La Guardia Civil tiñó de sangre Tutera el 3 de junio de 1979. La localidad navarra acogía la celebración del Día de laTierra convocada por los Comités Antinucleares de Hego Euskal Herria en el marco de la Jornada Internacional contra la Energía Nuclear organizada tras el accidente en la central estadounidense de Harrisburg. La lucha […]
La Guardia Civil tiñó de sangre Tutera el 3 de junio de 1979. La localidad navarra acogía la celebración del Día de laTierra convocada por los Comités Antinucleares de Hego Euskal Herria en el marco de la Jornada Internacional contra la Energía Nuclear organizada tras el accidente en la central estadounidense de Harrisburg. La lucha antinuclear estaba en plena efervescencia en aquellos años en Euskal Herria ya que había planificados varios proyectos en territorio vasco, como Lemoiz, Ea, Deba y también en Arguedas, junto a Tutera. La oposición era cada vez más grande y miles de personas se concentraron aquel día en la capital ribera con el objetivo de unir fuerzas contra la energía nuclear y reclamar también el desmantelamiento del polígono de tiro de las Bardenas. En los carteles anunciadores se podían leer las consignas «Fuera yankis de las Bardenas» y «Zentral nuklearrik ez».
En los días previos se habían realizado también distintos actos antinucleares sin ningún problema. En Donostia, por ejemplo, realizaron una marcha en bicicleta en la que participó la propia Gladys del Estal. La convocatoria había sido autorizada y estaba anunciada para las 11.00 de la mañana de un domingo. Desde la noche anterior fueron cientos las personas que acamparon junto al Ebro y se percibía un buen ambiente por las calles. Iba a ser una jornada festiva y reivindicativa, pero las fuerzas policiales cambiaron el guión. Aparte de una presencia mayor que la habitual, la Guardia Civil comenzó su hostigamiento instalando a las afueras de Tutera varios controles a los manifestantes que llegaban desde distintos puntos de la geografía vasca. Con la excusa de las dificultades de aparcamiento, les obligaban a realizar un rodeo de más de 40 kilómetros.
Txistularis, dulzaineros, grupos de teatro y los cantos de una rondalla jotera alegraron la mañana antes y después de las intervenciones políticas. El histórico militante abertzale Periko Solabarria fue uno de los que tomó la palabra desde el kiosco del Prao. Un soldado, encapuchado para evitar represalias, también leyó un comunicado en nombre de la Unión Democrática de Soldados.
A la hora de comer, la multitud se fue dispersando a la espera de las actividades que estaban programadas para las 16.00. Fue entonces cuando la Policía irrumpió en el acto cargando contra los presentes y provocando carreras, desconcierto y angustia. Un grupo de personas, entre las que se encontraba Gladys del Estal, optó por realizar una sentada en el puente de forma pacífica. De repente, aparecieron cinco guardias civiles. A la donostiarra la golpearon por detrás. Y cuando estaba tendida en el suelo, recibió un tiro en la nuca con una metralleta Z-70.
Estrategia planificada
Sabino Ormazabal era una de las personas que se encontraba aquel día en Tutera. Amigo de Gladys, cree que la represión de las fuerzas policiales respondió a una estrategia planificada de antemano. Por un lado, recuerda que en esa época se estaba decidiendo la posibilidad de aglutinar en una misma autonomía los cuatro herrialdes de Hego Euskal Herria, y al Estado español, que se posicionaba en contra, no le agradaba una convocatoria de carácter nacional en Nafarroa. Además, señala que el movimiento antinuclear se encontraba «en alza» y que con esa intervención policial trataron de «desactivar» el debate sobre la soberanía energética que se estaba planteando, buscando «convertirlo en un problema de orden público».
El profesor de la UPV Fito Rodríguez también conocía a la vecina de Egia y se encontraba en el puente tras ella cuando recibió el disparo. Fue uno de los que trasladó el cuerpo de la joven hasta el centro hospitalario más cercano para intentar salvar su vida, pero fue en vano. Rodríguez se indigna todavía al recordar la forma en que los medios de difusión intentaron «justificar lo injustificable». Censura que utilizaron el origen venezolano de la joven para decir que se trataba de una activista ecologista llegada desde el extranjero para participar en la protesta. Ormazabal añade que la revista «Blanco y Negro» alegó que la intervención se produjo porque la Policía española «tenía como misión vigilar y evitar la penetración de comandos».
Nada más lejos de la realidad. Gladys del Estal residía en el barrio de Egia en Donostia y pertenecía al Grupo Ecologista del barrio y a los Comités Antinucleares de Euskadi. Tenía 23 años cuando la mataron y efectivamente había nacido en Caracas porque su familia tuvo que exiliarse tras la guerra de 1936. Su padre había luchado en el batallón Tomás Meabe. Estudiante de informática, en su tiempo libre se dedicaba a dar clases y dinamizaba un grupo infantil en el colegio María Reina.
