El lunes 20 fue un intenso día de elucubraciones sobre el diseño político venidero. Bastaba con leer el artículo de Pablo Iglesias («La centralidad no es el Centro») y la entrevista a Luis García Montero («Sería imperdonable…»). Ambas lecturas nos dejaban un regusto a desencanto a quienes desde el Colectivo Prometeo y el Frente Cívico […]
El lunes 20 fue un intenso día de elucubraciones sobre el diseño político venidero. Bastaba con leer el artículo de Pablo Iglesias («La centralidad no es el Centro») y la entrevista a Luis García Montero («Sería imperdonable…»). Ambas lecturas nos dejaban un regusto a desencanto a quienes desde el Colectivo Prometeo y el Frente Cívico apostamos por la unidad de acción.
La de Pablo porque nunca pensamos que el deseo de unidad escondiera «hacer perdurar el espacio político tradicional de la izquierda postPCE, amenazado por Podemos» como él parece creer. Estamos convencidos de la necesidad de acumular fuerzas -más allá de las clásicas partidarias- si queremos impugnar el Sistema y no encabezar una mera operación cosmética. Generalizar sin matices sobre el 15M («el propio 15M, que pilló por sorpresa a todas las izquierdas») o no tener en cuenta como se gestaron las Marchas de la Dignidad, lleva implícita una dosis de injusticia para los actores políticos que, como el dinosaurio de Monterroso, cuando parte de la ciudadanía despertó, ya estaban allí (apoyo movilizaciones 15 M Colectivo,»Son los nuestros»)
La de Luis porque pese al exorno de sus respuestas no logra ocultar que en la pugna de IU ruptura/ posibilismo -lo que se conoce como «sus dos almas»- se inclina por la que recupera al PSOE situándolo en el campo de la Izquierda para ofrecerle gustoso el cetro de la misma, Contemplando como mucho una diarquía al sumar Podemos, asigna a IU el papel de muleta o báculo sin complejos que revierta la tradicional querencia a la derechización del partido de Pedro Sánchez.
Ambas parecen conformarse con gestionar el Sistema, darle un rostro humano que amortigüe sus aristas más chirriantes, mientras se renuncia a ir contra él. Para los que no dominamos el arte de escribir recto con renglones torcidos resulta curioso la concepción de la Política como ajedrez en la que lo esencial gira alrededor de la parte central del tablero. Aunque se nos guiñe con un «la centralidad no es el centro» o se dulcifique la sumisión con la idea de que la «formación será la única de escorar a la izquierda el equilibrio PP/ Ciudadanos- PSOE/ Podemos».
En este juego olvidan el avance de Syriza se produjo usando las casillas de la Izquierda, no la del Pasok o la de la ambigüedad. Al tener en cuenta, por miopía o convencimiento, una sola lectura no contemplan otras variables posibles:
-La partida es múltiple y de combinaciones entrelazadas. Unas piezas como las Mareas o Stop Desahucios intentan frenar, otras como las Marchas o algunas candidaturas de Ganemos o En Común, han pasado al ataque.
-El rival cuando ve peligrar su triunfo rompe el tablero. Juega pero con la condición de ganar siempre. Como el Nerón de los Doce Césares.
Por ello no basta con tomar el poder y decir «aquí estoy, he subido la montaña, plantado la bandera y me bajo«. De la actual crisis no se sale con aspirinas o tiritas. Ni buscando alianzas con un material humano que saliva si vislumbra prebendas o pingües ganancias asociadas a la gestión del presupuesto público.
Nunca he dudado de la capacidad de Pablo. Por estos lares se le ve con cariño y admiración. Pero lo que antes era un pálpito desde la publicación de su artículo es certeza: no comparte con nosotros la tesis de acumular fuerzas y agrandar la brecha abierta en las defensas del Sistema. O al menos no quiere la contribución de la Izquierda así apellidada si previamente no se enfunda el chándal de Podemos para saltar al campo. No la ve ni de auxiliar ni de aliada porque piensa que resta. Aunque nos duela, es su estrategia y está en su derecho.
Desde hace tiempo también hemos apostado por lo que representa en renovación y claridad de ideas Alberto Garzón. Confiamos en sus posibilidades a sabiendas de las trampas que le ponen los teóricamente suyos. Visto lo visto en Madrid comienza a dibujarse otro posible paisaje después de la batalla. En él un Luis García Montero -al que no se le quitan méritos intelectuales- arropado por el conglomerado de progresía oficial que un día vistió la camiseta del grupo Prisa, aplaudido por las fosilizadas cúpulas de CCOO-UGT y la «pandilla de la Ceja», a poco que logre salvar los muebles en la Comunidad de Madrid, será entronizado como la esperanza blanca de la izquierda con sentido de Estado. Todo ello con la aquiescencia de la reina madre González y el incienso de los esencialistas de partido. Basta con ver a los aparatistas haciendo vudú para endosarle a Alberto las responsabilidades por el desastre electoral que barruntan en las autonómicas y municipales. Aunque la génesis del mismo estuviera en ellos. Para que la jugada salga redonda intentarán convencer al candidato de IU a la presidencia que una renuncia «sería lo mejor para la organización».
En la adversidad se forjan los líderes y Alberto va a tener múltiples ocasiones en los próximos meses de mostrar la pasta de la que está hecho.
Ojalá que supere la prueba y a la par que Podemos no se diluya -errores y ataques injustificados aparte- porque de tanto intentar contentar a tirios y a troyanos pierda la frescura inicial. A bastantes de sus adscritos les preocupa que Ciudadanos les quite apoyos. Si algo tan insulso como la marca blanca del Bipartidismo les hace tambalear deberían preguntarse si merecen la pena existir como sujeto político de cambio. O conformarse con aspirar a ser un recambio más.
A pesar de vivir en un país donde sería best seller un libro tipo «Curso de Ética con la risa floja» escrito a tres manos por Rodrigo Rato, Strauss-Khan y Lagarde, es posible encontrar iniciativas ciudadanas (un ejemplo: la agrupación de electores «Ganemos Córdoba» ha superado con creces los 5000 avales requeridos, carnet de identidad fotocopiado incluido) que invitan a no resignarse.
Y seguir esas trazas, ese intento de sumar aunque nos falte afilar mucho el lápiz, es lo que nos lleva a desear que Pablo acierte en su estrategia y los equivocados seamos nosotros. También a que nunca gritemos «Alberto no te falles» para que no nos abrace, como diría el poeta, «esa noche en que llega la verdad, ese huésped incómodo, para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco...» y terminemos lamentándonos por lo que fuimos capaces, tuvimos al alcance de la mano y no nos atrevimos a soñar.
Juan Rivera. Colectivo Prometeo y FCSM
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.