Una reciente investigación de la OIT y la Walk Free Fundation señala que de las más de 40 millones de personas víctimas de la esclavitud moderna en 2016, la mayoría eran mujeres y niñas (cerca de 29 millones, el 71% del total). Las mujeres representan asimismo el 99% de las víctimas del trabajo forzoso en […]
Una reciente investigación de la OIT y la Walk Free Fundation señala que de las más de 40 millones de personas víctimas de la esclavitud moderna en 2016, la mayoría eran mujeres y niñas (cerca de 29 millones, el 71% del total). Las mujeres representan asimismo el 99% de las víctimas del trabajo forzoso en la industria del comercio sexual y el 84% de los matrimonios forzosos, mientras que a los hombres se les explota mayoritariamente en la industria minera, pesquera o como soldados. El Informe Global sobre Trata de Personas 2016 de la ONU sostiene que la explotación sexual y el trabajo forzoso constituyen las modalidades más detectadas de trata de personas, que representa unos beneficios de 32.000 millones de euros anuales para las mafias. El lucro y las reducidas tasas de condena suponen un acicate para quienes se dedican al negocio. La mendicidad, los matrimonios forzados, la pornografía o todo tipo de fraudes se incluyen en la noción de trata, de la que según Naciones Unidas, no hay países inmunes.
Publicado en mayo de 2017, el libro «La prostitución en el corazón del capitalismo» (Catarata) de la investigadora Rosa Cobo se centra en la industria sexual, negocio que abarca desde el turismo hasta las mujeres que se compran por correo; desde las páginas Web pornográficas hasta los macroburdeles. «Hacia finales de los años 80 la industria del sexto se ha ido globalizando con la ayuda de las redes informacionales, pero también con la contribución de redes criminales», afirma. De este modo se funden los intereses patriarcales y capitalistas. Rosa Cobo es profesora de Historia del Género y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas en la Universidad de A Coruña. Ha publicado otros libros sobre esta materia, como «Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jacques Rousseau» (1995), «Educar en la ciudadanía. Perspectivas feministas» (2008) y «Hacia una nueva política sexual. La mujer ante la reacción patriarcal» (2011). ¿Qué caracteriza al modelo de industria sexual? Entre otros rasgos, destaca Cobo, «es una industria global, interconectada, con un modo de funcionamiento similar al de las grandes corporaciones capitalistas; con un volumen de beneficios anual mucho mayor que el de varias multinacionales juntas y con un pie en la economía ilícita y otro en la lícita». La entrevista tiene lugar antes de su intervención en el Centre La Nau en la Universitat de València.
-La industria internacional del sexo tiene en el centro a la prostitución, pero incluye una tipología muy extensa de negocios, como locales de «striptease», macroburdeles, editoriales, casas de masaje, películas y revistas pornográficas, el turismo sexual, agencias de «acompañantes», el sexo en Internet. ¿Por qué marcas un punto de inflexión en el negocio, en los años 80 del pasado siglo?
A finales de la década de los 70 y principios de los 80 el negocio de la prostitución comienza un proceso de transformación y renovación, que desemboca en lo que hoy conocemos como la industria del sexo. La investigación que realizo en el libro se centra no sólo en la prostitución, sino en la relación entre ésta y el capitalismo neoliberal, que ha transformado totalmente el negocio. Esto significa el paso de un negocio casi artesanal, atravesado por pequeños clubes de alterne y sin apenas impacto en las cuentas nacionales, a un conjunto de negocios en el que se opera al modo de las multinacionales y que incluye el tráfico global de mujeres para la explotación sexual. Además la industria actual del sexo es muy poderosa, posee numerosos tentáculos y una buena parte de la misma se sitúa en el ámbito de la economía criminal. Éste no es, por lo demás, un libro de información estadística ni descriptivo, sino más bien un texto sobre el significado de la prostitución y la industria del sexo en el siglo XXI.