La fatal noticia de su muerte corrió con rapidez y las protestas no se hicieron esperar. El mismo día, el Ayuntamiento de Tutera aprobó una moción con el respaldo de todos los concejales en la que se rechazaba lo ocurrido. Ormazabal resalta la importancia que tuvo este gesto, sobre todo en comparación con la situación actual y el silencio que mantienen la mayoría de los grupos políticos ante las actuaciones policiales. En este sentido, destaca, entre todos los puntos del pronunciamiento, el que exigía la marcha de las fuerzas policiales de Euskal Herria. Al igual que el Consistorio de Tutera, Iruñea y muchas otras localidades vascas secundaron el texto. También en Donostia se aprobó la moción. Asimismo, en Nafarroa se convocaron dos días de huelga general los días 4 y 5. Araba, Bizkaia y Gipuzkoa se sumaron a la huelga el segundo día y las protestas fueron muy numerosas.
Impunidad de las fuerzas policiales
La muerte de una mujer joven en una protesta ecologista conmocionó Euskal Herria. Unas 2.000 personas esperaron ante la torre de Atocha de Egia a que llegara el cadáver de Gladys del Estal. El día del funeral, la Corporación del Ayuntamiento de Donostia participó en la manifestación y el entonces alcalde, Jesús Alkain, encabezó la marcha. El juicio se hizo esperar hasta diciembre de 1981. El guardia civil José Martínez Salas, que disparó contra la joven, fue el único imputado por los hechos, y aunque la acusación particular reclamaba 30 años de cárcel por el delito de «asesinato», fue condenado a 18 meses por «imprudencia temeraria». Ni siquiera tuvo que entrar en prisión, y al cabo de los años fue condecorado.
La escasa pena impuesta causó indignación entre familiares y amigos. El propio padre de la joven abandonó los juzgados de Iruñea durante el transcurso del juicio diciendo que «he salido porque no aguanto una bufonada como ésta». Cabe recordar que un ecologista de Mallorca que colocó una pancarta en protesta por la muerte de Gladys fue condenado a un año.
Al respecto, Ormazabal recuerda que la joven donostiarra es también una «víctima» del conflicto. El colectivo ecologista Eguzki señala también en su web la necesidad de hacer memoria y recordar a Gladys en un momento en el que «desde ámbitos oficiales se impulsa un discurso unilateral sobre las víctimas» y añade que la joven donostiarra «ejemplifica que en este país ha habido y hay víctimas de muchos colores».
El 30 aniversario de la muerte de Gladys coincide en el tiempo con el debate sobre el cierre de Garoña, ya que el Gobierno español deberá pronunciarse en breve al respecto. La movilización popular fue una pieza fundamental para lograr que en Euskal Herria no operen centrales nucleares, y Eguzki revindica que esa lucha sigue vigente porque a seis kilómetros de Araba sigue en funcionamiento la planta de Garoña. También Fito Rodríguez resalta este aspecto y subraya que en aquellos años se tachaba de «hippies» a los movimientos con planteamientos ecologistas, pero que hoy en día todas esas ideas de respeto a la naturaleza que llevaron a Gladys a Tutera continúan siendo una realidad.
Recuerda cómo en aquellos años formaciones como el PNV lideraron la apuesta por las nucleares, aunque ahora, según declaró Izaskun Bilbao esta misma semana en una entrevista publicada por GARA, estén a favor del cierre de Garoña. A pesar de ello, Rodríguez advierte que en Alemania y el Estado francés han vuelto a resurgir voces que apuestan por la energía nuclear. Ormazabal, por su parte, valora positivamente el cambio que hayan podido dar partidos como el jeltzale al respecto.
Homenaje en el parque rebautizado con su nombre
Los amigos y amigas de Gladys del Estal realizarán mañana por la tarde un acto en recuerdo a la militante ecologista en el 30 aniversario de su muerte. El parque de Egia en Donostia, rebautizado popularmente con el nombre Gladys-Enea, será el lugar en el que como cada año rendirán homenaje a la activista antinuclear. Hace unos años se intentó que el Ayuntamiento hiciera oficial esa nomenclatura, pero al final otorgó el nombre de Gladys del Estal a una pasarela que une el parque con Loiola. La cita es a las 18.00 y contará con varias intervenciones y realizarán una ofrenda floral y el tradicional aurresku de honor ante el monolito. Además, habrá también una merienda y música.
No será el único acto de reconocimiento que tributen a Gladys del Estal en este aniversario, ya que el pasado domingo fue recordada su figura en Tutera, donde falleció. Inés Redondo, que era concejala en la localidad de la Ribera navarra cuando ocurrieron los hechos, destaca que la iniciativa para realizar el homenaje había surgido por parte de una asamblea de jóvenes del municipio y se congratula de que las nuevas generaciones «recojan el testigo y hagan suyas las reivindicaciones». Según explicó Redondo, el acto se llevó a cabo dentro de la marcha organizada contra el polígono de tiro en las Bardenas.