Partimos de la base de que la libertad de expresión ampara a todas las personas, aunque sea para mostrarse tan ofensivo como el académico y escritor catalán Félix de Azúa se muestra en la reciente entrevista guiada por Luis Calvo y publicada en la revista Tiempo. El problema es que esta respuesta que vamos a […]
Partimos de la base de que la libertad de expresión ampara a todas las personas, aunque sea para mostrarse tan ofensivo como el académico y escritor catalán Félix de Azúa se muestra en la reciente entrevista guiada por Luis Calvo y publicada en la revista Tiempo. El problema es que esta respuesta que vamos a proporcionarle no será nunca publicada en los medios de comunicación mayoritarios del sistema, que únicamente sirven a las clases dominantes, y por tanto, las posibilidades de difusión de la misma serán menores. La libertad de expresión, o si se quiere, el altavoz mediático puesto a disposición para ella, no es el mismo para todas las personas. Pero aún así y todo, vamos a responderle a este machista y arrogante personaje, sobre algunas cuestiones que manifiesta en la citada entrevista. Ocupando un sillón de la Real Academia Española, debiera demostrar, al menos, bastante más madurez intelectual de la que demuestra. Comenzaremos no obstante por las cuestiones en las que estamos de acuerdo con el señor de Azúa, como por ejemplo, que se han suprimido de los currículos escolares las asignaturas que enseñan a pensar, que el fútbol es uno de los cánceres de nuestra sociedad, o que el franquismo social pervive aún en muy alto grado en nuestro país.
Comienza vertiendo barbaridades como que «Los Gobiernos de las sociedades democráticas no tienen por qué intervenir en la cultura«, para a continuación contradecirse flagrantemente al decir que esto se hace porque se prefiere una sociedad analfabeta. Precisamente por ello, señor de Azúa, los Gobiernos han de tener la responsabilidad de hacer llegar la cultura, toda la cultura posible, a sus conciudadanos, para no crear gente inculta e ignorante, capaz de ser fácilmente manipulada. Más o menos como el señor Azúa, que enseguida comienza a descalificar: «Fíjese lo que ha salido de la Facultad de Políticas de la Complutense…Es lo más ignorante del país, pero consiguen llevar a la gente gregaria, como corderitos«. Quizá el señor Azúa ignora que la Facultad que refiere es una de las más prestigiosas del país, donde trabajan eminentes filósofos como Carlos Fernández Liria, al que seguramente el señor Azúa no llegará ni a la altura del betún. Y quizá al señor Azúa le parezcan corderitos la gente que vota a PODEMOS, pero no tilda de corderitos a los votantes del resto de fuerzas políticas, sobre todo del bipartidismo, que llevan haciéndolo durante más de 30 años.
Continúa a la carga: «Desde mi edad yo siempre aconsejo que no se haga caso a ningún partido político o institución, nada que sea colectivo ni nada que sea gregario. Cultívate tú mismo, pero sin hacer caso de nadie«. Parece que se trata de la versión intelectual del neoliberalismo, que reniega de lo público, de lo colectivo y de lo común, y aboga por el individualismo, el egoísmo, la competencia y el «sálvese quien pueda». Un poco más tarde ya comienza a confesarse: «Veo algo de decencia en CIUDADANOS«. Vaya, parece que por fin se le comienza a ver un poco el plumero (de hecho, pertenece al núcleo fundacional del partido de Albert Rivera, aunque no desempeñe ningún cargo dentro del mismo). Pero mirad por dónde, su balanza se inclina por la fuerza política más demagógica de todas, precisamente aquélla que ha venido a «regenerar» el panorama político, pero que en realidad no es otra cosa que una herramienta al servicio de las clases dominantes para continuar con las mismas políticas del bipartidismo. Su discurso no obstante es desolador, pide que los más preparados huyan de la política, y asegura que «En los partidos, o te corrompen o te destruyen (…). Es la podredumbre absoluta. Hay que apartar las manos para no mancharse«. Claro, el señor Azúa se suma al discurso catastrofista generalizado, que aboga por el «Todos son iguales», y seguro que de ahí pasa a «La corrupción está en todos sitios», y un largo etcétera, pero qué curioso, el único partido que se lleva sus críticas más feroces es el de Pablo Iglesias.
