Mauritania es un país con una extensión de dos veces España y cuya superficie es 80% desierto. Cuenta con una población joven y en crecimiento: hoy los mauritanos son algo menos de 5 millones, pocos comparando con sus vecinos sahelianos de Mali o Níger que superan los 17 millones cada uno, o Argelia que cuenta […]
Mauritania es un país con una extensión de dos veces España y cuya superficie es 80% desierto. Cuenta con una población joven y en crecimiento: hoy los mauritanos son algo menos de 5 millones, pocos comparando con sus vecinos sahelianos de Mali o Níger que superan los 17 millones cada uno, o Argelia que cuenta con más de 40 millones de habitantes.
Mauritania es un país desigualmente poblado, así como de desigualdades vive su pueblo. En pleno siglo XXI la esclavitud sigue presente, las políticas sociales brillan por su ausencia y los achaques del cambio climático azotan esta región del continente cada vez con más fuerza en forma de inundaciones y sequías recurrentes.
Mauritania vive un proceso acelerado de desertificación. Foto: Carmen Suárez-Llanos
El país cuenta con importantes recursos naturales que, sin embargo, no llegan a la población más vulnerable. Según Naciones Unidas, Mauritania ocupa el puesto 157 del total de 188 países que figuran en el Índice de Desarrollo Humano.
La falta de apoyo de las instituciones gubernamentales, la incoherencia de sus políticas y la desinformación de la población con respecto a sus derechos impiden que el país tire hacia delante.
Con el paso de las horas en el país nos dimos cuenta de la riqueza de la tierra, a pesar del proceso acelerado de desertificación en varias zonas del país; de cómo la sociedad civil mauritana, especialmente la rural, es consciente de sus derechos de acceso a la tierra, a su medio de vida, y exige reformas políticas, económicas y sociales que fortalezcan una democracia debilitada y el buen gobierno.
Sin embargo, para emprender esta lucha, el clima no es precisamente un gran aliado. En 2012, cuando aún no se había recuperado de la anterior, el país sufrió una de sus mayores sequías. 18 millones de personas se enfrentaron a una crisis alimentaria que afectó a toda África Central y Occidental. Al tiempo, se sucedieron inundaciones en varios puntos del país que arrasaron las cosechas.
En un contexto como este en el que la población depende de la agricultura y la ganadería para subsistir y el clima resulta impredecible, es vital invertir en sistemas agrícolas resilientes al cambio climático, que mitiguen sus efectos y faciliten la adaptación de las comunidades.
Para ello, es necesario generar redes de formación, no para tender al asistencialismo de lo humanitario, sino para capacitar, construir y reforzar las redes locales que ya existen con el fin de que las comunidades puedan hacer frente a estos tiovivos climáticos.
¿Oportunidades de desarrollo? Todas. Se trata de una población joven y aún no muy numerosa (aún) y de un territorio con una disponibilidad importante de recursos naturales.
El trabajo de Oxfam Intermón, junto con AMAD (Asociación Mauritana por el Auto-Desarrollo) es esencial ante la total falta de compromiso por parte del Estado. Este trabajo se centra en la lucha contra la pobreza y la inseguridad alimentaria en la región de Brakna, poniendo acento en la construcción y el refuerzo de mecanismos de resiliencia para que los más vulnerables hagan frente a nuevas situaciones de sequía o de inundaciones como las que ya han vivido y de las que se deben extraer aprendizajes.
Al mismo tiempo, a través de ROSA (Red de Organizaciones por la Seguridad Alimentaria), Oxfam Intermón y AMAD ponen en marcha acciones de incidencia política y sensibilización con respecto a los derechos de acceso a la tierra que tiene cada mauritano frente a un acaparamiento salvaje por parte del Gobierno y las multinacionales que deja sin medios de vida a miles de familias mauritanas.
En sus pocos años de vida, ROSA ha generado una masa de líderes y lideresas que mueven a una población formada y reforzada gracias al trabajo de esta red. AMAD por su parte tiene un enfoque de refuerzo de los mecanismos de resiliencia que da sentido y entidad a la vocación de autodesarrollo de la población mauritana. El trabajo de Oxfam Intermón no tendría sentido sin estas redes locales.
El Sahel se seca, pero su población reclama, se prepara, se levanta, una vez más, con fuerza, con firmeza y con ganas de vivir.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/planeta-solidario/2017/03/28/mauritania-luchar-ganar-desierto-83469/