El número de zonas muertas en los océanos del mundo se ha doblado cada década desde 1960, como resultado de la contaminación creciente. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha advertido recientemente que hay 146 zonas muertas en todo el mundo, principalmente alrededor de las costas de los países ricos. Un […]
El número de zonas muertas en los océanos del mundo se ha doblado cada década desde 1960, como resultado de la contaminación creciente. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha advertido recientemente que hay 146 zonas muertas en todo el mundo, principalmente alrededor de las costas de los países ricos.
Un ejemplo es la zona muerta del Golfo de México, que puede llegar a cubrir más de 11 mil kilómetros cuadrados, y es causada sobre todo por los fertilizantes que llegan al mar a través de los ríos. Otro caso es el río Mississippi que vierte cada año 1.6 millón de toneladas de nitrógeno en el golfo, el triple que hace 40 años.
El resultado es la muerte de los peces y toda la vida que encuentren a su paso, incluso se relaciona este fenómeno con la caída de las capturas pesqueras. Las zonas muertas son causadas principalmente por fugas de nitrógeno de fertilizantes agrícolas, desechos cloacales y contaminantes industriales. El nitrógeno produce un alga microscópica conocida como fitoplancton. Cuando esta alga muere y se descompone, consume oxígeno y en consecuencia sofoca todo lo que tiene a su alcance, desde almejas y langostas hasta ostras y peces.
La zona muerta del Golfo de México fue descubierta a principios de los 70 y entonces aparecía cada dos o tres años. Ahora lo hace cada año. Pero la mayor de todas las zonas muertas está en el Báltico, donde los vertidos y el nitrógeno procedentes de la combustión de combustibles fósiles combinados con fertilizantes sobresaturó el mar. Casi una tercera parte de las zonas muertas de todo el mundo están en torno a Estados Unidos, pero también las hay en las costas europeas y japonesas y han aparecido en China, zonas de América del Sur, Australia y Nueva Zelanda.Un tema que puede resultar preocupante para países de América Latina, es la creciente acuicultura, que en los estudios internacionales ha sido sindicada como responsable del incremento de este problema.
Los costos económicos que se asocian con estas áreas con reducciones de oxígeno se desconocen, pero se predice que son significativas en escala mundial. Para organizaciones no gubernamentales como Oceana, que abogan por mayor protección de las aguas mundiales, esto resulta muy preocupante, ya que cientos de millones de personas dependen del medio ambiente marino tanto para alimentarse como para su desarrollo cultural. Reducir los impactos de la agricultura, de los deshechos humanos, de la producción de salmones, así como la contaminación del aire en los océanos y mares será un componente clave en ayudarnos a protegerlos y evitar los daños en importantes áreas de estos, los que van desde la pérdida de peces y la biodiversidad, hasta la insalubridad y la pobreza.
Marcel Claude es Director ejecutivo de Oceana,
Oficina para América Latina y Antártica