Cuando sonaron en los acuartelamientos de Madrid, Barcelona y Burgos descargas de fusilería que segaron la vida de cinco jóvenes antifranquistas: Xosé Humberto Baena, José Luis Sanchez-Bravo y Ramón García Sanz militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP); Juan Paredes Manot (Txiqui) y Angel Otaegui Etxeberria miembros de Euzkadi Ta Askatasuna (ETA). Detenidos, «desaparecidos» […]
Cuando sonaron en los acuartelamientos de Madrid, Barcelona y Burgos descargas de fusilería que segaron la vida de cinco jóvenes antifranquistas: Xosé Humberto Baena, José Luis Sanchez-Bravo y Ramón García Sanz militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP); Juan Paredes Manot (Txiqui) y Angel Otaegui Etxeberria miembros de Euzkadi Ta Askatasuna (ETA).
Detenidos, «desaparecidos» durante varios días en las comisarías de policía donde se les torturó salvajemente, acusados ante tribunales militares sin pruebas consistentes, sin defensa jurídica pues en muchos casos sus abogados (los civiles, y los militares de recambio, fueron expulsados de la sala), tras varios juicios sumarísimos en los meses de verano y otoño de 1975, fueron condenados a muerte. «Jamás el abajo firmante, desde que sigue los procesos políticos en España, ha tenido una impresión tan clara de asistir a un tal simulacro de proceso, en definitiva a una siniestra farsa, si pensamos un momento en el porvenir que les aguarda a los acusados» [1] manifestó el abogado suizo Chrstian Grobet presente en los juicios condenatorios. Franco tenía en su mano, en aquel otoño de 1975, la vida de un total de once jóvenes luchadores por la libertad y la democracia: «magnánimamente» perdonó la vida a seis; los otros cinco fueron fusilados
La ola de represión que se desencadenó en los estertores del dictador con los juicios de Burgos de 1970 (varias condenas de muerte finalmente conmutadas), el asesinato de Puig Antich militante del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), continuó con nuevas detenciones y nuevos juicios sumarísimos. Millones de personas se movilizaron en todo el mundo para salvar la vida de aquellos jóvenes: petición de expulsión de la España franquista de la ONU por el presidente de México Luis Echeverría, asalto a la embajada española en Lisboa, solicitud de clemencia del Papa, retirada de los embajadores de 14 países europeos, manifestaciones multitudinarias en las principales ciudades europeas encabezadas por dirigentes políticos y sindicales, etc… Franco murió matando (su muerte se produjo apenas dos meses después de las ejecuciones de septiembre) de la misma manera que había comenzado su régimen, constante que mantendría a lo largo de los 40 años de su dictadura.
Cuarenta y dos años después de estos asesinatos queremos seguir honrando el recuerdo de estos jóvenes antifranquistas, que se inserta en la recuperación que miles de ciudadanos españoles hacen de la memoria histórica de los represaliados por el régimen franquista. Hoy más que nunca están vivos los ideales por los que ellos lucharon y murieron: un régimen popular republicano que diese a los pueblos de España el derecho a la autodeterminación.
Nota:
[1] Declaraciones d el 12 de septiembre de ese año del abogado suizo Chistian Grobet, que había asistido como observador judicial al consejo de guerra de Txiki en nombre de la Federación Internacional de Derechos del Hombre y de la Liga Suiza de Derechos del Hombre. De igual manera se manifestaron otros juristas internacionales que asistieron a los juicios del resto de condenados.
Colectivo Al Alba de Valencia
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