Un día ligado a la movilización de las mujeres para explicitar su posición y reflexión ante el mundo. Para pensar: 100 años después regresan las mismas demandas. Conmemorar mirándonos hacia adentro: lo que somos, lo que proyectamosEste sistema todo lo que toca intenta convertirlo en parálisis, sobre todo cuando de movimientos sociales se trata. Tiene […]
Un día ligado a la movilización de las mujeres para explicitar su posición y reflexión ante el mundo. Para pensar: 100 años después regresan las mismas demandas. Conmemorar mirándonos hacia adentro: lo que somos, lo que proyectamos
Este sistema todo lo que toca intenta convertirlo en parálisis, sobre todo cuando de movimientos sociales se trata. Tiene una habilidad asombrosa para reciclar la mayoría de sus voces y propuestas, logra colarse y seducir algunas conciencias, excluir otras, encarcelar a terceras. Termina haciendo de propuestas osadas: reuniones logísticas, plegarias de demandas, títulos académicos, desesperanza, financiamientos, reconocimientos individualistas.
Dentro de sus mecanismos establece las lógicas de los calendarios oficiales y las tradiciones de celebración sin contenido, a lo cual la cultura política latinoamericana, tal vez por su arraigo en el almanaque cristiano, es tan afecta. Desfiles, marchas, celebraciones -que van formando parte de un estático mundo móvil, como los museos interactivos- se mueven pero dentro de los límites de la institución, con los permisos adecuados y en el horario programado.
Mucha gente termina estando en la calle incluso sin saber bien por qué y para qué y argumentando que eso es mejor que nada. Igualmente aseguran que es mejor un candidato porque es el que roba menos, o aquella mujer en el gobierno porque por lo menos es mujer. Con ello el sistema se hace compensatorio, nosotras conformistas y se publicita ampliamente el discurso de la libertad de expresión y de movilización; de acciones contra la discriminación; de que finalmente las cosas sí han cambiado algo, aunque poquito.
Me parece prioritario no seguir estos ritmos, sus citas, sus fechas huecas de sentido, sin reflexionar políticamente sobre ello; o lo que es igual, abandonarlas con la misma actitud irreflexiva. Con todo esto en la mente, me sentí impelida a indagar y contar que el 8 de marzo está unido a la historia de la lucha de un movimiento feminista internacional que se sabía y se creía vivo, pensante y poderoso y hacía uso de su palabra. Que no es esta una serie de actividades mecánicas que igual plantean un foro que un concierto, un bailongo o un almuerzo. Nuevamente me pareció necesario nombrar a mujeres concretas ligadas a esta historia. Algunas de nosotras hemos recorrido brechas políticas gracias a que otras nos han compartido historias, reflexiones, dudas, en la voluntad de no silenciarse y de confiar en la memoria como contagio y estrategia política. Es crucial que sigamos por ahí.
La legitimación de ese día para establecer, entre mujeres que dialogan, luchas prioritarias para el movimiento, más allá de las fronteras y las desgracias nacionales, fue retomada en distintas partes del mundo. Ha sido un día ligado a la movilización de las mujeres para explicitar su posición y reflexión ante el mundo en relación con ese mundo, precisamente por las que ahí no han estado expresadas; y por eso se acompaña de manifestaciones, discusiones, discursos públicos. Es una conmemoración, palabra que significa recordar, que tiene sus orígenes en la lucha por los derechos de las trabajadoras, buena remembranza para estos tiempos de altísimo desempleo, de recorte de derechos laborales, de censura a sindicatos de mujeres en instituciones de mujeres, de empleadas por honorarios o por horarios que casi ni recuerdan los tiempos en que existía alguna seguridad social. Es pasmoso que casi cien años después de las circunstancias que dieron como consecuencia esta celebración, las trabajadoras estamos, laboralmente hablando, en franco retroceso y, en muchos casos, casi en el mismo lugar aún siendo muchas más las que salimos a trabajar que en aquél entonces. La explotación laboral infantil, cuyo cese era una de las luchas de este movimiento, ha vuelto a ser una práctica que es parte de la vida de miles de niñas y niños en todo el mundo, para no hablar sólo de la situación de las mujeres adultas.
El 8 de marzo se relaciona con la lucha de las mujeres allá en la Rusia pre-revolucionaria, quienes hartas de la guerra y la miseria ligada a ella, salieron a la calle para gritar su inconformidad, pese a haber sido amenazadas de represión por las fuerzas zaristas. Era el año 1917, y las que protestaron provenían mayoritariamente de sectores obreros y estudiantiles, de las cuales no tenemos nombre ni seña.
Mientras, en estas tierras latinoamericanas se estaban organizando, en el año 1910 un congreso feminista en Buenos Aires, que fue realizado exclusivamente por mujeres.Y en México, en 1916, en un contexto revolucionario, en Yucatán se movilizaron mujeres, particularmente maestras, por el derecho a la educación, al trabajo y años más tarde, por el voto. En ese año se convocaron dos congresos feministas en la península que, si bien es cierto fueron organizados «desde el poder» con la intervención directa del gobernador Salvador Alvarado, demostraron que las autodenominadas feministas tenían un pensamiento propio.
