El pasado lunes santo pudimos comprobar que el rey Felipe VI no sólo asistía como espectador a las procesiones de la semana santa sevillana. Quiso además participar bajando a la calle; como dicen los medios, metiéndose en «la bulla» de varias procesiones y «cangrejeando». «Llamó al palio» de una cofradía, recibió y se puso una […]
El pasado lunes santo pudimos comprobar que el rey Felipe VI no sólo asistía como espectador a las procesiones de la semana santa sevillana. Quiso además participar bajando a la calle; como dicen los medios, metiéndose en «la bulla» de varias procesiones y «cangrejeando». «Llamó al palio» de una cofradía, recibió y se puso una medalla de «hermano» de otra (o tal vez la misma), presidió un «palquillo», agarrado a una vara de «hermano mayor» besó un paso (véase en una de las fotos ofrecidas por la propia Casa Real), etc., etc.
En resumen, bajó con los peatones como un beatón más y se llenó los bolsillos de estampicas y medallas; no hubiera extrañado verlo saludar al buen don Guido, muy serio, camino de otro misterio. Con Felipe VI un flipe vi: fue muy insólito para propios y extraños, pues ni su padre Juan Carlos, el Campechano (ehem, entre otras cosas) llegó a tanto capillismo. Hemos visto a un rey de túnica, un rey de capirote, aunque no llegara a ponérselos; tampoco se pone la corona. Menos insólita fue su acostumbrada inclinación ante unos faldones episcopales, en este caso los de Asenjo, el arzobispo de Sevilla. En lo referente a inclinaciones, desde Locomotoro no contemplábamos nada tan chiripitifláutico (solo que Locomotoro no se doblaba, ni parecía necesitar obispo).
Pero si gugleamos un poco, encontramos informaciones que hacían el cangrejeo y el chiripitiflautismo real más previsibles. Resulta que hace pocos meses, entre octubre y noviembre de 2014, en la Casa Real hubo un frenesí cofradista, pues el rey aceptó ser «Hermano Mayor Honorario» de al menos las siguientes cofradías sevillanas:
†Ilustre y Fervorosa Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de Sevilla Sur.
†Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro.
También es hermano mayor de cofradías de otros municipios, como Villarrobledo, (Albacete): †Real Cofradía del Santo Sepulcro y de la Soledad.
Y no ya hermano, sino «Alcalde Caballero Honorario» de esta otra hermandad de Benavente, Zamora (apréciese en el nombre de esta y de la anterior la sobriedad castellana): †Cofradía del Santo Entierro de Benavente.
Además están los hermanamientos honorarios antiguos, de cuando era príncipe heredero; valga un ejemplo: –Cofradía de Nuestro Padre de la Oración en el Huerto y Ntra. Sra. Del Amor y la Esperanza (Estudiantes), de Almería.
Las hermanas del rey son aquí ‘Camareras Mayores’, con lo que lo de ‘Hermandad’ cobra más sentido. Aunque me pregunto qué pensará Elena al ver que ni en estos asuntos la tienen en cuenta como «hermana mayor», sino que la dejan relegada, en el ámbito cofrade, al sector servicios, rama de hostelería. Leemos, por cierto, que en 1994 los Reyes concedieron oficialmente a esta ‘Hermandad’ el título de ‘Real’, lo que la autoriza a poner una corona borbónica en su escudo. Recordemos que, a cambio, el nuevo escudo real sigue coronado por una cruz.
En definitiva, vemos que lo que no debe hacer ningún cargo público, el más alto lo realiza con fruición. Bonito ejemplo. El ciudadano Felipe puede, a título privado, arrojarse a los pies de cada obispo si así lo desea; el rey Felipe, nunca. ¿Acaso ignora que ─nos guste o no─ representa simbólicamente al Estado? Y mira que empezó con algún detalle de mayor respeto a la aconfesionalidad estatal que su padre, pero enseguida inició eso del cangrejeo, en este caso yendo para atrás.
Así que, lamentablemente, tenemos un nuevo «rey católico»… y ya íbamos bien despachados; de hecho, no podremos llamarle «el Piadoso» porque ya lo fue su tocayo Felipe III. Que la máxima autoridad del Estado incumpla reiteradamente el mandato constitucional de aconfesionalidad de las instituciones públicas, insistiendo en gestos no sólo confesionales y devotos, sino hasta de sometimiento a la Iglesia católica, es muy reprobable. El rey persiste, mediante sus acciones, en su voluntad de no serlo de todos los españoles por igual (aunque en sus discursos afirme lo contrario). Si ya la monarquía parece poco compatible con la democracia, al violarse radicalmente el principio de igualdad, ¿qué decir si encima estamos ante una monarquía confesional de hecho?
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