El artículo 4 del Proyecto de Constitución que los cubanos discutimos reza: «Los símbolos nacionales son la bandera de la estrella solitaria, el himno de Bayamo y el escudo de la palma real.» Nada hay de reprochable, al parecer, en la expresión. Los comentarios que siguen esperan demostrar que, sin embargo, resultaría muy pertinente la […]
El artículo 4 del Proyecto de Constitución que los cubanos discutimos reza: «Los símbolos nacionales son la bandera de la estrella solitaria, el himno de Bayamo y el escudo de la palma real.»
Nada hay de reprochable, al parecer, en la expresión.
Los comentarios que siguen esperan demostrar que, sin embargo, resultaría muy pertinente la introducción de ciertos cambios relacionados con el nombre y las particularidades ortotipográficas con que se hace referencia a nuestro himno nacional.
Para empezar, revisemos los textos constitucionales anteriores donde se menciona la composición.
Tanto en la Constitución de 1940 -donde primero se registra- como en la Ley Fundamental de 1959 dice: «El himno nacional es el de Bayamo, compuesto por Pedro Figueredo.»
Para hablantes y lectores cubanos medianamente competentes en la lengua española resulta claro que en esa oración la pieza se designa a través de una construcción que indica procedencia, parafraseable como ‘el himno que nació en Bayamo’, ‘el himno que por vez primera se cantó en Bayamo’, etc. Si se tratara de un título, los redactores y editores del texto tenían, en la época, otras dos opciones válidas para indicarlo -el uso de comillas o de la letra cursiva-, las cuales desdeñaron. O bien: «Himno de Bayamo». O bien: Himno de Bayamo.
Pudiera pensarse, acaso, que ambas formas fueron desestimadas para evitar la repetición de la palabra himno en el enunciado; la primera vez, como sustantivo común o genérico («El himno nacional es…»); la segunda, como parte de una expresión denominativa con valor de nombre propio (… el «Himno de Bayamo» / Himno de Bayamo).
Los motivos, no obstante, parecen ser otros.
En la Constitución de 1976 se introduce un pequeño cambio: la referencia al himno se integra en una enumeración, aparece por vez primera junto a otros símbolos:
Los símbolos nacionales son los que han presidido por más de cien años las luchas cubanas por la independencia, por los derechos del pueblo y por el progreso social:
la bandera de la estrella solitaria;
el himno de Bayamo;
el escudo de la palma real.
Considerando que el sustantivo genérico que antecede a la enumeración es símbolos, ya no cabe suponer que el recurso de las comillas o las cursivas fue desechado con el propósito de eludir la repetición de la palabra himno. Se colige, en consecuencia, que la expresión «el himno de Bayamo» no recibió el tratamiento gráfico apropiado a las denominaciones de obras o creaciones musicales por razones ajenas al cuidado del estilo.
¿Desconocimiento de las normas ortotipográficas? ¿Simple inobservancia? No creo.
Nótese que los sintagmas con que se designan los tres símbolos tienen la misma estructura: un sustantivo común antecedido por artículo (la bandera, el himno, el escudo) y un complemento preposicional que alude, en cada caso, a un elemento característico del símbolo (de la estrella solitaria, de Bayamo, de la palma real). Son expresiones descriptivas con alcance identificativo, pero no valen, en rigor, como nombres propios: ni el de la bandera, ni el del escudo, ni el del himno.
Por tanto, es obvio que se ha preferido homogeneizar la referencia al himno, asentando sus señas en igualdad de condiciones con los símbolos restantes, ignorando el hecho de que, a diferencia de estos, el himno es una creación músico-verbal cuyo autor le asignó un título, La bayamesa.
Se impone, entonces, una pregunta: ¿por qué nuestras constituciones -y ahora el Proyecto, que, en líneas generales, hereda la pauta de redacción de 1976 para este artículo- se lo han escamoteado una y otra vez?
