«Su estrategia [la de PODEMOS] debe ser la de profundizar en la apuesta transversal como una fuerza política de frente amplio donde quepan todos aquellos que quieran transformar la realidad española«(Bernardo Pérez) Además de los ataques directos contra sus líderes, y de la intoxicación mediática a la que está siempre sometida la propia formación, uno […]
(Bernardo Pérez)
Además de los ataques directos contra sus líderes, y de la intoxicación mediática a la que está siempre sometida la propia formación, uno de los principales argumentos que tanto a izquierda como a derecha del ámbito político se le reprocha a la fuerza política liderada por Pablo Iglesias es su ambigüedad ideológica, es decir, el no situarse abierta y públicamente de un lado u otro del tablero ideológico, o expresado de otra forma, el no declarar claramente si están a la derecha o a la izquierda. De entrada, hemos de hacer notar que PODEMOS no es la única fuerza política que usa esta estrategia, sino que, en general, es una táctica de uso común entre las formaciones emergentes, tales como Ciudadanos, o en menor medida, la recién descalabrada UPyD. Estas formaciones también han escapado de decantarse hacia la derecha o hacia la izquierda, y bajo los falaces y manipulables argumentos de la sensatez, de la racionalidad o del sentido común, han pretendido esconder su auténtico ideario. Sin embargo, los ataques mediante este argumento a dichas formaciones no han sido nunca tan virulentos como los que se hacen a PODEMOS.
En realidad, lo que la formación del círculo ha cambiado es la retórica a la hora de referirse a los agentes que protagonizan, desde siempre, la clásica lucha de clases. Y así, en vez de referirse al proletariado y a la burguesía, con todas sus variantes, se han referido a «los de arriba» y «los de abajo», bajo un nuevo símil que hace referencia, al igual que en el marxismo clásico, a la clase de los trabajadores/as y a la clase burguesa. Igual ha ocurrido con el término «casta», que algunos han entendido tan ofensivo, pero que identifica perfectamente no ya sólo a la clase dominante, sino y sobre todo a los que llegan a la política para servirse de ella, e instalan sistemas que perpetúan y blindan sus privilegios, tales como las puertas giratorias. De este modo, y mediante estos nuevos significantes, PODEMOS ha sabido calar de forma más eficaz en los esquemas mentales de la ciudadanía, que se ha identificado enseguida con los nuevos actores enfrentados, y ello, unido al reforzamiento del mensaje democrático de que los gobernantes han de priorizar las políticas para la gente, en vez de para los actores que representan a la clase dominante (banca, grandes empresas, etc.) , ha provocado la rápida asimilación del mensaje clásico de la lucha de clases por el pueblo explotado y oprimido. De una forma muy inteligente, se han dado cuenta de que las estrategias, el vocabulario y el discurso tradicionales de la izquierda transformadora, si se pretendía que llegaran y se asumieran rápidamente por una mayoría social, debía ser adaptado a la realidad de una sociedad, como la nuestra, donde todavía muchos vocablos y propuestas de la izquierda clásica no serían aceptados fácilmente, debido a la fuerte represión ideológica de la que provenimos, y de la poca madurez intelectual que nos caracteriza, todo ello resultado de la profunda influencia del pensamiento dominante. En una reciente entrevista, Iñigo Errejón contaba que después de uno de sus mítines, se le acercaron a saludarle una madre con su hija, y la madre se dirigió a él en estos términos: «Mi hija sí va a votaros, pero yo no estoy segura, porque tengo una segunda casa en la playa, y no quiero que me la quiten«. Evidentemente, Errejón le tuvo que dejar claro a la señora que su formación no tenía ninguna intención de desposeerla de su segunda vivienda. Como muestra, basta un botón, así que extrapolémoslo a cientos de miles de personas que aún tienen demonizadas en su mente muchas propuestas de la izquierda, cuyo fuego además la derecha se encarga de avivar.
Pensamientos, ideas, mitos y falacias como la que acabamos de ejemplificar perviven en la mente de miles y miles de personas, que aún asocian el comunismo con las barbaridades que cometió Stalin en la antigua URSS, con el capitalismo de Estado que se vive en China, con la restricción de libertades que se vive en Corea del Norte, o con la imagen de miseria y de represión que la clase dominante se encarga de publicitar sobre países como Cuba o Venezuela. En efecto, no se dan cuenta, ni siquieran han querido investigarlo, que los postulados de la izquierda clásica han cambiado, y que, sin renunciar a los principios y valores fundamentales (seguro que compartidos por más personas de las que creemos), ya no hablamos de la «dictadura del proletariado», o de la desaparición del Estado, por citar algunos ejemplos, y en cambio, sí se han incorporado a los nuevos postulados las nuevas corrientes procedentes del feminismo, del ecologismo, del pacifismo, etc. Hoy la izquierda ha de ser entendida como la ideología que nos va a permitir erradicar las inmensas desigualdades sociales, y si para ello hay que expropiar y nacionalizar muchas empresas privadas que forman oligopolios en los sectores productivos fundamentales, impidiendo que el Estado pueda garantizar los Derechos Humanos, esto se va a hacer. Pero como decimos, continúa en el imaginario popular la tremenda demonización que se hace de muchos términos, como el de «comunismo», «marxismo», y algunos otros, resultado de una represión ideológica muy profunda, como consecuencia en primer lugar de casi 40 años de dictadura franquista, y en segundo lugar, de una transición hacia la democracia que renovó y garantizó la preponderancia de los agentes dominantes provenientes de la propia dictadura anterior. De esta forma, desde los años 80, el bipartidismo se ha encargado de hacer prevalecer los ideales de una típica sociedad capitalista, adaptada a nuestro país, y ese es el motivo de que les resulte tan «peligrosa» la fuerte irrupción de una fuerza política como PODEMOS (Esperanza Aguirre declaraba, mientras escribíamos el presente artículo, que si esta formación llega al poder se acabará la democracia occidental tal y como la conocemos), que pone en jaque los planteamientos básicos de la sociedad, y los mimbres y tendencias donde se asienta desde hace muchas décadas. Pero para conseguir esto, estaba claro que había que repensar el discurso, los conceptos, los términos y las relaciones entre ellos, así como la propia exposición de los mismos, y esta es la explicación, en mi modesta opinión, de la estrategia de PODEMOS.
Pero no sólo los partidos de la derecha arrecian sus críticas a la formación de Pablo Iglesias, sino que los ataques también proceden de la izquierda clásica (representada en nuestro país por Izquierda Unida), burocratizada, acomodada e institucionalizada, que también ha visto peligrar su estatus de «alternativa», y que también se ha apuntado al carro de criticar con estos argumentos a PODEMOS, por su «ambigüedad». Y por supuesto el PSOE, el «gran» partido de la «izquierda», que reivindica la socialdemocracia para sí, y que argumenta que PODEMOS proclama lo que no es, pero que todavía no se sabe lo que es. Todas estas críticas tienen por objetivo desacreditar a una formación política que, por lo menos, ha tenido la valentía y la inteligencia de actualizar un discurso bajo el que se ha identificado una mayoría social harta de la degeneración de la vida pública, de los engaños, de las traiciones, de la explotación y de los recortes que han propiciado las formaciones políticas del clásico tablero español. Por tanto, y en definitiva, hemos de declarar que preferimos la estrategia «ambigua» de PODEMOS, antes que las abiertas (pero engañosas) declaraciones de ideología y de principios del PSOE o de IU, que después traicionan al pueblo, a su ideario, y a sus votantes.
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