Y en Hawai, los agricultores de papaya orgánica están indignados porque han encontrado rastros de papaya alterada genéticamente en sus cultivos. Los biólogos lo llaman ‘flujo genético’. Se refiere al modo en que las plantas han intercambiado material genético con la polinización cruzada desde los orígenes de la vida. Pero para la gente que eligió […]
Y en Hawai, los agricultores de papaya orgánica están indignados porque han encontrado rastros de papaya alterada genéticamente en sus cultivos.
Los biólogos lo llaman ‘flujo genético’. Se refiere al modo en que las plantas han intercambiado material genético con la polinización cruzada desde los orígenes de la vida.
Pero para la gente que eligió cultivar granos sin alterarlos genéticamente, ese intercambio biológico natural representa una amenaza.
Las tensas relaciones entre la industria de la biotecnología y sus enemigos se incrementaron en los últimos días, cuando el gobierno estadounidense publicó un estudio que mostró que se encontraron hierbas genéticamente modificadas entre otras hierbas de crecimiento convencional a unos 19 kilómetros del Valle Willamette, en el estado de Oregón.
El estudio suscitó nuevos pedidos de regulaciones más estrictas sobre el flujo genético, especialmente para los agricultores que prometen a sus clientes cultivos no alterados genéticamente.
Más agricultores están reportando el descubrimiento de rastros de organismos genéticamente modificados por la polinización cruzada o que de alguna manera se han mezclado con sus cultivos orgánicos.
Son descubrimientos potencialmente devastadores porque los consumidores de productos orgánicos generalmente demandan que los costosos alimentos que compran no sean modificados a través de la biotecnología.
Pero el problema, al igual que el clima, no respeta los límites geográficos.
Un grupo que se encarga de vigilar el TLC (Tratado de Libre Comercio para América del Norte) dijo que encontró maíz genéticamente alterado en México, pese a que en ese país rige una prohibición de modificar granos desde hace seis años.
Mientras tanto, los consumidores de Japón, Europa y otros sitios demandan que los granos crezcan de manera convencional.
Los agricultores que no pueden garantizar que sus granos no serán modificados por la tecnología corren el riesgo de perder esos mercados.
Las normativas de etiquetado en Estados Unidos permiten determinada cantidad de rastros de materiales genéticamente modificados en productos orgánicos. Sin embargo, los agricultores de productos orgánicos temen que el mercado se vuelva en su contra si los clientes perciben que el flujo genético gen no está siendo controlado.
Esa es la razón por la que numerosos cultivadores de maíz de California se oponen a los planes de una empresa de biotecnología de incrementar la cantidad de hectáreas que destina al maíz alterado con genes humanos para fabricar medicinas. El gobierno estatal se negó a autorizar los planes de expansión de la compañía.
También es el motivo por el que los agricultores orgánicos de Hawai arrojaron simbólicamente a una cesta de basura con un cartel de ‘biológicamente peligroso’ 20 papayas genéticamente modificadas.
La papaya alterada genéticamente para resistir un virus fue sembrada con fines comerciales por primera vez en 1998, y se le ha dado el mérito de rescatar una industria devastada por la enfermedad.
Pero la variedad alterada genéticamente no es la única que crece en Hawai.
‘Estamos encontrando una extensa contaminación y los agricultores están preocupados’, expresó Noli Hoye, del grupo opuesto a la biotecnología que organizó la protesta en Hawai.
‘Después que estos granos genéticamente modificados llegan al mercado no pueden ser contenidos’, sostuvo.
Un creciente número de estudios científicos muestran evidencias de que los granos genéticamente alterados están avanzando en campos de cultivos convencionales, entre ellos el estudio de hierbas realizado por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su nombre en inglés).
El Sindicato de Científicos Involucrados (Union of Concerned Scientists) descubrió en febrero rastros de semillas genéticamente modificadas de maíz, soya y canola mezcladas con granos supuestamente convencionales.
‘Estamos preocupados por el flujo genético’, manifestó la portavoz del Departamento de Agricultura Meghan Thomas. Pero dijo que las regulaciones del departamento sólo abarcan los cultivos experimentales.
Una vez que los granos alterados han sido aprobados para comercializar en el mercado, como lo fueron las papayas en 1997, termina la supervisión gubernamental.
Otros estudios mostraron que los niveles de polinización cruzada eran minúsculos y los líderes de la industria sostienen que la preocupación por el flujo genético es exagerada.
‘La superficie de cultivos orgánicos ha florecido al mismo tiempo que la de granos alterados genéticamente’, dijo Chris Horner, portavoz de la corporación Monsanto. ‘Con buenas prácticas agrícolas, no existe ningún motivo para que estas dos tecnologías no puedan coexistir’.
Horner y otros destacaron que no se sabe que se hayan presentado demandas judiciales contra ninguna compañía de biotecnología alegando que el flujo genético ha causado daños económicos.
‘No ha sido un problema importante, y será difícil demostrar que el flujo genético ha causado perjuicios económicos’, declaró Drew Kershner, profesor de leyes de la Universidad de Oklahoma que ha escrito bastante sobre el tema.
No obstante, algunos agricultores de productos orgánicos sostienen que la polinización cruzada está recortando sus ingresos porque han implementado procesos de plantación más costosos o han perdido ventas por los temores de que sus granos fueran afectados por organismos genéticamente modificados.
La Fundación de Investigaciones de Cultivos Orgánicos dijo que cerca del 11% de los agricultores que respondieron una encuesta del 2003 dijeron haber realizado pruebas de ADN para detectar la presencia de organismos genéticamente modificados.