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Falsimedia no ha dedicado una sola palabra en recuerdo de Mikel Zabaltza torturado hasta la muerte en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo

20 años del asesinato de Mikel Zabaltza: Un crimen impune y silenciado

Fuentes: inSurGente

El 25 de noviembre de 1985, el conductor de autobuses urbanos Mikel Zabaltza fue visto vivo por última vez. En el cuartel de Intxaurrondo se le oyó gritar y se vio una camilla. Semanas después, a mediados de diciembre, como había anunciado el ministro del Interior y dirigente de los GAL, José Barrionuevo, apareció… muerto […]

El 25 de noviembre de 1985, el conductor de autobuses urbanos Mikel Zabaltza fue visto vivo por última vez. En el cuartel de Intxaurrondo se le oyó gritar y se vio una camilla. Semanas después, a mediados de diciembre, como había anunciado el ministro del Interior y dirigente de los GAL, José Barrionuevo, apareció… muerto en el río Bidasoa. El sumario sigue abierto 20 años después: el último hilo del que tirar es una grabación en la que un agente admite que «se les ha ido la mano». El miembro del CESID (actual CNI) y sargento de la Guardia Civil, Pedro Gómez Nieto, relata en diciembre de 1985 al entonces coronel Juan Alberto Perote cómo se produjo su muerte.

Han pasado 20 años, pero el «caso Zabaltza» está lejos de cerrarse. La persistencia del sumario abierto en la Audiencia de San Sebastián, con nuevos datos aparecidos en los últimos meses, supone la mejor constatación del fracaso de la versión oficial, que trató de presentar su muerte como un ahogamiento fortuito tras fugarse de la Guardia Civil. El sentido común la echó abajo pronto entre la mayoría de la sociedad vasca. Y el tiempo ha ido acumulando indicios en los tribunales. Pero faltan pruebas, y, sobre todo, nombres a los que sentar en un banquillo.

La última pieza del puzzle apareció en diciembre del pasado año. Se trata de la grabación de una conversación mantenida poco después de los hechos por el coronel del CESID (actual CNI) Juan Alberto Perote y Pedro Gómez Nieto, agente del espionaje español en Intxaurrondo. La cinta está incluida en un trabajo videográfico elaborado por los periodistas Manuel Cerdán y Antonio Rubio para Antena-3 , nunca emitido hasta el momento pero que está en manos de la actual instructora, Elena Rodríguez.
«Se les ha ido la mano»

Su contenido no puede ser más explícito. Cuando Perote pregunta a Gómez Nieto, que no sabía que estaba siendo grabado, qué ocurrió con Zabaltza, éste señala: «Se les ha ido la mano, se ha quedado en el interrogatorio (…) Nunca se va a poder descubrir de esa manera, nunca». Y cuando Perote insiste en «si murió en Intxaurrondo», se lo confirma: «Sí, posiblemente fue una parada cardíaca como consecuencia de la bolsa de plástico en la cabeza, ésa es mi impresión». Y añade otro dato del que ya dieron cuenta entonces sus allegados: «Decía el médico que Zabaltza estaba mal de salud, que debería haber tenido tres operaciones en el último año».

Antes de este hallazgo, existía únicamente una transcripción escrita de la conversación. La acusación necesitó un año para llegar hasta este vídeo, con mayor fuerza probatoria. En su día, Perote y Gómez Nieto ya declararon al respecto, pero podrían tener que pasar de nuevo por los tribunales. A la espera de que alguien quiera hablar, éste es de momento el último hilo del que tirar. Y eso que han pasado 20 años.

Antes, los mismos periodistas ya lograron un testimonio de otro ex guardia civil que sirvió en su día para reactivar el caso. Vicente Soria afirmó en una entrevista haber visto al joven de Orbaitzeta en un ascensor del cuartel de Intxaurrondo, vestido con un mono azul y empapado, y que junto a él se encontraba una persona que decía: «Se nos va, se nos muere».

Este testimonio fue recogido a finales de los años 90 por otro de los jueces por cuyas manos ha pasado este sumario: Augusto Maeso. En un auto dictado en mayo de 2000, dio cuerpo jurídico a la convicción general al señalar que «hay elementos que cuestionan la versión oficial», y apuntó la tesis de que Zabaltza murió en los interrogatorios (la sombra de la «bañera» ha planeado siempre) y fue lanzado después a las aguas del río Bidasoa.

