evidente?
Un último ejemplo para entender la mentalidad (cada vez más extendida) que opera en estos casos. Un programa de TV3, «Cómicos», estuvo dedicado a La Trinca. Al preguntar a uno de sus miembros sobre si ahora, en vez de reivindicar el estatuto -como hicieron en una de sus canciones más conocidas-, se tendría que reivindicar la independencia, el entrevistado respondió que desde luego que sí, que había que desembarazarse de toda «aquella porquería». «A quella porquería», por supuesto, es España. Parece ser que, para nuestro trincaire, esa porquería española huele peor, mucho peor, que la mierda del caso Millet, del caso Pujol, del caso de la familia Pujol, del caso Pretòria, del cobro estructural del 3% y de mil casos más. España es siempre zafia; Cataluña, en cualquier circunstancia, es la modernidad y la vanguardia.
…Me olvidaba. Más allá de Cartagena: PSM, Iniciativa Verds-Equo y Esquerra Republicana, los tres partidos que integran Més per Menorca, abrirán este sábado el curso político con un acto reivindicando el soberanismo hacia el horizonte de una república menorquina. Como han leído. Estos tres partidos reivindican «una Menorca soberana y republicana», como «apuesta radical para los valores cívicos y democráticos», con los que se pueda «garantizar» en primer lugar que «sean los menorquines los que decidan sobre Menorca y sobre ellos mismos», y en segundo término ser «un sujeto político con estructuras de estado, que nos permitan hablar de tú a tú con Palma y Madrid».
Nota
[1] Debo a los compañeros de ASIC/ASEC ayuda en estos dos puntos.
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