Nadie está más presionado, dentro de Podemos y los partidos del cambio, que los equipos de comunicación. Crisis por la presión, bajas por depresión, quemazones nivel mañaneo de playa sin protección solar… Hay un reguero de incomprensión hacia la difícil tarea de los equipos de comunicación hoy y siempre: tratar de explicar giros de guión, […]
Nadie está más presionado, dentro de Podemos y los partidos del cambio, que los equipos de comunicación. Crisis por la presión, bajas por depresión, quemazones nivel mañaneo de playa sin protección solar… Hay un reguero de incomprensión hacia la difícil tarea de los equipos de comunicación hoy y siempre: tratar de explicar giros de guión, cambios de piel y nueva temporada de chaquetas otoño/invierno. Tratar de explicar que las primarias de hace seis meses -en las que cada voto cuenta- carezcan de importancia seis meses después -porque hay que mirar al futuro- es más difícil todavía en los tiempos de la comunicación directa. Cuando nuevos actores ponen en duda los eslóganes y cuesta tanto hacerse un hueco en la actualidad o en la conversación pública. Por supuesto, entre expertos todo parece más fácil.
La publicación ayer de una carta llamada «Manuela e Íñigo» y su divulgación en primicia por el Grupo Prisa supone un nuevo momento estelar de la comunicación política «del cambio». Las palabras destacadas en negrita se ponen al servicio del mensaje que Manuela (Carmena) e Íñigo (Errejón) sitúan en el proceso hacia las elecciones de mayo. Democracia -vista como un regalo (sic)- «más allá de las siglas», configurada en torno «un proyecto que renueve su ilusión y confianza», basado en una «invitación colectiva, abierta y cívica» para «continuar el Gobierno del cambio en la alcaldía y extender su ejemplo a la Comunidad de Madrid» mediante «la cooperación, la apertura y la transversalidad (…) [que] son las mejores llaves para el futuro». Un «abrazo entre dos generaciones» con el que «se ganó el Ayuntamiento de Madrid en 2015» (sic). El despliegue retórico termina con uno de los significantes más genuinos del cambio -ahora que la transversalidad es un valor también para el PP de Casado-, los «cuidados» en su versión más abstracta: «Cuidémonos: cuidemos la democracia, cuidemos Madrid».
A cuatro meses escasos del domingo de mayo, el movimiento de Carmena y Errejón (a partir de ahora Más Madrid) sitúa al resto de fuerzas de la Comunidad de Madrid -locales y de dimensión autonómica- en un dilema: aceptar sin condiciones el marco del progresismo cívico que plantean los protagonistas de la carta o emitir un mensaje negativo a la opinión pública (esta izquierda, siempre desunida). Abandonar sus espacios orgánicos -Podemos, e IU, principalmente pero no solo- y acudir a la llamada como espontáneos de la política a unas primarias de las que no se conoce ni el sistema, ni las fechas, ni el censo, porque dependen de «una invitación colectiva, abierta y cívica» que tendrá más adjetivos que sustantivos hasta el momento de su realización.
Desecho por ejecución sumaria el pacto entre el errejonismo y las familias oficialistas -pablismo- representadas por Ramón Espinar, que sirvió para resituar a Errejón tras su caída de la dirección de Podemos después de Vistalegre II, al sector oficial de Podemos apenas le quedan bazas para tratar de salvar los compromisos creados a nivel macro con Izquierda Unida y los compromisos internos generados en el proceso de creación de la organización en Madrid.
Dos nombres, el del propio Espinar y el de Julio Rodríguez, quedan señalados -y posiblemente marginados- en la creación de lo que será la lista electoral de mayo de 2019. Sol Sánchez, baza electoral de Izquierda Unida en la Comunidad, queda también, de momento, al margen del proyecto Más Madrid. Al menos hasta que se conozca la fórmula de primarias y el alcance de la «generosidad» de Carmena y Errejón a la hora de establecer los requisitos de acceso a su «ticket».
Anticapitalistas, que rechazó acudir a las primarias de junio, ha reaccionado pidiendo un «proyecto de izquierdas, participativo y democrático que esté presente en las próximas elecciones, tanto municipales como autonómicas». De momento, en la ciudad de Madrid, la única alternativa pública la propone «La Bancada«, que el día 26 de enero ha convocado un encuentro y que aún no ha especificado si tiene previsto presentar una candidatura que haga frente a la propuesta de Carmena para las elecciones de mayo.
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«Andalucía ha sido un toque de atención. Hoy todo el mundo sabe que necesitamos un revulsivo». Con ese señalamiento, los autores de la carta hacen públicos los movimientos hacia la creación de un tercer espacio en el espectro del centro izquierda, una búsqueda que previamente ha dado lugar a la extraña alianza Llamazares-Varoufakis. Movimientos que pasan en primer lugar por un cuestionamiento de Iglesias como figura visible de la izquierda «a la izquierda del PSOE», pero también de cualquier tipo de alianza con la Izquierda Unida de Alberto Garzón, y que, si funciona, tendrá argumentos para ampliarse a más territorios.
El nacimiento de ese tercer espacio -¿se llamará «Más España»?- será posible solo si se dan dos premisas: que Carmena gane las elecciones y pueda gobernar en la capital, y, dos, que Errejón pueda ponerse al servicio de la presidencia de Ángel Gabilondo en la Comunidad de Madrid -por más ilusión que despierte, el candidato Gabilondo es una baza segura para los socialistas-.