-En el libro te refieres a una intersección entre el Norte rico y el Sur endeudado, que exporta mujeres para el consumo sexual de los hombres del Norte; aunque, matizas, los varones occidentales comparten con los de la periferia mundial la posibilidad de «usar sexualmente a las mujeres que el capitalismo neoliberal y los distintos patriarcados han situado en esos lugares acotados para satisfacer el deseo masculino».
Numerosos países del Sur, aunque no todos, se vieron imposibilitados de «engancharse» a la economía global cuando empezó el proceso de mundialización. Tenían estructuras económicas muy obsoletas que no estaban en condiciones de competir. El proceso coincide con una crisis muy fuerte de muchas de las burguesías locales, que ven cómo sus negocios tradicionales comienzan a perder beneficios de manera significativa. Así, la industria del sexo se ve alimentada por algunos de estos empresarios, que se reconvierten a negocios de la economía «ilegal»; por ejemplo la venta de drogas, la prostitución, la venta de armamento, de órganos y diferentes clases contrabando. En ese contexto, los países del Sur exportan a los del Norte mujeres para la industria del sexo. Las mujeres que vienen a Occidente mandan remesas a sus familiares, lo que reactiva el consumo interno en los países de origen.
Por otro lado, existe una filiación horizontal entre los varones de los países centrales y periféricos, que es el consumo de prostitución; así, los puteros constituyen un colectivo interclasista, del que pueden formar parte hombres de culturas muy subordinadas u otras de supremacía, también blancos o negros, en esto no hay distinciones.
-En alguno de tus ensayos recoges ejemplos destacados por K. Bales en «La nueva esclavitud en la economía global» (2000) y «La industria de la vagina. La economía política de la comercialización global del sexo» (2012), de Sheyla Jeffreys.
Sí, en los años 60 el ministro del Interior de Tailandia defendió públicamente la expansión de esta industria para la promoción del turismo y facilitar el «despegue» económico del país. De hecho, el número de visitantes extranjeros a Tailandia -el turismo sexual- pasó de 2 millones en 1981 a 7 millones en 1996. Por otra parte el gobierno coreano señaló que en 2002 la prostitución representaba el 4,4% del PIB; la industria del sexo en Holanda, legalizada en el año 2001, suponía el 5% del PIB; en China se estimaba que esa industria llegaba a representar el 8% de su economía; por otra parte, el aumento del 12% en las ganancias de Chivas Regal en 2004 fue atribuido en un informe a su asociación con los prostíbulos de Tailandia.
-También te apoyas en los análisis de Saskia Sassen, que incluye a las mujeres prostituidas entre las «nuevas servidumbres» del capitalismo neoliberal. Hablas de las «expulsiones»…
Por ejemplo, de las mujeres que pidieron créditos «basura» para pagar sus casas, y que fueron expulsadas de los países en los que vivían para ser colocadas en las periferias. Las mujeres prostituidas representan una de las grandes expulsiones del siglo XXI. Sus cuerpos proporcionan a los tráficos y proxenetas altos beneficios con bajos costes. Además se trata de mujeres expulsadas de su condición de ciudadanía, de su lengua y contextos culturales, familias y proyectos vitales.
-¿Por qué la prostitución y la industria sexual representan una importante fuente de ingresos para los estados?
Es muy difícil contar con cifras de un negocio criminal, pero la prostitución es uno de los sectores económicos que más beneficios proporcionan a escala global. Actualmente, los países de la UE tienen la obligación de contabilizar en el PIB los ingresos de la industria del sexo. Una parte de ese dinero es «legal», pero hay otra parte que es «irregular» y se dirige a los paraísos fiscales. Además, la exportación de trabajadoras y las remesas de dinero son herramientas de los gobiernos con altos niveles de pobreza para amortiguar el desempleo y la deuda externa. Especialmente se trata de una fuente de desarrollo económico rural para las regiones pobres. El alto desempleo, la pobreza, el estrechamiento de los recursos del estado y la quiebra de empresas en países del Sur hacen posible la existencia de una serie de circuitos, con un relativo grado de institucionalización, por los que transitan sobre todo las mujeres; por esos circuitos se introducen también los traficantes de personas y las mafias vinculadas al tráfico de mujeres.
