Hace ya casi 40 años que España se comprometió a celebrar un referéndum para determinar la autonomía de la entonces provincia española del Sáhara Occidental, en cumplimiento de distintas resoluciones de Naciones Unidas que instaban a la descolonización y reconocían el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. En febrero de 1976, en flagrante incumplimiento […]
Hace ya casi 40 años que España se comprometió a celebrar un referéndum para determinar la autonomía de la entonces provincia española del Sáhara Occidental, en cumplimiento de distintas resoluciones de Naciones Unidas que instaban a la descolonización y reconocían el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.
En febrero de 1976, en flagrante incumplimiento de su compromiso y de las citadas resoluciones, y siendo ya Jefe del Estado el Rey Juan Carlos, España cede el Sáhara a Marruecos y Mauritania y retira sus últimos soldados, abandonando a su suerte a cientos de miles de saharauis portadores de un DNI español.
Desde entonces, el Reino de Marruecos ha impedido la celebración del referéndum basándose en argumentos históricos y jurídicos negados reiteradamente por Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de Justicia; y el ejército marroquí mantiene ocupado gran parte del territorio del Sáhara, situación que produce que cientos de miles de saharauis se hallen desplazados de sus casas, malviviendo en campos de refugiados (en los que, como hemos podido comprobar la semana pasada gracias a un programa de Tele 5, se sigue hablando un perfecto castellano) y que las violaciones de los derechos humanos, que incluyen torturas, asesinatos selectivos y cientos de presos políticos y de desaparecidos, sean constantes e impunes.
Desde entonces, los distintos Gobiernos españoles han preferido «mirar hacia otro lado», eludiendo sus responsabilidades y apoyando, progresivamente, las pretensiones marroquíes. Ese apoyo ha pasado a ser obscenamente expreso tras la llegada al poder de Rodríguez Zapatero.
Para colofón, el 11 de marzo, el mismo Jefe del Estado que abandonó a los saharauis, condenándolos a décadas de exilio y sufrimiento, recibió con todos los honores, besos y abrazos incluidos, al ejecutor de sus miserias, el Rey Mohamed. No existe ningún otro conflicto descolonizador en el que la metrópoli se haya comportado con mayor irresponsabilidad.
Mientras a nuestros representantes en los foros internacionales se les llena la boca de pretenciosas «alianzas de civilizaciones», el incumplimiento de nuestros compromisos seguirá produciendo que el acceso a los derechos humanos sea una quimera en una hasta hace bien poco provincia española. ¿Y no se nos cae la cara de vergüenza?