Para situarnos, para información de los lectores y lectoras: Pedro Carlos González Cuevas, profesor titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED, publicó en Okdiario un artículo titulado: «Manuel Fraga, padre de la Constitución» [1] Cerraba su texto con la siguiente consideración sobre el que fuera ex […]
Para situarnos, para información de los lectores y lectoras: Pedro Carlos González Cuevas, profesor titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED, publicó en Okdiario un artículo titulado: «Manuel Fraga, padre de la Constitución» [1] Cerraba su texto con la siguiente consideración sobre el que fuera ex ministro del dictador golpista en tiempos de Julián Grimau y Enrique Ruano (nombres que González Cuevas, ciertamente, no pasa por alto, como tampoco olvida Vitoria y Montejurra):
Sin su figura, liberal y autoritaria a un tiempo, esa integración, si no imposible, sí hubiera sido más tardía y problemática. Fraga forma parte ineludible no sólo de la historia del conservadurismo español, sino de la génesis del régimen político de 1978. La progresiva demonización de su figura es fruto de la crisis que experimenta el sistema político actual. Todo lo contrario si hablamos de las izquierdas, que divinizan -e incluso inventan- a sus ancestros, aunque sus trayectorias hayan sido todo menos ejemplares. El legado de Fraga ha sido, y puede seguir siendo, fecundo, si se sabe reivindicarlo con la suficiente perspectiva histórica. Pero a esta conclusión no debe llegarse con la embobada beatería tan al uso, sino la ayuda de ese soberano principio vital de la inteligencia que es el espíritu crítico. [la cursiva es mía]
Escribí un breve comentario sobre el artículo del profesor de la UNED [2] sin decir ni una sola palabra sobre la aproximación del autor al que fuera presidente del Partido Popular, sobre su supuesta figura «liberal y autoritaria a un tiempo», y sin comentar críticamente (como el propio autor apunta y aconseja) qué puede significar hoy la reivindicación, con perspectiva histórica, de la fecundidad del legado político-cultural del que fuera también embajador franquista en Londres. Me limité a comentar las primeras palabras de González Cuevas, las que acompañan a un texto de 1965 del autor del «Vals de aniversario». Son estas:
Así se expresaba, a la altura de 1965, Jaime Gil de Biedma, todo lo contrario de un franquista; gran poeta y hombre de izquierda que hubo de padecer la homofobia dominante en el PCE, encarnada por entonces en la figura del filósofo marxista Manuel Sacristán.
Mis observaciones sobre esta afirmación-acusación contra el traductor de Platón, Heine y Quine pueden resumirse así: 1. La homofobia dominante en el PCE a la que se alude tenía ya, en aquellos años donde estaba muy extendida en nuestro país y en muchos otros países de forma generalizada, muchas voces críticas en el interior del partido. No era, digámoslo así, «tan dominante». 2. Es falso que esa homofobia estuviera encarnada por el filósofo Manuel Sacristán (1925-1985). Nunca encarnó el traductor de El Capital nada de eso ni nada que fuera similar. 3. Las razones del PSUC para no admitir la militancia de Gil de Biedma (que no implicó ruptura de cualquier tipo de vinculación) han sido explicadas con claridad y de primera mano, entre otros autores, por Luis Goytisolo y Gregorio Morán (también por Xavier Folch, por ejemplo, añado ahora). 4. Razones de clandestinidad y seguridad, experiencias de caídas recientes y de informaciones inculpatorias obtenidas bajo tortura, y el tipo de vida que entonces llevaba el directivo de Tabacos de Filipinas estuvieron en el fondo de la decisión del partido de los comunistas catalanes. 5. Una decisión que en absoluto fue obstáculo para la buena sintonía que el autor de «Pandémica y celeste» mantuvo con el PSUC, antes y después de lo sucedido. También con el PCI, el Partido Comunista italiano. 6. En cualquier caso, el estudioso de Labriola, Croce y Gramsci no encarnó ninguna ortodoxia homofóbica (tenía amigos homosexuales ya en aquellos años, los siguió teniendo a lo largo de su vida, y las ortodoxias, por lo demás, no solían ser lo suyo) y no fue él, en contra de lo que se ha afirmado cien o diez mil veces, el responsable de la decisión que se tomó ni tampoco la persona que se la comunicó al poeta segoviano, cuya obra, por cierto, siempre apreció el traductor de Brecht y Brossa [3]. También su amigo y compañero Francisco Fernández Buey [4].
