La naturalidad con la que, en el mundo más desarrollado, el agua de calidad sale de los grifos y desaparece por los desagües hace que la complejidad de su gestión quede oculta para la ciudadanía. En realidad, es el resultado de un servicio de nivel excelente sostenido por millones de personas que desempeñan su labor […]
La naturalidad con la que, en el mundo más desarrollado, el agua de calidad sale de los grifos y desaparece por los desagües hace que la complejidad de su gestión quede oculta para la ciudadanía. En realidad, es el resultado de un servicio de nivel excelente sostenido por millones de personas que desempeñan su labor profesional en sectores relacionados con el agua.
El agua es un servicio público esencial porque hace efectivo un derecho humano, el derecho a un agua suficiente, saludable, accesible y asequible. El alcance va más allá de su propio contenido: el agua es el paso indispensable para el aseguramiento de muchos otros derechos humanos como la alimentación, la salud y el desarrollo en un medio ambiente en equilibrio. Ninguno puede ejercerse con plenitud si no existe la garantía previa del derecho al agua.
En este marco, los equipos de las operadoras privadas que en cualquier región del mundo gestionamos los recursos hídricos tenemos una responsabilidad fundamental. Como prestadores de un servicio básico para la población, debemos actuar con la máxima diligencia e innovar en respuesta a los cambiantes retos ambientales y sociales. Lo materializamos también salvaguardando las posibilidades de las generaciones futuras de seguir disfrutándolo, además de impulsando medidas y colaborando con las Administraciones Públicas y las organizaciones sociales para garantizar que nadie vea quebrantado su derecho al agua.
Puedo hablar con conocimiento de causa del desafío que supone garantizar el acceso a un bien escaso como el agua. La ecuación se complica con la demanda creciente y la presión del sector agrícola (el trinomio agua, energía y alimentos), de la industria y, eventualmente, del turismo y de los consumos recreativos del agua, que convierten en urgente la necesidad de la reutilización y el enfoque hacia la economía circular.
Tenemos una responsabilidad central en la prestación a nuestras comunidades de este servicio público básico. Esto supone muchas veces ir más allá de la gestión pura del servicio y asumir otros roles: innovar continuamente para mejorar el uso del recurso en todos los sectores, desarrollar soluciones circulares y, sobre todo, concienciar a todos los actores para que entiendan que garantizar el derecho al agua de forma sostenible supone una implicación por parte de todos en su cuidado, directa o indirectamente. ¿Cuánta gente es consciente de que para producir la camisa que viste se han utilizado 2.700 litros de agua, o 132 litros para producir su café de la mañana?
La dimensión de los retos a los que nos enfrentamos exige un debate público responsable. Lo más probable es que el problema del déficit de agua tienda a agravarse como consecuencia del cambio climático y conllevará afrontar retos pendientes, como la reutilización. Todo ello en un contexto en el que debemos avanzar en la construcción de ciudades más resilientes frente a ese cambio.
Este es un panorama, difícil pero estimulante, que requiere experiencia, inversiones ineludibles y una gran capacidad de gestión junto a un equipo preparado y diverso. Me atrevería a decir que este último factor es, en las circunstancias actuales, el más decisivo. Si hay algo que caracteriza a nuestro sector es la complejidad de la gestión en técnicas y tecnologías, de procesos e infraestructuras, de conocimientos, planificación e impacto, de servicio y digitalización, y de relación con todos los actores implicados: Administraciones Públicas, ciudadanos, empresas, regantes, proveedores, etc.
El agua tiene un papel fundamental en los ODS: protagoniza el Objetivo número 6 (Agua limpia y saneamiento). Pero también está presente en otros, como el que hace referencia a la alimentación o el relativo a la salud y el bienestar. Es clave el Objetivo 17, que impulsa alianzas entre Gobiernos, sector privado y sociedad civil.
Una gestión excelente ha de apelar a la creatividad a la hora de abordar nuevas soluciones, a la responsabilidad y, sobre todo, a la capacidad de inventar e innovar del ser humano. Es ahí donde el problema puede convertirse en una oportunidad. Los profesionales del agua constituyen día a día, muchas veces sin ser conscientes de ello, la base de la garantía de un derecho humano fundamental. Arreglar una válvula, analizar una muestra, atender y anticipar los requerimientos del ciudadano… todas y cada una de las tareas diarias tendría que ser un factor de motivación y orgullo para quienes trabajan en este sector. ¿Qué mejor motivación que contribuir a hacer realidad uno de los derechos humanos fundamentales?
Ángel Simón. Vicepresidente de SUEZ a cargo de Water Europe.
Fuente: http://ccs.org.es/2017/06/09/agua-el-derecho-mas-fundamental/