El 21-D tendrá lugar en Cataluña, en un clima de tensión en aumento, un Consejo de Ministros del ejecutivo español de Pedro Sánchez, donde se pondrán en juego la capacidad de diálogo entre los ejecutivos catalán y español, y se mesurará la fuerza y la coordinación del movimiento soberanista en las calles. Lo que tenía […]
El 21-D tendrá lugar en Cataluña, en un clima de tensión en aumento, un Consejo de Ministros del ejecutivo español de Pedro Sánchez, donde se pondrán en juego la capacidad de diálogo entre los ejecutivos catalán y español, y se mesurará la fuerza y la coordinación del movimiento soberanista en las calles.
Lo que tenía que ser un gesto de distensión, llega como una reunión de alto voltaje justo un año después de la victoria de las fuerzas independentistas en unas elecciones impuestas y con un autogobierno intervenido bajo la aplicación del artículo 155. Una reunión convocada a las puertas del inicio del juicio a la democracia, con presos políticos en huelga de hambre, los presupuestos bloqueados, la entrada en escena de VOX, la criminalización de la protesta pacífica, la polémica por la referencia a la vía eslovena y con el fantasma de las elecciones anticipadas sobrevolando la política española y catalana.
El cóctel de movilizaciones preparadas por el sobiranismo para mostrar el rechazo al ejecutivo español, a la judicialización de la política y a la represión del Estado busca recuperar el pulso de la calle después de un otoño más caliente por las reivindicaciones sociales que por la cuestión nacional. Al respecto, hay que resaltar que para ampliar la base hace falta una defensa acérrima de los derechos sociales y una mejora de las condiciones de vida de la gente. Un 21-D, en el que es compatible la protesta pacífica con la celebración del Consejo de Ministros, que abrirá un nuevo ciclo de movilizaciones alrededor del juicio a los líderes soberanistas.
Sánchez llega a la reunión marcando distancias con el independentismo que lo llevó a la Moncloa y del que necesita el apoyo para aprobar los presupuestos. Presionado por las derechas y por sus propios barones, Sánchez se encuentra ante el dilema de dar un paso adelante y consolidar una mayoría de cambio con una alianza entre la izquierda y los soberanistas, o competir por el relato contra el independentismo con una derecha que tiene ganada esta batalla. Sánchez tendría que aprovechar la visita a Cataluña para apostar realmente por el diálogo y abrir negociaciones para concretar una propuesta política. Así mismo, es imprescindible extraer lecciones de las elecciones andaluzas y hacer autocrítica, abandonar el cortoplacismo y el tacticismo electoral, y no dejarse arrastrar por el relato frentista de unas derechas -retrógradas y reaccionarías- del PP, Ciudadanos y VOX que plantean un 155 extremo, la ilegalización de partidos, el control de las finanzas, y la intervención de TV3, de los mossos y del sistema educativo. Un panorama dantesco, que se utiliza para presionar a los partidos independentistas para que apoyen al actual ejecutivo de Sánchez. No obstante, fomentar el miedo a la posibilidad de una mayoría de derechas en el Congreso no es la mejor opción.
Encuesta tras encuesta el 80% de los catalanes son partidarios de un referéndum acordado sobre la independencia y, así mismo, muestran un amplio consenso a favor de la libertad de los presos políticos y de rechazo al 155. El consenso del 75% que Sánchez reclama ya existe, ahora solo falta valentía, altura de miras y voluntad para resolver políticamente la cuestión catalana. El 21-D puede ser una oportunidad para ser protagonistas de la historia o una situación para dinamitar todos los puentes de diálogo.
Jesús Gellida, politólogo e investigador social
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