El «sueño» de Eduardo Chillida de horadar Tindaya ha amenazado en los últimos 20 años a Fuerteventura. El Gobierno canario retoma el proyecto, otra vez, con todo en contra. Por enésima vez, el Gobierno de Canarias resucita el proyecto de vaciar la montaña de Tindaya, en Fuerteventura. Desde hace 20 años, la obsesión del escultor […]
El «sueño» de Eduardo Chillida de horadar Tindaya ha amenazado en los últimos 20 años a Fuerteventura. El Gobierno canario retoma el proyecto, otra vez, con todo en contra.
Por enésima vez, el Gobierno de Canarias resucita el proyecto de vaciar la montaña de Tindaya, en Fuerteventura. Desde hace 20 años, la obsesión del escultor vasco Eduardo Chillida (1924-2002) de horadar este monumento natural se anuncia como un proyecto en marcha, a pesar de ser Tindaya el espacio natural más protegido de Canarias, de contar con varias sentencias judiciales en contra, informes contrarios e intelectuales, científicos, movimientos sociales y ecologistas que se oponen.
«Sacan de nuevo a la luz el proyecto de Chillida por razones electorales. El Gobierno canario (Coalición Canaria y PSOE) sigue pensando que esto le da votos, cuando a estas alturas se ha demostrado que Tindaya es irrealizable», dice a Diagonal José de León, arqueólogo y miembro de Ben Magec-Ecologistas en Acción de Canarias, que llevan dos décadas combatiendo los planes del escultor y del Gobierno autonómico.
Un cubo de 50 metros
El proyecto de Chillida contempla practicar un gran hueco dentro de la montaña de Tindaya: un cubo de 50 metros de vacío, con dos chimeneas a modo de tragaluces sobre un techo plano, y un túnel de entrada.
La ocurrencia de hacer ese agujero en una de las montañas volcánicas más hermosas de Fuerteventura se remonta a los 80. El escultor relató varias veces que se inspiró en un verso de Jorge Guillén: «Lo profundo es el aire», y quiso dar forma a estas palabras. Al parecer, el artista recorrió Italia, Suiza y Finlandia, pero encontró ‘su montaña’ al norte de Fuerteventura, en La Oliva, en el pueblo que lleva el mismo nombre, Tindaya.
Desde el principio, arqueólogos, historiadores y ecologistas denunciaron esta obra faraónica. Pero el proyecto de Chillida fue acogido con los brazos abiertos por el Gobierno canario, que en 1996 lo protegió bajo la cobertura legal de «interés general para Canarias». Para Chillida esta obra era «un monumento a la tolerancia», e incluso dijo que pretendía «salvar» la montaña. Sin embargo, el artista no fue tolerante con los que rechazaban su proyecto: «Tindaya está parado por una pandilla de gamberros e ignorantes que no saben una palabra de arte. Tindaya se hará aunque yo no lo vea», sentenció en 1999. El artista vasco falleció hace 13 años y Tindaya sigue parado por los tribunales, que han dado la razón a esos «gamberros e ignorantes» y por las irregularidades del Gobierno canario y el Cabildo de Fuerteventura a cuenta de Tindaya. Ya se han esfumado 30 millones de euros de dinero público, gran parte sin justificar, y no se ha empezado la obra.
José de León argumenta que «hay un núcleo duro de ocho personas de Coalición Canaria muy interesadas en el proyecto. Pertenecen a la Asamblea Majorera -partido de Fuerteventura integrado en CC- y cuentan con mucho peso en el partido del Gobierno canario». Entre ellos, Mario Cabrera, presidente del Cabildo insular, y Domingo Berriel, ambos majoreros (gentilicio de Fuerteventura). «Berriel es consejero de Obras Públicas y, a la vez, el promotor institucional de Tindaya y su evaluador ambiental», denuncia De Léon. El consejero fue el primero que en 1995 defendió vaciar Tindaya «como una forma de camuflar las extracciones mineras que estaban paradas en esa montaña y que ellos querían continuar», señalan desde Ben Magec. Tindaya cuenta con traquita, una piedra volcánica de color claro y tacto áspero, de uso ornamental y alto valor económico.
Más de 75 millones de euros
El presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero, comunicó el 19 de enero de 2011 que había firmado con la familia Chillida «un acuerdo que reactiva de forma definitiva el impresionante proyecto del escultor vasco para la montaña de Tindaya». Entonces aseguró también que la obra «no costará ni un duro» porque se financiará con la concesión de la explotación turística a la empresa que cubra los costes del vaciado de la montaña. Pero eso no está tan claro. Según los cálculos de Ben Magec, se necesitaría una afluencia de más de 100.000 personas al año, a 30 euros la entrada, durante 50 años, para recuperar la inversión, teniendo en cuenta que el presupuesto de salida eran 75 millones de euros, más los 93 que otra empresa reclama al Gobierno canario por esta obra. Además, tampoco se puede explotar la traquita porque las directrices del Gobierno canario de 2001 prohíben las extracciones mineras en los espacios naturales.
