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Apenas nadie habla de nosotras… y no hemos muerto aún

Fuentes: Rebelión

Me encargo en casa de la compra de la semana. A veces me ayuda mi compañera; no siempre. No le gusta, no es lo suyo me dice. Yo suelo ir a la plaza y a un supermercado situado muy cerca de donde vivimos. Casi cada día. Siempre me olvido de cosas. No está en la […]

Me encargo en casa de la compra de la semana. A veces me ayuda mi compañera; no siempre. No le gusta, no es lo suyo me dice.

Yo suelo ir a la plaza y a un supermercado situado muy cerca de donde vivimos. Casi cada día. Siempre me olvido de cosas. No está en la lista de los establecimientos adictos al nacional-secesionismo-ANC.

Tengo buena relación con la compañera-trabajadora de la caja. Solemos hablar de nuestras cosas. Cosas nuestras. Cuando pueda que no es siempre.

El viernes pasado me preguntó por mis vacaciones. Cuándo empiezas me preguntó. Estoy siempre de vacaciones, querida, le respondí. Ya, ya, se rió, pero ¿no haces ningún viaje? Le respondí que me iba diez días a Córcega, con mi compañera. ¿Y qué día te vas? Volvió a preguntarme. El 21, un día antes de mi cumpleaños. ¡Ah, entonces yo empiezo antes, el 15!, me comentó. ¿Y dónde vas tú le pregunté?… Me arrepentí inmediatamente. No pensé. ¿Por qué?

Porque la pregunta, mi pregunta era estúpida, muy estúpida. Su respuesta no. Me dijo: no salgo, no puedo salir. Me quedaré en casa, saldré alguna noche, quedaré con algunas amigas. Pero para mí, añadió, ¡son vacaciones, vacaciones, unas buenas vacaciones!

Sonreímos, sonrió, nos dijimos hasta la próxima y nos dimos un beso. No había gente en la cola.

Luego pensé sobre situación: durante todo el año, sin puentes ni nada por el estilo (los supermercados no hacen puentes), la compañera-trabajadora se levanta a las 6 de la mañana, trabaja 7 horas y media de lunes a sábado (con algún día festivo cuando sobrepasa las horas) y llega a casa a las 4 de la tarde. Comida, breve descanso, una vuelta, leer algo, cenar, media hora de tele y vuelta a empezar.

Su sueldo no le llega para disfrutar 10 o 15 días de una salida, de unas vacaciones así. Un año tras otro. ¿Nos lo imaginamos? ¿Nos ponemos en su piel?

Tenemos sensibilidad para muchos «asuntos sociales». Lo que está bien o muy bien. Pero, ¿hablamos suficientemente de la situación de las mujeres trabajadoras, en este caso, de las trabajadoras de supermercados, o de residencias, o de hoteles, o de hogares, o de.. mil sitios más? ¿No hay algo que tiene que ver con la justicia social, con las desigualdades insoportables, con las conquistas destrozadas, que se enciende y se enciende con alarma, con mucha alarma, en nuestra alma o en nuestra conciencia?

La clase obrera no ha ido al Paraíso. No nos hemos ni acercado. Lo intentamos, eso sí. Pero estamos aquí, seguimos aquí, no hemos muerto. Apenas nadie habla del sector más desfavorecido (mujeres en su gran mayoría) de todos nosotros, de las clases trabajadoras españolas.

No vivimos tiempos de mucha esperanza ni los días tienen nombre de mujer trabajadora y de fiesta y rebeldía. Pero deberíamos, debemos dar un vuelco a la situación. Necesitamos hablar de estos temas, necesitamos comunidad, organización, apoyo mutuo. Consciencia de clase decíamos hace años. Podemos decirlo del modo que queramos.

Estamos aquí, seguimos estando aquí. Y no hemos muerto, no queremos morir prematuramente, ni aspiramos a muertes en vida. Queremos vivir con dignidad y en condiciones humanas. Nuestros temas, nuestra situación, también debería estar en el orden del día. Y en lugar central.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.