Martín Rodrigo y Alharilla es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra y académico correspondiente extranjero de la Academia de la Historia de Cuba. Entre sus numerosas publicaciones, cabe destacar: Los Goytisolo, una próspera familia de indianos, Madrid, Marcial Pons, 2016. *** Nos centramos, si te parece, en tu último libro. […]
Martín Rodrigo y Alharilla es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra y académico correspondiente extranjero de la Academia de la Historia de Cuba. Entre sus numerosas publicaciones, cabe destacar: Los Goytisolo, una próspera familia de indianos, Madrid, Marcial Pons, 2016.
***
Nos centramos, si te parece, en tu último libro. Lizbeth Chaviano Pérez y tú sois los editores. Negreros y esclavos es el título. Lo ha publicado Icaria. Surgen mil preguntas al leeros; algunas de las posibles. ¿Qué es un negrero? ¿Cómo podríamos definirlo?
Según la definición que da el diccionario de la RAE, la palabra «negrero» tiene dos acepciones: (1) «Dedicado a la trata de negros» y (2) «Persona que trata con crueldad a sus subordinados los explota». En ningún caso aparece, curiosamente, la palabra «esclavo».
Partiendo de la primera acepción diríamos que la palabra «negrero» identifica a cualquier individuo que tuvo participación en alguno de los eslabones de la larga cadena que conocemos con el nombre de trata de esclavos y, específicamente, de trata atlántica de esclavos. Esta definición incluiría a los propios africanos que capturaban a sus vecinos para convertirlos en esclavos y venderlos como tales; a los responsables de las factorías negreras situadas en la costa de África, quienes compraban y almacenaban en sus factorías a dichos africanos esclavizados a la espera de que llegasen los barcos que debían transportarlos hacia América; a los capitanes, oficiales y marineros de esos mismos barcos, que se encargaban de llevarlos del Viejo al Nuevo Mundo; a los consignatarios de las expediciones que recibían esa «mercancía humana» en algún puerto o playa americanos; a los que luego los vendían, en América y también incluye a los «negreros de salón», es decir, a quienes habían financiado dichas expediciones (viviesen en Europa, en América o en la propia África).
Un uso popular de la palabra «negrero» identifica dichos personajes con los propietarios de esclavos (negros) y, especialmente, con los que utilizaban dichos esclavos para el trabajo en alguna plantación (azúcar, café,…)
El sentido, por lo tanto, de la palabra «negrero» engloba diferentes actividades vinculadas todas a una misma actividad.
En cuanto a esclavos, ¿de qué esclavos habláis? ¿Tenían algún derecho esos esclavos? ¿De dónde salían, si se puede hablar así? ¿Eran todos africanos?
En nuestro libro aparecen dos tipos de esclavos: los que había en la propia ciudad de Barcelona, en los siglos XVI, XVII, XVIII e incluso en los primeros lustros del siglo XIX (a lo que se dedica la aportación del profesor Eloy Martín Corrales) y los esclavos africanos que fueron llevados hacia América (sobre todo, a Cuba), a los que nos dedicamos el resto de autores del libro. Entre los primeros los hubo de distintos orígenes étnicos y geográficos mientras que entre los segundos hablamos únicamente de hombres, mujeres, niños y niñas de los territorios africanos situados al sur del desierto del Sáhara, o sea, del África negra. Cabe señalar que lo que define, en términos jurídicos, a cualquier esclavo es que no tiene derechos: es alguien que no tiene derecho a tener ningún derecho. En todo caso, en algunos países (especialmente los de tradición católica) hubo legislaciones que establecían las obligaciones de los amos respecto a sus esclavos. Para que se cumpliesen dichas obligaciones había unos funcionarios que atendían las denuncias de los propios esclavos. Hablamos, en todo caso, de «obligaciones» de los dueños pero no de «derechos» de los esclavos. En los inventarios de bienes que se hacían a la muerte de un propietario de esclavos, por ejemplo, éstos aparecían en el apartado de bienes muebles o «semovientes» (es decir, los bienes que se movían por sí mismos) junto a bueyes o caballos.
Has comentado algo anteriormente pero permíteme insistir. Cuando se habla de esclavitud atlántica, ¿en qué esclavitud debemos pensar? ¿La que tenía América como destino final de la «mercancía humana»? ¿Hubieron otras en otros lugares del mundo?
Disponemos en la actualidad de una documentada base de datos según la cual hubo 12,5 millones de africanos quienes fueron embarcados en las costas africanas hasta América mientras duró la trata atlántica (1501-1866). Ese número debe tomarse como un número mínimo.
Déjame remarcarlo: 12,5 millones como mínimo.
Hay autores que sugieren que dicha base de datos no llega a recoger a un 15 por 100, aproximadamente, de los africanos que fueron embarcados como esclavos hacia América.
