Existe una serie de actividades cuyo furioso desarrollo en los países del llamado tercer mundo está modificando gravemente cuestiones como la diversidad biológica, la distribución geográfica, la cultura y hasta el clima de nuestras regiones. Es tan fuerte el impacto que causa la instalación de cualquiera de estas industrias, que cada caso, al […]
Existe una serie de actividades cuyo furioso desarrollo en los países del llamado tercer mundo está modificando gravemente cuestiones como la diversidad biológica, la distribución geográfica, la cultura y hasta el clima de nuestras regiones.
Es tan fuerte el impacto que causa la instalación de cualquiera de estas industrias, que cada caso, al intentar analizarlo, parece ser emblemático y sin embargo es uno mas de los tantos que se están produciendo en nuestros territorios.
Pero además, investigando un poco, nos damos cuenta de que la mayoría de estas actividades, son rechazadas en sus países de origen. Tal es el caso de las pasteras, donde encontramos que la Unión Europea hace ya tiempo no permite la instalación en su territorio por la alta contaminación que provocan. Tampoco para la plantación forestal indiscriminada que se necesita como materia prima.
También el cultivo de transgénicos, otrora promovido por organismos internacionales como la solución al hambre en el mundo, está prohibido en casi todo el viejo continente, salvo deshonrosas excepciones como lo es el Estado Español .
Y por supuesto que en el «Top 5» se encuentra la minería a cielo abierto. En pleno auge a lo largo de toda la Cordillera de los Andes, está vedada en la mayoría de los Estados que componen el país mas contaminante y al que menos le interesa la preservación del medio ambiente del mundo, Estados Unidos.
Todas estas actividades tienen, además de provocar la devastación del ecosistema en el cual se instalan (deforestación, contaminación, destrucción de hábitat, pérdida de biodiversidad, alteraciones sociales), algo en común. Necesitan utilizar -es decir, contaminar- millones de litros de agua cada día para funcionar.
Solo una empresa, Minera Alumbrera (ubicada en Andalgalá, Catamarca, Argentina), en una zona semidesértica, desecha 1100 litros de agua por segundo, casi cuatro millones de litros por hora.
La producción de la pasta encierra varios problemas a la vez. Para la pasta hay que hacer siembra de eucaliptos o pinos que es lo que más se utiliza. Estas siembras son muy demandantes de agua.
En zonas productivas de Uruguay, los monocultivos de eucaliptos a gran escala han secado los pozos y humedales, dejando sin agua a las plantaciones y a la población rural, lo que obliga al abandono de la actividad y luego al éxodo.
Palmas para la soja, que se encuentra tan diseminada ya en países como Brasil, Paraguay y Argentina, que ha vuelto casi imposible de cuantificar la contaminación hídrica que provocan los millones de toneladas de agroquímicos diarios que se utilizan para su producción.
Están usando y contaminando el agua y no de a poco, con todas estas industrias que instalan en nuestros territorios. Y se la están llevando en cada embarque de pasta de celulosa, de oro, de soja o de cualquiera de sus productos.
El agua es el bien más preciado que tenemos, sin dudas. Sin agua no hay vida.
Deberíamos tomar conciencia cabal de todo lo que estamos perdiendo y de que nuestros gobernantes, al no accionar para preservar los recursos naturales, nos están privando de nuestro futuro. Exigirles que los preserven es un deber y un derecho de cada uno de nosotros
Ricardo Natalichio. Director.www.ecoportal.net