Nos adentramos en el capítulo IV -«Capital, plusvalor y explotación»- del libro de MH. Cinco apartados en total. El segundo de ellos: » La «cualidad oculta» del valor: D – M – D’ » , pp. 122-126. Una reflexión del compañero Manuel Martínez Llaneza sobre esta misma entrega al final de todo. Un diálogo sobre […]
Nos adentramos en el capítulo IV -«Capital, plusvalor y explotación»- del libro de MH. Cinco apartados en total. El segundo de ellos: » La «cualidad oculta» del valor: D – M – D’ » , pp. 122-126.
Una reflexión del compañero Manuel Martínez Llaneza sobre esta misma entrega al final de todo.
Un diálogo sobre Heinrich que acaso pueda interesarles:
1. Joaquín Miras.
Un desliz sustancialista que se le escapa a Heinrich -aliquando dormitat tuttilimundi-:
Los medios de producción y la fuerza de trabajo son siempre factores del proceso de producción, independientemente de cuál sea la forma social de dicho proceso; pero solo son capital productivo dentro de un proceso de producción capitalista (p. 177)
O sea, que siempre ha habido una sustancia o gelatina de trabajo denominada fuerza de trabajo, que no surge históricamente como consecuencia de las condiciones dadas que permiten su génesis, que es el mundo de la mercancía -pues fuerza de trabajo es denominación de una mercancía, no de todo hacer generado en todo tiempo por la actividad humana- y el equivalente universal sistémico que es el dinero…
2. Antonio Navas
Está en la p. 176 la cita. Es cierto en sentido estricto lo que dices. Debería haber usado otra expresión si aceptamos que el concepto fuerza de trabajo refiere sólo a la forma o modo de producción en que la actividad humana de producción se vende como una mercancía más, existe sólo en esa forma de mercancía que debe venderse previamente a realizar su labor de transformación, de producción de otras mercancías. Debería haber dicho: actividad productiva-poiética-transformadora humana o algo así, supongo.
3. Joaquín Miras.
Por eso me parece que estamos ante un nuevo intento de construir, más que una nueva Vulgata, un nuevo Credo de Nicea, una nueva interpretación unitaria de Marx. En ese caso la de un hipotético Marx maduro que había llegado a conclusiones claras, tras años de reflexionar.
Pero eso no se compadece con la verdad de un autor que redacta borradores una y otra vez, para dejarlos inacabados y abandonados y recomenzar la tarea, y cuyas dos obras de madurez son también dejadas inconclusas, y que encima, a partir de las notas que le envían los rusos, Danielson y luego Zassulich y los de esa revista innombrable -¿ovniesche zapiski? [Anales de la Patria]- acusa un nuevo golpe, y ya viejo, se pone a estudiar ruso y agricultura -¡es que era un genio insaciable, sí claro, y cuando decía que él no era marxista y que de omnia dubitandum, es porque era un excéntrico y un original un poco bilioso!-
En fin, quizá soy injusto con Heinrich y corrige estos disparates en su biografía intelectual. Me interesa cien mil veces más lo que escribe Sacristán en la edición que hizo SLA y lo que escribe ese otro Henri Denis.
Lo de Sacristán no se puede casi decir, porque inmediatamente se nos acusa de admiración ciega… sin haberlo leído claro.
Cojo el hilo del apartado.
MH considera en primer lugar, de nuevo, la cadena M – D – M (sección II.II de su libro, cuando se ocupó de las funciones del dinero): el productor de mercancías ha producido una mercancía M que tiene un determinado valor de uso; vende esta mercancía y compra con el dinero obtenido otra mercancía que tiene otro valor de uso. El dinero es gastado definitivamente. El fin del proceso de intercambio es el consumo de la segunda mercancía. La totalidad del proceso encuentra su medida en las necesidades del productor. Con la satisfacción de esas necesidades, concluye el proceso.
MH considera a continuación la cadena D-M-D’: el orden es distinto que en la anterior cadena. Ahora se compra para vender a continuación, el dinero es punto inicial y final. Una suma de dinero, señala MH, no es distinta de otra cualitativamente. Se diferencia de otra solo cuantitativamente. La circulación señalada es ventajosa si el D’ final es mayor que el D inicial, «si se trata de una cadena D – M – D’ en la que D’ es mayor que D». El fin del proceso es el incremento cuantitativo de la suma de dinero inicial. El dinero no es gastado (como en el caso anterior: M – D – M) sino adelantando. Se gasta para recuperar más al final del proceso.
