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Dialéctica y espontaneidad (1925), de Georges Lukács

Un marxismo de la subjetividad revolucionaria

Fuentes: Memoria - http://www.memoria.com.mx/170/lowy.htm

Durante muchos años, los investigadores y los lectores han mostrado asombro por el hecho de que Georges Lukács no haya respondido nunca al intenso fuego crítico dirigido contra Historia y Conciencia de clase (HCC) poco después de su aparición en 1923, especialmente por parte de los autores comunistas. El reciente descubrimiento de Chvostimus und Dialektik […]

Durante muchos años, los investigadores y los lectores han mostrado asombro por el hecho de que Georges Lukács no haya respondido nunca al intenso fuego crítico dirigido contra Historia y Conciencia de clase (HCC) poco después de su aparición en 1923, especialmente por parte de los autores comunistas. El reciente descubrimiento de Chvostimus und Dialektik en los antiguos archivos del Instituto Lenin de Moscú muestra que este «eslabón perdido» existía: Lukács había respondido muy bien, de manera explícita y vigorosa a estos ataques, y defendido las principales ideas de su obra maestra hegeliano-marxista en 1923.

Esta respuesta puede ser considerada como el último escrito inspirado por este mismo procedimiento dialéctico-revolucionario, antes de un giro mayor en su reflexión teórica y política. Gracias a Ediciones de la Passion, este documento está ahora disponible en francés, bajo el título Dialectique et spontanéité. En défense de Histoire et Conscience de Classe (abreviado DeS).
Laszlo Illès, el editor húngaro que lo publicó en 1966 en su lengua original (el alemán), lo presentaba en su prefacio como habiendo sido escrito entre 1925 y 1926, «en la misma época que los importantes informes de la Edición de Lasalle y algunos escritos de Moses Hess». Por razones que expondré más adelante, siempre he pensado que este ensayo no podía ser contemporáneo de aquel sobre Moses Hess (1926). Documentos recientes descubiertos por el mismo Illès, y mencionados por Nicolas Tertulian en su excelente prefacio a la edición francesa, muestran que Chvostismus und Dialektik fue escrito en 1925 y enviado a las revistas soviéticas Westnik y Pod Znamennen Marxisma, que no habían querido publicarlo.
El traductor francés, Pierre Rusch, tradujo el término ruso utilizado por Lukács, Chvostimus por «espontaneidad». Se trata, como lo explica en una nota, de una palabra forjada -a partir de Chvost, «la cola»- por Lenin en el Qué hacer, para denunciar a aquellos que reducen el rol de la social-democracia a «ir a la cola del movimiento» obrero sindical. Me parece que la noción de «seguir», a pesar de sus ambigüedades, está más cercana a la de «ir a la cola» rusa que «espontaneidad», que designa la dinámica autónoma del movimiento social, más que la actitud de aquellos que se limitan a seguirla.

Ahora que sabemos que Lukács creyó necesario defender HCC contra sus críticos comunistas «ortodoxos» -nunca se tomó el trabajo de responder a los socialdemócratas-, la cuestión evidente es: ¿por qué no intentó publicarla en otra parte, después de la negativa de las revistas soviéticas? La revista Pod Znamenam Marxisma (Bajo la bandera del marxismo) que había publicado la crítica de Lukács en 1924 y no había querido aceptar su respuesta, era ciertamente influyente, pero es difícil imaginar que Lukács no hubiera podido encontrar otra publicación, por ejemplo en lengua alemana, dispuesta a publicar su texto. Una hipótesis posible es que, después de algún tiempo -meses, un año-, cambió de opinión y ya no estaba de acuerdo con la orientación político-filosófica del documento. En efecto, su ensayo de 1926 sobre Moses Hess, del cual hablaremos más adelante, representa un cambio bastante radical de posición, que prefigura las futuras autocríticas, después de 1930, de Historia y Conciencia de Clase.

Dialektik und Chvostisnus es, como su título lo sugiere, un ensayo en defensa de la dialéctica revolucionaria, contra gente como Lazlo Rudas -un joven intelectual comunista húngaro- y Abram Deborin -filósofo comunista «oficial», antiguo menchevique y discípulo de Plejanov- que representaban, en el movimiento comunista, un punto de vista semipositivista y predialéctico bastante influyente 1. A pesar de su valor excepcional, como una suerte de postscriptum anticrítico de HCC, el documento, a mi modo de ver, sufre de severas limitaciones.