Pedro Carlos González Cuevas ha respondido a mi nota, también en Okdiario, y habla en su nuevo escrito -de título muy poco afable y algo o bastante descortés: «El festival de simplezas de nuestra ‘Izquierda Chiflada'» [5]- del tema comentado pero, sobre todo, de muchos otros asuntos y autores. Le cito y comento.
Antes debo admitir que, por mi parte, hubiera podido (y debido) evitar una conjetura en mi nota anterior (González Cuevas hace bien criticándome en este punto). La siguiente: «el autor habla de oídas y se hace eco de afirmaciones indocumentadas como las de una sobrina del poeta, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma». El profesor de la UNED podría no hablar de oídas y sus fuentes (que no citaba en su primer artículo) podrían ser otras, no los comentarios (estos sí, con escasa documentación) de doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma. Habla de esas fuentes (en singular: fuente) en su segundo artículo; lo comento posteriormente.
Entremos pues en materia, en el análisis de su texto. Abre con estas palrbas:
En una intempestiva contestación a mi artículo sobre la figura de HYPERLINK «https://okdiario.com/opinion/manuel-fraga-padre-constitucion-4141837»Manuel Fraga , publicada en la revista Rebelión, el señor Salvador López Arnal se permite no sólo despreciar olímpicamente su contenido, sino descalificar sumariamente a OKDIARIO.
No sé si mi respuesta es intempestiva, pero, como es evidente, yo no despreciaba olímpicamente el contenido del artículo del profesor González Cuevas. Simplemente no entraba en él. Me limité, como he indicado, a comentar la frase aludida de su texto. Una frase, solo una frase. Y ciertamente, lo admito, Okdiario no es una publicación que suela leer con frecuencia. Escucho a su director algunos sábados por la noche y con eso ya me hago idea de la línea editorial del diario que dirige, una perspectiva alejada, muy alejada, de mis posiciones político-culturales.
González Cuevas sigue del siguiente modo, un modo bastante o muy enérgico:
Conozco la producción intelectual del señor López Arnal, discípulo del filósofo comunista Manuel Sacristán, y arquetípico representante de nuestra «looney left»; «izquierda chiflada», como dicen los conservadores británicos. Su airada y torpe respuesta sólo puede ser interpretada en un contexto sociocultural como el español. En una semblanza de Voltaire, Ronald Barthes caracterizó al autor de Cándido como «el último escritor feliz», ya que disfrutó del privilegio de no tener críticos de su altura o que se atrevieran a poner en duda sus planteamientos. En ese sentido, la izquierda española puede considerarse, hasta ahora, como una izquierda «feliz», ya que nuestra sedicente derecha intelectual, si es que existe, abandonó hace bastante tiempo el debate cultural. Por eso, los representantes de la izquierda intelectual, más o menos chiflada, puede decir las mayores insensateces sin suscitar la menor réplica.
No acabo de ver que mi respuesta fuera torpe y airada ni me parece muy educado (así, de entrada) presentarme como representante arquetípico de la «izquierda chiflada española», sin justificar en ningún momento la supuesta chifladura de esa izquierda alocada. Que me considere discípulo de Manuel Sacristán (quien, efectivamente, fue un filósofo comunista democrático antiestalinista) es un honor para mí pero no es exactamente el caso. Soy, más bien, un lector y estudioso de su obra y un ex alumno suyo. Lo apuntado sobre la derecha intelectual española y su abandono del debate cultural es aportación y consideración de mi crítico. Tal vez sea así, no estoy muy puesto en esos temas. Mi impresión es que no… pero doctores tiene esa Iglesia y yo no soy uno de ellos.
