El rey Mswati III, el último monarca absoluto del África subsahariana, acudió a la ceremonia anual Baile de la Caña, que se ha usado desde 1999 para elegir a las nuevas novias entre miles de bailarinas vestidas con poco más que abalorios y las tradicionales faldas. Vestidas con faldas cortas adornadas con cuentas y coloridas […]
El rey Mswati III, el último monarca absoluto del África subsahariana, acudió a la ceremonia anual Baile de la Caña, que se ha usado desde 1999 para elegir a las nuevas novias entre miles de bailarinas vestidas con poco más que abalorios y las tradicionales faldas.
Vestidas con faldas cortas adornadas con cuentas y coloridas bufandas y llevando machetes, las chicas cantan tributos al rey mientras marchan alrededor del estadio real flanqueadas por supervisores varones vestidos con taparrabos de piel de animal.
«Quiero vivir una vida bonita, tener dinero, ser rica, tener un BMW y un teléfono móvil», dijo una de las bailarinas, Zodua Mamba, de 16 años. «Pero el rey no me elegirá, soy demasiado fea».
Los críticos dicen que Mswati, que ha desatado la controversia por su lujoso estilo de vida mientras que dos tercios de sus súbditos viven en la mayor miseria, establece un mal ejemplo al fomentar la poligamia y el sexo adolescente en un país donde el 40 por ciento de los adultos viven con VIH.
Y algunos dicen que el Baile de la Caña, que tradicionalmente se realizaba para celebrar la feminidad y la virginidad, se ha convertido en poco más que un escaparate para las jóvenes esposas en potencia del rey. «Se ha abusado del Baile de la Caña para la satisfacción personal de un hombre», dijo a Reuters Mario Masuku, líder del partido de la oposición ilegalizado. «El rey tiene pasión por las jóvenes mujeres y la opulencia».
Pero muchos swazis dicen que el joven monarca tiene derecho de hacer lo que quiera, defendiendo su gusto por las jóvenes novias como tradición suazi y alegando que las ceremonias como el Baile de la Caña, que este año ha congregado a una cifra record de 50.000 doncellas, cimentan la identidad nacional.
Pero no todo fue fiesta en la jornada del Baile de la Caña. La princesa Sikhanyiso, hija de rey, recibió varios latigazos por que la música estaba muy alta y había demasiadas minifaldas en una fiesta en la que participaba.
«Sólo estábamos bailando», aseguró la heredera del rey Mswati III. El incidente se registró en una granja cercana al lugar donde 50.000 doncellas participan en el tradicional Baile de la Caña.
La princesa, que el 1 de septiembre cumple 18 años, aparece en la prensa local mostrando en una pierna una marca de los latigazos que recibió (al menos dos), de parte de Mkhulu Ntfonjeni, un importante funcionario palaciego que goza de los favores reales.
El Baile de la Caña sucedió a otro festejo, la semana anterior, en el que miles de jóvenes se quitaron los pañuelos de borlas que simbolizaban su castidad con el que abandonaron un antiguo ritual reavivado para evitar la expansión del sida.
En 2001, el rey había reinstalado reinstaló por cinco años el rito «umchwasho», con el que prohibía las relaciones sexuales para las mujeres de menos de 18 años, pero frente a las críticas que venía recibiendo la disposición, Mswati resolvió levantar la prohibición un año antes.
Las niñas llegaron a la casa de la reina madre en Ludzidzini cantando: «Saphose safa ngumchwasho», que significa «Estamos enfermas y cansadas del umchwasho».
Dejaron sus borlas de lana en un cacharro, que fueron quemados en una celebración pública. Luego se bañaron en un río, en un ritual que busca purgar los malos augurios relacionados con ponerse las borlas.
A los 36 años, Mswati tiene ya 12 mujeres, una futura novia y 27 hijos. Su padre, el rey Sobhuza II, que llevó al país a independizarse de Gran Bretaña en 1968, tenía más de 70 esposas cuando murió.
El sida ha afectado a Swazilandia más que a casi cualquier otro país del mundo: 480.000 de sus poco más de un millón de habitantes están infectados con el VIH.
Durante la prohibición de cinco años, las jóvenes swazi debían llevar la pañoleta de borlas como una insignia simbólica de su virginidad. Si un hombre le proponía mantener relaciones sexuales a una joven umchwasho, ella debía arrojar sus borlas en la casa del hombre, obligando a su familia a pagar una vaca.