La más evidente es que se trata de una polémica contra autores de segundo nivel. Esto no es un problema muy importante en sí: ¿no discutió Marx extensamente elucubraciones de Bruno y Edgar Bauer? Sin embargo, Lukács, hasta cierto punto, adoptó el orden del día de sus adversarios y limitó su respuesta a las cuestiones que ellos planteaban: la conciencia de clase y la dialéctica de la naturaleza. Mientras que la primera es sin duda una problemática esencial para la dialéctica revolucionaria, difícilmente se puede sostener lo mismo en relación con la segunda. Nos preguntamos cuál es la importancia filosófico-política de las páginas en DeS dedicadas a la epistemología de las ciencias naturales o a la cuestión de saber si la experimentación y la industria son, en sí mismas -como Engels parecía creer-, una refutación filosófica suficiente al desafío planteado por la cosa-en-sí kantiana. Otra consecuencia de este orden del día limitado es que la teoría de la reificación, que es uno  de los temas centrales de HCC y la contribución más importante de Lukács a una crítica radical de la civilización capitalista -una teoría que ha ejercido una poderosa influencia sobre el marxismo occidental a lo largo de todo el siglo XX, desde la Escuela de Francfort y Walter Benjamin a Lucien Goldmann, Henri Lefebvre y Guy Débord- está enteramente ausente de Dialéctica y Espontaneidad, como lo estaba de las penosas excursiones de Rudas y Deborin.

En lo que concierne a la conciencia de clase y la teoría leninista del partido -ciertamente la parte más interesante del ensayo-, existe un problema de otra naturaleza. Si se compara la discusión sobre estas cuestiones en HCC y DeS, no puede evitarse tener la impresión de que su interpretación del leninismo en el segundo texto se tornó más autoritaria. Mientras que en el opus de 1923 se encuentra un intento original de integrar ciertas intuiciones de Rosa Luxemburgo en una especie de síntesis con el leninismo 2, en el ensayo de 1925 la revolucionaria judío-polaca aparece, de una manera bastante simplista, sólo como una referencia negativa y como la encarnación del puro espontaneísmo. Mientras que en HCC la relación entre la «conciencia imputada» y la conciencia empírica es percibida como un proceso dialéctico en el cual la clase, con la ayuda de la vanguardia política, se eleva al «máximo de la conciencia posible» -traducción de Lucien Goldmann del concepto de zugerechnetes Bewusstsein- por su experiencia de lucha, en DeS la doctrina kautskiana perfectamente no-dialéctica según la cual el socialismo es introducido «desde afuera» en la clase por los intelectuales -una concepción mecanicista adoptada por Lenin en ¿Qué hacer? (1902), pero abandonada después de 1905- es presentada como la quintaesencia del «leninismo». Mientras que en HCC Lukács insistía en que «el consejo obrero es la superación económica y política de la reificación capitalista» 3, DeS ignora los soviets y se refiere únicamente al partido y llegan hasta identificar la dictadura del proletariado con «la dictadura de un verdadero Partido Comunista».

A pesar de estos problemas, Dialéctica y espontaneidad no tiene mucho que ver con el estalinismo y puede ser considerada como una notable polémica dialéctico-revolucionaria contra el pretendido «marxismo-leninismo» criptopositivista que pronto llegaría a ser la ideología oficial de la burocracia soviética. El elemento clave de esta batalla inseparablemente filosófica y política de Lukács es el acento puesto sobre la importancia revolucionaria decisiva del momento subjetivo en la dialéctica histórica entre el sujeto y el objeto. Si tuviéramos que resumir el alcance o la significación de Chvostismus und Dialektik, yo diría que se trata de una notable apología hegelo-marxista de la subjetividad revolucionaria 4. Esta fuerte idea atraviesa como un hilo rojo el conjunto del texto, particularmente en su primera parte, pero también, en cierta medida, en la segunda. Intentemos acercarnos más a los principales momentos de este argumento.

Podríamos comenzar por el misterioso término Chvostimus en el título del libro: Lukács nunca se tomó el trabajo de explicarlo, suponiendo que sus lectores -¿rusos?- estaban familiarizados con el mismo. Como hemos visto más arriba, este término había sido utilizado por Lenin para polemizar contra los «economicistas» que se ponían a la cola del movimiento obrero espontáneo. Sin embargo, Lukács lo utiliza en un sentido historiosófico mucho más amplio: Chvostismus designa para él el «seguimiento» pasivo en todas sus formas, la filosofía pasiva de aquellos que se ponen «en la cola» del curso de los acontecimientos, ignorando los momentos subjetivo-revolucionarios del proceso histórico.
Lukács denuncia el intento de Rudas y Deborin de transformar el marxismo en una «ciencia» en el sentido positivista, burgués, del término. Deborin intenta, en un proceso regresivo, devolver el materialismo histórico a Comte y Herbert Spencer (auf Comte oder Herbert Spencer zurückrevidiert), una suerte de sociología burguesa que estudia leyes transhistóricas que excluyen toda actividad humana voluntaria. En cuanto a Rudas, se sitúa como un observador «científico» del curso objetivo de la historia, lo que le permite «anticipar» los desarrollos revolucionarios. Ambos sólo consideran como digno de investigación científica lo que está libre de toda participación del sujeto histórico y ambos niegan, en nombre de esta ciencia «marxista» (de hecho positivista), toda tentativa de atribuir «un papel activo y positivo al momento subjetivo en la historia» .5