Serían entonces más de 83 millones.
A esas cifras habría que añadir, además, los africanos que murieron entre el momento de su captura y su embarque en los barcos (una cifra que otros autores sitúan en torno a los dos millones de personas más). La ruta atlántica fue la principal ruta de la trata esclavista en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX pero no fue la única. Hubo otras rutas entre las que destacan la del Índico y la que iba hacia el Golfo Pérsico. En esos dos otros casos, se calcula que el volumen de africanos esclavizados y trasladados desde África pudo representar la mitad de los esclavos que sufrieron la trata atlántica, aproximadamente. O sea, otros seis o siete millones más.
Siguiendo el primer cómputo, el de mínimos. El subtítulo del libro es «Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX)». ¿Por qué Barcelona y no Cataluña? ¿Por qué Barcelona y no España? ¿Fue Barcelona la ciudad negrera de los prodigios?
En el caso de la monarquía hispánica, la trata de esclavos se reguló mediante el sistema de licencias y de asientos desde sus inicios hasta el reinado de Carlos III. Y quienes se beneficiaron de dichas licencias y, sobre todo, de dichos asientos fueron mercaderes o compañías extranjeras (flamencos, portugueses, franceses, británicos). No fue hasta 1789 cuando se produjo la liberalización de dicha actividad para los dominios americanos de Castilla, una decisión que permitió a cualquier súbdito de la monarquía hispánica poderse dedicar a la trata negrera. Cabe destacar que la incorporación de los españoles a la trata atlántica (sobre todo, a partir de 1810) se da en un contexto donde británicos y norteamericanos han declarado ya dicha actividad como una actividad ilegal. Hasta entonces, los grandes puertos negreros en Europa habían sido británicos (Liverpool, Bristol,…) o franceses (Nantes, Bordeaux,…) pero a partir de 1810 los grandes puertos negreros europeos pasaron a situarse en la península ibérica: Lisboa, Cádiz o Barcelona.
No obstante, durante el siglo XIX esos tres puertos que acabo de señalar no tenían la importancia que acreditaban entonces los grandes puertos americanos vinculados a la trata, como fueron, por ejemplo Río de Janeiro, Salvador de Bahía o La Habana. En la trata ilegal, el esquema del comercio triangular no describe el fenómeno tanto como las expediciones directas armadas en América hacia las costas africanas. Es en ese contexto en el que cabe situar el papel de Barcelona.
Lizbeth Chaviano y yo hemos reunido ocho trabajos diferentes que analizan las diferentes aristas de la relación entre Barcelona y la trata atlántica, poniendo de relieve que también del puerto de Barcelona salieron buques negreros. Aún así, en clave estrictamente comparativa, Lisboa y Cádiz tuvieron más importancia que Barcelona. Hace unas semanas realizamos, precisamente, un congreso en Cádiz para profundizar en nuestro conocimiento sobre la vinculación de dicho puerto con la trata negrera.
Te preguntaré sobre él en otra ocasión. Parece que La Habana, si no ando errado, era uno de los destinos más frecuentes de los viajes. ¿Por qué Cuba?
Cuba y sobre todo Brasil fueron los dos territorios que demandaron más esclavos durante el siglo XIX. En ambos casos (así como en el sur de los Estados Unidos) se produjo lo que el historiador norteamericano Dale Tomich bautizó hace años como la «segunda esclavitud», es decir, un tipo de esclavitud que fue absolutamente compatible con la emergencia del capitalismo global del siglo XIX y que se inscribe, precisamente, en esos parámetros. En el caso de Cuba, hubo una apuesta por el cultivo de la caña de azúcar que acabó convirtiendo a dicha isla en el gran productor de azúcar del mundo. Una apuesta que requería la llegada de contingentes crecientes de una mano de obra que se cubrió, en su mayoría, con esclavos africanos (aunque también con coolíes chinos e incluso con indios yucatecos). Por eso, La Habana (y otros puertos de aquella Isla como Matanzas o Santiago de Cuba) se convirtieron en grandes puertos negreros. Se mantuvieron, además, como puertos negreros después, incluso, de que España declarase ilegal el tráfico de esclavos (noviembre de 1820). La trata esclavista devino ilegal pero no desapareció, simplemente se hizo clandestina. Se calcula que entre 1820 y 1866, cuando terminó la trata, llegaron a Cuba más de 600.000 esclavos (una cifra muy alta atendiendo, por ejemplo, a que era ilegal).
En España, perdona mi ignorancia, ¿cuándo se abolió la esclavitud? ¿Y en otros países de Europa? ¿Algún país europeo la permitía?
