Es momento de reflexionar sobre el uso de organismos modificados genéticamente en la agricultura para evitar daños a la salud y al medio ambiente
En India, el Comité de Evaluación de Ingeniería Genética (GEAC), un organismo del Ministerio de Medio Ambiente, acaba de dar luz verde a la producción de semillas de mostaza genéticamente modificadas, desarrolladas por un laboratorio de la Universidad de Nueva Deli. El reto es importante: la mostaza es un cultivo ampliamente extendido en la mitad norte del país y con ella se hace un aceite de cocina muy utilizado en los hogares indios.
Esta mostaza, llamada DMH-11, cuyos ensayos muestran un rendimiento superior al 28% respecto a las variedades clásicas, tiene el objetivo de aumentar las cosechas. Se trata del primer organismo modificado genéticamente (OMG) destinado a la alimentación humana autorizado en India. Su regulación fue impugnada en numerosas ocasiones desde 2017, lo que llevó incluso a paralizar el visto bueno. Sindicatos agrícolas veían en este proceso la consolidación del poder de la agroindustria sobre los pequeños productores. Los ecologistas denuncian una importante utilización de herbicidas y un nefasto impacto para las abejas.
Más ejemplos
No es la primera controversia sobre los OMG en la India: en 2010, la tentativa de introducción de una verdura transgénica, una berenjena desarrollada por la firma indo-estadounidense Mahyco Monsanto, fracasó por la presión de la sociedad civil.
La agricultura con técnicas de laboratorio está contaminando el suelo y el agua con el uso creciente de herbicidas
Otra polémica acompañó la autorización, en 2002, del primer cultivo transgénico del país, el algodón Bt, que poseía un gen que producía una toxina (bacillus thuringiensis) que se suponía debía luchar contra la oruga del algodón. Y 20 años después, podemos hacer un primer balance del cultivo de algodón Bt. India es el primer productor mundial de algodón, un cultivo comercial practicado por cerca de seis millones de agricultores, y el Bt representa el 94% del algodón plantado. Pero desde su llegada, no ha aportado más que pobres beneficios. En cinco años, de 2000 a 2005, es decir, cuando el algodón Bt representaba menos del 6% de algodón en India, el rendimiento de este cultivo se había incrementado en un 69%. Pero enseguida, cuando el algodón Bt ganó hasta el 94% de las superficies, los rendimientos no aumentaron más del 10% en 10 años, de 2005 a 2015, recuerda el medio de verificación FactChecker citando un informe de la comisión parlamentaria.
El informe apunta, además, que la expansión del algodón Bt coincide con un alza notable de la irrigación y la utilización de componentes químicos en los campos de algodón, ya que desde hace algunos años, los agricultores han constatado una resistencia de la oruga al gen insecticida del algodón Bt y la aparición de otros depredadores. La resistencia a estas plagas explican que en 2018, los agricultores indios gastasen en insecticidas el 37% por hectárea más que antes de la llegada del algodón OMG, informa el Atlas de Pesticidas 2022. Y no solamente en India. En todas partes, los cultivos transgénicos dedicados al consumo humano o animal han conducido a un aumento del gasto en biocidas, contribuyendo a la contaminación del suelo y del agua. En cuanto a la soja OMG, su utilización se ha doblado en Argentina en 10 años y triplicado en Brasil. Es momento, por tanto, de reflexionar seriamente sobre la pertinencia de estas biotecnologías, teniendo en mente la salud y el medio ambiente