La guerra contra el subjetivismo, observa Lukács, es la bandera bajo la cual el oportunismo siempre ha combatido contra la dialéctica revolucionaria: fue utilizada por Bernstein contra Marx y por Kautsky contra Lenin. En nombre del antisubjetivismo, Rudas desarrolla una concepción fatalista de la historia, que incluye únicamente «las condiciones objetivas», pero no deja ningún espacio para la decisión de los actores históricos. En un artículo de Inprekor contra Trotsky 6-criticado por Lukács en DeS-, Rudas pretende que la derrota de la revolución húngara de 1919 se debió únicamente a las «condiciones objetivas» y no a errores de la dirección comunista; menciona tanto a Trotsky como a Lukács como ejemplos de una concepción unilateral de la política, que sobreestima la importancia de la conciencia de clase proletaria.

Negando la acusación de «idealismo subjetivo», Lukács se instala en su punto de vista: en los momentos decisivos de la lucha, todo depende de la conciencia de clase del proletariado, el componente subjetivo. Ciertamente, existe una interacción dialéctica entre el sujeto en el proceso histórico, pero en el momento (Augenblick) de la crisis es este componente -en forma de conciencia y praxis revolucionaria- el que define la dirección de los acontecimientos. Por su actitud fatalista, Rudas ignora la praxis y desarrolla una teoría del seguimiento -jvostismo- pasivo, considerando la historia como un proceso que se desarrolla independientemente de la conciencia humana.
¿Qué es el leninismo, subraya Lukács, sino la insistencia permanente sobre el papel activo y consciente del momento subjetivo? ¿Cómo podríamos imaginar la concepción de Lenin sobre la insurrección como un arte sin esta función del momento subjetivo? La insurrección es precisamente el Augenblick, el instante del proceso revolucionario «donde el elemento subjetivo adquiere una preponderancia decisiva» 7. En este instante, el destino de una revolución, y por lo tanto de la humanidad, depende del momento subjetivo. Esto no quiere decir que los revolucionarios deban «esperar»la llegada de este Augenblick: no hay momento en el proceso histórico en el que la posibilidad de un papel activo de las fuerzas subjetivas esté del todo ausente.

En este contexto, Lukács voltea sus armas críticas contra una de las principales manifestaciones de esta concepción positivista, «sociológica», contemplativa, fatalista -jvostista en la terminología de DeS- y objetivista de la historia: la ideología del progreso. Rudas y Deborin creen que el proceso histórico es una evolución que conduce mecánica y fatalmente a la próxima etapa. Según los dogmas del evolucionismo, la historia es concebida como un avance continuo, un progreso infinito: la etapa más reciente en el tiempo es necesariamente superior desde todos los puntos de vista. Por el contrario, en una perspectiva dialéctica, el proceso histórico no es evolucionista ni orgánico, sino contradictorio, accidentado, con avances y retrocesos. Lamentablemente Lukács no desarrolla estas intuiciones que se dirigen hacia una ruptura radical con la ideología del progreso inevitable, común al marxismo oficial de la Segunda y -después de 1924- la Tercera Internacional.

Otro aspecto importante ligado a esta batalla contra la degradación positivista del marxismo es la crítica de Lukács, en la segunda parte del ensayo, a las tesis de Rudas sobre la tecnología y la industria como un sistema «objetivo» y neutro de «intercambio entre los humanos y la naturaleza». Esto querría decir, objeta Lukács, ¡que hay una identidad esencial entre la sociedad capitalista y la socialista! En su opinión, la revolución no sólo debe transformar las relaciones de producción, sino también revolucionar en gran medida las formas concretas de la tecnología y de la industria existentes en el capitalismo, porque están íntimamente ligadas a la división capitalista del trabajo. También en este terreno Lukács estaba muy adelantado para su tiempo, pero la sugerencia no está verdaderamente desarrollada en el ensayo.
Dicho sea de paso, existe una fuerte analogía entre ciertas formulaciones de Lukács en Dialéctica y espontaneidad -la importancia del Augenblick revolucionario, la crítica de la ideología del progreso, el llamado a una radical transformación del aparato teórico- y las de Walter Benjamin en sus últimos escritos.

Apenas un año después de haber escrito Chvostimus und Dialektik, Lukács redactó el ensayo «Moses Hess y los problemas de la dialéctica idealista» (1926), que propone una perspectiva político-filosófica radicalmente diferente. En este brillante artículo, Lukács celebra la «reconciliación con la realidad» promovida por la filosofía de Hegel como la expresión suprema de su «grandioso realismo» y de su «rechazo a todas las utopías». Mientras que este realismo permitía a Hegel comprender «la dialéctica objetiva del proceso histórico», el utopismo moralista y subjetivo de Moses Hess y de los hegelianos de izquierda conducía, según Lukács, a un impasse.

