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Cronopiando

Conferencias y asistentes

Fuentes: Rebelión

Uno de los riesgos más comunes que corren los organizadores de cualquier conferencia, especialmente si el invitado es una celebridad, es el que tiene que ver con el inevitable turno de preguntas del público asistente. Es corriente encontrarse con personas que, aprovechando la cautiva audiencia y con la excusa de una inocua pregunta, desarrollan conferencias […]

Uno de los riesgos más comunes que corren los organizadores de cualquier conferencia, especialmente si el invitado es una celebridad, es el que tiene que ver con el inevitable turno de preguntas del público asistente.

Es corriente encontrarse con personas que, aprovechando la cautiva audiencia y con la excusa de una inocua pregunta, desarrollan conferencias paralelas, casi siempre interminables, que acaban con la paciencia de los demás asistentes, del conferenciante oficial y hasta de la conferencia.

No obstante la dificultad de conocer de antemano si entre las personas que han solicitado turno para formular alguna pregunta, se oculta alguno de estos desaprensivos, existen indicios que un buen organizador de actos públicos debe conocer a fin de poder identificar a los saboteadores antes de que tengan la oportunidad de boicotear el acto.

Si el que ha levantado su mano para solicitar un turno, por ejemplo, se pone de pie y, usando lentes, antes de hacer su pregunta, se los quita con cuidada parsimonia, ahí mismo debe retirársele la palabra, antes, incluso, de que haga uso de ella, porque el tiempo que va a emplear es probable que desborde todos los horarios disponibles.

Si no tuviera lentes, pero comenzara haciendo alguna referencia personal, como por ejemplo: «Quisiera hacerle una pregunta que siempre me ha preocupado porque estando, precisamente, un servidor en Pernambuco, donde realicé un post grado…», de ninguna manera se le debe consentir proseguir con sus estudios.

Otro motivo de alarma para detectar a uno de estos abusadores es que inicie su pregunta con un generoso derroche de elogios hacia la celebridad: «Quiero significar, aquí, públicamente, el inmenso placer que me asiste por estar delante de una de las más brillantes glorias del quehacer nacional, acaso la más exultante de todas, de dilatada experiencia y honrado proceder y que mi devoción por su persona no es cosa de hoy, de ayer, de hace unos días…». Nunca se debe tolerar que llegue al año, hay que interrumpirlo ya.

Otro rasgo característico, quizás el menos notorio pero sí el más peligroso, lo manifiesta quien hace su pregunta de manera directa y rápida, pero antes de que el conferenciante le responda y para mejor ilustrar su pregunta, se ve en la necesidad de reiterarla una y otra vez, dándole todas las posibles vueltas: «Se dice y he leido que usted prefiere escribir sus novelas a mano, ¿es eso verdad?…digo, quiero decir si tal vez no escribe con ayuda de un ordenador…o si prefiere la máquina de escribir tradicional…»

Desde que se detecte su maniobra se le debe interrumpir para evitar que siga elucubrando absurdos, sin acabar nunca de formular su pregunta, abusando de la paciencia del conferencista a quien ni siquiera le permite que le aclare que él no es novelista sino músico.

Finalmente, debe retirársele la palabra a todo aquel que inicie su intervención carraspeando, apelando a ilustres citas o advirtiendo que va a ser breve.