Hace 6,000 años que los pobladores andinos usan la hoja de koka o coca. Nunca les hizo daño. Fue el pueblo coquero quien dio al mundo para que se alimente, 6 especies de papa con 2,000 variedades y 340 variedades de maíz. Además le dio frijoles, kiwicha (amaranto), algodón, inches (maní, cacahuate), rumu (yuca, mandioca), […]
Hace 6,000 años que los pobladores andinos usan la hoja de koka o coca. Nunca les hizo daño.
Fue el pueblo coquero quien dio al mundo para que se alimente, 6 especies de papa con 2,000 variedades y 340 variedades de maíz. Además le dio frijoles, kiwicha (amaranto), algodón, inches (maní, cacahuate), rumu (yuca, mandioca), piña (ananá). Acabó de domesticar plantas traídas en estado primitivo de mesoamérica: camote, palta (aguacate), cacao, tomate. Convirtió en útiles a la humanidad alrededor de treinta especies. Para realizar esos cultivos en distintos pisos ecológicos, construyó larguísimos canales y extensas terrazas en agrestes montañas.
Ese pueblo coquero fue el que hizo Machupicchu, admirado hoy por el mundo.
Por último, fue ese pueblo coquero el que organizó un extenso estado que comprendía a Ecuador, Perú, Bolivia, parte de Colombia, de Argentina y de Chile. En ese amplio territorio, a pesar de sufrir desastres naturales, nunca hubo miseria y se guardaba gran respeto por la naturaleza, por la Madre Tierra (Pacha Mama).
Hay muchos datos científicos que demuestran que el «masticado» de la hoja de coca no es nocivo, para las personas la mejor prueba es la historia de la cultura coquera.
AHORA Continúa siendo nuestra hoja ritual. Es el vínculo que acerca a dos desconocidos cuando se cruzan en un camino de puna, les une en una pausa entrañablemente fraterna. Nos alimenta, nos cura; mitiga, bondadosa, sin dañarnos, el hambre, la sed, la fatiga. Acompaña nuestras alegrías, nuestras penas, nuestra silenciosas meditaciones.
COCAÍNA
Fue descubierta hace 100 años por un alemán, es uno de los alcaloides que están en la hoja de coca.
Encontraron que además de servir para objetivos medicinales puede ser alucinógeno. En esta forma es muy nociva, y, desgraciadamente, tiene gran demanda en los países llamados «desarrollados». ¿Por qué?.
En esas sociedades se hace trabajar a la gente en forma inhumanamente intensa. Se induce a consumir en forma también inhumana. En los «descansos» se abruma a la población con «distracciones» enfermizas de sexo y violencia. Hay aspectos de estas sociedades que aíslan a las personas en forma antinatural. Se impulsa una competencia antisocial, el individualismo egoísta.
Es entendible que las personas deseen salir de ese infierno. Algunas de ellas se dedican a trabajar por el cambio de esa organización de la sociedad que sólo sirve a los intereses de las grandes compañías multinacionales, deformando a los seres humanos. Otros buscan huir de esa realidad mediante los estupefacientes, entre ellos la cocaína.
Nos duele mucho la situación de estos hermanos, consideramos que la forma de extirpar de raíz el mal de la drogadicción es superando las anormalidades antihumanas que lo provocan. Esto se logrará cuando la sociedad se organice en función de sus propios intereses y deje de hacerlo para servir los de las multinacionales. Sin embargo, los gobiernos optan por la represión al narcotráfico, intentan anular el síntoma en lugar de suprimir la enfermedad.
¡HIPÓCRITAS!
Pero este «combate al narcotráfico» es falso.
Hay grandes narcotraficantes que viven en los países «desarrollados»; quienes caen presos, fundamentalmente son sus empleados.
Es de esos países de donde vienen las sustancias químicas para la elaboración de la cocaína. Es en ellos donde se hace el «lavado» del dinero del narcotráfico.
La CIA dirigió el tráfico de narcóticos efectuado por los contrarrevolucionarios nicaragüenses que luchaban contra el gobierno sandinista. Fue la CIA la que apoyó a que el narcotraficante Noriega tomara el poder en Panamá (luego se enemistó con él cuando se negó a que su país sirviera de puente para atacar Nicaragua). Washington ordenó a gobiernos latinoamericanos y a la OEA que presionaran a Panamá con el objeto de que diera asilo al gran narcotraficante Montesinos. El gobierno yanqui no abrió la boca cuando se encontró cocaína en el avión presidencial peruano y en un barco de nuestra Armada, sin que se acusara a nadie del entorno presidencial ni a ningún Almirante.