Otra cuestión es que, cuando el FMI y el Banco Mundial otorgan fondos de ayuda estructural a los países de la periferia, en algunos casos les ponen como condición que articulen una industria del ocio y el entretenimiento; y esto sabe que esto incluye la prostitución de mujeres y niñas, casinos… Es la garantía de que la deuda se podrá pagar y que pueda recuperarse el dinero con mayor facilidad.
-En el último capítulo del libro «La prostitución en el corazón del capitalismo» te centras en la demanda masculina; ¿cómo definirías el rol de los puteros?
La prostitución es un negocio y fenómeno social muy complejo en el que intervienen numerosos actores, aunque el imaginario se haya construido en torno a la figura de la mujer prostituida. Pero también desempeñan su función los proxenetas, los autodenominados empresarios del sexo, los estados y los puteros-consumidores, sobre quienes recae la responsabilidad del mantenimiento del negocio. Aunque clubes, burdeles y macroburdeles constituyan la «columna vertebral» de la prostitución, sin demanda no hay oferta.
-Se ha discutido si hay coacción o consentimiento respecto a la prostitución. ¿Cuál es tu opinión en esta polémica?
El putero consume prostitución sin querer saber que la mujer está allí bajo una coacción evidente, en una situación de vulnerabilidad extrema o en una situación administrativamente «irregular». Además la sexualidad de los puteros es «serial», lo que significa que consumen mujeres igual que si fueran ropa, un gin-tonic o cualquier otro objeto. Elaboran un discurso que no les suponga ninguna disonancia moral. Por esta razón, justifican su acción diciendo que le dan dinero a una mujer con necesidad, en un contrato libremente establecido; pero hay una posición de poder, ejercida contra una persona en extrema precariedad. Hasta hace poco, cuando hablábamos de prostitución pensábamos en las prostitutas, pero un grupo de investigadores y autores tratamos de construir un nuevo marco interpretativo, que incluya a los puteros. En este grupo se inscriben Sheyla Jeffreys, Richard Poulin (uno de los mayores expertos mundiales en prostitución), Esther Torrado y Beatriz Ranea, entre otros.
-¿Es fundamental la perspectiva?
Si alguien razona a partir de la teoría política liberal, que se articula en torno a la idea de libertad, puede llegarse a pensar que se trata de un contrato libre. Pero si se adoptan como punto de partida las teorías críticas, radicales y democráticas de igualdad, resulta imposible pensar que existe un consentimiento; entre otras razones, porque no puede haberlo cuando las mujeres provienen de una situación enorme de pobreza.
-Por último, ¿cuál es la relación entre prostitución y pobreza?
No es la pobreza la única razón que conduce a que la prostitución se transforme en la industria del sexo, ya que también influyen las instituciones del capitalismo internacional y la presencia de nuevos empresarios proxenetas. Pero las mujeres prostituidas pertenecen sobre todo a las clases más empobrecidas, proceden de culturas marcadas por el desprecio a las mujeres y cuando están en los países del Norte, la mayoría carece de «papeles». Además muchas prostitutas han sido sexualmente «abusadas» en su infancia y adolescencia; es entonces cuando empiezan a poner en práctica la «disociación».
-¿En qué consiste?
A las mujeres que están en la prostitución les da un profundo asco acostarse con estos hombres; la gran mayoría toman drogas y alcohol para poder sobrellevar su actividad; asimismo, las que han sido abusadas vienen con el principio de «disociación» que les permita «volar», pensar en otra cosa y distanciarse emocionalmente cuando se acuestan con los puteros.
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