Se afirma que ha sido por causa de la canción homónima, de tema amoroso, estrenada en el propio Bayamo casi veinte años antes que la marcha de Perucho. El reconocido intelectual Ambrosio Fornet me ha confesado que en su infancia y adolescencia (décadas del treinta y el cuarenta del pasado siglo) «cuando en Bayamo se hablaba de La bayamesa, a nadie se le hubiera ocurrido pensar en el himno; se pensaba en la canción de Céspedes y Fornaris».[1]
En tal sentido, hay que tener en cuenta el modo eminentemente oral en que la tradición patriótica independentista del siglo xix hubo de trasmitir el himno, así como el hecho de que solo en 1900 se conoció públicamente la existencia de la partitura autógrafa de Perucho, y de que transcurrió más de un decenio para que su propietaria, Adela Morel, la donara, en 1912, al Museo Nacional, y se reprodujera el documento en un medio de verdadero alcance masivo, la revista El Fígaro.
No obstante, un importantísimo órgano de prensa decimonónico intentó conservar, de alguna manera, el nombre original de la pieza. José Martí, como parte de su labor para aunar voluntades y encauzar los sentimientos patrios de los cubanos hacia la guerra necesaria, movilizó el capital simbólico que el himno representaba, publicando su letra, no solo en las páginas de Patria -donde insertó, además, la partitura encargada al músico camagüeyano Emilio Agramonte-, sino en la célebre antología Los poetas de la guerra (1893), que prologó.
En todas las partituras del himno difundidas por el periódico martiano[2] la composición se titula La bayamesa. No sucede así, sin embargo, ni en la letra publicada en verso en el número 81, correspondiente al 10 de octubre de 1893,[3] ni en la antología: en ambos documentos se lee, en mayúsculas, EL HIMNO DE BAYAMO.
Aparte de los cuatro números de Patria que reproducen la letra y/o la música, hemos encontrado, aleatoriamente, otros en los cuales se alude a la marcha de Figueredo con una tercera variante: Himno bayamés. Aunque la mayoría de las veces se utiliza Himno de Bayamo, con este nombre alternan los otros dos (La bayamesa e Himno bayamés). Y lo curioso es que las alternancias pueden coincidir en un mismo número.[4] Interesante es, además, que entre las menciones halladas, solo unas pocas se delimitan con cursivas y/o comillas.[5] En otras, también escasas, es únicamente el empleo de la mayúscula para el grafema inicial de la palabra himno el recurso que las destaca.[6]
Este será un comportamiento que trascenderá al siglo xx, tanto en lo relativo a la denominación de la pieza, como a las particularidades gráficas de su reflejo en la escritura.
Así, en la prensa de las postrimerías del xix e inicios del xx aparece unas veces Himno bayamés y otras Himno de Bayamo.[7] En consonancia, mientras José Marín Varona titula Himno bayamés su polémica versión musical de 1899, en las didascalias del sainete ¡Arriba con el himno!, escrito y representado en 1900, el autor bufo Ignacio Sarachaga prefiere anotar Himno de Bayamo.[8]
En los testimonios sobre la última contienda que publican Bernabé Boza y José Miró Argenter, en 1906 y 1909, respectivamente, la composición se identifica como Himno bayamés,[9] al igual que en La lira cubana, antología de cantos populares organizada por Regino Boti que debió gozar de una apreciable circulación en la época, si se considera que en 1919 contaba con cuatro ediciones.[10]
Por lo contrario, Adela Morel, en carta dirigida a Fernando Figueredo Socarrás -sobrino de Perucho- y que El Fígaro publica en junio de 1912, adopta Himno de Bayamo, a pesar de su diferencia con el título autografiado por el autor en la partitura que durante años ella había custodiado. Nótese el empleo de mayúscula inicial en la palabra himno como único recurso para el resalte de la expresión denominativa:
Muy Sr. mío: hace algún tiempo pensaba enviar al Museo Nacional de la Habana (por no haberlo en Camagüey) la copia inédita que para mí escribió del Himno de Bayamo su señor tío Perucho en la gloriosa década del 68, y al resolverme al fin a donar este precioso recuerdo nada más natural que sea Vd., su sobrino querido, el comisionado en mi nombre para hacer entrega de este obsequio a dicho museo.[11]
El propio Fernando Figueredo -consumado divulgador del himno y de la historia de la primera guerra- habla sin distingos de La bayamesa y del Himno de Bayamo. Pero, mientras para este apela a la misma opción gráfica que Adela Morel, para aquella utiliza comillas:
Allí [en la finca Santa María] se cantaba, se bailaba, se jugaba prendas […] Allí sentado al piano se hacía aplaudir el genial Lino Coca, con sus originales producciones, allí arrancaba el sin par Malabasí, sus más dulces trinos a su inimitable flauta y allí, Pedro Figueredo, levantaba los espíritus al son de su grandioso himno de guerra «La Bayamesa».
