Cientos (que se sepa hasta ahora) de miembros del partido del gobierno han cometido a lo largo de los años miles de fechorías, de desmanes, de malversaciones, de estafas y de trapisondas. Diríase, a juzgar por su comportamiento generalizado, que se concertaron desde el principio para ese fin: con un lenguaje soez en muchos casos […]
Cientos (que se sepa hasta ahora) de miembros del partido del gobierno han cometido a lo largo de los años miles de fechorías, de desmanes, de malversaciones, de estafas y de trapisondas. Diríase, a juzgar por su comportamiento generalizado, que se concertaron desde el principio para ese fin: con un lenguaje soez en muchos casos que denota la bajeza y catadura de ellos, y con un lenguaje redicho plagado de sofismas y de retruécanos en las capas más altas de su deleznable tinglado, en otros. Y todos sus portavoces, con la trivial coartada para abrigar a su ente político como tal, de que miles de concejales trabajan esforzados sin cobrar; a quienes les asignan el papel de lavar con su honradez y su pundonor la cara de un partido que m á s que a otra cosa se parece a una banda gansteril…
Pero siendo todo esto así, la verdadera culpa de la culpa está en las instituciones. Lo que ha propiciado durante largos años este desvalijamiento de alcance nacional ha sido técnico: la mayoría absoluta en los parlamentos autonómicos y en el parlamento nacional. Manejando esa mayoría absoluta como un arma de destrucción masiva, hemos llegado a calcular que el montante de las sumas apropiadas entre políticos, empresarios y profesionales de la construcción y de toda clase, por un lado, más las sumas aplicadas a fines faraónicos e inútiles, excepto para ellos, equivale (o los supera) a los fondos recibidos de Europa para «rescatar» a las Cajas y bancos españoles; «rescate» que consiste, en buena parte de esas sumas, haber llenado más los bolsillos repletos de los administradores villanos de tales entidades.
Ya sabemos que contra la fórmula política «mayoría absoluta» técnicamente nada se puede hacer. Por eso mismo la manera de manosearla estos ejércitos de facinerosos se hace más odiosa y repulsiva. No hubo control alguno, ni podía haberlo, mientras cometían tanta barbaridad. Hubo que esperar a que se declarase la crisis financiera mundial para empezar a ir descubriendo los medios todo cuanto de delictivo han consumado auténticos malhechores. Pero el primero que formuló la primera denuncia fue un abogado del mismo partido al que no hicieron caso ni sus dieigentes ni a duras penas la justicia. Fue luego, ante la avalancha de desmanes, cuando el huevo de la serpiente eclosionó en los círculos mediáticos…
Pero es que ahora se revela un nuevo aspecto nada desdeñable en la conducta de la banda. Puesto que es sabido que cuesta más retener que obtener, los bajos fondos ideológicos de ese partido están tratando de recuperar como sea algún resquicio por donde volver a acariciar cuotas de influencia. Lo que no soporta esta chusma es haber dispuesto del poder absoluto manejándolo como un tirano maneja el poder, y ver luego que lo pierde en las cuatro ciudades principales del país. Algo que en cierto modo es peor que perder el poder absoluto en las elecciones generales pasando a la oposición. Por eso no cejará el partido del gobienro, de aquí hasta la fecha que se celebren, en recurrir al libelo, a la hipérbole, a la mentira y a la calumnia contra sus adversarios. Lo harán, hasta derrotarse como un psicópata o un paranoico sin capacidad de reaccionar. Lo malo es que los locos pueden curarse, pero los necios nunca se curan. Así es que lo único que puede hacer el electorado de este país es echarles a patadas en las urnas para que tantos no vuelvan a hacer tanto daño a tantos con el recochineo que supone una mayoría absoluta prostituída por una ambición sin límites.
Jaime Richart es Antropólogo y jurista.
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