Una suma de dinero que realiza este movimiento (el D-M- D’) es capital. Una mera suma de dinero, en la forma que sea, como dinero o en forma de mercancías, no es aún capital. Tampoco un proceso de intercambio aislado convierte una suma de dinero en capital: solo la concatenación de procesos de intercambio con el fin de acrecentar la suma del valor inicial nos suministra el movimiento típico del capital: el capital, señala MH, no es solamente valor sino valor que se valoriza, una suma de valor que realiza el movimiento D-M-D’. (Wenceslao Roces hablaba de la valorización del valor [1])
El incremento de valor obtenido con el movimiento del capital (D’ menos D) es designado por Marx como plusvalor. MH nos recuerda que este concepto no se encuentra ni en la economía política clásica ni en la ciencia económica moderna. El plusvalor no es simplemente otro nombre para el beneficio o la ganancia. MH señala que, por el momento, no debemos ocuparnos de esta diferencia (Para el significado preciso de beneficio nos remite al capítulo VII del libro; para el significado de ganancia empresarial nos remite al siguiente, el VIII).
[Hay una nota a pie de página, la 3 de este capítulo, de César Ruiz Sanjuán [2]. Señala el traductor en ella que el término acuñado en castellano para traducir Mehrwert es plusvalía pero que él considerada más adecuado traducirlo por plusvalor. Su razonamiento: en este caso (en el caso de plusvalor) queda establecida la relación directa que existe entre los términos alemanes Wert (valor) y Mehrwert, relación que, desde su punto de vista, no queda tan clara cuando se traduce el término alemán por plusvalía.
Además, añade, permite establecer también con mayor claridad el paralelismo con los pares de conceptos correspondientes: Arbeit (trabajo) y Mehrarbeit (plustrabajo), Produkt (producto) y Mehrprodukt (plusproducto).
De hecho, para el término plusvalor, señala finalmente, ya existe un bien precedente: la traducción de Pedro Scaron de El Capital donde usa plusvalor].
MH nos recuerda que el movimiento del capital tiene como único fin el acrecentamiento del valor adelantado. Pero, añade, «el acrecentamiento puramente cuantitativo no tiene medida ni término». ¿Por qué no va a ser suficiente un incremento del 10% y sí, en cambio, uno del 20%? ¿Por qué tiene que finalizar al cabo de un movimiento (D-M-D’) y no al cabo del diez o veinte pongamos por caso? A diferencia de la circulación simple de mercancías, señala el filósofo alemán, que apunta a un fin fuera de la circulación (apropiación de valor de uso para satisfacer determinadas necesidades en el segundo momento), encontrando su medida en las necesidades y su término en la satisfacción de esas necesidades, «el movimiento del capital tiene en sí mismo su propio fin, es inconmensurable e ilimitado». MH no define dos estas nociones. La primera, para no ser confundida con otros usos, podría haberla definido, tal vez.
MH añade que si se considera la producción de mercancías haciendo abstracción del capital, se puede llegar a la idea de que el fin de la producción de mercancías y del cambio es la satisfacción general de necesidades: «cada uno satisface sus propias necesidades en tanto que produce primeramente una mercancía que satisface las necesidades de otros, intercambia esta mercancía por dinero y con este dinero adquiere después mercancías que satisfacen sus propias necesidades. Expresado concisamente: todos satisfacen sus propias necesidades en la medida en que satisfacen las de los otros». De este modo, sostiene,concibe la economía burguesa -la economía política clásica y la moderna teoría neoclásica- la producción de mercancías.
Pero, añade MH, una producción capitalista de mercancías («la generalización de la producción de mercancías acontece históricamente solo bajo las condiciones capitalistas», una referencia histórica pues) no está dirigida a la satisfacción de necesidades sino a la valorización del valor. La satisfacción de necesidades es un producto secundario en tanto que se corresponde con la valorización del capital. MH señala con toda razón: la finalidad de la producción capitalista es el plusvalor y no la satisfacción de necesidades. El punto esencial es lo primero; lo otro es consecuencia o medio.
Hasta el momento, prosigue MH, se ha hablado del capital pero no de los capitalistas. Un capitalista, señala, no es simplemente alguien que dispone de una gran suma de valor. Solo es capitalista quien emplea esa suma de valor como capital, quien hace del movimiento autofinalista del capital su propio fin subjetivo.
La ilustración del paso con texto marxiano (MEW 23, pp. 167-168):
… solo en al medida en que la apropiación creciente de riqueza abstracta constituye el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona como capitalista, como capital personificado, dotado de voluntad y de conciencia. El valor de uso no hay que considerarlo nunca, por tanto, como el fin inmediato del capitalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el movimiento incesante de la ganancia [la cursiva es de MH]
De tal modo que una persona solo es capitalista si es «capital personificado». Es decir, si sigue en su actuación la lógica del capital que no es otra que la valorización carente de medida y de término. Este capitalista, esta persona con ese comportamiento, sería -MH recuerda expresiones marxianas- «personificación de una categoría económica» o «máscara económica». Aquí ocurre, nos recuerda también, lo que ya se constató para las acciones de los poseedores de mercancías (las secciones II y VI del capítulo III): una persona se comporta como poseedor de mercancías o capitalista en tanto que sigue una determina racionalidad en su actuación.
Esta racionalidad resulta de las determinaciones formales presupuestas del proceso económico (de las determinaciones formales de la mercancía o del capital). En la medida en que las personas siguen esta racionalidad en su actuación, reproducen al mismo tiempo las determinadas formales presupuestas.
En la exposición, apunta MH, hay que analizar las determinaciones formales antes de poder ocuparse del comportamiento de las personas.
Por supuesto: un determinado poseedor de dinero puede seguir otros fines distintos al de valorización del valor, pero, si es el caso, no actúa entonces exclusivamente como capitalista. El hecho de que el capitalista individual intente continuamente incrementar su ganancia no está fundado en rasgos psíquicos -la codicia por ejemplo- sino que, en opinión de MH, se trata más bien de un comportamiento forzado por la lucha competitiva de los capitalistas (Aquí convendría algún matiz en mi opinión: la competencia capitalista fuerza de manera no uníovoca; puede haber diferentes repuestas a ese forzar ininterrumpido).
El capitalista individual, si quiere seguir siendo capitalista, necesita que aumente la ganancia: no para aumentar su consumo personal -«para los grandes capitalistas ese consumo constituye una fracción mínima de su ganancia»- sino para modernizar sus instalaciones o para producir nuevos productos si no existiera demanda para los antiguos. MH señala que si renuncia a la modernización o a la transformación, la quiebra está en ciernes, no hay más. En el apartado V.II volverá a esa ley forzosa de la competencia.
Un apunte histórico de MH; con el paso del tiempo se ha modificado el aspecto externo del capitalista. Del libre empresario del XIX que dirigía su empresa con la que no pocas veces fundaba una dinastía familiar, se ha pasado ampliamente, en el siglo XX, cuanto menos en las grandes corporaciones, a la figura del manager, del ejecutivo, que a menudo posee solamente un pequeño paquete de acciones de la empresa que dirige. Ambos son capitalistas, señala, en el sentido que eso tiene para Marx: son personificaciones del capital: emplean una suma de valor como capital.
Si el capitalista, añade MH, solo ejecuta la lógica del capital, entonces el «sujeto» no es propiamente el capitalista sino el capital, el valor que se valoriza. Marx habla en este contexto del capital como sujeto automático lo que, señala MH, hace patente el absurdo: por un lado, el capital es un autómata, algo sin vida, y, por otro lado, funciona como sujeto, es lo que determina todo el proceso.
Como sujeto supremo del proceso de valorización, el valor necesita de una forma autónoma y esta forma la encuentra en el dinero. El dinero es pues el punto inicial y final del proceso de valorización. El dinero era dentro de la circulación simple la forma autónoma -aunque insuficiente- del valor. Como capital -no es ni dinero ni mercancía sino el movimiento sin medida ni término de la ganancia: D -M – D’-, el valor no solo posee una forma autónoma. Ahora es valor en proceso, sustancia que se mueve a sí misma, un sujeto sumamente extraño con capacidades realmente asombrosas (que MH ilustra con una nueva cita de Marx):
De hecho, el valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el que, bajo el constante cambio de las formas de dinero y mercancía, transforma su propia magnitud (…) Ha obtenido la cualidad oculta de engendrar valor porque es valor.
Parece, señala finalmente MH («algunos bancos hacen publicidad con el lema «Ponga su dinero a trabajar» que designa precisamente esta apariencia), como si fuera el valor mismo el que se acrecentase.
Ahora toca examinar aquello a lo que se debe estar cualidad oculta.
El siguiente apartado de este capítulo, que se titula:- «Relaciones de clase: el trabajador doblemente libre«, responde a ese examen.
PS: La reflexión de Manuel Martínez Llaneza sobre esta misma entrega:
Creo que habría que matizar algunas cosas de importancia:
El mero incremento del dinero que se emplea en determinadas operaciones no caracteriza al capitalismo; también incrementaban su riqueza monetaria los poderosos de otros sistemas económicos. Basta con leer Las mil y unas noches para encontrar el desiderátum de los que organizaban caravanas para el transporte de mercancías no producidas ni intercambiadas en un entorno capitalista: comprar en un mercado y vender a mayor precio en otro. A nadie se le hubiera ocurrido identificar este sistema con el capitalismo. Tampoco al esclavista.
Señala que el dinero no es siempre capital, pero oculta que el capital no es siempre dinero, lo que puede llevar a muy falsas conclusiones desde el punto de vista marxista. Si entendemos que el papel del capital -y lo que define el capitalismo- es arrancar la plusvalía a los obreros desposeídos de bienes propios de producción, comprenderemos cómo un torno es capital en cuanto se contrata a un obrero para que produzca con él mercancías de las que se apropia el capitalista para su venta. Y que esa venta le es beneficiosa en tanto que está vendiendo trabajo del obrero que no ha pagado porque ha comprado su fuerza de trabajo -y no su trabajo- en un periodo de tiempo
¿Por qué esta monetización de todo que emprende MH? Parece consecuencia obligada de la monetización del valor llevada a cabo anteriormente para sustituir el concepto de valor-trabajo por el de valor-dinero. Como esa sustitución no fue más que un juego de palabras, debemos entender en adelante la palabra ‘valor’ en su sentido vulgar (en el que también la usa Marx en ocasiones) y no dejarnos llevar a futuras conclusiones infundadas. Pero ya debemos señalar la banalidad de este juego que ignora el mismo concepto de modo de producción capitalista para sustituirlo progresivamente por una contabilidad (capitalismo=aumento de dinero).
Por otra parte, poca importancia tienen las condiciones subjetivas ni objetivas de los capitalistas, pero eso de que los ejecutivos lo son es una simplificación inadmisible de la evolución del capitalismo.
A ver si me discutes algo, Salvador, que seguro que meto la pata más de una vez.
Un abrazo. Manuel.
Notas:
(1) En la nota 56 (OME 40, p. 166) de su traducción del primer libro de El Capital, Sacristán escribía sobre W. Roces:
En esta cargada expresión -«valorización del valor»- queda muy de manifiesto que el término de Marx «valorización » (Verwertung) es propiamente un término técnico de su crítica de la economía política. Tanto «Verwertung» cuanto su traducción «valorización» son, ciertamente, términos del alemán o del castellano comunes. En castellano, valorizar es «aumentar la utilidad o el precio de una cosa». En alemán, verwerten es, en la acepción más usual, «utilizar» y, en otras también muy frecuentes, «aprovechar, hacer valer». El sentido del término marxiano es próximo al de esos usos comunes en alemán o en castellano, pero con un matiz importante: con `valorizar´ Marx dice hacer valer o aumentar en el sentido de conseguir expansión de un valor. Pero si ese sentido está relativamente cerca de usos comunes del lenguaje, en cambio, no se suele encontrar en el vocabulario económico no-marxista. El propio Roy no se atrevió a reproducir sistemáticamente en su traducción francesa la dureza del acusativo interno de «valorizar el valor». Entre los muchos méritos de Wenceslao Roces hay que contar su uso sistemático y fundado, desde su edición de 1934, de esa traducción que recoge un modo de pensar típico de la crítica marxista de la economía política.
(2) Acaba de editar un libro en Siglo XXI: Historia y sistema en Marx https://www.sigloxxieditores.com/libro/historia-y-sistema-en-marx_49372/
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