Entre medio, el entonces ministro de Interior, José Barrionuevo, había dicho en el Congreso que «Zabaltza aparecerá o será encontrado». Así fue, por fin, el 15 de diciembre, tres semanas después de la desaparición. Todavía en 1999, en un artículo de prensa, Barrionuevo se aferraba a la tesis de que en los pulmones del joven fallecido se había encontrado agua del río; sin embargo, la investigación judicial ha acreditado en estos años, entre otras cosas, que en su cuerpo no había unas algas unicelulares denominadas diatomeas que sí estaban en el río y en la ropa. Es uno de los datos que evidencian que fue arrojado allí a posteriori.

Hay muchos más indicios: por ejemplo, la búsqueda infructuosa en ese mismo tramo del río, con buceadores incluidos, días antes de la aparición del cadáver. O la inexistencia de un dispositivo policial de búsqueda tras la supuesta fuga. O la inverosimilitud de que un detenido, que además apenas sabía nadar, se lanzara al agua esposado. Aspectos todos ellos que afloraron en un lento goteo desde aquel 25 de noviembre de 1985 hasta el 15 de diciembre, y que sumieron al País Vasco en una intensa conmoción que explotó con el descubrimiento del cuerpo.

Todo empezó el 25 de noviembre. Un día antes, en San Sebastián se había producido un atentado mortal con tres muertos. Las FSE tenían prisa y acometieron una redada que se llevó por delante a Mikel Zabaltza (por entonces afincado en el barrio de Altza y conductor de autobús urbano en Donostia), a su novia, Idoia Aierbe, y a otros familiares y amigos. Días después, un párrafo escueto recogía en Egin la versión oficial, la única existente: hablaba de que Zabaltza había logrado fugarse de sus captores, sin aportar mayores detalles. Luego añadieron que la huida se había producido en un túnel de Endarlatsa, cercano al río, al que decían que Zabaltza había llevado a tres agentes para mostrarles un «zulo».
El día 2 de diciembre, incluso el entonces gobernador civil en Guipúzcoa y dirigente de los GAL, Julen Elgorriaga, calificaba esta versión de «rocambolesca» y aparecía preocupado. Tres días después, el lehendakari, José Antonio Ardanza, se sumaba.

El día 6 Francisco Ríos, juez encargado de instruir la denuncia, lanzaba una pregunta a los medios: «¿Se puede nadar con las manos esposadas?». Los guardias civiles a los que acababa de interrogar no habían sabido precisar la hora exacta de la supuesta fuga, ni cómo Zabaltza podía haber cruzado el río en dirección a la frontera, ni por qué no le dispararon…
«Gritos desgarradores»

Cumplidos los diez días desde la redada, Idoia Aierbe quedó en libertad (sin fianza siquiera, al igual que el resto de los detenidos). Su testimonio se convirtió en la pieza que terminaba de conformar la sospecha popular. No sólo todos relataron que habían sido torturados; poco después de su detención Aierbe había visto a Zabaltza con una bolsa en la cabeza, y después vio sacar a alguien en camilla del cuartel de Intxaurrondo. Otro de los detenidos, primo de Mikel, añadió que le había oído «vomitar, toser y gritar». Otro escuchó «unos gritos de hombre desgarradores, tremendos».
El juez mandó a los buzos a rastrear el Bidasoa. Lo hicieron durante cuatro días, sin resultados. Pero nada más dar por concluido el trabajo, un domingo de diciembre, la Guardia Civil notificó que el cuerpo había sido hallado en este mismo lugar. «Como anunció Barrionuevo, y en el lugar adecuado, apareció ayer el cuerpo sin vida de Mikel Zabaltza», tituló Egin . Y en las calles vascas se dispararon la impotencia y la rabia.

«Pregunten en objetos perdidos»

La familia tuvo que pasar aquel suplicio de la desaparición durante 20 días. Pero hubo detalles añadidos que aparecen como especialmente dolorosos, aunque en las palabras de Itziar no aparezca el rencor, ni mucho menos. «Cuando mi madre fue a Intxaurrondo a pedir información sobre Miguel Mari, le mandaron a preguntar a ‘objetos perdidos’. Y recuerdo a un sargento de la Guardia Civil que nos decía que ‘está en el otro lado'», apuntando más allá del Bidasoa, en la cercana frontera.