Desde entonces ya existían corrientes radicales y moderadas . (1) En 1908, en Estados Unidos, se documenta la movilización de 40 mil costureras declaradas en huelga por su derecho a la organización. Pero el antecedente quizá más conocido de esta historia del 8 de marzo es un hecho que no parece tener autenticidad histórica: el supuesto incendio en 1857 de una fábrica textil neoyorquina donde murieron quemadas cientos de obreras, o sea compañeras, nos hemos condolido sobre cadáveres ficticios, por lo menos en este caso. Lo que sí se ha acreditado es que en 1857, también en ese país, hubo una manifestación convocada por un sindicato de costureras que peleaban por mejorar sus condiciones de trabajo. La marcha fue reprimida por la policía y hubo muchas muertas y heridas.
Más adelante, el 8 de marzo también lo toma como suyo el movimiento sufragista y agrega sus reivindicaciones propias.
En 1910, Clara Zetkin, maestra y socialista, quien tenía interés en la organización de las mujeres y que en 1920 fue presidenta del movimiento internacional de mujeres socialdemócratas, propone a su partido establecer un día internacional de las mujeres como una jornada de reflexión y lucha pública. En esa circunstancia histórica, el día 8 de marzo se institucionaliza a través del Partido Socialista y luego, en otros países, por los comunistas. Por ejemplo, en 1935 mujeres del Partido Nacional Revolucionario, PNR (hoy PRI), y del Partido Comunista de México celebran conjuntamente el 8 de marzo.
Para volver al principio de siglo, aparecen en la escena política internacional y relacionadas con este movimiento de mujeres, otras como Alejandra Kollontai, quién a pesar de su lealtad incuestionada a la revolución rusa que tanto le critica Emma Goldman en su autobiografía, es quien hace una serie de reflexiones absolutamente transgresoras sobre el amor y la libertad, temas para nada prioritarios en la agenda revolucionaria. Dentro de los partidos políticos de esa época se inició una lucha sobre las prioridades políticas y el lugar de la lucha de las mujeres en ellas, experiencia que se sigue repitiendo en los espacios mixtos sean partidarios, revolucionarios y de otros movimientos. La izquierda y el feminismo han vivido siempre en tensión, pues la palabra autónoma de las mujeres le ha parecido demasiado peligrosa a la propuesta de humanidad izquierdista, sobre todo en lo que se refiere a la autonomía del cuerpo-pensamiento y sus consecuencias: en un momento el derecho al voto y la contracepción, el cuestionamiento de las maternidades, el lesbianismo, la sexualidad libre, el aborto y la vida toda.
El argumento utilizado desde entonces es que las propuestas de las mujeres serán tomadas en cuenta cuando triunfe la revolución, o que muchos de estos deseos y aspiraciones son «burgueses». En América Latina lo que se llamó «la doble militancia» fue durante varias épocas una discusión importante y provocadora de muchas divisiones entre las activistas.
Pese a su vecindad con múltiples instituciones, el 8 de marzo ha sido un día simbólico y como tal polisémico. Ha sido asumido como una ocasión para expresarse internacionalmente sobre esta cultura en la que perviven tres elementos nefastos para la humanidad: la guerra, el hambre y el desempleo, carne y huesos del heteropatriarcado. Las activistas de todo el mundo, particularmente las feministas, resimbolizan este día lejos del demandismo, identificadas como pensantes y actuantes, animadas por el gozo de la crítica y la construcción desde las prioridades de sí mismas y sus movimientos.
Julieta Kirwood, pensadora feminista chilena, otra desconocida para muchas, escribió en 1982, para refererirse a esta efeméride: «Adherir al 8 de marzo es empezar por un día. Es empezar a observar y mirarnos hacia adentro; hacia lo que somos, hacia lo que proyectamos. (…) A veces un sólo día, un solo símbolo sí basta para comprender que todo es político; que todo va a ser tremendamente político para todas las mujeres».
En la mira de los acontecimientos que marcan el feminismo hoy día, sería interesante que esta fecha también provoque la reflexión sobre la ética de la política, sobre la legitimidad del internacionalismo feminista y el nudo que arrastramos en asuntos como la autonomía, las relaciones entre las mujeres que somos este movimiento, la vinculación con otros proyectos verdaderamente interesados en el cambio de toda la vida. El asunto no es organizar la logística de una celebración sino escarbar y expresar las lógicas de nuestras relaciones y nuestros deseados mundos.
Si te interesa más información consíguete el libro Contra viento y marea: el movimiento feminista en México hasta 1940, de Anna Macías. Colección Libros del Pueg, UNAM, 2002.
(1) Fuente: Centro de Documentación de Isis Internacional