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Entrevista a César Hazaki, autor de "Modo ciborg. Niños, adolescentes y familias en el mundo virtual"

«El mundo es hoy más virtual que real»

Fuentes: Rebelión

M.H.: César es psicoanalista, editor de Topia, autor de El cuerpo mediático y compilador de La crisis del patriarcado. Es autor de varias obras de ficción: Cuentos de amor, tripas y diván, Cuentos para después del diván, El psicoanalista perdido y La última sesión y otros relatos. Es coautor de la obra de teatro Pena […]

M.H.: César es psicoanalista, editor de Topia, autor de El cuerpo mediático y compilador de La crisis del patriarcado. Es autor de varias obras de ficción: Cuentos de amor, tripas y diván, Cuentos para después del diván, El psicoanalista perdido y La última sesión y otros relatos. Es coautor de la obra de teatro Pena maleva escrita conjuntamente con Carlos Pérez y también escribió El blues del psicoanalista que fue finalista del certamen «Mis escritos» en el 2014 y cuya puesta se realizó en el teatro Cavern Club del complejo La Plaza. La obra cuenta también con la participación de otro de nuestros columnistas de este programa, Alejandro Vainer.

Vamos a pasar a su nuevo libro, Modo Ciborg. Niños, adolescentes y familias en un mundo virtual. ¿Por qué este subtítulo?

C.H.: El subtítulo en primer instancia por una definición de la que parto, que el mundo es hoy más virtual que real, aunque parezca un contrasentido porque lo virtual se produce dentro de las producciones económicas y tecnológicas de este mundo real. Pero la vida del usuario se va desplazando a todo lo que tiene que ver con la virtualidad. Por eso la idea de llamar al mundo virtual, a cómo vamos siendo quienes habimos en este mundo, que a mi modo de ver estamos en «modo ciborg». Ciborg es una nueva categoría, quien es adicto a todo tipo de tecnología habida y por haber.

M.H.: «El consumidor de pornografía es el perfecto ciudadano del capitalismo del consumo», afirmás en el libro. ¿Por qué?

C.H.: Por varias cuestiones, primero te lo voy a responder al revés, toda la tecnología de los Smartphones, inclusive la manera en que está realizada la pantalla, fue desarrollada a partir del estudio de los clientes de la pornografía. La tecnología se instrumentó a partir de un tipo de usuario. No es el único, pero es el mayoritario. Precisamente por eso es perfecto en este sentido porque está en una situación de permanente búsqueda de un hedonismo simplificado en el sentido del placer visto, observado, expuesto, tiene que ser inmediato, sin mediación de ningún tipo que no sea el impulso. Y la tecnología de hoy en día domina fuertemente a lo que yo denomino «usuario ciborg» porque en el fondo está ese tipo de erotismo que no es erotismo, sino la versión pornográfica de la vida.

M.H.: También el tema de exhibirse permanentemente, sacarse selfies, mandar fotos cuando se está de vacaciones.

C.H.: En ese sentido en el mundo virtual se construye voyerismo/exhibicionismo, entonces todo esto tiene una base en ese orden, además la predominancia en internet es la visita a las páginas pornográficas. Veintisiete mil millones de usuarios visitan una página de porno, es una cifra inconmensurable. El voyerismo, el exhibicionismo, la imperiosa necesidad de ver y de mostrar está más cerca de la pornografía que del erotismo y a ese hedonismo instantáneo que gobierna a la mayoría de los usuarios.  

Internet ha roto la separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio

M.H.: El libro empieza con una larga reflexión sobre el problema del tiempo, tiempo de consumo, tiempo de trabajo. Hay un tema muy interesante que señalás y que viví como delegado general del Banco Río hace 18 años atrás. A raíz de una situación de ajuste de personal que se dio en el año 2001/2 me entero que los trabajadores de cómputos del banco trabajaban 24×24 horas. A raíz de que un trabajador me cuenta que tenían un aparatito, a través del cual tal vez los llamaban en cualquier horario por algún problema y a veces la solución la podían encontrar desde la casa pero otras tenían que ir a la oficina a la hora que fuera. Entonces me fui a la oficina de personal, pedí hablar con el gerente y le planteé que no sabía que se había instituido la jornada laboral de 24 horas. Y que no estaban respetando la Ley de contrato de trabajo, una cosa básica. Tuvimos que parar las negociaciones con el Banco, porque si a un trabajador le correspondían 30.000 dólares de indemnización, por ese motivo le tenían que pagar 90.000 para evitar llevar el caso a la justicia o eventualmente a la denuncia al ministerio de Trabajo. Pero se había naturalizado entre los trabajadores, es más, el que no tenía el aparatito se sentía mal. Algo increíble.

C.H.: En aquel entonces se había naturalizado, después se expandió, hoy es inimaginable que eso no ocurra, más bien hay un avance de los dueños de las empresas sobre el tiempo del trabajo, que hace que el trabajo no concluya en la cantidad de horas que trabajás en una oficina, sino que continúa y continúa para todos, tanto para el profesional o el que tiene un oficio independiente como para el que trabaja dentro de una empresa.

Todo el tema de internet ha roto las separaciones del tiempo de trabajo, el tiempo de ocio, etc. Los usuarios se han enamorado de eso, sin ello esto no es posible. Sin que el aparatito que llama produzca al usuario y a su cuerpo en un dispositivo al servicio del dispositivo técnico esto no ocurriría, pero ocurre.

Y se han enamorado de tal manera que se está ganando la noche para el capitalismo. Si te fijás, tenemos ofertas de avión desde las 2 am a las 4 am, o el viernes negro, toda la idea es que consumas las 24 horas, todo el tiempo. Se ha roto un dique, y cada vez que eso sucede el capitalismo logra un nicho económico y allí la compulsión es a consumir, entonces ya no consumís lo que necesitás sino que te convertís en un consumista, una persona que consume imperiosamente obligado, supuestamente por las ofertas, pero obligado por la fragilidad y su vacío interno.

M.H.: Yo observo mucho eso porque hago las compras en los supermercados, el tema de las ofertas, te llenan de ofertas y todos los días las cambian. Me pasa a mí inclusive, mi señora me pide por favor que no compre más galletitas porque no tenemos dónde ponerlas.

El modo ciborg sería la inversa de la inteligencia artificial, porque es un ser humano que incorpora una máquina, en el otro caso es una máquina que incorpora la capacidad de pensar como un ser humano.

C.H.: En realidad hay una mutación en nosotros, esto es lo que planteo. Como las cosas se naturalizan parecería que los seres humanos siempre fuimos así. Los cambios históricos han sido en cada momento muy fuertes, lo que insisto en plantear es que el cuerpo del hombre ahora es un cuerpo lleno de dispositivos tecnológicos, pero no son herramientas, son prótesis, que no es lo mismo.

M.H.: La primera fue el reloj pulsera.

C.H.: Exactamente. El libro trata de demostrar que cada vez que cambió el tiempo, es porque cambió la economía y esto obligó a los hombres a vivir de otra manera. Esta perentoriedad que hoy existe con esta incorporación de prótesis al cuerpo, hace que el cuerpo humano deje de ser tal, yo lo defino como un mutante ciborg, que es una mezcla de un organismo con tecnología.

M.H.: Este es un libro que tiene más de 250 páginas. Aun así es un libro de una lectura bastante sencilla para un tema complejo. Algunas afirmaciones son duras: «Ya no es el momento de alargar la jornada de trabajo, sino que el asunto es que el trabajo ocupe todo el tiempo humano, modificando aquel tiempo analógico donde aún existía el tiempo de trabajo separado del dedicado al ocio. Ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas de ocio», consigna con la cual se desarrollaron los movimientos obreros a comienzos del siglo pasado. Eso ha quedado en el pasado. Yo siempre le cuento a mis alumnos cómo se trabajaba en la Edad Media, se empezaba a trabajar cuando despuntaba el sol y se terminaba cuando caía, pero en el medio el trabajador si se cansaba se acostaba un rato, o paraba para comer, era dueño de sus tiempos; cosa que a partir del reloj cambia.

C.H.: La historia del tiempo a mí me sigue fascinando, y el tiempo en relación a la historia de la cultura. Por ejemplo, los franceses acaban de dictar una ley que plantea que los trabajadores no tienen que recibir ni responder mails ni whassap que lleguen fuera del horario de trabajo. Esto se hizo ley.

Pero si los franceses tuvieron que hacer una ley sobre esto, estamos hablando de un enorme dispositivo que se generó para que esto pasara y que pareciese imparable. Regular con ley cuando ya los sectores productores de los capitales, los sectores burgueses y las grandes compañías dominan ese tiempo en el cual el trabajador tiene otro tipo de obligaciones a las que responder y, lo más importante, tiene que responder con premura, o sea, tiene que responder obligado por las circunstancias, en forma inmediata.

Esto es como el conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas, si el conejo se detenía y se divertía un poquito, miraba el reloj y salía corriendo porque le iban a cortar la cabeza por haberse retrasado. Entonces, no hay posibilidad de retrasarse y además hace a todo lo que tiene que ver con la ubicación, no sólo tiene que responder enseguida sino que además tiene que estar geolocalizado.

