Consulta popular, participación, toma de decisiones, son conceptos que se entremezclan y en los cuales radican esencias del sistema democrático. En tiempos en que el país acaba de concluir un proceso de consulta sobre el nuevo texto constitucional que someterá a referendo el próximo 24 de febrero, el Último Jueves de Temas estuvo dedicado a […]
Consulta popular, participación, toma de decisiones, son conceptos que se entremezclan y en los cuales radican esencias del sistema democrático. En tiempos en que el país acaba de concluir un proceso de consulta sobre el nuevo texto constitucional que someterá a referendo el próximo 24 de febrero, el Último Jueves de Temas estuvo dedicado a pensar sobre la consulta popular como mecanismo de diálogo con la ciudadanía.
La filósofa Yohanka León, investigadora del Instituto de Filosofía; el profesor de estudios urbanos de la Universidad de Lyon, Francia, Guillaume Faburel; la delegada del Poder Popular por el municipio Plaza, Susana Acea, y Joel Suárez, director ejecutivo del Centro Martin Luther King, conformaron el panel que bajo la conducción de Rafael Hernández, director de Temas, dirigió las miradas hacia los hilos conectores entre consulta y decisiones, los problemas que conlleva la realización de la consulta popular y en qué medida esta puede integrarse a la formación e implementación de políticas de modo sistemático.
«La consulta popular ha sido una experiencia que se ha utilizado en Cuba en otros procesos, en otros debates que se han hecho. Pero este de hoy se hace en circunstancias especiales, no solo por el mecanismo político jurídico en lo que puede constituirse una consulta popular, sino por la significación que ha tenido el proceso que hemos vivido todas y todos», comentó Yohanka León, al hablar del realizado en torno al texto constitucional como una forma de consulta.
En cuanto a las características que distinguen a la consulta popular en general de cualquier otro tipo de recogida de información, encuesta, etc., precisó que «terminológicamente significa pedir consejo relativo al pueblo, consultarle de algo. En esencia es una manera de institucionalizar, sistematizar y hacer un proceso de participación. Por eso al definirla hay un concepto esencial que es la participación, la articulación de los representantes políticos con la participación ciudadana».
Señaló que se trata de un mecanismo que nace de la modernidad para decidir en el espacio de lo público, de ahí que haya conceptos que se articulen: ciudadanía, participación y público, y cada uno de ellos con una determinada connotación. «La consulta popular en Cuba tiene un horizonte: la emancipación social. Por tanto, es un mecanismo de emancipación política hacia la emancipación social», añadió.
Como una forma de participación que hace que evolucione la política para la que se construye y a la vez como fuente de recursos para la política, la definió el profesor Faburel. «Mis experiencias vienen fundamentalmente de los procesos europeos de consulta. Se habla sobre todo de la consulta ciudadana o popular, pero pienso que existen diferencias. La consulta popular tiene una primera función de socialización política y de restauración de la confianza política. No solo recoge las opiniones de las personas, las reivindicaciones y los problemas, la consulta es una forma de aumentar el poder de acción de la población, de devolver la dignidad al individuo en el espacio público», significó.
En su criterio, se trata de una especie de diálogo, pero uno en el que las partes se ven comprometidas. «Es una especie de contrato entre los organizadores y los participantes, de control social de la palabra comprometida».
Asimismo, insistió en que uno de sus aportes es dar voz a personas que no son visibles en el espacio social, y convertirse en una forma de recrear el espacio público en el sentido político.
Muy conectada a esa idea, Susana Acea afirmó que uno de los temas que preocupa a la sociedad cubana y en otras partes del mundo es el asunto de cómo perfeccionar la democracia, razón por la cual en un proceso político que se asienta sobre la democracia participativa se le dé más valor a cualquiera de las formas de participación.
En este sentido concibió a la consulta popular como un mecanismo de participación donde las organizaciones, las instituciones involucradas, convocan al pueblo a participar en la toma de decisiones sobre determinados asuntos que preocupan en la sociedad, lo cual es consustancial a cualquier ámbito o nivel.
Sobre este último aspecto llamó la atención, pues en su opinión «no solo compete a los niveles de la macro sociedad, sino que también son prácticas necesarias a nivel territorial, local, comunitarios, para poder entender el valor que tiene la consulta popular para todo el proyecto político revolucionario».
