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Reseña de la obra de Jean-Luc Mélenchon, "El arenque de Bismarck"

Sobre la UE realmente existente

Fuentes: Rebelión

Reseña de Jean-Luc Mélenchon, El arenque de Bismarck. Vilasar (Barcelona,) El Viejo Topo, 2015

La cuestión de fondo sigue abierta. Los «misterios dolorosos» del pueblo griego prueban hasta qué punto estamos ante un sistema de dominio que nos expropia bienes públicos, riqueza social, derechos y libertades. Estamos ante lo que Lapavitsas y Flassbeck llaman la «triada imposible», es decir, la imposibilidad de esta UE de realizar, a la vez, la reestructuración de la deuda, abandonar las políticas de austeridad y neutralizar el marco institucional definido por los tratados vigentes de la UE.

Manolo Monereo (2015).

La traducción, magnífica, es de Juan Vivanco; el prólogo de Pablo Iglesias y el epílogo (un excelente texto complementario) de Manolo Monereo.

Las coordenadas básicas de este libro de Jean-Luc Mélenchon, con sus propias palabras:

El objetivo y el estilo: «Esto es un panfleto. No es un libro erudito. El tono y el estilo son los propios de la polémica. Me propongo atravesar el fofo blindaje de loas y embelesos con que se arropa la legión de comentaristas hipnotizados por Alemania».

El motivo: «Me he decidido a escribir después de haber visto el trato odioso que está dando la dirigencia alemana al gobierno de Alexis Tsipras y al pueblo [el francés] en cuyo nombre hablo».

La Alemania del siglo XXI: «Arrogante como nunca, Alemania recurre a la brutalidad, el chantaje y el castigo contra quienes no cumplen al dedillo las normas que ha logrado imponer. Una nueva temporada de crueldad acaba de empezar en Europa».

La alerta anunciada: «Un monstruo ha nacido ante nuestros ojos, hijo de la economía desregulada y de un país que se ha entregado a ella, necrosado por el envejecimiento acelerado de su población».

La remodelación del viejo continente: «De modo que Alemania, otra vez, es un peligro. El modelo que impone es, de nuevo, un retroceso para nuestra civilización. El que tenga a la Comisión [europea] como cobertura, a la OTAN como locomotora y a toda la casta adinerada de cada uno de nuestros países como cómplice no le resta un ápice de responsabilidad en este asunto. Cambiar las coordenadas políticas y hacer que Alemania cambie se ha convertido en la misma cosa».

La urgencia de la tarea: «Es preciso hacerlo antes de que sea demasiado tarde. Es decir, antes de quedar totalmente diluidos a la fuerza en el «ordoliberalismo» , el nuevo programa global de la derecha y los socialistas alemanes [SLA: que incomprensiblemente Mélenchon no entrecomilla esta vez, sí en otras cuando habla del socialismo de la segunda mitad del XX]. Es preciso hacerlo antes de que el veneno alemán inocule la violencia que contiene en las naciones y entre ellas».

Sobre el papel de la historia: «La historia no es solo el relato del pasado, sino también el material en rojo con que se forja el presente. En la vida de las naciones las nuevas heridas suelen abrirse sobre las viejas cicatrices. Se prometió que se construiría Europa sin deshacer nuestros países. Ambos se están disolviendo en un guiso nauseabundo cocinado en Alemania. En la misma olla se cuecen la avaricia, un futuro acotado por el envejecimiento, el afán de poder y la peligrosa fe en hacer felices a los demás a pesar suyo».

El modelo y la impostura: «En realidad el «modelo» alemán es una impostura con todos los ingredientes de una deflagración terrible. En su país y en los demás. El revólver en la sien de Chipre y luego en el de Grecia, fríamente amenazada de hundir su sistema bancario, es el terrible comienzo de una nueva temporada cruel en la historia. ¿Desde cuándo el resultado de todas las elecciones tiene que contar con la aprobación alemana?».

El papel de los pueblos mediterráneos: «Creer que nuestros pueblos mediterráneos no tienen arte ni parte y que a partir de ahora su futuro depende de decisiones tomadas por otras instancias es una posición política, no la constatación de un hecho. El poder y la energía que tienen los pueblos politizados cuando se ocupan de su destino permiten imaginar otro futuro».

La gran condición para el cambio transformador: «No hace falta ningún permiso exterior para ponerse en movimiento. Lo que sí hace falta es una confianza en sí mismo, una voluntad y una audacia que no siempre se presenta a tiempo en nuestra historia. Pero siempre acaban llegando».

