Restos de un caballo en el lago seco Aculeo, en Paine, a unos 70 km al suroeste de Santiago de Chile, el 12 de febrero del 2019. Foto: AFP. Huesos de caballos y vacas se esparcen por el lecho seco y polvoriento de la laguna Aculeo, por décadas una de las principales atracciones turísticas del […]
Restos de un caballo en el lago seco Aculeo, en Paine, a unos 70 km al suroeste de Santiago de Chile, el 12 de febrero del 2019. Foto: AFP.
Huesos de caballos y vacas se esparcen por el lecho seco y polvoriento de la laguna Aculeo, por décadas una de las principales atracciones turísticas del centro de Chile y hoy desaparecida, víctima de la sequía por el cambio climático y el excesivo consumo de su agua.
Los vecinos del otrora gigantesco estanque, ubicado a 70 kilómetros al suroeste de Santiago, ven con tristeza el desierto actual.
«Hace 10 años que estamos en sequía y se nos fue la laguna. ¡Se nos fue el turismo, murió el camping, los negocios, todo!», afirma a la AFP Marcos Contreras, trabajador del camping Pintué, en cuyos predios varias lanchas envejecen bajo el intenso calor del verano austral tras ser abandonadas por sus dueños.
Y es que los veranos en la laguna Aculeo eran memorables. Los más de 10.000 habitantes de la zona esperaban con ansias las oleadas de turistas que llegaban cada año a vacacionar o practicar deportes náuticos.
Los visitantes colmaban los hoteles, campings y restaurantes apostados en las riveras de la laguna, que llegó a tener una extensión de casi 12 kilómetros cuadrados y unos seis metros de profundidad.
Ahora solo existe una extensa y polvorienta planicie en la que se aprecian los restos de antiguos muelles de madera, algunos botes abandonados y arbustos completamente secos.
Menos lluvias
El nivel del agua comenzó a descender de forma paulatina en 2011, hasta que en mayo pasado la laguna se secó totalmente.
«Mis abuelos nos contaban que antes llovía una semana de forma torrencial y ahora con suerte llueve dos días», relata a la AFP Camila Núñez, una joven de 20 años que trabaja en un restaurante cercano al lago.
No hay una única explicación para determinar qué pasó con el agua de Aculeo. Pero la drástica disminución de las lluvias, su principal fuente de alimento, ha sido determinante.
Si en la década de 1980 llovía un promedio de 350 mm anuales en la zona central de Chile, en 2018 las precipitaciones se redujeron a la mitad, y se cree que en los próximos años la cantidad de lluvia seguirá bajando producto de los efectos del cambio climático.
«Estamos viviendo un periodo de sequía muy prolongado que se ha extendido por varios años», dice a la AFP Eduardo Bustos, director de extensión del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica de Chile.
«En el futuro, vemos que hay una tendencia a la disminución de las precipitaciones, y por lo tanto, la probabilidad de tener años secos como los que hemos tenido es bastante alta».
Cerca del 70% de la población chilena vive en zonas de sequía o donde la cantidad de lluvia ha disminuido. Expertos advierten que hasta el 2030 la temperatura seguirá subiendo y las cuencas del centro del país experimentarán disminuciones de hasta un 30%.
Factor humano
Pero otros factores aumentaron la presión sobre la cuenca y colaboraron con su vaciamiento.
La agricultura propia de esta zona rural demanda mayor cantidad de agua para riego, lo cual llevó a una sobreexplotación de las aguas de la laguna. Algunos frutos se mantuvieron pese a la sequedad del ambiente, entre ellos plantíos de palta, que requiere gran cantidad de líquido para crecer.
«La necesidad de agua por parte de los cultivos en la zona agrícola adyacente generó presiones sobre la laguna», hasta su vaciamiento, afirma Bustos.
Y, en paralelo, una urbanización descontrolada. El dinámico turismo que reinaba cuando el lago estaba vivo llevó a muchos a comprar terrenos para construir casas de veraneo o negocios, un crecimiento que careció de regulaciones y multiplicó la demanda de agua hasta provocar escasez.
«Hay gente del sector que no tiene agua, en las casas no sé cómo viven», sostiene Antonia Romero, de 26 años, quien reside en uno de los pocos camping que todavía funciona en el lugar. «Fuimos matando la laguna de a poco».