Sus palabras para con la formación morada son tremendas: «Han aceptado dinero de los gorilas venezolanos y de los verdugos iraníes. Yo no entiendo cómo alguien les sigue haciendo caso«. Sólo para contestar a estas afirmaciones del señor Azúa necesitaríamos otro artículo separado, pero intentaremos contestarle rápidamente con otras varias preguntas: ¿sabe el señor Azúa que las querellas y denuncias sobre lo que acusa a PODEMOS han sido archivadas por los jueces? ¿sabe el señor Azúa que los «gorilas» venezolanos, como despectivamente les tilda, han ganado las elecciones durante muchos años? ¿critica el señor Azúa a PODEMOS sin pruebas por aceptar dinero de los iraníes, pero no critica a la Monarquía española que se reúne cariñosamente con los monarcas sauditas, sangrientos y tiránicos responsables de las mayores masacres de Oriente? Qué facil es, cuando no se tienen argumentos para rebatir un ideario político, entrar como una apisonadora, salirse por los cerros de Úbeda, y decir que en Irán «cuelgan a los homosexuales de grúas y lapidan a las adúlteras«, cuando no han criticado en su vida a ningún país oriental por no respetar los derechos humanos, incluso han aplaudido cuando nuestra indecente Monarquía se reunía con ellos. La conclusión está clara: el señor Azúa es, sin paños calientes, otro Eduardo Inda, es decir, otro agresivo paladín vocero papagayo de la clase dominante, sin escrúpulos, al que no le importa mentir, difamar y calumniar con tal de desgastar a sus enemigos.
Pero no quedan aquí las descalificaciones del señor Azúa, que no deja títere con cabeza. Sobre la formación de un posible Gobierno, es bastante pesimista: «O es algo disparatado, con independentistas y abertzales, que habría que marcharse de España, o Rajoy y Sánchez se suicidan y pactan«. Y sentencia: «La ideología no debería tener peso ahora mismo sino la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos«. Podría comenzar el señor Azúa en aplicarse el parche, que durante toda la entrevista se dedica a intentar liquidar a PODEMOS y a sus líderes, a no ser que piense que la formación de Pablo Iglesias es la única que no busca la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. El señor Azúa reproduce los mismos esquemas mentales y actitudinales que reprocha a los políticos, entrando continuamente en contradicciones entre lo que dice en un momento determinado y lo que dice en el momento siguiente. Pero quizá las declaraciones más grotescas, y por tanto las que han tenido mayor repercusión mediática, han sido las machistas dedicatorias que le ha regalado a la Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hasta tal punto que existe una petición en Change.org para que la RAE exija la dimisión a este señor. Las declaraciones en cuestión son las siguientes: «Una ciudad civilizada y europea como Barcelona tiene como alcaldesa a Colau, una cosa de risa. Una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado. No tiene ni idea de cómo se lleva una ciudad ni le importa. Lo único que le importa es cambiar los nombres de las calles«.
De nuevo, intolerables declaraciones provenientes de todo un académico, que se descalifican por sí mismas, y que demuestran la talla moral del personaje. El señor Azúa debería saber que precisamente Ada Colau está contribuyendo (con el resto de las ciudades del cambio) a que precisamente Barcelona sea una ciudad más civilizada, porque está presionando al Gobierno para que su Administración (local) pueda encargarse de la recepción de los refugiados, esos mismos que están llamando a las puertas de Europa, y resulta que Europa se las cierra todas, incluido nuestro indecente Gobierno del PP. Y de nuevo se contradice, porque si como el señor Azúa dice el franquismo aún pervive en nuestra sociedad, debería estar muy agradecido al Ayuntamiento de Ada Colau por dedicarse a cambiar los nombres de las calles, que hacen homenajes y menciones honoríficas a personajes franquistas. Lo que sí tengo claro es que, incluso como vendedora de pescado, la señora Colau lo haría mejor que el señor Azúa. Y remata Azúa de la misma forma como empezó: «La ideología es para los tontos«. Claro, debe ser por eso que él también tiene la suya. En definitiva, de Azúa se muestra como uno de esos intelectuales de pacotilla, que no pueden siquiera disimular su fanática adscripción al pensamiento dominante, y que resulta un claro exponente de la mediocre clase intelectual que poseemos. Y es que ya se sabe: se puede ser un burro en pie, aunque se sea científico, artista, escritor o académico.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.