Una de las ventajas que le reconoce a la consulta popular como mecanismo de participación es la posibilidad que da de apropiarse políticamente de la inteligencia colectiva. «Es muy difícil resolver los problemas que en la sociedad son cada vez más contradictorios, más convulsos, hay muchas mediaciones, solamente desde la posición de aquel que está rectorando los procesos de dirección».
El segundo aspecto resaltado por la delegada del Poder Popular es el valor que tiene desde el punto de vista ético y desde el punto de vista político, es decir, el derecho que tiene el ciudadano, y que «a través de la vía de las consultas puede realizarse políticamente, socialmente y económicamente».
Dijo que, en su experiencia, lo reconoce como un mecanismo directo de participación, para legitimar el papel del individuo en la sociedad, y que permite captar la realidad tal como es. Destacó que la consulta popular es un escenario de socialización como no puede serlo un simple medio como lo es la encuesta u otra forma de registrar opiniones. Es valiosa, pues permite tener como centro al diálogo, entender incluso el matiz afectivo que impacta en los criterios personales, precisó.
Otro aspecto importante para la panelista es que la consulta popular da la posibilidad de la transparencia política. «Hay mucha más transparencia cuando usted está dialogando con las personas que cuando usted está recogiendo información por otras vías». En este punto, Acea se detuvo en la conexión entre el dirigente y el dirigido, y el representante y el representado, donde la consulta desempeña un papel relevante.
Para Joel Suárez, quien viene de una experiencia de una asociación de la sociedad civil que anima un movimiento de carácter nacional que en sus estatutos tiene la consulta a sus integrantes como un mecanismo de participación, hay palabras claves para establecer una definición de consulta popular: participación, formas privilegiadas de participación, de control popular, de diálogo, de restauración o sanación de la confianza política, del compromiso de las partes.
Resaltó la dimensión ética y política y la posibilidad que brinda la consulta de canalizar los importantes saberes y experiencias colectivas e individuales que hay en una sociedad, y en la nuestra en particular, para la producción de las políticas; en concreto las públicas.
Esclareció que las consultas pudieran estar institucionalizadas y ser de carácter vinculante o no. Este «puede ser previo, es decir, que alguna norma establezca que determinadas decisiones, de hecho, lleven consultas; o puede serlo a posteriori, que cuando se decida establecer una consulta se anuncie que su resultado es vinculante».
Otro elemento relevante en su opinión es el ambiente, el hábitat y hábitus democrático en que la consulta se realiza.
Pero, ¿cuáles son los obstáculos que inciden en esta vinculación, en este flujo de la consulta hacia la toma de decisiones y en su regreso? ¿En qué medida la sociedad está lista para funcionar con el mecanismo de la consulta, y para hacerlo de una manera eficaz?, indagó Rafael Hernández.
Acerca de este particular, Yohanka refirió que aun cuando Cuba tiene un acumulado histórico diverso, contradictorio y coherente en el uso de la consulta popular, es preciso verlo como un proceso en el cual hay que construir la participación popular, uno que atraviese toda la institucionalidad cubana. «Tiene que cambiar porque es la base para el socialismo y para el proyecto cubano, que de manera abierta y clara hablamos de democracia socialista».
Debemos ver este proceso como «una profundización de nuestra participación popular, y también como un mecanismo que nos puede ayudar a potenciarla en todos los sectores». Con tal propósito, sugirió aprovechar toda la experiencia acumulada en procesos con una alta carga de participación popular, pero sin desatender los obstáculos que emanan de «nuestras incoherencias y errores».
«Estos procesos no solo son mecanismos, son lógicas y tramas, una manera en que se constituye una subjetividad social. Entonces, para el socialismo no solo es necesaria la eficacia y eficiencia de un procedimiento, sino que es necesario la construcción de hegemonía popular, y esta pasa por la construcción de subjetividad social que haga posible que ese diálogo se dé, que no solo sea una iniciativa de arriba hacia abajo, sino también de abajo hacia arriba».
Los protagonistas no pueden ser espectadores, enfatizó. «Nosotros podemos aceptar muchos mecanismos, pero los que participamos, de pronto podemos volvernos espectadores en los procesos en los que deberíamos ser protagonistas permanentemente», sentenció.
En relación con el papel de las instituciones, el profesor Faburel reflexionaba que las consultas más comunes son aquellas que regeneran la confianza y no cambian el orden del poder. Pero la cuestión radica en saber, si las instituciones no están preparadas, cuáles serían las condiciones bajo las que se pueden cambiar las relaciones de hegemonía para que las propias instituciones se conviertan en organizaciones de democracia más directa.
En este sentido destacó el papel de condiciones como el lugar, los hábitos y que el tema de la confianza es esencial, al igual que la transparencia en el discurso social. En particular se refirió a la independencia en el proceso de participación y a la importancia de la cultura política, aspecto que puede convertirse en un obstáculo.
La falta de integralidad de los mecanismos, medios y métodos para transformar y lograr perfeccionar el sentido democrático de la sociedad constituye otra dificultad que entorpece no solo el desarrollo de la consulta, comentó Acea. «No se puede negar que hay muchísimas acciones, desde lo cotidiano hasta lo más extraordinario, que son muestra de ejercicios participativos. El asunto está, cada vez que hablamos de participación, en cómo logramos que la gente se sienta protagonista desde el diseño de la idea hasta la evaluación del proceso, y para ello se necesita de una cultura que esté más bien en lo macro. Eso no se puede negar, pero cuando llega al ejercicio local, comunitario, organizacional, ahí es donde se pierden algunas experiencias que tenemos».
«Podemos seguir hablando de la potenciación de la consulta popular, como un mecanismo eficaz para que las personas se empoderen, para que sean protagónicas, pero eso no es suficiente en la práctica cotidiana -evaluó. Hay que buscar otras maneras, hacer evaluaciones permanentes del contenido funcional de nuestras organizaciones, desde las sociales hasta las empresariales, para ver si estructural, funcional, e incluso comunicacionalmente, estamos preparados para responder a un medio que nos obliga a hacer cambios y transformaciones cuyo centro sea la ciudadanía», afirmó.
Por otro lado, consideró que cada organización debe cuestionarse si ha asumido el diálogo como una cultura. «Si vemos el Poder Popular -ejemplificó-, tiene toda la estructura establecida para constantemente establecer diálogo, entonces, en este caso no es un problema estructural, es un problema de modo de funcionamiento y ese es de los asuntos que tenemos que seguir estudiando, evaluando, intercambiando».
Joel Suárez ahondó sobre este aspecto. «La consulta, además de ser una metodología que cumple roles, como mecanismo de participación, también puede formar parte de la cultura y de los métodos de conducción y dirección de las instituciones, las empresas, las familias… y que se puede ejercer formalmente como una consulta en sí, o puede ser parte del estilo de conducción, a la hora de construir políticas o tomar decisiones colectivamente».
Es por ello que los problemas de la consulta no son solo de ella, apuntó Suárez, «son los problemas centrales de la democracia, de la participación y de otro elemento central para las experiencias socialistas, que es el tema del poder. Y todo eso tiene que ver con la comprensión mayor o menor de lo que entendemos, definimos y ejercitamos como soberanía popular».
Entre los verdaderos obstáculos, por tanto, enumeró la concepción moderna del «Estado que se vuelve un saber por encima de todos», y puso como ejemplo la experiencia común a muchos, que es la de personas dispuestas al diálogo, que discrepan, que escuchan; y cuando pasan a un cargo estatal comienzan a actuar como quien se lo sabe todo, que tiene una respuesta para todo, y que esta es, per se, la única correcta.
Otro de los problemas, consideró el panelista, es el del poder. «Para el socialismo el poder era la burguesía, y no analizamos el tema de la pervivencia de las relaciones de dominación en la etapa revolucionaria, y nos olvidamos del Bolsonaro que todos tenemos dentro, dijo. Señaló que cuando se trata de dirigir hay quienes se transforman y adoptan métodos autoritarios, lo cual, si además está atravesado por la cultura patriarcal que agrava la relación asimétrica con el otro, es terrible».
«Para mí el problema es que, si comprendemos que la soberanía radica de manera absoluta en el pueblo, en el ciudadano, en la familia, en las colectividades, las comunidades, las organizaciones de la sociedad civil, y de esa soberanía emana toda fuente de autoridad, hay que tener un diseño democrático donde se garanticen, por un lado, mecanismos habilitantes para el ejercicio de la soberanía de estos sujetos y, por otro, la participación de los mismos en el control de la representación. Porque la democracia directa participativa sigue siendo un horizonte, un ideal; y como decía Guanche, un sistema no es más democrático que otro por cuánto tenga de democracia directa, sino sobre todo cuando reconoce que hay que delegar y en qué medida esa delegación y ese mandato es controlado por el soberano. Si esas formas de participación para el ejercicio de la soberanía y el control de la representación son débiles, se produce a nivel social anemia, anomia o enajenación en relación con la institucionalidad y el proyecto. La consulta, entonces, ayuda como proceso, como instrumento, como medio; ahí donde hay anemia, anomia o enajenación en relación con la institucionalidad y el proyecto, es un mecanismo muy útil para restituir la confianza y que la gente se sienta parte».
Acercándonos a las experiencias socialistas, a los procesos revolucionarios que llegaron al poder, en el caso de Cuba el proceso de liberación, independencia y socialismo le transfirió el carisma y el prestigio de su epopeya y su liderazgo a las instituciones, por lo que se generó una ecuación maldita donde revolución o socialismo es igual a gobierno, igual a Partido, y criticar a estos últimos era criticar al proyecto; se crearon condiciones que, junto a otras recientes, pueden agravar la anemia o inapetencia, formas de anomia, desconexión y de enajenación con respecto a la institucionalidad, y por tanto, al proyecto. En ese sentido, la consulta popular puede ser una aspirina del tamaño del sol, consideró.
Desde el público -compuesto por más de noventa personas-, una persona se refirió a la preparación política necesaria sobre los elementos que se someten a consulta, para poder hacer aportes reales y no actuar por impronta o bajo influencias, para poder tomar decisiones. Llamó la atención sobre tener en cuenta aspectos como el contexto, tanto el general como el personal, pues diferentes generaciones, por ejemplo, tienen vivencias diferentes y, por tanto, maneras de percibir la realidad distintas.
Asimismo, llamó a no ignorar los diferentes factores que actúan en la sociedad, como las organizaciones religiosas.
Sobre la construcción del proceso de consulta y la hegemonía popular otra participante reflexionó que es fundamental crear una cultura cívica ciudadana, porque es indiscutible que hay que desarrollar en las personas una capacidad de comprensión de los códigos que rigen la vida política del país; de lo contrario la participación ciudadana sería irrelevante. En ese sentido destacó también la necesaria educación de la población para que realice una apropiación crítica de su realidad, y pueda hacer aportes más sustanciales.
Por otro lado, significó que todo este aprendizaje les permite a los ciudadanos dar seguimiento a los procesos de gestión posteriores a la consulta. Se detuvo además en que esto pone a prueba a las estructuras del poder en su capacidad democrática y para brindar la información necesaria, para gestar un tipo de educación que cree una cultura crítica del ciudadano y crear procesos de gestión horizontal que constantemente devuelvan a la población los resultados de su gestión.
Un jubilado presente cuestionó por qué hacer consultas que no son vinculantes, pues consideró que mientras más consultas se hagan de este tipo más desinterés y distanciamiento se genera. Sobre el mismo tema, otro miembro del público añadió, que lamentablemente nuestras instituciones no funcionan bajo el principio de la dirección colectiva, en tanto personas en cargos directivos no están obligados a consultar a nadie para tomar determinadas decisiones.
Significó que si en el capitalismo los obreros se enajenan, porque no tienen relación con lo que producen o sus ganancias, en el socialismo esto no debería ocurrir, sin embargo no se ha logrado que los trabajadores sean realmente participantes activos de todos los procesos de producción de sus centros laborales, que se escuchen sus opiniones o que se atienda al conocimiento y las alertas que muchas veces hacen los miles de graduados universitarios que ha formado la Revolución, y que desde sus puestos de trabajo pueden aportar a un mejor desempeño colectivo.
«Diálogo solo se da entre iguales y diferentes, nunca entre opuestos», recordaba otro de los presentes, quien empleó la expresión de Paulo Freire para llamar la atención sobre las asimetrías de poder que evidencia el diálogo. En su opinión, la comunidad es un espacio clave para transitar a un momento superior en la democratización de los procesos en la Revolución, y en este sentido consideró que son precisos dos elementos claves: la autogestión de la comunidad y la cogestión obrera de las empresas.
Varias preguntas les fueron formuladas a los miembros del panel. Por un lado, se indagó sobre cómo se asegura la voz de las jóvenes generaciones en una consulta como la que acaba de vivir Cuba para la nueva Constitución. Por otro, se cuestionó cuál es el ideal de esta consulta, cómo hacer para que sea verdaderamente democrática y evitar que se convierta solo en un mecanismo de legitimación del poder.
