Albert Corominas, que actualmente es catedrático emérito de la UPC, inició en la universidad su militancia en formaciones políticas de izquierdas, primero en la AUE y después en el PSUC, al que se incorporó en 1964 y a cuyo comité universitario pertenecía en el momento de constituirse el SDEUB. Ha contribuido a la fundación de […]
Albert Corominas, que actualmente es catedrático emérito de la UPC, inició en la universidad su militancia en formaciones políticas de izquierdas, primero en la AUE y después en el PSUC, al que se incorporó en 1964 y a cuyo comité universitario pertenecía en el momento de constituirse el SDEUB. Ha contribuido a la fundación de numerosas organizaciones e instituciones políticas y culturales y ha publicado artículos en revistas de izquierdas, especialmente sobre política universitaria, en defensa de la universidad pública y contra su mercantilización.
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Dentro de muy poco se cumplen 50 años de la fundación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB). Sé que estuviste en la fundación del sindicato, un encuentro que se transformó, os obligaron a que se transformara posteriormente en un encierro. Para situarnos un poco: los universitarios de aquella época, ¿tenías obligación de afiliaros a algún sindicato del Régimen?
El Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona [1] (SDEUB) se constituyó formalmente el 9 de marzo de 1966, en un acto celebrado en el convento de los capuchinos de Sarriá al que asistieron más de quinientas personas (aproximadamente, 500 estudiantes -que representaban a los y a las 20.000 de lo que se llamaba entonces el distrito universitario- y unas 40 personas más, mayoritariamente profesores e intelectuales [2] invitados al acto).
El hecho ha sido conmemorado en repetidas ocasiones, generalmente en un tono nostálgico muy poco adecuado a su significado político. Y, con el paso del tiempo, seguramente se ha ido difuminando su verdadera naturaleza, en parte porque algunas de las personas que han escrito o hablado sobre él han contribuido, sea por ignorancia o por designio político, a desvirtuarlo. Así, se ha dicho que se trataba de un encierro e incluso de una conspiración (este mismo año 2016 se ha llegado a publicar en un periódico que el acto había consistido en un encierro de intelectuales con motivo de la constitución del SDEUB). Desde luego, no se trataba de una conspiración, sino del resultado de un movimiento democrático con una amplísima participación, de un acto que se había anunciado mediante carteles desde varios días antes en todas las facultades y escuelas (sin decir, por supuesto, cuándo y dónde) [3]. Ni tampoco de un encierro: fue el asedio policial, ya iniciado el acto, la causa de que se prolongara casi dos días.
Incluso hay quien cree, sin tener en cuenta la inversión cronológica que ello supone, que la constitución del SDEUB fue una secuela del Mayo francés del 68, del cual tampoco fue siquiera precuela, puesto que las condiciones del movimiento estudiantil y sus contenidos en Francia, con un régimen de libertades, y en España, bajo una dictadura fascista impuesta militarmente a sangre y fuego, eran completamente distintas.
El SDEUB se forjó en la larga lucha contra el SEU…
¿El SEU?
El Sindicato Español Universitario, fundado en 1933 por Falange española e institucionalizado como organización pretendidamente totalitaria en la Ley de Ordenación Universitaria (LOU) de 1943 para «infundir con sus actividades e instituciones el espíritu de la Falange en los escolares universitarios». Una orden ministerial posterior a la LOU establecía que «todos los alumnos matriculados en las facultades universitarias, por el hecho de serlo, quedan integrados en el SEU». La forma práctica de conseguir esta integración consistía en cobrar, junto con la matrícula, la cuota del SEU.
Claro está que a mediados de los años 60 poca presencia tenía el espíritu de la Falange entre el estudiantado universitario, aunque el SEU seguía siendo una organización importante del régimen, como lo expresa el hecho de que de 1962 a 1964 su Jefe Nacional fuera el incombustible Rodolfo Martín Villa (creo que fue entonces cuando se subió a un coche oficial del que muchos años después alardeaba de no haber descendido). Pero las luchas estudiantiles y los cambios en la composición de las fuerzas que sostenían la dictadura terminaron con el SEU: el 5 de abril de 1965 se publicaba el decreto que establecía y regulaba las Asociaciones Profesionales de Estudiantes (APE), convertía el SEU en «el conjunto de estas asociaciones» y creaba una «comisaría para el SEU» «como órgano de enlace entre las asociaciones de estudiantes y el Movimiento». Poco antes, el 24 de febrero, diversos catedráticos, luego expulsados, se habían unido a una asamblea libre de estudiantes de la Universidad de Madrid y a la manifestación que la siguió, que terminó entre duras cargas y detenciones…
¿Te estás refiriendo a Agustín García Calvo, José Luis López Aranguren y Enrique Tierno Galván?
Sí, los tres que indicas fueron expulsados a perpetuidad y otros dos, temporalmente. El hecho tenía mucha relevancia política porque ponía de manifiesto que el aparato ideológico-cultural del régimen se estaba cuarteando significativamente. José María Valverde, renunció, por solidaridad, a su cátedra de Estética de la Universidad de Barcelona (‘Nulla aesthetica sine ethica, ergo apaga y vámonos’, sentenció) y se exilió.
Estos hechos y las movilizaciones a que dieron lugar en la propia Universidad de Madrid y en muchas otras universidades, incluida la de Barcelona, jugaron un papel decisivo en el tránsito del SEU, tras mostrar este su absoluta incapacidad para llevar a cabo la función que tenía encomendada, a saber, la de controlar, por las buenas o por las malas, a la masa estudiantil.
¿Y cómo funcionaba?
En el marco del SEU se celebraban, en los comienzos de cada curso académico, elecciones de delegados de curso, que se integraban en lo que se denominaba cámara de representantes de cada facultad o escuela, presidida por un delegado del centro que nombraba la dirección del SEU hasta que el movimiento estudiantil impuso que fuera elegido por la cámara. En el curso 1964-65, la táctica persistente de infiltración, mediante elecciones, en los órganos del SEU de cada centro había logrado que la mayoría de demócratas en dichos órganos fuera aplastante.
Perdona, un momento,… ¿y quién ideó esa táctica de la infiltración?, ¿fue espontánea? A mí me recuerda lo que se hizo años después, por parte de las comisiones obreras de los años sesenta, en el sindicato llamado vertical.
Sí, hay un paralelismo con la táctica del movimiento obrero en relación con el sindicalismo vertical. Se trataba de aprovechar los resquicios del sistema, no para integrarse en él, sino para derruirlo. Esta táctica, desde luego, la propugnaba el PCE y en Cataluña, el PSUC y la llevaban a la práctica sus militantes, pero los comunistas y su entorno no eran los únicos que trabajaban en esta línea.
Prosigue, por favor, te he interrumpido antes.
Al empezar el curso 1965-66 se planteó la disyuntiva de participar en las elecciones, oficiales, de las APE o bien de celebrar elecciones libres, como así se hizo, con gran éxito de participación, por lo que, de hecho, existía en Barcelona una organización estudiantil representativa y democrática al margen de cualquier regulación franquista.
¿Y esa organización estudiantil representativa es la que daría pie, meses después, a la formación del SDEUB?
Sí, faltaba dar el paso de constituir formalmente una organización nueva, con normas y principios propios, para materializar la ruptura con el sindicato y las asociaciones del régimen.
Hablabas antes de los 20.000 estudiantes que formabais parte del distrito universitario de Barcelona. ¿Qué orígenes sociales tenían esos estudiantes? ¿Era entonces muy difícil acceder a la Universidad? ¿Por el precio de las matrículas?
Tradicionalmente, el estudiantado universitario pertenecía casi exclusivamente a las clases, digámoslo así, acomodadas, incluyendo hijos (e hijas, claro, pero en menor proporción) de profesionales. Pero aquellos años habían empezado a incorporarse miembros de familias de la pequeña burguesía, como consecuencia de los cambios que estaba experimentando el país, que implicaban un aumento de las necesidades de personal con formación superior. Los precios de las matrículas no eran insignificantes; aunque su equivalente actual, teniendo en cuenta la evolución de los precios, es mucho menor que los precios ahora vigentes, también ha de tenerse en cuenta que las rentas familiares eran entonces mucho menores y la comparación resulta algo aventurada, a falta de estudios al respecto. Pero no eran, en mi opinión, el mayor obstáculo. Yo creo que era mucho más relevante el coste de oportunidad de dedicarse al estudio y no obtener rentas por trabajo. Además, al haber sido siempre tan restringido el acceso a la universidad, en muchos casos, simplemente, estudiar en ella no formaba parte del proyecto vital de una gran mayoría de jóvenes.
Retomo el hilo anterior, el de la formación del sindicato. En tu caso, ¿qué facultad representabas? ¿Cuántas personas estabais convocadas?
Yo fui el delegado de lo que entonces se llamaba Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, hasta ser expulsado del distrito, por medio de un expediente del rector falangista García Valdecasas, y sucedido en la delegación por Joaquim Boix. Los delegados de centro anteriores a los que lo eran en el momento en que se constituyó el SDEUB (que formaban la Junta de Delegados) integrábamos un órgano que se denominó secretaría técnica, el cual colaboraba con la Junta de Delegados en las tareas que esta le encomendaba y, en particular, en la preparación de la asamblea constituyente del SDEUB. Yo asistí al acto como miembro de dicha secretaría técnica.
¿Recuerdas otros compañeros tuyos en esa secretaría técnica? Por lo que cuentas, estabais muy bien organizados.
Sí, claro que los recuerdo, cómo no. Y con algunos seguimos manteniendo relaciones de amistad.
Ciertamente, estábamos muy bien organizados y gracias a ello la asamblea constituyente estuvo muy bien organizada. Basta pensar en la dificultad de burlar a la policía y conseguir que más de quinientas personas se reunieran ilegalmente en un convento, en Barcelona y en 1966. Y también, claro está, en el contenido y el desarrollo del propio acto y de las actividades durante el cerco policial.
La secretaría técnica fue una buena idea porque permitía aprovechar la experiencia de los estudiantes que la formaban los cuales, además, al no estar ya en lo que podríamos llamar primera línea, tenían tiempo y posibilidades de ocuparse de cuestiones que la Junta de Delegados no podía asumir. Y el hecho de que Junta y secretaría tuvieran objetivos comunes facilitó la plena sintonía entre una y otra.
Me parece que algunas organizaciones políticas que se consideran de izquierdas no son conscientes de que sin una organización sólida y persistente y una actuación planificada y rigurosa difícilmente se puede alcanzar objetivos relevantes.
En cuanto a la personas convocadas…
Eran básicamente las que asistieron al acto. Algunas no pudieron o no quisieron estar presentes por motivos diversos, pero en todo caso fueron muy pocas. La decisión de constituir el SDEUB tenía un gran consenso entre el estudiantado y, por otra parte, la mayoría de profesores e intelectuales a los que se invitó respondieron positivamente (no obstante, habían fracasado las gestiones con algunos catedráticos que habían mostrado alguna sintonía con el movimiento estudiantil).
Por lo demás, ¿un sindicato democrático en el marco de una dictadura fascista? ¿No estabais soñando? ¿Pretendíais realmente formar un sindicato o era un truco?
El uso del término «sindicato» sólo se explica si se tiene en cuenta la trayectoria que nos había conducido hasta allí. «La razón principal para utilizar el término ‘sindicato’ cuando creamos el SDEUB era la oposición y el contraste con el ‘sindicato’ realmente existente, el del régimen franquista: frente a este sindicato, de origen fascista, antidemocrático, queríamos una organización libre y democrática, propia de los estudiantes.» [4] De todos modos, el SEU tampoco era un sindicato.
Queríamos, pues, formar una organización democrática y autónoma del estudiantado de la Universidad de Barcelona, para ayudar a resolver sus problemas y para trabajar colectivamente por una universidad mejor, porque la que teníamos nos parecía lamentable, pese a que en general disponíamos de pocos elementos de comparación con las de otros países [5]. Como quiera que reivindicación de una universidad mejor era inseparable de la de las libertades, la pretensión de constituir una organización como el SDEUB, en el contexto de la dictadura franquista, tenía unas implicaciones políticas rupturistas.
El régimen y el SDEUB eran, desde luego, incompatibles…
¿Por qué incompatibles?
Las personas que tuvimos una participación más activa en la constitución del SDEUB podíamos tener apreciaciones distintas sobre cuánto tiempo podía durar aquello en el marco del franquismo, pero no me consta que nadie pensara que el SDEUB podía ser legalizado. Teníamos la esperanza de que el propio franquismo no duraría mucho más y pensábamos que el empuje del movimiento estudiantil contribuiría a acelerar su caída (los comunistas del PSUC, en particular, solíamos pecar por exceso de optimismo en las previsiones sobre el momento y la forma en que terminaría la dictadura). Ciertamente, «esperábamos cosas mejores» [6], como escribió Paco Fernández Buey, pero al franquismo aún le quedaba mucha cuerda.
Soñábamos con optimismo con el fin del franquismo, pero no éramos unos soñadores. Estábamos en una fase de cambios importantes en España: económicos, políticos y sociales. El colapso del modelo autárquico de la economía de postguerra dio paso, en 1959, a un plan de estabilización durísimo, que derivó entre otras cosas, en fuertes migraciones interiores y exteriores. En 1962 la huelga minera de Asturias marcó un punto de inflexión en el movimiento obrero, dio un fuerte impulso a las Comisiones Obreras y causó un gran impacto en los medios universitarios y en toda la sociedad española. El mismo año tuvo lugar en Munich lo que avispados propagandistas del régimen dieron en llamar contubernio. El movimiento estudiantil iba ganando consistencia en muchas universidades españolas. El año en que se constituyó el SDEUB se registraron ciento cincuenta huelgas obreras (dieciséis en Barcelona), entre las cuales la de Laminaciones de Bandas en Frío, que duró medio año, desde finales de 1966 hasta mayo de 1967. El mismo año 1966, 25.000 firmas obreras respaldaban un manifiesto en que se reclamaba libertad sindical, estabilidad en el empleo y un salario digno; la manifestación de apoyo al documento, en Madrid, acabó con unas doscientas detenciones, entre las cuales la de un tal Marcelino Camacho.
El que luego sería secretario general de Comisiones Obreras, incluso diputado si no recuerdo mal.
Efectivamente, fue elegido secretario general de Comisiones Obreras en 1976 y diputado del PCE por Madrid en 1977 y 1979.
En 1964 había entrado en vigor el I Plan de Desarrollo. Se estaba pasando de un país eminentemente rural a un país industrializado. El cambio económico y social tenía lugar en paralelo con un reajuste interno del régimen, en que los llamados tecnócratas, opusdeístas, ganaban terreno en favor de los obsoletos falangistas. La Iglesia, que apoyó sin fisuras ni vergüenza al régimen ya desde antes de la propia rebelión militar que lo originó, empezaba a diversificar sus apuestas.
Todo ello tenía grandes repercusiones en la universidad. En Cataluña, el número de estudiantes del distrito pasó aproximadamente de 5.000 en 1940 a 11.500 en 1961 y a 23.000 en 1968. Es decir, tardó veinte años en duplicarse en la inmediata postguerra y sólo siete entre 1961 y 1968. Unos años en que se crea la zona universitaria de Pedralbes, que acoge una parte cada vez más mayoritaria de la población estudiantil. Las implicaciones de este proceso son muy importantes. Por supuesto, la clase obrera sigue sin tener presencia apreciable en la universidad, pero se incorporan a ella jóvenes de familias republicanas antifranquistas que sólo habían tenido acceso a la universidad en casos muy excepcionales. Los vástagos de los vencedores de la guerra dejan de ser mayoría en la universidad. El colectivo estudiantil lo forman jóvenes nacidos en los años cuarenta que no han interiorizado el miedo que la acción represiva del franquismo consiguió imponer en la inmediata postguerra, que no soportan la falta de libertades, la miseria intelectual del franquismo ni la injusticia y la explotación de las clases trabajadoras, una y otra consubstanciales con el régimen. La universidad es un marco en el que discutir, entrar en contacto, organizarse es más fácil que en otros ámbitos y, además, los universitarios son conscientes de que, aunque la represión les puede alcanzar, no llegará a ser tan virulenta como la que los esbirros del régimen infligen a los activistas obreros.
Total, un largo exordio para decir que dentro y fuera de la universidad parecía haber, creo que había, condiciones para pensar que la lucha podía contribuir a acelerar el fin del régimen. En todo caso, la conocida alternativa de sentarse en la puerta de casa para ver pasar el cadáver del enemigo nos parecía dudosamente efectiva y ciertamente indigna. En Barcelona, se trataba de escoger entre dar un paso adelante, constituir el SDEUB, o dos atrás, sustituir el marco del SEU por el de las APE. Esto último ni se nos ocurrió ni creo que hubiéramos podido sobrevivir políticamente en caso de proponerlo.
No sé si ha sido un largo exordio pero en todo caso ha sido muy, muy interesante. ¿El PSUC era el partido mayoritario entre los delegados?
No, por supuesto. El PSUC gozaba entonces de una fuerte e indiscutible hegemonía en el movimiento estudiantil barcelonés. Baste decir que de los dirigentes estudiantiles que aparecen en las clásicas fotografías de la presidencia de la asamblea constituyente, cinco eran militantes del PSUC y otro se afilió poco después. El PSUC orientaba e impulsaba el movimiento, pero su hegemonía se derivaba de la persistencia y del acierto de su línea política y no del número de sus militantes, que llegó a ser de unos cien en aquellos años. La mayor parte de la organización se encontraba en el convento en el momento en que se produjo el cerco policial, pero no podía ser mayoritaria en una reunión de más de quinientas personas.
Un pequeño descanso. Te pregunto ahora por el lugar donde os reunisteis.
Cuando quieras.
Notas
[1] Entonces en Cataluña no había otra.
[2] Se hace referencia aquí como intelectuales a profesionales del mundo de la cultura y que en aquel momento no eran profesores universitarios.
[3] «Sobre dicha reunión, pero sin especificar lugar ni momento, se había hecho una intensa propaganda, días antes, en los Centros Universitarios de Barcelona», decía una nota del Gobierno Civil, de 12 de marzo de 1966.
[4] Francisco Fernández Buey, «Memoria personal de la fundación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (1965-1966)» en Por una universidad democrática, El Viejo Topo, 2009.
[5] Josep Fontana cuenta en el prólogo a El atroz desmoche (J. Claret, 2006, Crítica) que en una carta que le envió en 1974 Ramón Carande este decía que «la universidad o lo que sea esta ficción (entre nosotros), se está pudriendo en nuestro oscuro medio ambiente» y lamentaba «la degradación y el envilecimiento» a que había llegado.
[6] Francisco Fernández Buey, «Recuerdo personal», El País, 6 de marzo de 1996.
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