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8 de marzo: «Si te pega no te quiere»

Fuentes: Marca de Radio y la Juana Pimienta

El 8 de marzo, las mujeres en todo el mundo salimos una vez más a las calles a luchar por nuestros derechos. En Argentina, en diferentes lugares del país, se harán movilizaciones, actos, volanteadas, debates, que recuerdan que cada uno de los derechos que hemos conseguido ha sido ganado por nosotras en difícil y sostenida […]

El 8 de marzo, las mujeres en todo el mundo salimos una vez más a las calles a luchar por nuestros derechos. En Argentina, en diferentes lugares del país, se harán movilizaciones, actos, volanteadas, debates, que recuerdan que cada uno de los derechos que hemos conseguido ha sido ganado por nosotras en difícil y sostenida pelea contra el patriarcado, contra el machismo, y en los últimos siglos, también contra el capitalismo. En estos días también ganamos las paredes.he leído por allí «no le creas, si te pega no te quiere», ó «el machismo pega mal».

Es que la violencia de género, la violencia contra la mujer, se sigue cobrando víctimas. Ayer no más, en Zanón, la mujer de uno de los obreros fue atacada, golpeada, herida con un punzón y amenazada como forma de enviar un mensaje a los trabajadores que pretenden sostener la posibilidad abierta de recrear el trabajo sin patrones. ¿Por qué golpean a una mujer, para enviar un mensaje a un colectivo de lucha? ¿Por qué en Caleta Olivia, la represión se ensañó contra otra mujer -en este caso compañera de un dirigente-, hasta hacerle perder el embarazo?

Pareciera ser que los fachos de todos los pelajes, juntan en su subcultura fundamentalista muchos odios, y uno especial lo reservan a las mujeres, a las que no nos perdonan, ni quieren admitir, que hayamos salido de nuestras casas para ser parte activa de las luchas obreras, populares, por la vida y la dignidad.

Por eso podría ser que resulta cómodo agredir mujeres. Es que frente a estos hechos, la justicia es lenta, cuando no mira para otro lado, o cuando llega. Muchas son las veces que la justicia no llega, y allí sigue esperando y desesperando en la cárcel Romina Tejerina, y siguen las muchachas de Caleta Olivia, y siguen las presas de la Legislatura, enseñando a sus hijos e hijas a crecer con mamás a quienes tienen que visitar en cárceles imposibles. Muchas veces la justicia no llega, como para la mayor parte de las mujeres asesinadas en Mar del Plata, en Neuquén, o como para Sandra Cabrera -la dirigente de AMMAR asesinada en Rosario-.

Pero el 8 de marzo seguimos en la calle, a pesar de los Baseottos que amenazan con colgar una piedra al cuello de quienes debatan sobre nuestros derechos. Seguimos en la calle, a pesar del oscurantismo que golpea duro en unas Legislaturas, y Congresos, y Poderes que no se animan a ejercer el deber básico de dar educación sexual en las escuelas. Seguimos en la calle, a pesar de que los Códigos de Convivencia pretenden acotar y reducir los espacios públicos, para continuar privatizando y mercantilizando la política y la vida. Seguimos en la calle, porque las mujeres sabemos que nada se gana o se pierde de una sola vez, que nuestro camino fue hecho de muchos pasos de otras muchas mujeres, que dejaron marca sobre la tierra. La enredadera feminista, como describe nuestro movimiento Marcela Lagarde, se hace de muchos nudos y de muchos lazos, que se tienden imperceptiblemente para los ojos controladores del orden patriarcal.

Nuestra lucha no empieza ni termina en un recinto legislativo. Se hace en las casas, donde vamos reconociendo cuánto hay de violencia en nuestras relaciones domésticas, y creamos redes de sostén y de apoyo para que las mujeres podamos pronunciar nuestro ya basta intimo, pequeño, pero fundamental, a la hora de construir las bases de nuestra autoestima. Se hace en los trabajos, donde cada vez más nos atrevemos a denunciar el abuso sexual, el abuso de poder, de jefecitos que pretenden hacer de sus pequeños espacios de mando, lugares en el que vale todo, y en el que el acoso y hasta la violencia contra las mujeres es moneda corriente. Se hace en las escuelas, donde resulta cotidiana la batalla por transformar la educación sexista, que corrompe a los niños y niñas, en una educación para la creación de un mundo en el que quepan todos los mundos. Se hace en los movimientos en los que participamos, donde en muchas oportunidades nuestros valientes compañeros se vuelven a veces cobardes ante el crecimiento de la participación y protagonismo de las mujeres. Otras paredes, otros graffitis: «Tu me quieres virgen, tu me quieres casta, tu me tienes harta».o aquel que dice «no hay nada más parecido a un machista de derecha, que un machista de izquierda». Este último seguro que causa espanto a quienes creen que el mundo sólo se puede leer en clave de análisis clasista. Las clases son una manera de comprenderlo, pero insuficiente si no sabemos leer también otras claves de dominación, como las relaciones de género, o de raza. Si no comprendemos que una forma de opresión refuerza y sostiene a las otras.

Salimos el 8 de marzo entonces, a pelear contra todas las dominaciones, contra todas las opresiones. Pero lo más importante, es que no salimos sólo el 8 de marzo, sino que éste día visibilizamos una vez más, la larga marcha de un movimiento que, a fuerza de ser negado, está convirtiéndose en uno de los más poderosos factores de transformación de las relaciones sociales, que ha existido durante el siglo 20 y 21.

Nuestra lucha se hace en las casas, se hace en los trabajos, se hace en nuestros movimientos, se hace en los colegios de nuestros hijos e hijas, y se hace en las calles, en las plazas del país, en los espacios públicos que vamos recuperando con la presencia de nuestros cuerpos y nuestras voces Se hace venciendo al prejuicio y al miedo ancestrales. Se hace con la alegría del encuentro. Se hace sin solemnidad de ningún tipo. Para las mujeres la lucha es una fiesta, una celebración, un ritual de descubrimiento del mundo. «Las brujas de aquellos tiempos, seguimos siendo las brujas de ahora».