La familia tuvo que pasar aquel suplicio de la desaparición durante 20 días. Pero hubo detalles añadidos que aparecen como especialmente dolorosos, aunque en las palabras de Itziar no aparezca el rencor, ni mucho menos. «Cuando mi madre fue a Intxaurrondo a pedir información sobre Miguel Mari, le mandaron a preguntar a ‘objetos perdidos’. Y recuerdo a un sargento de la Guardia Civil que nos decía que ‘está en el otro lado'», apuntando más allá del Bidasoa, en la cercana frontera.

Aquellos primeros días no sólo fueron de incertidumbre total para la familia, sino también de preguntas que a estas alturas seguramente ya nadie responderá. Por ejemplo, la de por qué detuvieron a Mikel, sus hermanos, su novia y su primo, que sigue rondando en su cabeza: «Cuando se llevan a alguien detenido, se destroza a toda una familia. Nuestros padres nunca supieron nada más sobre su hijo, ni siquiera por qué se lo llevaron», lamenta.

Cuando todos los arrestados fueron saliendo de los calabozos, en ocasiones tras diez días de incomunicación, aportaron las pruebas contundentes de que en el cuartel de Intxaurrondo habían pasado un calvario de torturas, y la peor de las hipótesis fue tomando cuerpo. «La familia nunca perdió la esperanza de que mi hermano aparecería, así fue hasta el último minuto. Pero en el fondo sabíamos que no…», admite Itziar Zabaltza con una media sonrisa cargada de nostalgia.
¿Qué pasó dentro? Pocas dudas caben a estas alturas. En este sentido, «como familia nosotros estamos tranquilos. No nos atormentamos porque sabemos la verdad. No tenemos los detalles, pero sabemos la verdad. Sabemos que Miguel Mari fue detenido y que le dieron muerte bajo tortura», indica Itziar. Y cuando se le plantea si 20 años después aún se puede hacer algo para ayudar a cicatrizar esa herida, responde que «sí que echamos de menos que las autoridades políticas no hubieran puesto más voluntad. Ese es un dolor especial. Pero de los autores no esperamos nada, ni reconocimiento ni perdón».

Investigaciones periodísticas

Investigaciones periodísticas han aportado pruebas de que Zabalza murió en el Cuartel de Intxaurrondo (San Sebastián) mientras varios guardias civiles, entre los que se encontraban ENRIQUE DORADO VILLALOBOS, que fue quien sumergía la cabeza del detenido en el agua, FELIPE BAYO LEAL, LUIS SANDOVAL CAMPOS y FRANCISCO JAVIER MILLÁN PÉREZ, lo torturaban por el método conocido como «la bañera» . Tras la muerte de Zabalza, con el consentimiento del entonces máximo responsable del Cuartel, ENRIQUE RODRÍGUEZ GALINDO y de miembros de la cúpula del Ministerio del Interior, se prepararon y falsificaron pruebas para evitar la actuación de los tribunales.

Estas se prepararon en un reunión efectuada en el mismo cuartel y en la que participaron, además de los ya citados y entre otros, los siguientes miembros de la Guardia Civil: FRANCISCO HERMIDA BOUZA, FABIÁN DORADO VILLALOBOS, FRANCISCO JAVIER OLIVAR, JOSÉ RANCAÑO FERNÁNDEZ, GONZALO PÉREZ GARCÍA (muerto posteriormente en Iraq), ARTURO ESPEJO VALERO, FERNANDO CASTAÑEDA VALS, ANÍBAL RODRÍGUEZ CHINEA, ALFONSO VICARÍA HEVIA, ALEJANDRO IGLESIAS BLANCO, FIDEL DEL HOYO CEPEDA, un cabo apellidado BALBAS y el abogado del ministerio del Interior JORGE ARGOTE.

En esta reunión se acordó la versión oficial, según la cual, Mikel Zabalza fue trasladado por los tenientes de la Guardia Civil Arturo Espejo, Gonzalo Pérez y por el guardia Fernando Castañeda a las cercanías del río Bidasoa para localizar un «zulo» donde habría armas pertenecientes a ETA. En un momento dado, Mikel Zabalza, que llevaba las manos esposadas a la espalda y que no sabía nadar, agredió a los agentes y se arrojó al río Bidasoa, ahogándose en su intento de huir de los guardias civiles.

