Para Jose, para Maite, para Núria, para Gerard, para Rosalía, para Manuel… y para Mercedes por supuesto. Como Raimon sintió hace muchos años en la ciudad del antifranquismo: sobre un dia que no oblidarem, de un día que jamás podremos (ni debemos) olvidar. De nuevo Madrid fue la ciudad resistente, la ciudad del antifascismo […]
De nuevo Madrid fue la ciudad resistente, la ciudad del antifascismo y la lucha contra el capital, la ciudad de la rebeldía, la equidad, la justicia y la solidaridad. Gracias Madrid.
Sus calles, las calles de Enrique Ruano y de tantos otros héroes y luchadores anónimos se llenaron el sábado 22 de marzo de insumisos ciudadanos y ciudadanas, de trabajadores llegados de todos los rincones de Sefarad. De todos ellos, sin excepción. Gracias compañeros, gracias compañeras por vuestro ejemplo imborrable.
Han querido cambiar la realidad, han pretendido transformar el sentido del día. Han llegado a hablar de la indignidad de la izquierda, de un escaso número de personas movilizadas. Sus cifras dan risa… y rabia. Han dedicado sus portadas a asuntos «más importantes». Gracias por la ruptura de todos lo espejos: son medios de intoxicación, no de información. Sabemos a quienes sirven, sabemos quienes son sus amos, sabemos qué «verdades» defienden.
Compañeros como Manuel Martínez Llaneza y otros amigos y amigas imprescindibles, siempre en pie, enrojecidos hasta el último citoplasma de la última célula, nos acogieron y nos regalaron 10, 12, 14 lecciones de ternura y solidaridad, tantas como el día de nuestra República ya cercana. Gracias a esa admirable tradición emancipatoria no vencida que volverá a asaltar los cielos, orgullos de todos nosotros.
Ninguna bandera, ninguna pancarta señalaba ni abonaba puntos de ruptura, de separación, de fractura de demos solidarios, de sectarismos y distancias entre hermanos y hermanas. Gracias por esa muestra de fraternidad, por ese internacionalismo esencial.
Las gentes insumisas, rodeadas en la mañana del domingo 23 por una policía «antidisturbios» (que cada día recuerda más y con más exactitud la actuación de la policía del franquismo), decidieron continuar la lucha. No hay que parar, no hay que resignase, no hay que entregarse. Ni pudieron ni podrán. No vamos a arrodillarnos ni vamos a permitir, gritaron, una y mil veces, que nuestros presos sigan en sus cárceles. ¡Libertad para todos los detenidos! Gracias por esa verdad tan básica, tan esencial.
Los mal denominados sindicatos mayoritarios estuvieron ausentes. Apenas alguna bandera de CCOO. Nada. Que haya sido así en la que sin duda es la movilización social y obrera más importantes de estos últimos años, es muestra de la situación en la que nos encontramos. No hay nada que agradecer en este caso. Si acaso, la presencia y difícil práctica de una izquierda sindical que no olvida cosas esenciales.
Los diarios del domingo, prácticamente todos ellos, estuvieron a la altura de sus circunstancias. No entienden nada, no quieren entender nada…. O acaso entiendo mucho. No hay que agradecer nada en este caso. Acaso un punto central: la claridad y oscuridad de su juego. ¿A quién pueden engañar?
El sábado al mediodía, mientras reponíamos fuerzas en un bar, un joven de apenas 12 años, cantaba: «¡Golpe a golpe, verso a verso!». Me atreví a preguntarle: «¿Y de quién es esa canción que cantas?! Me miró, rió y me respondió: de Antonio Machado por supuesto, de don Antonio Machado. Una hermosa bandera republicana ondeaba pocas horas después en la Cibeles. Gracias Iván.
Me olvidaba. En Madrid no se ha visto este fin de semana a Carme Forcadell ni a gentes próximas de sus contornos políticos. Ni tampoco a algunas fuerzas que dicen luchar por la libertad y la emancipación de los pueblos. Tampoco a ellas.
¡Gracias a todos los compañeros y compañeras que con su esfuerzo, su entrega, su decisión, han construido un día que ya está incluido en la hermosa historia universal de la dignidad y la lucha! Como quería Marcelino Camacho: ni nos han doblegado, ni nos pueden doblegar, ni podrán hacerlo. Nunca.
Salvador López Arnal es professor de ciclos formatives en el Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona)
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