Quince años después de la desintegración del campo socialista, que dejó al Gobierno de Fidel Castro aislado y en bancarrota, Venezuela se ha convertido en el principal aliado económico y político de la isla. Desde la llegada al poder de Hugo Chávez, en 1998, el volumen de los intercambios bilaterales se ha multiplicado por cinco. […]
Quince años después de la desintegración del campo socialista, que dejó al Gobierno de Fidel Castro aislado y en bancarrota, Venezuela se ha convertido en el principal aliado económico y político de la isla.
Desde la llegada al poder de Hugo Chávez, en 1998, el volumen de los intercambios bilaterales se ha multiplicado por cinco. Venezuela suministra a Cuba 53.000 barriles de petróleo diarios a precios preferenciales, que cubren un tercio de sus necesidades energéticas, y del mismo modo La Habana se ha implicado de lleno en la revolución bolivariana, apoyando sus planes sociales con decenas de miles de médicos, maestros y profesionales.
La alianza Caracas-La Habana es estratégica para ambos Gobiernos. Aunque para Cuba quizás lo sea más, debido a que le garantiza una cierta estabilidad económica, cuando la isla aún no se ha recuperado de la debacle de los años noventa. Según la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba, en 1995 las exportaciones a Venezuela no llegaron a los dos millones de dólares; las importaciones, a 237 millones de dólares. Hoy, la situación es distinta: más de 1.000 millones de dólares en intercambios, y en ambas direcciones.
En cinco años, Venezuela se ha convertido en el primer suministrador de la isla, desplazando a otros socios tradicionales, como España o Rusia. El petróleo es la piedra angular de este comercio. En virtud de un acuerdo firmado en el año 2000, Caracas entrega diariamente a Cuba 53.000 barriles de crudo a precios preferenciales y con facilidades financieras, cantidad nada despreciable, pues la isla consume diariamente 150.000 barriles, de los cuales produce 75.000 -aunque este crudo es de baja calidad y sólo se emplea en la generación de energía eléctrica-.
Con los precios astronómicos del combustible en los mercados internacionales, el acuerdo, en vigor hasta 2006, ha cobrado importancia estratégica. Pero no se trata sólo del petróleo. En virtud del Convenio Integral de Cooperación, firmado por Castro y Chávez en 2000, las esferas de cooperación son amplias: abarcan, desde luego, las áreas de la educación y la salud, pero también numerosos negocios conjuntos, hasta el momento desarrollados con suma discreción. Sólo algunos han trascendido, como la instalación en Venezuela de varias fábricas de azúcar desmanteladas en la isla, y la puesta en marcha de otros dos ingenios azucareros con asesoría y técnicos cubanos, operaciones que, según el ex embajador de Venezuela en Cuba Julio Montes, contarían con apoyo financiero brasileño.
Tras el frustrado golpe de Estado contra Chávez y su victoria en el referéndum revocatorio, en agosto, las relaciones se han incrementado.
En septiembre se realizó en La Habana la V Reunión de la Comisión Mixta entre ambos países: concluyó con la aprobación de 116 proyectos, que amplían las áreas de colaboración a sectores como las telecomunicaciones, el turismo o la informática. Entre otras cosas, Cuba suministrará a su socio medicamentos genéricos y equipos médicos; pondrá en marcha un centro de producción de vacunas en Venezuela, y proporcionará tecnología y equipos para montar varias «líneas procesadoras de leche de soja, que beneficiarán a 350.000 niños de escuelas bolivarianas».
«Indiscutiblemente, para Cuba las relaciones con Venezuela son vitales, pero para Chávez no lo son menos», opina un diplomático latinoamericano en La Habana. No le falta razón. Según el ministro de Salud de Venezuela, Roger Capella, cerca de 15.000 médicos, estomatólogos, optometristas y técnicos de salud cubanos participan -y son el soporte principal- de la ambiciosa misión Barrio Adentro, que pretende garantizar la atención primaria a 17 de los 25 millones de venezolanos de menos recursos. Además, miles de profesores y maestros cubanos han participado en misiones de alfabetización en esa nación, y se cuentan por miles también los entrenadores deportivos en Venezuela.
Por si fuera poco, la isla entera se ha convertido en universidad y hospital para Caracas. En el último año y medio, más de 10.000 jóvenes venezolanos han viajado a La Habana para realizar cursos de 45 días y formarse como «luchadores sociales». A su regreso, los egresados de este Plan Esperanza se integraron al Frente Francisco de Miranda, que desempeñó un papel fundamental en el registro de votantes -inscribieron a 900.000 personas- en vísperas del referéndum revocatorio. Hoy, 900 venezolanos estudian en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana, y 13.000 enfermos venezolanos han sido atendidos en Cuba en virtud del Convenio Integral de Cooperación. Ahora se desarrolla el Plan Milagro, por el que ya han sido tratados más de 5.000 venezolanos con problemas de visión.
El Gobierno de Estados Unidos, no digamos la oposición venezolana, ha expresado en numerosas ocasiones sus reservas por esta colaboración, ante el temor de que «afecte al sistema democrático venezolano».
Fidel Castro y Hugo Chávez ya han dicho lo que piensan: quien apoyó el golpe de Estado en Venezuela fue Estados Unidos y la oposición. «Ni sueñen», han expresado ambos mandatarios, que la cooperación va a cesar.