Un simple paseo en barco por la Albufera nos permite, a todos los que somos legos en temas ambientales, conocer la grave situación que padece ese espacio acuático. Percatarse de la enfermedad crónica que tiene ese lago valenciano es tan sencillo y elemental que resulta incomprensible e inexplicable, que la administración pública valenciana no hubiera […]
Un simple paseo en barco por la Albufera nos permite, a todos los que somos legos en temas ambientales, conocer la grave situación que padece ese espacio acuático. Percatarse de la enfermedad crónica que tiene ese lago valenciano es tan sencillo y elemental que resulta incomprensible e inexplicable, que la administración pública valenciana no hubiera conocido la terrible situación de nuestro emblemático lago, procediendo de inmediato, a la adopción y aplicación de medidas urgentes para detener el deterioro. Gracias a las denuncias e investigaciones de ciertos medios de comunicación, hemos podido conocer exhaustivamente la enfermedad terminal de nuestra Albufera… Y me temo que no hay medicamentos ni intervención quirúrgica que pueda eliminar el cáncer que devora al gran lago valenciano, un patrimonio natural a punto de ser engullido por la codicia y estupidez de unos pocos especuladores y algunos políticos canallas.
Algunos ciudadanos, que no tenemos miedo ni pudor en confesar abiertamente ser inexpertos en temas ambientales, sí somos muy conscientes y sentimos cuando algo se degrada y se corrompe. No hace falta ser un distinguido y prominente investigador o un afamado naturalista para percibir y contemplar la enorme cantidad de peces muertos o las innumerables extrañas sustancias que flotan en las tranquilas y ponzoñosas aguas de nuestra Albufera. Hay tantos indicios y pruebas. A saber: los nauseabundos olores, los colores extraños que impregnan los matorrales y embadurnan las tierras de las orillas del lago y las huertas anexas huerta, los millares de peces muertos que rodean las barcas cuando surcan el lago…
Tuve una oportunidad hace muy poco de recorrer la Albufera con mi familia, bien acompañado y asesorado por un anciano pescador de la zona. El periplo realizado fue apasionante, pues a pesar de las enormes cantidades de inmundicias, detritus, peces muertos, malos olores… el paisaje y las aves que todavía se atreven a residir y habitar la Albufera comunican cierta hidalguía, un estilo honorable y digno, que algunos políticos nunca podrán poseer.
Lo que resulta detestable es ver que a pesar de las evidencias que cualquiera puede constatar, realizando un simple y sencillo paseo en barca por la Albufera nadie, absolutamente nadie en los últimos años ha movido un dedo para denunciar, oficial y de manera pública, la penosa y gravísima situación de un paraje que merece un Plan Integral de Recuperación y Rehabilitación Urgente…
Es hora de que la administración local, autonómica y central activen un programa, reservando las partidas presupuestarias pertinentes en aras a detener y regenerar la Albufera, castigando a los responsables intelectuales y materiales de los vertidos, las contaminaciones, las degradaciones efectuadas en tantos y tantos años. Y no hay excusa ni tiempo que perder, pues la enfermedad diagnósticada requiere aplicar todo tipo de acciones quirúrgicas, judiciales, administrativas…
Insisto: si no se adoptan las medidas urgentes en un breve plazo, si no se paralizan y/o detienen las medidas especulativas que tiene previstas aplicar el Sr. Blasco, podremos contemplar la muerte anunciada de nuestra Albufera, pues la calamitosa situación que padece es fruto de una desidia sistemática de todos: Ayuntamiento de Valencia. Generalitat Valenciana, gobierno central, empresas, ciudadanos… Aquí los únicos que no son culpables son la flora y fauna de la Albufera.
Confieso apenado que en todo el tiempo que llevo como ciudadano consciente y comprometido, nunca he visto tanto desprecio por nuestro entorno, por nuestras señas culturales y ambientales. Y que se aprueben leyes y normativas constantemente no me ayuda a tranquilizar mi conciencia o a confiar en los políticos y gestores, pues conozco bien el paño y la miserable forma de actuar que tienen nuestros actuales representantes. No hacen faltan nuevas leyes. No hacen falta nuevas administraciones. Pero si hace falta urgentemente rigor, ética y respeto por la vida, por nuestro entorno, por nuestras raíces . Hace falta abandonar esa locura compulsiva por el «culto al ladrillo», por el derroche, el despilfarro, la mentira, la zafiedad, la estulticia, el disparate, la creación de enormes santuarios del ocio solitario que son las tierras míticas y las ciudades de las necedades… Es evidente que todos los actos que desarrolla, estimula y potencia nuesta clase política tiene un desesperado intento por ocultar y camuflar lo que es realmente necesario y vital, pues logran que la violencia y el fracaso se instalen en cada uno de nosotros de forma tan natural.
Vivimos tiempos extraños y contradictorios, pues hay una saturación de normas que se aprueban de forma acelerada con la única intención de ser vulneradas de forma clara y visible por aquellos mismos que las han redactado y aprobado…
La indefensión y el desamparo que sufrimos los ciudadanos es alarmante, pues vemos como se destruyen los más distinguidos y aristocráticos vestigios rurales y urbanísticos valencianos, así como son convertidos en basureros los espacios naturales únicos que existen en el Mediterráneo; todo ello en nombre de un progreso que es, única y exclusivamente, dirigido por la nueva dictadura: la del ladrillo y el amor por el dinero fácil que necesita acumular y obtener beneficios de forma vertiginosa, sin importar para nada las víctimas y destrozos que pueda ocasionar.
La Albufera es algo más que un espacio lleno de agua, donde habitan y residen hermosas aves, peces… sin olvidar la exuberante flora autóctona
La tierra valenciana, los reducidos ya vestigios culturales y artísticos, los degradados espacios naturales de nuestra amada Valencia… no se merecen el desdén y el desprecio que les dispensa la clase política que todos hemos elegido… Tampoco nosotros, los ciudadanos y votantes, estamos exentos de culpa, pues no hemos tenido la capacidad para respetar y denunciar valientemente tanto desastre y despropósito.
Tenemos el deber y la obligación de fiscalizar, controlar, denunciar y exigir a nuestros representantes que respeten y conserven nuestro legado natural, cultural, patrimonial, emocional. No debemos tolerar que el terrorismo contra nuestro legado natural y patrimonial, lo ejecuten y desarrollen impunemente aquellos que han sido elegidos por nosotros.
La Albufera espera que nuestra voz pueda salvarla. Denunciemos a los responsables ante los Tribunales y exijamos a nuestros representantes que dejen de hablar y que trabajen para que nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de todos los bienes de Valencia.
Benicalap – Valencia, a 17 de septiembre de 2004
CERCLE OBERT DE BENICALAP
INICIATIVAS SOCIALES Y CULTURALES DE FUTURO
Antonio Marín Segovia
Presidente
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