Sus palabras finales del paso anterior -«los representantes de la izquierda intelectual, más o menos chiflada, puede decir las mayores insensateces…»- están en la misma línea: insulta, una, dos y tres veces, que algo queda. Por lo demás, su misma réplica parece falsar su afirmación general, la de que la derecha permanece muda ante las «insensateces» de la izquierda «chiflada». Yo, según su taxonomía insultona, soy parte de esa izquierda y él intenta refutarme.
El párrafo siguiente no tiene desperdicio y acaso ser una clara manifestación de la concepción del mundo de nuestro profesor de Historia de las Ideas Políticas. El PCE, Almudena Grandes y Antonio Maestre (también Gaspar Llamazares) son los «criticados-golpeados». Las referencias al odioso asesinato de Nin (Andreu, no Andrés), a los trágicos sucesos de Paracuellos o al inexistente genocidio eclesiástico (sin que con ello quiera disculpar nada que no deba ser disculpado) son constantes de la ideología de la derecha española, vengan o no vengan a cuento (aquí no vienen), y sin que de paso, puestos en materia, suelan mirar y comentar críticamente su propio ombligo que, sin ánimo de exagerar y sin olvidar contraejemplos, acostumbra a estar entre negro y muy-muy negro en las temáticas indicadas. La vindicación de Sánchez Dragó es altamente significativa y el uso del término «pornográfico» no es preciso. El párrafo del que les hablo:
Así, la novelista Almudena Grandes, en una conversación con el comunista Gaspar Llamazares, afirma: «Aquí el PCE no fue un partido que tuviera nada que ver con las purgas de Stalin, ni con el socialismo real. Fue un partido de oposición, el partido que mantuvo encendida la luz de la democracia durante treinta y siete años de dictadura, y es esa es la verdad. Hay una tradición de unidad, disciplina, generosidad, deseos de ser útiles y responsabilidad que merece la pena reivindicar». ¿Habían leído ustedes en alguna ocasión embustes de tal envergadura? Por poner algunos ejemplos palmarios, ¿no tuvo nada que ver el PCE, durante la guerra civil, con el asesinato de Andrés Nin? ¿Tampoco tuvo nada que ver en el desarrollo de las masacres de Paracuellos del Jarama? ¿Y en el genocidio eclesiástico? A ese respecto, me resulta difícil discernir qué resulta más pornográfico en la obra de la señora Grandes: si su libro Las edades de Lulú, sus novelas pseudo-históricas o sus opiniones políticas. Esa misma izquierda «feliz» no duda en exhibir a un indocumentado de cuarta regional como Antonio Maestre, presentándolo nada menos que como un historiador, cuando se arrugó ante Fernando Sánchez Dragó.
En el siguiente punto, González Cuevas cambia de protagonistas, no de forma y estilo:
Y esto es lo que le ocurre al señor López Arnal, que se siente poco menos que impune a la hora de pontificar y condenar. Como historiador del pensamiento español, me ha interesado la figura de su maestro Manuel Sacristán Luzón. He leído el conjunto de su obra, cuyo contenido me decepcionó. Su figura me recuerda a Naphta, el siniestro personaje de La Montaña mágica, de Thomas Mann, al parecer inspirado en la persona del filósofo marxista Georg Lukács, tan del gusto de Sacristán y de López Arnal. Y es que, en gran media, sus contemporáneos coinciden con esa interpretación. Alberto Oliart lo describe, en sus memorias, como hombre de «camisa azul y marcial correaje»; Carlos Barral como un dogmático; y Eugenio Trías como un profesor universitario proselitista y manipulador, un auténtico «vampiro de almas».
Yo no me siento impune y mucho menos pontifico y condeno. Muy lejos de mí ese cáliz. Intento no practicar nunca ni una ni otra cosa. Disculpas si he caído en esa trama estúpida. Me alegra que señor González Cuevas haya leído el conjunto de la obra del autor de Pacifismo, ecologismo y política alternativa. Afirma que su contenido le decepcionó y que su figura le recuerda la de Naphta. Está en su derecho, incluso en considerar siniestro al personaje thomasiano. Contra gustos, justificados o no, mejor no discutir. Conviene eso sí, recordar que Manuel Sacristán, que tradujo numerosas obras del filósofo húngaro (unas 5 mil páginas en total) y se carteó con él por motivos editoriales [6], no fue propiamente un filósofo lukácsiano. Aparte de sus propias declaraciones, pueden verse por ejemplo, para observar sus distancias filosóficas, su reseña de El asalto a la razón: «Sobre el uso de las nociones de razón e irracionalismo por G. Lukács» [7], un escrito de 1967 publicado por primera vez en 1977, y la que fue la penúltima de sus conferencias (abril de 1985): «Sobre Lukács» [8].