Ya el celular y el reloj se incorporan de otra manera, hoy hay fábricas que lo hacen dentro del cuerpo de los trabajadores a través de chips, que supuestamente lo único que hacen es abrir puertas, permitir imprimir, trabajar con los dispositivos que hay dentro de la empresa sin necesidad de ninguna llave, están metidos debajo de la piel como un grano de arroz. O sea que la introducción del capitalismo dentro del cuerpo es ya orgánica y tecnológica.

Por supuesto las empresas dicen que es solo para comodidad, la verdad es que nadie más sabe qué tiene ese «arrocito» ni para qué otra cosa sirve. No lo sabemos y nadie lo va a declarar hasta que aparezca un Snowden a hacer alguna denuncia.

A los niños se los espía cuando juegan con las máquinas

M.H.: En el libro citás un caso, cuando te referís a los niños y la tecnología, de una muñeca alemana.

C.H.: Sí, una muñeca que en el 2007 fue declarada por el Estado alemán, muñeca espía. Se la conoce así porque todos los dispositivos que tenía permitían capturar los movimientos, las voces, todo lo que el niño hacía y eso era transmitido a una empresa. O sea que la vida del niño estaba monitoreada por una empresa. El Estado pidió a los padres que la destruyeran.

Este no es el único ejemplo, el Angry Bird, un juego de altísimo consumo, que fue denunciado porque estaba abrochado a la CIA, entonces la filtración iba directamente para la captación que hace la CIA de todos nosotros.

Esto ya sabemos que existe, es tremendo que lo naturalicemos, el tema es que se controla a los niños, no para ver si van a ser revolucionarios, sino para ver qué información pueden obtener de sus padres y a la vez qué les pueden vender.

Cuanta más información tenés de los niños, generás otro nicho económico. Nunca hubo esta cantidad de nichos económicos para niños, y esto es en función de que se los espía cuando juegan con las máquinas. Esos juguetitos son excitantes, divierten, pero el plus es que todo eso es capturado y se usa para inventar un mercado de consumo dentro de la niñez.

Todos los indicadores dicen que los niños deberían no usar pantallas hasta cierta edad, pero la realidad es que pasa todo al revés, nada de eso pasa. La medicina, los terapeutas, todos los que de alguna manera alertamos que esto que pasa es complicado, estamos siendo barridos del mapa. Estamos perdiendo una batalla importante. Es tan poderoso el dispositivo que nos arrincona.

Una de las cosas que observo es que la construcción que están haciendo a través de los juegos con los chicos, es que están generando ludópatas. Es como un casino virtual, las grandes empresas les regalan un juego con un héroe, ese regalo llega hasta la etapa 3, si el chico llega hasta ahí no puede pasar si no pone plata y la plata sale de la tarjeta de crédito de los padres.

Hay toda una perversión de lo que es el juego y con ese estado de excitación, sin mediación de los adultos, porque una vez que el chico está jugando no se puede estar todo el tiempo a su lado. Entonces hay una estimulación que hace que el juego se transforme en una ludopatía, que es totalmente distinto al juego infantil. Es otra cosa, uno va hacia una excitación sin salida y a la construcción de un adicto, y el juego infantil va hacia la creatividad, hacia la resolución de los conflictos desde la perspectiva del niño para amortiguar y elaborar las cosas que en la vida son difíciles.

M.H.: Te dejo el cierre de tu nueva producción Mundo Ciborg. Niños y adolescentes en un mundo virtual.

C.H.: La primera cuestión es que la condición del usuario ciborg es un deslizamiento más y muy importante que se tiene poco en cuenta que es la pérdida de la categoría de ciudadano. En el sentido de que el ciudadano de la ciudad moderna, en este modo en que se ha transformado la sociedad hegemonizada por la tecnociencia que ha enamorado tanto a los sujetos, ha generado un mundo más hacia la creencia que hacia la reflexión, un mundo más hacia las «fake news» que hacia el pensamiento crítico. Entonces se cree más en lo que pasa velozmente por la red que en la posibilidad de pensar críticamente.

Me parece que entre las condiciones de todas las versiones de neofascismo, de triunfo de las creencias en términos políticos por encima del pensamiento racional y el pensamiento crítico, tiene mucho que ver con esto que es el modo ciborg que hemos constituido y lo que vamos dejando atrás en esta mutación son modos reflexivos de un ser humano que no funcionaba como creía Pavlov, ahora suena el celular y uno corre a atender, eso es muy del arco reflejo y no del pensamiento ni de la conciencia crítica.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.