En la España peninsular (e islas adyacentes, como se decía en el siglo XIX) la esclavitud quedó abolida en 1837. En cambio, en sus dominios americanos la abolición de la esclavitud fue más tardía: 1873 en el caso de Puerto Rico y 1886 en el caso de Cuba. España fue el último país europeo en abolir la esclavitud en sus colonias: Inglaterra la había abolido en 1833, Francia en 1848 y Holanda y los Estados Unidos en 1863. Quiero señalar que la ilegalización del tráfico atlántico de esclavos (que no de la esclavitud) fue un fenómeno anterior: en el caso español, el tratado que convirtió en ilegal la trata negrera se firmó en septiembre de 1817 y entró completamente en vigor en noviembre de 1820.
¿Quiénes compraban esos esclavos? ¿Qué hacían con ellos? ¿Hubo revueltas antiesclavistas en algún país de origen?
Propiamente, deberíamos hablar de esclavitudes (en plural) y no de esclavitud. Y es que hubo diferentes ocupaciones para los esclavos, dependiendo del objetivo de su dueño. Los compradores de esclavos, en América, no responden tampoco a un único perfil. Los hubo, por ejemplo, artesanos que necesitaban alguien que les ayudase en su taller de manera que dicho esclavo acababa aprendiendo el oficio (es conocido, saltando las distancias, el esclavo de Velázquez que se convirtió en un reputado pintor tras haber aprendido con su dueño y haber alcanzado, después, su libertad). Había esclavos domésticos (nodrizas, por ejemplo, pero también cocineras o caleseros) aunque, sin duda, el número mayor de los esclavos que arribaron a América durante el siglo XIX (la centuria que ocupa la mayor parte de los capítulos de nuestro libro) eran esclavos de plantación, es decir, trabajadores de las plantaciones dedicadas al cultivo de la caña (en el caso cubano), del café (en Brasil) o de algodón (en los Estados Unidos).
Y sí, hubo numerosas revueltas antiesclavistas. De hecho, las resistencias esclavas son consustanciales al fenómeno de la esclavitud americana, desde sus inicios: existen noticias de revueltas en la isla de La Española (hoy República Dominicana) desde principios del siglo XVI. Un magnífico libro de Aline Helg, editado en francés recientemente, recoge las numerosas acciones de resistencia (incluyendo las revueltas) registradas en América hasta 1833.
Tomo nota de la referencia. ¿Se pueden dar cifras? ¿Cuántas personas fueron trasladadas contra su voluntad en estos viajes de negreros durante casi 300 años o más?
Como antes señalé, disponemos de una magnífica base de datos, consultable en línea y en abierto, en: www.slavevoyages.org que da respuesta a tu pregunta y a muchas más. Recomiendo su consulta a todos los interesados en el tema. No hay duda, de hecho, de que la publicación de dicha base de datos ha alentado el auge que estamos viviendo en los estudios sobre la trata atlántica de esclavos, tanto en España como en muchos otros países.
Si digo que el esclavismo está en la base del nacimiento y del desarrollo del capitalismo en muchos países, ¿digo una barbaridad o un lugar común poco documentado?
Uno de los grandes intelectuales afrocaribeños del siglo XX, Eric J Williams, quien acabaría convirtiéndose en el primer Primer Ministro de Trinidad y Tobago, presentó una tesis doctoral en la universidad de Oxford (publicada en 1944 bajo el título Capitalismo y Esclavitud) donde afirmaba precisamente que no se hubiese dado la industrialización en Gran Bretaña si no hubiese sido por la existencia de su complejo esclavista en el Caribe (Jamaica, Barbados,…) y la intensa dedicación de sus comerciantes a la trata negrera durante el siglo XVIII. Aquel texto está en la base de un gran debate sobre estas cuestiones, un debate que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI y que no ha concluido todavía. Para algunos autores, entre los que me incluyo, hubo claramente una relación directa entre el tráfico de esclavos y, sobre todo, la existencia de una serie de economías de plantación (o, al menos, de corte plantacionista) en diferentes territorios americanos, y el triunfo del capitalismo en algunos países del Atlántico Norte.
Las últimas aportaciones, en eses sentido, parecen abrumadoras, más allá incluso de la formulación concreta de Williams. Recomiendo la lectura de dos recientes libros, obra de dos historiadores diferentes, quienes han puesto de relieve la importancia de la esclavitud en el auge del capitalismo global y particularmente del conjunto de la economía estadounidense, en sendos libros publicados en 2014: me refiero al alemán Sven Beckert, profesor en la Universidad de Harvard, y su Empire of Cotton: a Global History y al norteamericano E. A. Baptist con su The Half Has Never Been Told: Slavery and the Making of American Capitalism. Sin duda, el capitalismo global que se construyó a partir del siglo XIX no se hubiese producido sin la existencia de trabajo esclavo.
Vuelvo a tomar nota de esas referencias. Descansemos un momento si te parece.
Como quieras.
Fuente: El Viejo Topo, enero de 2018