En cuanto a mí, he leído tan poco a Lukács y lo que he leído con atención (Historia y consciencia de clase) me ha resultado tan complejo, enrevesado y barroco en ocasiones (y tan alejado de mis gustos analíticos) que poco puedo decir. Considerarme lukácsiano sería, esta vez sí, una auténtica chifladura. Eso no quita que las Conversaciones con Lukács (de Holz, Kepler y Abendroth) de mediados de los sesenta, que aquí tradujo y publicó Alianza, me siga pareciendo un texto extraordinario (fechado en el tiempo, desde luego, como todos los clásicos), lleno de excelentes ideas incluso para nuestro hoy, interesante no sólo para ciudadanos, lectores, filósofos y estudiosos de izquierdas sino para personas vinculadas al humanismo social y a valores e ideales como la justicia, la igualdad, la libertad real, la fraternidad y la crítica de la manipulación y el consumismo compulsivo.
Las referencias del González Cuevas a Alberto Oliart, Barral y Trías deben matizarse y completarse. Oliart habla del joven Sacristán, cuando era miembro de las juventudes de la Falange, una organización de la que se separó con riesgos para su vida [9]; Barral dijo muchas otras cosas (en sentido contrario) sobre el traductor de Adorno, Marcuse y Benjamin, y Trías, que tampoco siempre dijo lo mismo, tiene una mirada muy sesgada sobre la faceta de Sacristán como profesor universitario, faceta, por cierto, que no siempre pudo ejercer: fue expulsado en 1965 por motivos políticos de la Facultad de Económicas, donde había sido trasladado forzosamente desde Filosofía y Letras en 1959, y no pudo volver a la universidad hasta el curso 1976-77, un año después de la muerte del dictador golpista. Muchos testimonios de ex alumnos, que no fueron discípulos suyos, navegan por aguas muy alejadas de las de Eugenio Trías. Para cualquiera persona que haya sido alumno de Sacristán, hablar de él en términos de «un profesor universitario proselitista y manipulador, un auténtico «vampiro de almas»», le resultará un auténtico disparate, un verdadero non sense. Ni manipulador ni proselitista ni vampiro anímico; muy lejos de ello y desde siempre, desde su vuelta en 1956 del Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster en Westfalia [10].
Para otras aproximaciones, más detalladas e informadas, a su biografía pueden verse los libros, artículos o testimonios de Pilar Fibla, Esteban Pinilla de las Heras, Juan Carlos García Borrón, Josep Fontana, Javier Muguerza, M. Rosa Borràs, Jesús Mosterín, José Luis López Arangueren, Miguel Sánchez Mazas, Josep Ferrater Mora, Francesc Vicens y Víctor Sánchez de Zavala (más los ensayos del profesor Laureano Bonet y Jordi Gracia o la biografía política de Juan-Ramón Capella). Me olvido de muchos nombres [11]. La tesis doctoral de 2014 de M.ª Francisca Fernández Cáceres, dirigida por José Luis Moreno Pestaña, también es de cita obligada en este punto: «El Patrimonio Intelectual español. Un acercamiento desde la figura de Manuel Sacristán Luzón» [12].
Nuestro profesor de historia de las Ideas políticas prosigue. Lo hace en estos términos:
Competente en lógica formal, Sacristán fue incapaz de elaborar una concepción racional del mundo a través del marxismo. De hecho, su obra se reduce a panfletos y materiales, textos de ocasión y en general polémicos. Fue derrotado por Gustavo Bueno en su polémica sobre el papel de la filosofía en los estudios superiores. Falangista en su juventud, quizá su mejor obra sea una semblanza intelectual de José Antonio Primo de Rivera para un diccionario.