En una de las visitas del presidente Céspedes, en que Perucho se hizo aplaudir como músico y como poeta, la srta. Adela Morel […] le suplicó a Figueredo le facilitara una copia del Himno de Bayamo y él, complaciente siempre, tomó un papel, lo pautó y en menos tiempo que se necesita para dar las gracias, trazó esta copia, fiel reproducción del canto de guerra, que, como Rouget de Lisle, ha popularizado su nombre.[12]
Muy parecido ocurre, décadas más tarde, con un estudioso de los símbolos patrios, Enrique Gay-Calbó, tanto en sus palabras durante la sesión solemne celebrada en la Academia de Historia de Cuba el 24 de febrero de 1945, como en el libro Las banderas, el escudo y el himno de Cuba, de 1956. En ambos documentos La bayamesa aparece correctamente delimitada como nombre propio, bien entrecomillada, bien en cursivas; mientras que Himno de Bayamo sigue destacándose solo mediante la mayúscula inicial.[13]
En su valiosa conferencia de 1954 Flora Mora, una infatigable y acérrima impugnadora de las modificaciones experimentadas por el himno, apenas alude una vez a La bayamesa. El resto de las ocasiones -una veintena- emplea Himno de Bayamo. Incluso afirma: «En cuanto se firmó la capitulación de la Ciudad Monumento, Figueredo dio a conocer la letra de su bélica marcha y desde entonces recibió el nombre de Himno de Bayamo».[14] Pero -como Fernando Figueredo y Gay-Calbó- la musicóloga opta por las comillas para delimitar el título que Perucho dio a la composición y se atiene solo a la mayúscula inicial para el nombre adquirido en voz del pueblo.
En conclusión: sea la homonimia del título del himno y el de la canción dedicada a Luz Vázquez, sea el carácter esencialmente transformador de la apropiación popular sobre las creaciones que son patrimonio colectivo, sean ambas u otras razones, lo cierto es que, aunque en la primera mitad del siglo xx se continuó identificando la pieza de Perucho como La bayamesa y como Himno bayamés, fue Himno de Bayamo la forma que acabó imponiéndose. Sin embargo, no tuvo un tratamiento gráfico que la señalara, inobjetablemente, en cuanto título, en contraste con lo observado respecto de La bayamesa.
Años después del triunfo revolucionario, en el Decreto 74 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, emitido el 22 de agosto de 1980, que declara el 20 de octubre como Día de la Cultura Nacional, la obra vuelve a referirse igual que la bautizó su autor.[15] También en la reseña histórica que circuló entre los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular previo al V período ordinario de sesiones de la Segunda Legislatura,[16] efectuado los días 21 y 22 de diciembre de 1983, cuando se discutió y aprobó la Ley 42 de ese año, De los Símbolos Nacionales.
En franca discordancia, se distribuyó otro documento para el trabajo parlamentario: una carpeta en rústica que contenía, además de la letra en verso y la partitura para voz y piano, una partitura para banda y otra para orquesta.[17] En todas esas representaciones se lee: HIMNO DE BAYAMO. Como sucederá, una vez publicada la ley, en la partitura que se le anexa en la edición especial de la Gaceta Oficial de la República de Cuba del 27 de diciembre de ese año.
Este breve panorama de citas y datos, hilvanado tras mucho tiempo de averiguación, permite comprender que los legisladores cubanos han tenido, en la República y en la Revolución, que enfrentarse al escabroso dilema de fijar una expresión denominativa que identifique adecuadamente a nuestro himno en las normativas jurídicas, sobre todo en los textos constitucionales, y que no han salido airosos porque han heredado de modo acrítico las alternancias y vacilaciones que acompañan no solo al nombre en sí, sino a las particularidades gráficas de su reflejo en la escritura.
Este es el momento de resolver de una vez un problema de larga data.