Tras la muerte del escultor, los Chillida siguen empeñados en el vaciado de Tindaya. Luis Chillida, hijo del artista, afirmó que «éste es el único proyecto que mi padre nos encomendó» antes de morir. Para, Jesús Giráldez, autor de Tindaya, el poder contra el mito, «éste es el mayor caso de corrupción de Canarias en la historia de la democracia». Giráldez recuerda que Chillida llevaba años enfermo de alzheimer y «es difícil de creer que tras el cierre del Museo Chillida-Leku, por pérdidas, la familia Chillida no tenga interés en vaciar la montaña de Tindaya».
Maniobras políticas
Para sacar adelante la obra, desde el Ejecutivo canario se han llevado a cabo todo tipo de artimañas. En 1995 el Gobierno autonómico compró los derechos de explotación de dos canteras abiertas en Tindaya. «Se podían haber expropiado por 10 millones de pesetas, pero se pagaron 900 millones de pesetas [12 millones de euros] a la empresa Cabo Verde SL, porque el propietario era amigo del entonces vicepresidente del Gobierno canario, Lorenzo Oliarte», explica De León. Además, se hizo con la condición de que si el proyecto no se empezaba en cinco años esa empresa podría volver a explotar la mina.
En 1996, se hicieron las Normas de Conservación del Espacio Natural Tindaya. «En el artículo 7 se prohíbe cualquier actuación, excepto la que fuera el subproducto de una obra artística, dice textualmente la normativa. Sólo faltó poner el nombre de Chillida en la ley», relata De León. En 1999 se pagó a FCC 2.000 millones de pesetas por un proyecto que nunca se hizo. Más tarde, Lorenzo Fernández-Ordóñez, hijo del arquitecto fallecido José Antonio Fernández Ordóñez -amigo del escultor, hermano del exministro del PSOE y del exdirector del Banco de España-, que iba a dirigir el vaciado de la montaña con unos honorarios de 8.500 millones pesetas, cobró 1,6 millones de euros gracias a un contrato sin concurso público. A su empresa, Estudio Guadiana SL, «se le otorgó el estudio geotécnico, para saber si es viable horadar la montaña, la misma empresa encargada de ejecutar la obra», denuncia Giráldez. De León añade que «es curioso que se da continuidad al «sueño» de Chillida, pero ahora de la mano de los herederos». El estudio geotécnico llevó a cabo 14 perforaciones en Tindaya, de 100 metros de profundidad, y10 centímetros de diámetro cada una, en contra de los informes de dos universidades de Canarias por los daños a la montaña.
Tindaya cuenta con siete figuras de protección, la máxima de Canarias, y es una de las más protegidas de España. Es Monumento Natural, Bien de Interés Cultural (BIC), está protegida por la ordenación territorial de Fuerteventura y alberga especies de flora y fauna en peligro de extinción. Está considerada una joya arqueológica por los restos rupestres, un total de 312 podomorfos (pies grabados), que coronan la cumbre, de 401 metros, realizados por los primeros pobladores en sus rituales mágico-religiosos. También se conservan restos de tres poblados aborígenes. En este tiempo, el Ejecutivo autonómico ha impedido la catalogación de los podomorfos y algunos han sido arrancados por la falta de control. Además, no se ha llevado a cabo la delimitación del área de protección de éstos como marca la ley. «Sabían que protegerlos es incompatible con la grúa de 60 metros, los camiones y el agujero que quieren hacer», dice De León.
Ben Magec interpuso un contencioso que ganó ante el Tribunal Superior de Justicia de Canarias y que obligó a delimitar los podomorfos. Pero el Gobierno canario «ha delimitado dos metros de protección alrededor de cada podomorfo, no todo el conjunto como marca la ley», denuncia Ben Magec, que va a recurrir de nuevo. Para Laura Negrí, del Colectivo Guanil, no es comprensible que «todos los partidos estén a favor de este desastre. Deberían respetar el patrimonio de los canarios». La misma preocupación comparten las 65.000 personas que ya han firmado la iniciativa del profesor José Farrujia contra este «atentado medioambiental y arqueológico». Tampoco el Defensor del Pueblo y el Defensor del Común (de Canarias) apoyan el proyecto.
Además, otro contencioso interpuesto recientemente por Ben Magec denuncia que la licencia de obras está caducada e invalida el proyecto. Y ni siquiera está claro que la montaña aguante. El propio estudio geotécnico dice que «los niveles de incertidumbre de la obra de Chillida y de la embocadura son tan grandes que sólo se podrá determinar una vez terminado el túnel». De León concluye: «Es decir, después de gastar un dineral y destrozar la montaña, sabremos si Tindaya se hunde o no».
DESPROPÓSITOS Y VICTORIAS
1994
El escultor Eduardo Chillida hace pública su decisión de llevar a cabo el «monumento Tindaya» en la montaña de La Oliva, en Fuerteventura.
1996
Se investiga al Gobierno canario por la compra de la cantera de Tindaya por 900 millones de pesetas en lugar de los 10 en los que estaba valorada.
2005
El Gobierno canario entrega a dedo al arquitecto Lorenzo Fernández-Ordóñez el estudio geotécnico, por el que le pagó 1,6 millones de euros.
2014
Ben Magec-Ecologistas en Acción gana ante el TSJC la paralización del proyecto y obliga al Ejecutivo a delimitar los restos rupestres como marca la ley.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/26411-tindaya-la-montana-resiste.html