Sacristán fue algo más que competente en lógica formal. Entre otros autores, conviene ver lo señalado, entre otros, por Jesús Mosterín, Paula Olmos, Albert Domingo Curto, Antoni Domènech, Javier Muguerza, Luis Vega Reñón [13] y José Sarrión [14]. El autor de Introducción a la lógica y al análisis formal fue, durante años, un verdadero maestro (casi en minoría de tres o de cuatro) en los ámbitos de la lógica y la epistemología. Su papel en la consolidación de este tipo de estudios científicos-filosóficos en nuestro país fue decisivo. Luis Vega Reñón y Paula Olmos han hablado sobre ello en extenso.
Su obra, como es sabido (y como debería saber alguien que afirma haberla leída), no se reduce a panfletos y materiales, el título irónico (y modesto) que él mismo eligió (al tiempo que vindicaba ambos géneros de literatura política) para la publicación de una buena parte de sus escritos por la Editorial Icaria en cuatro libros a partir de 1983 (Juan Ramón Capella editó, en 1987, un quinto volumen tras su fallecimiento en agosto de 1985: Pacifismo, ecologismo y política alternativa). Y no se reduce a esos panfletos y materiales, categorías cuyo sentido él mismo definió en el primer volumen, porque en vida, aparte de sus artículos editados en la prensa clandestina y en alguna revista académica y, sobre todo, en enciclopedias, publicó nada menos que dos de las obras centrales de la filosofía española de aquellos años: Las ideas gnoseológicas de Heidegger [15] e Introducción a la lógica y al análisis formal [16], aparte de Lecturas I. Goethe, Heine, y su decisiva e influyente, aquí y en muchos países latinoamericanos, Antología de Gramsci (Siglo XXI, 1970; reeditada por Ediciones Akal en 2013). Tras su fallecimiento se han publicado otras aportaciones suyas. Por ejemplo: El orden y el tiempo, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Seis conferencias, Sobre dialéctica, Escrito sobre El Capital (y textos afines)…
La polémica con Gustavo Bueno no fue tal. Sacristán, que escribió por petición de unos amigos un opúsculo de apenas 40 páginas, nunca respondió al extenso libro del filósofo riojano. La referencia a la derrota se comenta por sí misma: no hay derrotas, hablando propiamente, en las discusiones filosóficas. Por lo demás, no parece que las posiciones metafilosóficas de Sacristán (que él mismo matizó posteriormente, apenas dos años y medio después, en una conferencia impartida en la universidad de Zaragoza) estén ubicadas en el archivo de lo superado, trasnochado y carente interés. Basta pensar en el seminario sobre «Filosofía y ciudad» que este mismo curso se está realizando en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, bajo la dirección de José Luis Pardo y Carlos Fernández Liria [17].
Falangista en su juventud, como decíamos y como tantos otros, es cierto que Sacristán conocía el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, como González Cuevas conoce el de Ramiro de Maetzu por ejemplo (lo que está mejor que bien por supuesto). Eso sí, la forma que usa el profesor de la UNED para referirse a ese artículo escrito para un diccionario político, el Argos-Vergara, dirigido y coordinado por E. Pinillas de las Heras, que no llegó a publicarse finalmente, parece un poco sesgada e incluso un pelín malintencionada. Como si el autor quisiera decirnos que dado que Sacristán había sido miembro de las Juventudes de la Falange y escribiera años después sobre Primo de Rivera, seguía siendo falangista en el fondo de su corazón, de su cerebro y de su praxis. Nada de eso. El lector/a lo puede comprobar por sí mismo y puede leer el escrito del buen conocedor de la obra de Ortega y Gasset y del pensamiento político del dirigente falangista [18]. Por su parte, Juan-Ramón Capella ha explicado con detalle los riesgos que para la vida de Sacristán comportó su ruptura con el partido fascista [19].
Tomemos un descanso y sigamos con las consideraciones del profesor González Cuevas.
Notas:
1) https://okdiario.com/opinion/manuel-fraga-padre-constitucion-4141837
2) S. López Arnal, «Una mentira cansina sobre Manuel Sacristán que huele a naftalina, anticomunismo y a desinformación interesada». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256326
3) Para más información sobre lo sucedido remitía a S. López Arnal, La observación de Goethe, Madrid, La Linterna Sorda, 2015, capítulo 2º.