Tal como intenté mostrar en mi libro, este ensayo proporcionó a Lukács la justificación filosófica de su propia «reconciliación con la realidad», a saber, con la URSS estalinista, implícitamente considerada como la manifestación de la «dialéctica objetiva del proceso histórico» 8. Poco después, en 1927, Lukács, que había citado favorablemente a Trotsky en un artículo aparecido en junio de 1926, publica su primer texto antitrotskista, en Die Internationale, la revista teórica del Partido Comunista Alemán 9.

¿Cómo explicar este giro repentino, entre 1925, 1926 y 1927, que conduce a Lukács del subjetivismo revolucionario a la «reconciliación con la realidad objetiva»? Probablemente el sentimiento de que toda la ola revolucionaria de 1917-1923 había sido derrotada y de que todo lo que quedaba de ella era el «socialismo en un solo país». Lukács estaba lejos de ser el único en sacar esta conclusión: muchos otros intelectuales comunistas van a seguir este razonamiento «realista». Sólo una minoría -entre los cuales estaban por supuesto León Trotsky y sus seguidores- continuó siendo fiel a la esperanza internacionalista-revolucionaria de octubre. Pero eso es otra historia.

Para concluir, a pesar de sus límites y debilidades, Dialéctica y espontaneidad. En defensa de la Historia y la Conciencia de Clase de György Lukács es un documento fascinante, no sólo desde el punto de vista de la biografía intelectual de su autor, sino por su actualidad teórica y política hoy, como potente antídoto contra los intentos de reducir el marxismo o el pensamiento crítico a una simple observación «científica» del curso de los acontecimientos, una descripción «positiva» de los altos y bajos de la coyuntura económica. Además, por el acento que pone sobre la conciencia y la subjetividad, por su crítica a las ilusiones del progreso lineal y por su llamado a la transformación radical del aparato técnico-industrial, aparece sorprendentemente en fase con las cuestiones debatidas actualmente por el movimiento contra la globalización capitalista.

Traducción de Silvia Kiczcovsky

NOTAS
1 En mi libro sobre Lukács de 1976, evidentemente sin conocer el manuscrito de 1925, escribía a propósito de las críticas contra HCC: «Sin entrar en el detalle de estas críticas, basta subrayar que las dos más conocidas, las de Rudas y Deborin, se sitúan en el terreno del materialismo predialéctico. Deborin cita abundantemente a Plejanov para demostrar que el marxismo se origina en el «materialismo naturalista» criticado por Lukács, mientras que Rudas compara las leyes marxistas de la sociedad con la ley de la evolución de Darwin, para llegar a la conclusión sorprendente de que el marxismo es una «pura ciencia de la naturaleza» (M. Löwy, Pour une sociologie des intellectuels révolutionnaires. L’évolution politique de Lukacs 1909-1929, Paris, PUF, 1976, p. 198).
2 Por ejemplo, «Rosa Luxemburgo reconoció muy justamente que ‘la organización debe formarse como producto de la lucha’. Ella sólo sobreestimó el carácter orgánico de este proceso» (G. Lukács, Histoire et Conscience de Classe, Paris, Minuit, 1960, p. 357).
3 Ib., p. 106.
4 Nicolas Tertulian ha captado perfectamente este aspecto en su prefacio: «lo esencial de la polémica gira en torno a la génesis y a la naturaleza de la subjetividad revolucionaria». Lukács entiende acordar un lugar importante a la creatividad y al poder de la invención del sujeto en el devenir histórico». Por el contrario, yo no comparto sus críticas al «praxeo-centrismo»del joven Lúkacs (N. Tertulian, «Prefacio» a Lúkacs, Dialectique y Spontanéité, pp. 9-19).
5 G. Lukács, Chvostimus und Dialektik, Budapest, Aron Verlag, 1996, p. 9.
6 L. Rudas, «Genosse Trotsky über die Ungarische Proletarierrevolution», Inprekor, IV, 1923.
7 G. Lukács, Dialectique et spontanéité, p. 38. Este argumento es desarrollado sobre todo en la primera parte del ensayo, titulado «Subjetivismo», pero no está ausente del resto del documento.
8 M. Löwy, Pour une sociologie des intellectuels révolutionnaires , pp. 229-232.
9 El artículo de 1926 es «L’art pour l’art und die proletarische Dichtung», Die Tat, junio de 1926, que cita de manera aprobatoria la crítica del Proletkult de Trotsky. La obra es «Eine Marxkritik im Dienste des Trotzkismus. Rez. von Mx Eastman: Marx, Lenin and the Science of Revolution», Die Internationale, 6.X.1927.