Para hacer creíble esta versión, un guardia civil, que era ATS, EDUARDO GÓMEZ PASTRANA inyectó con una jeringuilla agua procedente del río Bidasoa en el pulmón de Zabalza. El cadáver de este permaneció varios días, y custodiado por agentes de la Benemérita, en una bañera del cuartel llena con agua del Bidasoa. veinte días después su cadáver fue arrojado al río donde fue «localizado» por miembros de la guardia Civil, en un lugar que había sido rastreado reiteradamente con anterioridad por miembros de la Cruz Roja.

Actualmente sólo se encuentran inculpados los tres agentes que, según la versión oficial, acompañaron a Zabalza al río Bidasoa.

Mikel Zabalza era conductor de autobuses urbanos de San Sebastián y fue detenido por agentes de la Guardia Civil por presunta colaboración con ETA. Junto a él fueron detenidas varias personas, entre ellas su novia Idoia Aierdi, Manuel Vizcay y Jon Arretxe, todos ellos denunciaron haber sido torturados en el cuartel de Intxaurrondo, pero sus denuncias no prosperaron.

Como en el caso de Lasa y Zabala, ya en 1985, el CESID (Centro Superior de Información de la Defensa) conocía que Zabalza había sido asesinado en Intxaurrondo y así consta en un informe interno del CESID que, reclamado por el juzgado instructor, ha sido negada su incorporación a la causa judicial por el Gobierno, tanto por el Gobierno del PSOE de Felipe González como por el gobierno del Partido Popular, José María Aznar, alegando que dicho documento es secreto y su desclasificación pondría en peligro la seguridad del Estado.»

Transcripción de la cinta

En diciembre del pasado año salió a la luz la existencia de una grabación en la que el agente del CESID (actual CNI) y sargento de la Guardia Civil, Pedro Gómez Nieto, relata en diciembre de 1985 al entonces coronel Juan Alberto Perote, coincidiendo con la muerte de Mikel Zabaltza tras ser detenido y conducido al cuartel de la Guardia Civil en Intxaurrondo, cómo la muerte del joven navarro se produjo como consecuencia posiblemente de una parada cardiaca derivada de la bolsa de plástico que le introdujeron en la cabeza durante una de las sesiones de torturas a las que fue sometido.

En la grabación, una crónica reveladora de los métodos empleados por aquella época en Intxaurrondo, Gómez Nieto también describe cómo fueron asesinados de dos tiros en la cabeza («sin capucha», matiza) Lasa y Zabala tras haberles obligado a cavar sus propias fosas. Lo que sigue es un resumen de la transcripción de la cinta publicado hace algunos meses en la revista Interviú:

Juan Alberto Perote: El tema de Zabalza está muy feo.

Pedro Gómez Nieto: Sí, muy mal.

JAP: ¿Has hablado con Felipe y estos?

PGN: No, no, no. O sea, yo, mi… Un juicio así rápido de valores, que se le ha ido la mano, que se le ha quedado en el interrogatorio. Esta es la opinión mía, vamos. O sea, nunca se va a poder descubrir de esa manera, nunca. Yo creo que sí, que se la ha ido la mano en el interrogatorio, que en el interrogatorio se les murió y que…

JAP: ¿Tú crees que se les murió en Intxaurrondo?

PGN: Sí. Mi impresión es que en el interrogatorio. Posiblemente fue una parada cardiaca como consecuencia de la bolsa de plástico en la cabeza. Ésa es mi impresión. Cometieron muchísimos fallos; es decir, estar interrogando habiendo en la habitación de al lado, están los familiares… ¿Le interesa? ¿Para este tema me ha llamado usted? ¿Tan interesante y tan importante es la La Casa? (así llaman al CNI)

La conversación continúa con referencias a los asesinatos de Lasa y Zabala. La grabación, que la juez incorporó al sumario, está incluida en el contenido del capítulo XIII de la serie televisiva Crónica de una generación, producida por El Mundo TV. La serie de investigación consta de 26 capítulos y hace un recorrido por los principales casos ocurridos entre 1975 y 2000. La cinta se grabó en diciembre de 1985 sin que Gómez Nieto, ahora capitán de la Guardia Civil adscrito al CNI, lo supiera. Tras permanecer oculta años, llegó a las manos de Rubio y Cerdán, que la convirtieron en la base del capítulo Zabalza: la prueba definitiva, que todavía no ha sido emitido.