Lo que sucede es que, ahora que el gobierno imperial, después de la disolución de la Unión Soviética, ya no tiene el pretexto del «peligro comunista», recurre al de «combate al narcotráfico» para aplastar los movimientos populares en nuestros territorios. Usaron este pretexto para introducir sus tropas en países sudamericanos, hoy lo usan para implementar el «Plan Colombia», que consiste en que vayan peruanos, bolivianos y brasileños a morir luchando contra las guerrillas colombianas, puesto que la población norteamericana recuerda que en Vietnam morían sus jóvenes y que fue ella, la que con su movilización, puso fin a esa matanza.
El principal efecto de esta política de «combate al narcotráfico» es la represión a nuestra población indígena productora y consumidora de la hoja de coca.
REPRESIÓN
La ONU tiene un listado de los estupefacientes, entre los cuales, sin ningún fundamento científico, está la hoja de coca.
Así vemos que, la hipocresía sobre el tema, no es privativa de los gobiernos de países desarrollados, alcanza a la ONU, que en pleno «Decenio Mundial de los Pueblos Indígenas» sostiene una falsedad cuyo resultado es un brutal atropello contra nuestra cultura. Nos quitan nuestra coca sagrada que es parte de nuestra alma, de nuestra vida. Es una mutilación cultural de nuestro pueblo dirigida por el gobierno norteamericano, que para ejecutar el atropello, usa su organismo antinarcóticos, DEA, y mercenariza a nuestros gobiernos y a nuestras Fuerzas Armadas, quienes, en lugar de erguirse para defender a su población nativa, menean la cola ante el amo y desgarran a dentelladas la cultura andina .
Desde hace milenios, hasta hace pocas décadas, llevábamos la coca, producida por nosotros en la cálida La Convención, hacia las zonas frías, para proveer con ella a nuestros hermanos de los lugares altos de nuestros Andes.
Ahora, por orden de los «amos» del norte, existe una empresa monopólica, Empresa Nacional de la Coca (ENACO) . Tiene como misión aplastar a los pueblos indígenas productores y consumidores de la hoja de coca. La diferencia entre el precio con que la empresa compra y el precio al que ella vende, es de uno a cinco.
ENACO y la policía revisan todos los vehículos que salen de la zona cocalera, cuando encuentran que un campesino está llevando unos puñados de coca para usarlos, le arrebatan.
Antes vendíamos coca fresca. Ahora ENACO vende a nuestros hermanos consumidores a precios exorbitantes coca depositada durante meses, ya sin gusto, y a veces coca podrida.
Antes vendíamos dos tipos de coca: «Qacha» era la coca secada simplemente al sol. «Pisada» era la coca secada luego de un proceso de apaleamiento que le extraía parte de la savia. Había zonas donde la población prefería «qacha» y en otras zonas «pisada». Ahora que los compradores ya no pueden elegir, hay un solo tipo de coca. Los norteamericanos pueden escoger el tipo de cigarrillos o de chicle que prefieren, los indígenas andinos estan prohibidos por su gobierno de elegir.
Hay permisos que da ENACO a los cultivadores registrados. Hay límites de la extensión. El permiso no es hereditario. Está prohibido sembrar o podar las plantas.
Dentro de la propia zona cocalera, los productores que trasladan coca de un lugar a otro, principalmente para llevarla a la oficina de ENACO, son asaltados por esta empresa acompañada por la policía.
La DEA impulsa la erradicación total de nuestra hoja sagrada.
Hay zonas cocaleras donde ella no permite el cultivo de la coca y ha fumigado con herbicidas químicos o con hongos. Es claro que dichos herbicidas no sólo afectan a los cocales sino a todo tipo de plantas.
Si hubiera gente que se drogue con teína, ¿Prohibirían a los ingleses tomar té? Por supuesto que no, ellos no son indígenas.
El gobierno de los Estados Unidos se considera con derecho a destruir nuestra cultura y nuestra ecología en el «Decenio Mundial de los Pueblos Indígenas».
SOLIDARIDAD
Consideramos que tenemos hermanos y hermanas en el Perú y en el mundo, incluyendo la población norteamericana, quienes, al conocer nuestra tragedia, han de brindarnos su solidaridad: Organizaciones de Derechos Humanos, organizaciones de defensa de los pueblos indígenas, ecologistas, organizaciones populares en general, personas que están por la justicia y contra los atropellos.
Necesitamos mucho esa solidaridad, pues nuestra lucha en defensa de nuestra cultura no es sólo contra algún grupo opresor o contra el gobierno peruano. Nuestra lucha es contra el sistema imperante, contra los amos del mundo, contra el gobierno de los Estados Unidos, que no ha de vacilar en calificarnos de narcotraficantes o terroristas, como lo hacen con nuestros hermanos cocaleros del Chapare boliviano, con quienes debemos estrechar lazos para llevar una lucha conjunta.
Defendemos nuestro derecho a cultivar, comercializar y consumir libremente la hoja de coca, como lo hicimos durante milenios es una de las tareas mas importantes que nos atañe a la sociedad en su conjunto.