En primer lugar, considero que no debe desecharse el nombre con que, preferentemente y desde el siglo xix, el pueblo asumió la pieza. Pero su tratamiento ortotipográfico debe ser coherente y evidenciar, sin margen a duda, que se trata de un título. Tras la contumaz resistencia a registrarlo de esa manera en todos nuestros textos constitucionales se adivina el prurito de saber que no es su nombre original. No lo es, en efecto; pero es el que los cubanos, por convención, le hemos dado. Y no hemos de sentir vergüenza de reconocerlo en cuanto tal. Por consiguiente, y según las normas editoriales contemporáneas, lo idóneo será escribir en cursivas la expresión íntegra y con mayúscula inicial su primera palabra: Himno de Bayamo. Es, desde todo punto de vista, inconcebible que sigamos asentándolo con una expresión de carácter descriptivo que informa donde surgió y se cantó por vez primera, pero no le concede la dignidad de un verdadero título, el que se ha ganado.
Al propio tiempo, estimo de suma importancia que también se mantenga en la redacción La bayamesa. Porque es el título original, y así reza en la única partitura autografiada por el autor que se conserva. Y porque sin él, se enajena del himno una parte significativa de su historia y de la historia de nuestra nación, la que atañe, sobre todo, a los vínculos de los conspiradores independentistas del Comité Revolucionario de Bayamo con los ideales políticos de la Revolución Francesa y la canción patriótica La marsellesa.
En resumen, el artículo 4 de la nueva Constitución de la República debería quedar así: «Los símbolos nacionales son la bandera de la estrella solitaria, La bayamesa o Himno de Bayamo y el escudo de la palma real.»
Rescribiéndolo de ese modo, se cumpliría con la historia de Cuba y se cumpliría con las convenciones ortotipográficas vigentes para los textos escritos en lengua española.
Notas:
[1] Testimonio vía correo electrónico, 7 de marzo de 2017.
[2] En los números 16 (25 de junio de 1892), 50 (21 de febrero de 1893) y 82 (14 de octubre de 1893).
[3] En el número 16, además de publicarse la letra en partitura, se insertó una representación en verso. Aunque se relaciona sin título, aparece en el interior de un texto que la nombra expresamente La bayamesa.
[4] En el número 33: «La Bayamesa», himno de Bayamo e himno bayamés. En los números 58 y 83: «Himno Bayamés», himno Bayamés y el himno de Bayamo. (Las expresiones se citan por la ortotipografía original en esta y en las sucesivas notas al pie.)
[5] Solo cinco menciones: «La Bayamesa» (nro. 3), «La Bayamesa» (nro. 33), Himno de Bayamo (nro. 82), «Himno de Bayamo» (nro. 152), «Himno Bayamés» (nro. 83).
[6] Solo tres menciones: «A los acordes vibrantes del Himno de Bayamo, que coreaba la concurrencia…», «A los acordes del Himno de Bayamo, desfiló Máximo Gómez…» (nro. 108); «A los acordes del Himno de Bayamo entraba en el salón…» (nro. 109).
[7] «…los niños cantaron himnos patrióticos, «sobre todo el de Bayamo y el de la invasión»» (Patria, 27.2.1900); «Todos estos espectáculos serán amenizados por la banda de música que tocará el Himno Bayamés…» (La Aurora, 24.2.1901); «… para oír tocar el Himno de Bayamo en las iglesias…» (Patria, 7.2.1900); «El Himno bayamés […] es del pueblo cubano…» (La Nación, 31.5.1900); «Si se nos preguntara cuál es la nota dominante en esta hora singular diríamos que esa nota es la del Himno Bayamés…» (El Independiente, febrero de 1899). Apud Marial Iglesias, Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902, Ediciones Unión, La Habana, 2010, pp. 81, 86, 103, 104, 179.
[8] Rine Leal, comp., Teatro bufo del siglo XIX. Antología, t. II, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975, pp. 283, 314, 329.
[9] «…tocando el himno bayamés…» (Bernabé Boza, Mi diario de la guerra, t. I, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001, p. 113); «…el eco de nuestras montañas el himno bayamés…» (íd., p. 171); «…a los sones del Himno bayamés…» (José Miró Argenter, Crónicas de la guerra, t. I, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1970, p. 379); «…al son del Himno bayamés…» (id., p. 427). Incluso pueden utilizar otra expresión, también descriptiva: «Todo el tiempo que duró este acto, la banda de música que pertenece al cuartel general del lugarteniente tocaba el himno de Perucho Figueredo» (Bernabé Boza, op. cit., p. 50).