Hasta aquí Mélenchon

Críticas no muy sustantivas: tal vez alguna nota a pie de página (las hay del traductor) hubiera convenido en alguna ocasión; hay un uso no siempre correcto o adecuado de Alemania y los alemanes (que se matiza en muchas ocasiones) en lugar de las élites alemanas o la dirección política bipartidista germana, y, tal vez, la mirada en torno a Francia, su historia y su papel actual, sean demasiado generosas y acríticas (por no hablar de la tendencia, a veces bien matizada, a reducir a dos, Francia y Alemania, los sistemas y naciones europeos que cuentan en esta historia). Un ejemplo: «Lograr que esto fracase es de interés común para los pueblos de Europa, empezando por los alemanes. Si hay que ponerse de acuerdo, como Miterrand y Kohl, que sea para lograr el bien común y no para deplorar su deterioro». Pero acaso haya que leer esto último como un llamamiento a amplios sectores de su país, de Francia, para que de nuevo suene con fuerza una Marsellesa interpretada por el pueblo rebelde y organizado.

El libro-panfleto de Mélenchon esta estructurado en nueve capítulos más la conclusión («El hilo conductor de nuestros deberes»). Los siguientes: Un antimodelo ecológico, ¿Quién tiene ganas de ser alemán?, Un modelo de maltrato social, Alemania juega de farol, El método de la anexión, Lo militar ya no es tabú, Un club ético cristiano, Europa habla alemán y Los nombres de Alemania.

Pablo Iglesias ha titulado su prólogo: «Necesitamos socialistas como Mélenchon». Tiene razón: los necesitamos con urgencia, aunque no va a ser fácil. En Francia, en el conjunto de la UE y en España por supuesto. También tiene razón PI al afirmar: «En este libro, Jean-Luc se muestra como es él, provocador e irreverente, políticamente incorrecto, para decir verdades como puños y señalar que esta UE se ha construido a medida de los intereses del capital financiero alemán con el concurso colaboracionista de las élites del resto de países». En cambio, cuando escribe que el partido del no se puede «en el que militan nuestras élites (lleven en el bolsillo un carnet azul o un carnet rojo) es nada más y nada menos que el partido que se opone a la democracia y a la necesidad de cambio», hubiera debido añadir quizás que el carnet rojo al que alude es pura apariencia. Que de rojo no tienen ni tuvieron nada o, siendo generosos, muy pero que muy poquito (con las excepciones, respetadas, que están en la mente de todos).

Lo esencial: lean el panfleto de Mélenchon, no se lo pierdan, no les decepcionará (aunque no siempre coincidan con lo que defiende y con cómo lo defiende). Para evitar que, en poco tiempo, se nos atragante el arenque de Bismarck, de Merkel y de las grandes corporaciones con mando en plaza tipo Volswagen, las que mandan realmente en esta pseudodemocracia a la que solemos llamar UE. Si pensamos un momento en corporación estafa-contaminante y en sus alrededores, tomaremos consciencia (más si cabe) del inmenso lodazal en el que estamos inmersos.

PS. Una interesante aproximación del filósofo gramsciano Miguel Candel que viene muy a cuento:

«En efecto, aunque el autor no lo dice, es obvio que los euros redenominados, en el caso, por ejemplo, de España se devaluarían de entrada no menos de un 30-40% respecto al euro, digamos, alemán. Es otra manera de hacer la famosa quita. Por tanto, durante un tiempo habría que consumir «nacional» a tope, lo cual, dicho sea de paso, reactivaría sectores productivos nacionales que la orgía importadora de los últimos años ha reducido al mínimo. Pero hay otro punto muy importante, que el autor sólo menciona «en passant»: el euro que seguiría funcionando en los países fieles a la Unión Monetaria ya no valdría lo mismo, pues dejaría de representar las economías de los países salientes. Eso sin contar los ataques especulativos que sufriría precisamente por esa pérdida de respaldo. Consecuencia: la devaluación inicial de las nuevas monedas nacionales seguramente tendería a corregirse a medio plazo. Y entre tanto los países salientes mejorarían apreciablemente su balanza comercial con el exterior gracias precisamente a la devaluación. En el peor de los casos, la volatilidad financiera europea resultante forzaría una negociación a fondo de la deuda en que Alemania y sus satélites no tendrían más remedio que bajarse los humos.

El dejar de lado el caso de Grecia, como hace el autor, se explica porque su estructura productiva se ha contraído tanto y, sobre todo, se ha permitido que la troika asuma el control de su política económica hasta tal punto que el país ha perdido prácticamente su soberanía y se ha convertido en un protectorado, como han dicho muchísimos analistas de dentro y fuera de Grecia. Y un servidor cree que ése es el destino que espera a otros países de la Europa meridional, como el nuestro, si no se rompe el cepo del euro. Mejor, por supuesto, romperlo entre varios. Pero tal como veo la cosa, creo que el único país que reúne hoy por hoy condiciones políticas para iniciar el proceso de desmontaje del euro es Francia. Los demás sureños seguimos presa del europapanatismo. Y, por supuesto, si Francia rompe, se acabó la Unión Monetaria. Allons, enfants…»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes