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Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre "El Frente Popular. Victoria y derrota de la democracia en España" (III)

«Desde el día siguiente de la proclamación de la República hubo una propuesta conspirativa para derribarla. Calvo Sotelo era la figura política principal»

Fuentes: Rebelión

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. […]

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. La Guerra civil a Catalunya, 1936-1937 (2012) y Territori capital. La Guerra civil a Catalunya, 1937-1939 (2015).

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Estamos en el segundo capítulo del libro. «La República reformadora» es su título. ¿Por qué reformadora? ¿Qué tipo de reformas impulsó esta república de los trabajadores de todas las clases?

Reformadora porque no se trató sólo de un cambio de régimen, de la monarquía a la república, sino de una transformación en clave democratizadora del sistema político y de un conjunto de propuestas sociales, que no tenían un sentido «benéfico» – de beneficiencia estatal – sino que, en buena parte, querían ser representativa de los sectores populares, que políticamente se organizaban y expresaban por medio de una parte del republicanismo y por el PSOE y la UGT.

¿Qué condiciones se dieron para que triunfase la república en España de abril de 1931? ¿La fuerza de las fuerzas de izquierdas y republicanas o más bien errores borbónicos?

En primer término se trató del agotamiento de la monarquía liberal, agravado por los errores de comportamiento político e institucional de Alfonso XIII, pero sobre todo por su complicidad con la Dictadura de Primo de Rivera y por la incapacidad de los últimos defensores del régimen, empezando por Francesc Cambó, por encontrar la vía de salvación y continuidad. Dicho eso, el movimiento republicano y las organizaciones obreras tenían que tener la fuerza suficiente, y la unidad mínima, para poder ocupar el vacío generado por el hundimiento del régimen. Entendiendo que ese hundimiento fue un proceso, que incluyó el fracaso de la Dictadura y del intento de retorno a un sistema parlamentarista no democrático, y culminó en el fiasco de las elecciones municipales del 12 de abril.

Afirmas que la figura más emblemática de la República fue Manuel Azaña. ¿Por qué? ¿Emblemática en qué sentido?

En la primera etapa porque junto con Largo Caballero constituyen las dos puntas de avance del reformismo; Largo Caballero representa a la mayoría del socialismo y Azaña se va imponiendo como líder en ascenso del mundo republicano, en sustitución de Lerroux. Su firme posición de defensa de la coalición con los socialistas, que los radicales, invitados por todas las derechas, querían romper convirtió a Azaña en la personalidad clave del bienio. Por ello, las derechas empezaron a focalizar en él todo su antagonismo a la república reformadora. Entre 1934 y 1935, porque el gobierno de la derechas con su persecución personal contra Azaña, al que sometió a proceso por los sucesos de octubre de 1934, sin ninguna razón, subrayó todavía más esa asociación icónica entre la República democrática y Azaña. Y entre el verano de 1935 y el de 1936, porque, aun cuando no fuera su deseo inicial, supo ver el salto político que había que dar para defender la democracia e hizo posible y encabezó el Frente Popular. Y sus mítines reactivaron, sin ninguna duda, la movilización contra las derechas y su intento de sustitución de la democracia política por el autoritarismo; el PCE vio ambas cosas y acabó llamando a participar en sus mítines y lo celebró como llave indiscutible del acuerdo frentepopulista.

¿Qué papel jugó el sindicalismo, la CNT más en concreto, en el advenimiento de la República?

Ninguno, en sentido directo. De manera indirecta, como factor de contexto, su reorganización en 1930 contribuyó a dar sustento de masas a la agitación contra la monarquía. Sin embargo, y aunque envió una delegación de observadores al encuentro de San Sebastián de 1930, no quiso involucrarse en un proceso político, del que fue apartándose. Luego, proclamada la República, en el seno de la CNT se impuso la tendencia que preconizaba luchar contra el nuevo régimen; incluso mediante diversos movimientos insurreccionales, que nunca llegaron a tener un carácter general, ni llegaron a poner en jaque a la República, pero sin duda si produjeron importantes conflictos sociales. Para finales de 1933 algunos de los preconizadores de esa tendencia, como García Oliver, empezaron a revisar su insurreccionalismo, todavía sin renunciar a él. Luego, a comienzos de 1936 se impuso una cierta autocrítica que llevó a la CNT a no boicotear las elecciones generales, como había hecho con las de 1933.

¿Se puede afirmar, como a veces se ha hecho, que las fuerzas de la reacción estuvieron en pie de combate no pacífico en muchos casos, desde el primer momento? ¿Por qué la derecha española nunca ha sido republicana como, en cambio, lo es en otros países?

Desde el día siguiente a la proclamación de la República hubo una propuesta conspirativa para derribarla, que tenía a Calvo Sotelo como figura política principal. La derecha antirrepublicana aprovechó los costes corporativos de la reforma militar de Azaña y las disidencias entre la coalición del 14 de abril, para consolidar su opción conspirativa, entre sectores militares y la derecha republicana. En 1932 produjeron un primer intento de golpe encabezado por Sanjurjo, con conocidas complicidades personales de Lerroux. El golpe fracasó y al propio tiempo, la victoria electoral de las derechas en las elecciones de finales de 1933 les abrió la expectativa de la rectificación autoritaria del sistema desde las propias instituciones de gobierno, como se estaba produciendo en Alemania y Austria. Así que aparcaron la vía del golpismo militar; aunque no del todo, presionando con ella en diversos momentos para que el gobierno radical-cedista cumpliera esos objetivos autoritarios. Cuando ese gobierno cayó, y las derechas, contra todos los pronósticos, perdieron las elecciones de febrero de 1936, la misma noche del 16 de febrero el general Franco instó al gobierno en funciones a desconocer el resultado electoral e impedir la formación del gobierno por parte del Frente Popular, ganador sin discusión de aquellas elecciones. Desde ese momento ya no se abandonó el camino de la conspiración militar y civil.

¿No fue imprudente la II República con la Iglesia católica sabiendo, como sabían, de su gran poder? ¿Por y para qué enfrentarse a un adversario tan potente a pecho descubierto? Tú afirmas, en todo caso, que es falso que la Constitución de 1931 dejó fuera del nuevo régimen a los católicos. Pero algunos intereses eclesiásticos y romanos sí que quedaron alterados…

Quedaron alterados porque estaban acostumbrados a ejercer una posición de privilegio, a la que no querían renunciar; al control social e ideológico de la población. La República, el gobierno Azaña, no se enfrentó a pecho descubierto; incluso propuso medidas transaccionales, que la jerarquía eclesiástica nunca aceptó. Y es cierto que la Constitución de 1931 no dejó fuera a los católicos, lo que hizo fue reconocerlos como una confesión religiosa más, como una opción de creencia, de pensamiento, pero ya no la única. Entiendo que se ha tergiversado tanto el tema que la explicación necesita tiempo; por ello remito a lo que he escrito en el libro, más detallado y matizado de lo que puedo decir aquí.

¿Cómo podemos explicar el éxito, aunque fuera provisional, de un político como Lerroux?

Lerroux era un político popular, de oratoria inflamada y carisma, cuya contribución fue fundamental para la recuperación del republicanismo entre las clases populares en los años diez y sucesivos del siglo XX. No obstante, era un político oportunista, voluble y débil ante el halago y la corrupción. Su liderazgo fue declinando a finales de los años veinte y cuando se proclamó la república ya no era el líder indiscutible del republicanismo popular; su heterogéneo partido se empezaba a fragmentar, generalmente desde disidencias izquierdistas. Lerroux escoró definitivamente a la derecha y se convirtió en la primera mitad de los treinta en la gran opción republicana, y reaccionaria, de esa derecha.

¿Por qué se habla de lerrouxismo como una forma política contraria al catalanismo e incluso a Catalunya?

Eso corresponde a una etapa anterior de esta historia, cuando Lerroux irrumpió en Cataluña, haciendo campaña contra Solidaritat Catalana y las reivindicaciones autonómicas. La campaña del dirigente radical produjo un importante impacto entre las clases trabajadoras, lo que constituyó el mayor reto interior al movimiento de la Solidaridad Catalana. Desde entonces se adjetivo lerrouxismo a cualquier propuesta dirigida a las clases trabajadoras que fuera contraria al catalanismo, o al autonomismo simplemente; por extensión y forzando ideológicamente la adjetivación, desde sectores nacionalistas se estigmatizó como lerrouxismo toda consideración de prioridad de la identidad social sobre la identidad nacional.

¿Jugó algún papel destacable el PCE en los primeros años republicanos, antes del estallido de la guerra civil?

Hasta 1934, muy poco; casi insignificante. Sin embargo, a partir del cambio de política de 1934 empezó a crecer, en influencia y en militancia. Y lo hizo antes de que estallara la guerra civil, no como consecuencia de ésta – como habitualmente se afirma – sino del éxito de su propuesta de Frente Popular. El cambio de tendencia de su influencia en el movimiento obrero y en la política española se produjo en 1935; la guerra civil lo consolidó y aceleró.

Afirmas que, en general, las movilizaciones obreras no comportaron una amenaza política directa sobre el gobierno. ¿Nunca? ¿Y Asturias por ejemplo en 1934? ¿Y el llamado insurreccionalismo permanente o casi permanente de CNT y FAI?

Cuando escribo eso estoy refiriéndome al período de 1931-1933 y a los levantamientos anarquistas, que fueron siempre muy dispersos y minoritarios, en el conjunto del país. El de comienzos de 1932 en la comarca minera del Alt Llobregat; el de finales de aquel mismo año, cuyo episodio más notorio fue el de Casas Viejas, con gran eco político por el uso oportunista contra Azaña que hizo la derecha, mediante mentiras; y el de diciembre de 1933, en realidad un intento fracasado de desencadenar un movimiento general ante la victoria electoral de las derechas, que solo tuvo alguna repercusión en Aragón, y contra el que incluso se manifestó García Oliver. El de Asturias de octubre de 1934 corresponde a otra etapa; y de todas maneras tampoco era un movimiento que tuviera ninguna opción de imponerse.

Pero fue duramente reprimido, salvajemente reprimido…

Si, empleando una fuerza desproporcionada, incesaría para poner fin al levantamiento; en términos de venganza y escarmiento. La desproporción de la represión militar, estuvo acompañada, y en este caso no solo en Asturias sino en toda España, por una represión social ejercida tanto por el gobierno como por la patronal. Al final, la consecuencia política principal del levantamiento fue su represión, que originó el movimiento a favor de la amnistía que cimentó la formación del frente popular.

¿Por qué la cuestión campesina tuvo tanta importancia, no sólo en los primeros años republicanos sino durante la guerra? ¿Supo incidir la izquierda, las izquierdas, las organizaciones de jornaleros en este ámbito?

La mayoría de la población vivía todavía en un ámbito agrario, en el que las reformas liberales de la propiedad del siglo XIX habían acumulado un grave conflicto social, sin, por otra parte, haber dado paso a una economía capitalista desarrollada. En términos de explotación los niveles tecnológicos eran muy bajos, dando lugar a una sobreexplotación crónica del factor trabajo, a todos los niveles. En el libro explico con mayor detalle esa situación, que requiere una explicación más amplia de la que puede caber en una entrevista. En cuanto a la respuesta de la izquierda obrera, la socialista y la anarquista estuvo demasiado focalizada en la defensa del jornalero, que la necesitaba; pero se olvidaron del pequeño propietario, de los arrendatarios, foreros, rabassaires,… Fueron los republicanos de izquierda y el PCE los que, en general, asumieron la defensa de ese sector que, desasistido de las organizaciones obreras mayoritarias fueron un campo de penetración de la reacción antirrepublicana y el fascismo.

¿El voto femenino, como se ha dicho, fue decisivo en la victoria de las fuerzas de la reacción en 1933?

No, en absoluto. Eso es un mito, erróneo; el estudio de Roberto Villar sobre las elecciones de 1933 es conclusivo.

¿Conclusivo de qué?

Conclusivo desde el punto de vista fáctico. Villar mostró con los datos electorales que el voto femenino no fue globalmente determinante.

Hablando de elecciones, ¿quiénes ganaron realmente las elecciones de 1933? ¿La derrota de la izquierda fue tan abultada como se ha dicho?

Las ganaron las derechas, en sufragios emitidos; aunque no por la distancia que pudiera parecer por el reparto de escaños. La ley electoral republicana primaba a las mayorías, como era frecuente en toda Europa. Era mayor la derrota política que había significado la quiebra de la alianza republicano-socialista y la crisis del campo republicano por el escoramiento del Partido Radical

Mirado con la mayor objetivad posible, ¿era la CEDA ya entonces, en 1933, un partido de derecha extrema?

Desde la perspectiva de la defensa de un sistema democrático, rotundamente sí. El objetivo de la CEDA era, cuando menos, la involución autoritaria de ese sistema. No era que persiguiera una política más conservadora, que rechazara el reformismo, sino que rechazaba la democracia misma, y así lo manifestaron por fas y por nefas. Por tanto no derecha sin más, extrema derecha de masas.

En general, ¿no puede afirmase que las fuerzas republicanas no estaban demasiado divididas? ¿Por qué esta división tan aguda?

Estaban divididas, que lo fueran demasiado o no puede ser un juicio de valor. En la Francia de la Tercera República el campo republicano estaba también muy fragmentado. El problema creo que era más que la división, que el republicanismo español estaba en una etapa de reformulación cuando se proclamó la República y que el período constituyente de ésta se solapó asimismo con la recomposición, con una nueva constitución del republicanismo. Una reformulación en la que entraba un neo-republicanismo que procedía de un sector monárquico despechado con Alfonso XIII y la dinastía; y en la que la organización inicialmente mayoritaria, el Partido Radical, estaba en plena deriva política.

¿Cuál fue el papel de la Falange en estos años? ¿Eran una fuerza muy marginal?

Absolutamente. Esa manifestación del fascismo español era chillona pero irrelevante. La opción del fascismo vencedor, del fascismo de masas en España la representaban la CEDA y Renovación Española; pero para sus intereses generales estaban tan divididas o más que el republicanismo. Falange empezó a crecer después de la derrota electoral de la CEDA en febrero de 1936, a expensas de las juventudes de dicho partido, muchos de cuyos militantes se pasaron al falangismo; y a caballo de su función protogolpista en el desarrollo de una estrategia de la tensión a lo largo de la primavera

La última: ¿existe alguna línea de continuidad entre esta II República y la primera del siglo XIX?

Sobre todo en el objetivo de constituir un sistema político republicano y democrático. Que no es poco. Pero hacer un estudio comparativo sería largo (no se si vale la pena incluir esta pregunta)

 

Una duda, la última, esta vez sí: ¿se habló en algún momento, y por parte de quienes, de conquistar una República estrictamente catalana?

Francesc Maciá proclamó la República Catalana a la espera de la constitución inmediata de la República federal española en la que la catalana quedaría integrada. Fue una proclama de anticipación, no de separación; por eso se negoció inmediatamente el cambio de nombre, por el de Generalitat, y sobre todo la vía de un proceso constitucional conjunto para resolver la forma de organización territorial del estado.

Companys proclamó el 6 de octubre más o menos lo mismo. No hubo ni en uno ni en otro voluntad de separación. El independentismo, eso que llamas «una república estrictamente catalana», era políticamente marginal, aunque fue creciendo entre las juventudes del republicanismo catalanista. Independentistas explícitos eran Daniel Cardona y su Nosaltres Sols, Jaume Compte y el Partit Català Proletari, y de una manera más equívoca Dencás, que fue radicalizando su posición junto con las juventudes de Esquerra. Maurín y el Bloc Obrer i Camperol fluctuaron extraordinariamente sobre la cuestión, empezando por defender la ruptura de España para reconstruirla sobre base confederal, a votar el estatuto de 1932 y tener una posición ambigua de defensa de una república catalana más en línea con Macia y Companys que con Cardona. Luego, cuando se constituyó el POUM, partido español, la cuestión catalana pasó a un segundo término; señal del instrumentalismo con que la consideraba Maurín.

Pasamos al siguiente capítulo, al tercero.

De acuerdo.