4) Véase Francisco Fernández Buey, Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Mar, El Viejo Topo, 2016.
5) https://okdiario.com/opinion/festival-simplezas-nuestra-izquierda-chiflada-4204914
6) Fue Miguel Manzanera Salabert en tu tesis doctoral sobre el pensamiento y la práctica de Manuel Sacristán quien alertó y tradujo la correspondencia entre ambos. Véase también (si se tiene curiosidad) S. López Arnal, Entre clásicos, La Oveja Roja, Madrid, 2011.
7) Véase Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Editorial Icaria, Barcelona, 1983, pp. 85-114.
8) Véase Manuel Sacristán, Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005, pp. 157-194 (presentación de Francisco Fernández Buey, epílogo de Manolo Monereo, edición de S. López Arnal)
9) Como fue el caso de muchos otros intelectuales de aquellos años cuarenta y cincuenta. Con una diferencia que persiste en el tiempo: la comprensión generalizada sobre esas militancias juveniles muy de aquella época, forzadas en muchos casos, se transforma en acusación, insulto y sospecha cuando se habla de Manuel Sacristán.
10) Véase, a título de ejemplo, «La historia de una expulsión universitaria durante el franquismo. Entrevista con Pep Mercader Anglada.» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=77866
11) Cito y recomiendo uno de los mejores libros que se han escrito nunca sobre Sacristán en los años de Laye: Esteban Pinilla de las Heras, En menos de libertad, Anthropos, Barcelona, 1989, con la inclusión de textos inéditos suyos.
12) http://filosofiacadiz.blogspot.com/2014/10/21-de-octubre-2014-lectura-de-la-tesis.html
13) Véase, por ejemplo, L. Vega Reñón: «Sobre el lugar de Sacristán en los estudios de lógica en España». En S. López Arnal et alii, Donde no habita el olvido, Montesinos, Barcelona, 2005, pp. 19-50.
14) Véase José Sarrión Andaluz, La noción de ciencia en Manuel Sacristán, Dykinson, Madrid, 2017.
15) Reeditada por la Editorial Crítica en 1995. Francisco Fernández Buey fue el responsable de la edición. De él es también el informado y magnífico prólogo que acompaña a esta edición.
16) Varias reediciones en Editorial Ariel. Sacristán fue también autor de otro manual de lógica, Lógica elemental (el nombre responde a cuestiones técnicas, de su contenido, no a cualquier otra consideración: lógica proposicional y lógica de predicados de primer orden), editado póstumamente por Vera Sacristán en la editorial Vicens Vives en 1995 (prólogo de Jesús Mosterín). Por cierto, fue la editorial Labor quien le encargó el libro pero finalmente tuvo que incumplir su compromiso de edición por presiones de «las alturas». Sacristán había sido expulsado ese mismo año de la Universidad y al enemigo, como se sabe, ni agua y más tiempos gloriosos del fascismo español. No es imposible, es una conjetura, no puedo afirmar nada con rotundidad, que en esas alturas que presionaron haya que ubicar a Carlos Robles Piquer e incluso a su cuñado, don Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo en aquellos momentos.
17 Si el lector quiere aburrirse puede ver aquí mi intervención en este curso, abril de 2019: https://www.youtube.com/watch?v=GzhZhBLDG0A
18) «El pensamiento político de José Antonio Primo de Rivera». Puede verse ahora en M. Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Editorial Trotta, Madrid, 2007, edición, presentación y notas de Albert Domingo Curto, pp. 71-79. Abre el autor con estas palabras: «Las doctrinas políticas de José Antonio Primo de Rivera están inseparablemente enlazadas con la situación histórica en que aparecieron. Esto es de suma importancia porque J.A.P.de R. no es un filósofo político, sino un político con ideología propia, un político cuyas tesis políticas prácticas se hallan fundadas en un sistema de desarrollo simple y pensado en función de la práctica política y los datos inmediatos«. [la cursiva es mía]
19) Véase Juan Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, Madrid, Editorial Trotta, 2005.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.