Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudadesArthur Rimbaud El 28 de mayo la ciudadanía, los trabajadores, los jóvenes saldrán de nuevo a la calle y marcharán sobre el centro de la ciudad. Se convoca una « Rebelión Democrática de los Pueblos de Europa. Soberanía, Dignidad y Solidaridad» de forma plural […]
Arthur Rimbaud
El 28 de mayo la ciudadanía, los trabajadores, los jóvenes saldrán de nuevo a la calle y marcharán sobre el centro de la ciudad. Se convoca una « Rebelión Democrática de los Pueblos de Europa. Soberanía, Dignidad y Solidaridad» de forma plural y unitaria por decenas de organizaciones sociales y partidos de izquierda. Tanto en las capitales de España como en las de varios países europeos. Es evidente que sobran las razones. Desde las clásicas reivindicaciones de las Marchas de la Dignidad (pan, trabajo, techo, dignidad y no pago de una deuda ilegítima) a las del movimiento «Plan B» en contra de las políticas de austeridad y por otra Unión Europea. La movilización es necesaria para transformar la realidad, porque sin ella nada cambiará. Pero también es una cuestión de elemental dignidad, la que tienen los pueblos que no se resignan mansamente al expolio de derechos y libertades, que no se acostumbran a convivir con la barbarie.
Se exige la recuperación de la soberanía arrebatada a los pueblos de Europa por la moneda única y las políticas dictadas por la troika, que con la coartada de una crisis que ellos mismos han creado, intentan desmantelar el modelo social europeo. Modelo que se basa en la existencia de un Estado del Bienestar, unos servicios públicos para la ciudadanía y el derecho del trabajo. Todo ello se pone en cuestión con los recortes, las privatizaciones y las reformas laborales. Por si fuera poco, las negociaciones secretas entre la UE y EEUU y otros países sobre acuerdos comerciales como el TTIP, el CETA y TISA acabarían de suprimir la soberanía nacional al reforzar el poder de las empresas transnacionales. Es una agresión con nocturnidad, alevosía y la complicidad de las instituciones y gobiernos europeos.
Se defiende la democracia en el sentido más amplio. Y nada la representa tanto como el derecho a decidir de los pueblos y el control sobre el poder económico de las grandes corporaciones. También se exige la recuperación de los derechos y libertades recortados por el gobierno del PP para reprimir la protesta social (derogación de la Ley mordaza y del nuevo Código Penal, especialmente el artículo 315.3 que criminaliza el derecho de huelga). También se exige cerrar de una vez por todas las heridas de la guerra civil de la única manera que es posible: conociendo la verdad, haciendo justicia y con la reparación hacia las víctimas; lo contrario es insistir en el olvido sobre delitos de lesa humanidad y así no se construye una democracia moralmente saludable.
Se reclama la reversión de los graves recortes de estos años. Empezando por la derogación de las reformas laborales que han permitido aplicar ERE´s fraudulentos, generalizar el despido, aumentar la precariedad en el empleo y degradar las condiciones de trabajo hasta niveles nunca vistos. Y eso pasa por recuperar servicios privatizados, ampliar la inversión educativa, sanitaria y en dependencia. En definitiva, urge rescatar a las personas y realizar una política económica al servicio de la mayoría social.
Es tiempo de mirar hacia el futuro, abriendo un proceso constituyente que derogue el artículo 135 y blinde derechos sociales, servicios públicos y asegure el derecho a la vivienda frente a los desahucios. Pensar y diseñar un futuro mejor supone apostar por otra Europa al servicio de los pueblos y de la protección del medio ambiente. Hay que rechazar una UE-fortaleza, porque sólo merecerá la pena estar en una Europa que respete los derechos humanos, sea solidaria con los refugiados y coopere con los pueblos de su entorno.
No es casual que la movilización se celebre el 28 de mayo, en el 145 aniversario de la Comuna de París, aquel intento de poder obrero y popular de 1871. Uno de los momentos álgidos de las luchas populares en el que se produjo tanto una comunidad de clase como una clase de comunidad (David Harvey). La Comuna tuvo un final trágico con más de 30.000 fusilados y miles de desterrados a las antípodas (Nueva Caledonia…) y consecuencias en la estrategia de las internacionales obreras.
Ante aquella derrota no podemos quedarnos -como decía Rafael Chirbes– preguntándonos «qué fue de aquellas multitudes obreras, de las banderas rojas y tricolores unidas en actos en los que se exigía pan, libertad y justicia. Quién se acuerda de los defensores de las barricadas. Sobre todo eso ha soplado el viento llevándoselo a la lejana región del olvido».
Ha quedado en el imaginario colectivo emancipador, en el recuerdo de generaciones de oprimidos, y ello significa: podríamos intentarlo de nuevo, un ¡Sí se puede! Al igual que la hermosa canción «Le Temps de Cerises« compuesta en honor a una mujer que hacía de enfermera en las barricadas y que murió en ellas en la Semana Sangrienta. La canción fue prácticamente un himno de la Comuna de París. Tras ella, los perseguidos y desterrados la tomaron como un símbolo de la experiencia revolucionaria y metáfora de la sociedad por la que luchaban.
Es la hora que de nosotros tengamos también nuestro propio tiempo de cerezas. Habrá que salir a la calle, porque como decía Pablo Neruda citando a Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todas las personas.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2016/05/26/28m-tiempo-de-cerezas/1480
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