La alcaldesa de Madrid está impulsando un foro, a finales de abril, entre personas de algunas partes del mundo (regidores municipales, funcionarios de agencias internacionales, personas de los movimientos civiles etc.) en un ambiente informal en el que hablarán de violencias urbanas. Nada nuevo ni original. La inflación de foros, seminarios, debates, encuentros internacionales (en […]
La alcaldesa de Madrid está impulsando un foro, a finales de abril, entre personas de algunas partes del mundo (regidores municipales, funcionarios de agencias internacionales, personas de los movimientos civiles etc.) en un ambiente informal en el que hablarán de violencias urbanas. Nada nuevo ni original. La inflación de foros, seminarios, debates, encuentros internacionales (en fin, saraos) es tal que los funcionarios de las agencias internacionales no dan abasto con tanta invitación. Muchas veces, cuando los encuentros se producen fuera de cualquier plan de tal o cual organismo internacional lo que hay detrás es dar bombo a tal o cual político. No creemos que sea esa la intención de la alcaldesa de Madrid, aunque nadie, ni la más humilde hormiga, está libre de vanidad. Lo que llama la atención es que la alcaldesa de Madrid haya anunciado, en varias ocasiones, su intención de invitar al papa Francisco y al Dalai Lama a estos debates. Y aunque haya anunciado a bombo y platillo que ha cursado esas invitaciones aún no sabemos el resultado de sus gestiones. Desde luego una foto de Manuela Carmena flanqueada por el Dalai Lama y el papa Francisco daría la vuelta al mundo. Pero no creemos que se produzca. En primer lugar porque a los líderes religiosos no les gusta nunca salir juntos (y menos líderes de tan diferente talla) y en segundo lugar porque los líderes religiosos intentan que en sus movimientos por los países sean las cancillerías las que digan la última palabra. Quieren viajar siempre con las bendiciones de los estados. El Dalai Lama es un caso especial, ya que más que líder religioso es un instrumento de los EE.UU. contra China y por ello, aunque haya venido muchas veces a España, su visita ha pasado siempre desapercibida y nunca ha sido recibido por las autoridades.
Las iglesias y las religiones no son las más adecuadas para hablar de paz. Normalmente siempre han alentado las guerras (de conquista, de evangelización, de intolerancia etc.) Se dirá que no es lo mismo en el siglo XXI pero nos equivocaremos de plano. Pongamos algunos ejemplos del siglo XX: la iglesia en Argentina apoyando a la junta militar y las torturas o las iglesias en Guatemala, Nicaragua etc. apoyando a torturadores sanguinarios. Y ya no hablemos del factor religioso en las guerras del Medio Oriente o en el conflicto árabe-israelí. Hay cientos de libros de historia que demuestran que las iglesias han sido un factor más de guerra que de paz. Siempre hay un cura castrense dispuesto a consolar al soldado antes de entrar en combate.
Esta idea de considerar la religión como un elemento de paz es algo muy reciente y fue el Vaticano quien quiso lavar su imagen de apoyo al fascismo en toda Europa. Para ello creo organizaciones como Pax Cristi Internacional, que difundían valores de reconciliación tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo hay un pecado original en las iglesias y es que todas, sin excepción, son las dueñas de la ortodoxia. Por eso el famoso dialogo ecuménico nunca ha conducido a ningún lado. La idea de la certeza irracional está en todas las religiones y ello es el origen de la intolerancia, la censura y la persecución de otras creencias.
En las grandes urbes del mundo las iglesias tienen programas de caridad entre los más pobres que suelen contribuir a canalizar mansamente la rabia social y la protesta, además de ser un buenísimo negocio. Estamos viendo, por ejemplo en Latinoamérica, que los evangélicos, los católicos etc. están contribuyendo a la desestabilización de sistemas políticos que ha intentado representar una alternativa de desarrollo.
Pero un aspecto muy singular de todo esto es que se pretende colocar a las iglesias en la agenda cívica política, en vez de apartarlas de lo público se pretende involucrarlas en ello. Una de las cosas más extrañas y humillantes que se han visto recientemente ha sido la foto de los líderes del Consejo de Europa regañados por el papa Francisco en una acto de un simbolismo vomitivo en el que los lideres europeos, para conmemorar el tratado de Roma, rinden pleitesía al jefe de la Iglesia de Roma y de ese Estado ridículo que es el Vaticano. Un Estado, por lo demás, que no cumpliría las mínimas condiciones de entrada en la Unión Europea, entre ellas la más mínima democracia ya que es un Estado autocrático y dictatorial. Parece mentira que los jefes de Estado europeos hayan realizado ese acto simbólico de cristiandad traicionando el propio tratado de la Unión Europea. En efecto, tal y como ha declarado Pierre Galand, presidente de la Federación Humanista Europea: «este evento -se refiere a la visita del Consejo Europeo al Vaticano- es un incumplimiento del compromiso de la Unión Europea para la igualdad de trato de las organizaciones religiosas y no religiosas incorporadas en el artículo 17 del tratado de la UE. Este articulo prohíbe el tratamiento preferencial o el reconocimiento de un estatuto especial para una denominación religiosa específica en detrimento de otras y de los no creyentes».
Seguro que el papa Francisco ni aparecerá por el tan cacareado foro organizado por la alcaldesa de Madrid, todo lo más serán las horribles sandalias del extravagante y amigo americano Dalai Lama las que aparecerán por allí.
Lo que me preocupa, como ciudadano de Madrid, es que la alcaldesa de la ciudad reparta invitaciones de participación a las iglesias como marchamo de calidad en un foro para la paz. Invite a quien quiera, pero no en nombre de los ciudadanos de Madrid.
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