Al respecto, Joel Suárez dijo que la consulta popular «hay que verla en sus diversas modalidades, y como una cultura política en la formación del liderazgo, de los directivos; que estos la tengan como método permanente en los procesos de toma de decisiones, aunque en algún momento siempre les toque decidir solos. Yo creo que la consulta popular es crucial para restablecer la confianza de la ciudadanía, las comunidades, los colectivos y de mi familia, en una zona de la institucionalidad político-gubernamental a nivel local».
Señaló que la crisi económica y otras actitudes como la desidia y el burocratismo han generado el desinterés y la incredulidad en la eficacia de estas instituciones a nivel local, de ahí que la consulta popular sea esencial para los procesos de toma de decisiones en las comunidades, los municipios, y se debe convertir en un importante mecanismo de participación y control popular, esto último vital para poder alcanzar el éxito de cualquier experiencia descentralizadora, pues previene o corrige malos manejos que pueden ocurrir desde la posibilidad que ofrece u ofrecerá la autonomía municipal.
Insistió en que «la ausencia o el no uso de mecanismos existentes para la participación y el control popular pueden erosionar la confianza en el proyecto. Entonces, la consulta popular es necesaria y obligatoria establecerla como espíritu, principio, valor, en la manera de dirigir y en los procesos de toma de decisiones que nos afectan. Tiene que convertirse en un instrumento fundamental de la relación entre la administración local y la ciudadanía, los colectivos, las comunidades y organizaciones, y debe tener un lugar privilegiado en el rediseño que la ley de autonomía municipal y leyes conexas debieran tener como garantía de la sobrevivencia del proyecto revolucionario».
«Cuando hablamos de cualquier mecanismo de participación -consideró por su parte Susana Acea-, que refuerza la institucionalidad, que posibilita la mayor confianza política, la transparencia; debemos verlo también en su dimensión ética». Comentó su experiencia personal al frente del Poder Popular en el municipio de Centro Habana, cargo en el cual, siendo maestra, tuvo que aprender sobre la marcha, y una de las primeras preguntas que se hizo a sí misma fue justamente cuándo le consultaba al pueblo sobre las decisiones que estaba tomando en su nombre. «Es por ello que digo que en primer lugar todo pasa por una cuestión ética. Tuve personas que me enseñaron que lo mejor que se podía hacer, lo más ético al desempeñar un rol de ese tipo, es preguntarle a la gente cómo quiere ver su municipio, qué piensan, qué quieren, hacia dónde quieren caminar. Pero eso pasa también por las cualidades de las personas que desempeñan determinadas funciones, que se sienta la necesidad de que para hacer mejor la labor de representantes, hay que ascender al que de verdad tiene poder, al pueblo».
La demagogia y la poca transparencia le hacen daño a cualquier proyecto, mientras que la consulta como método de trabajo, no solo por situaciones coyunturales, involucra a las personas, establece confianza, añadió. Asimismo, afirmó que la cultura del diálogo tiene que ser un aprendizaje desde edades tempranas, porque no se logrará por decreto, sino que tiene que formar parte de la necesidad del ser humano.
A su juicio, elementos como el gobierno electrónico, al que se ha convocado, es una aproximación buena al intercambio entre representante y representado, pero no puede sustituir la capacidad de diálogo que tienen los seres humanos y que nos hace crecer y ser mejores personas.
Para la investigadora Yohanka León, la experiencia vivida ofrece la condición y posibilidad de hacer la consulta popular como un mecanismo de profundización de nuestra democracia socialista a partir de la participación popular. «Es una oportunidad, con obstáculos pero que abre posibilidades, porque tenemos muchos procesos pendientes y muchas dominaciones que atraviesan nuestras subjetividades y cultura acumulada. Es una oportunidad para potenciar la diversidad, la riqueza en nuestra sociedad», dijo.
Sin embargo, alertó, hay que tener una dosis de advertencia con todos los procesos y de escepticismo. «La consulta popular no puede ser todo el tiempo de arriba-abajo para legitimar lo que se va institucionalizando. La institución es una mediación, tenemos que construir nuestras mediaciones e instituciones, pero no podemos funcionar bajo la ley totalitaria tiránica de estas últimas, porque las instituciones las hacemos nosotros los hombres», señaló.
«La consulta popular debe hacerse un buen sentido común de lo cotidiano, que realmente haya necesidad de ella y pueda implosionar muchas esferas de la vida social. No sé si en todos los espacios tenemos claridad de las potencialidades para impulsar este tipo de procesos. La consulta nos coloca en la ambigüedad positiva entre la necesidad de transcendernos: hacer ese proyecto, o vivir el diario», concluyó.