[10] Regino Boti, comp., La lira cubana, [4ª. ed.], pp. 129, [Imprenta La Imperial], [Guantánamo] [1919].
[11] Apud Fernando Figueredo, «La Bayamesa», El Fígaro, 23 de junio de 1912, p. 373
[12] Ibídem.
[13] «…le puso como nombre La Bayamesa…«; «…una versión del Himno de Bayamo…», «El Himno de Bayamo…»; «…la historia del Himno de Bayamo…». (Enrique Gay-Calbó, La bandera, el escudo y el himno. Trabajo leído por el Académico de Número Dr. Enrique Gay-Calbó en la sesión solemne celebrada el 24 de febrero de 1945, Academia de la Historia de Cuba, Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1945, pp. 35, 36, 37); «…vibró en los aires La Bayamesa…«; «El Himno de Bayamo, preparado…». (Enrique Gay-Calbó, Las banderas, el escudo y el himno de Cuba, pp. 29-51, Sociedad Colombista Panamericana, La Habana, 1956, pp. 30, 31).
[14] Flora Mora, «Necesidad de cubanizar el Himno Nacional. Extranjerismos y adulteraciones que se han ido introduciendo al Himno de Bayamo de Pedro Figueredo (1819-1870)», folleto, Imprenta San Pedro Villalta y Hno, La Habana, 1954, p. 6.
[15] «Reconocemos en el Himno Nacional de Cuba, nuestra Bayamesa, el símbolo…»; «…y el pueblo entonó por vez primera nuestro Himno Nacional, La Bayamesa…». EcuRed, «El Día de la Cultura Nacional Cubana».
[16] «Destacados compañeros intelectuales de la música, estiman que debe mantenerse como oficial la versión de La bayamesa, de la cual dignamente es autor Pedro Figueredo y coautor por su introducción de 16 compases, armonización e instrumentación, Rodríguez Ferrer». Apud Delio Orozco González, «Notas para repensar el Himno Nacional de Cuba», Revista Clave, año 3, nro.1, 2001. Consultado en: www.academiahistoria.cu
[17] Himno de Bayamo. Himno Nacional de Cuba. Letra y partituras, carpeta en rústica con las siguientes señas en portada: AN/2L/V POS/DIC. 83 DOC. 2 ANEXO 3. Las siglas indican que es el Anexo 3 de los documentos de trabajo del V Período Ordinario de Sesiones de la Segunda Legislatura de la Asamblea Nacional, en diciembre de 1983, Egrem, Editora Musical de Cuba, La Habana. Consultada en la Sala de Música de la Biblioteca Nacional.
Pedro de Jesús (Fomento, 1970). Escritor. Máster en Estudios Lingüísticos-Editoriales Hispánicos por la Universidad Central de Las Villas. Licenciado en Letras por la Universidad de La Habana. Ha publicado los libros de relatos Cuentos Frígidos (Olalla, Madrid, 1998; Unión, La Habana, 2000; City Lights Book, San Francisco, USA, 2002), La sobrevida (Letras Cubanas, La Habana, 2006; Diálogos Book, New Orleans, USA, 2014) y La vida apenas (Bokeh, Leiden, 2017). También la novela Sibilas en Mercaderes (Letras Cubanas, La Habana, 1999; Océano, México, 2002), el cuaderno de poesía Granos de mudez (Luminaria, Sancti Spíritus, 2009, 2016) y el libro de ensayo Imagen y libertad vigiladas. Ejercicios de retórica sobre Severo Sarduy (Letras Cubanas, 2014). Su investigación Lengua, verso e historia en el himno nacional cubano será presentada en la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2019, como parte del catálogo de Editora Abril. Ha recibido, entre otros reconocimientos, la Distinción por la Cultura Nacional (2015), el Premio de la Academia Cubana de la Lengua (2015), el Premio Alejo Carpentier (cuento, 2006; ensayo, 2014) y el Premio de la Crítica Literaria (2014).
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