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Caso Maeso

Las corrupciones médicas salen a la luz

Fuentes: Rebelión

Empezó el juicio contra el anestesista valenciano que, presuntamente, infectó la hepatitis C a 276 pacientes suyos en diferentes hospitales de Valencia entre 1988 y 1998. Todos conocemos las corrupciones, tan extendidas en la sanidad (privada y pública), conductas ilegales que se toleran desde las direcciones de hospitales y servicios. A pesar de ser públicas […]

Empezó el juicio contra el anestesista valenciano que, presuntamente, infectó la hepatitis C a 276 pacientes suyos en diferentes hospitales de Valencia entre 1988 y 1998. Todos conocemos las corrupciones, tan extendidas en la sanidad (privada y pública), conductas ilegales que se toleran desde las direcciones de hospitales y servicios. A pesar de ser públicas y notorias las prebendas que tienen muchos facultativos, no deja de sorprender que haya sido en este proceso cuando por fin los grandes medios se hacen eco de estas situaciones vergonzosas:

  • Anestesistas que atienden tres intervenciones a la vez.

  • Guardias continuadas de dos y hasta tres días sin descanso.

  • Partes de intervenciones quirúrgicas que falsean los médicos intervinientes, u omiten la firma obligatoria.

  • Abandono del puesto de trabajo en un hospital público para operar en uno privado…

Todas estas irregularidades, delictivas por sí solas muchas de ellas, cometidas por el médico enjuiciado según documentos que se han aportado al sumario, no son exclusivas de éste, sino que están muy extendidas. Desde la dirección de su hospital y su servicio se le permitían al acusado, y muchas de ellas requieren la complicidad del resto del equipo médico que participa en las intervenciones quirúrgicas. A pesar de todo, y a pesar del masivo contagio de la hepatitis C, todos nos veremos obligados, tarde o temprano a acudir al médico o sufrir una intervención.

La salud es nuestro bien más preciado, los médicos lo saben, saben que, hagan lo que hagan, los ciudadanos tenemos que seguir acudiendo a ellos. Muchos de los doctores no administran bien esa posición de superioridad. Piensen durante un momento ¿a qué otro profesional le permitiríamos que tras una espera de horas, nos reciba ordenándonos que nos desnudemos, que nos demos la vuelta, que nos hurguen en nuestro cuerpo, etc…? Y cuando terminan con nosotros, que escriban una receta y/o un informe en una letra ilegible y nos despidan con la consabida fórmula «que pase el siguiente».

También estos doctores «dictadores» sabe que sus maltratados pacientes «les tienen ganas», y que cuando alguno de sus enfermos tenga ocasión les va a denunciar al menor fallo del diagnostico o tratamiento. Esta espiral de desconfianza mutua es la que se vive día a día en la sanidad. Todo ello agravado por la falta de recursos, escasez de personal, instalaciones deficientes, horarios excesivos, jornadas disparatadas. Los médicos residentes, las enfermeras, auxiliares y celadores, perciben sueldos muy bajos para la labor que realizan y los peligros que conlleva su labor.

A pesar de ello, en España, como en Europa Occidental, contamos de los mejores sistemas de salud del mundo, y no costaría mucho arreglarlo, varias recetas son de sencilla aplicación. Por ejemplo, tratar a los médicos como unos trabajadores más, evitando que puedan convertirse en los gestores en las sombra de la sanidad en su propio beneficio.

Estos días también se está estudiando el aumento de la financiación de la sanidad, cuyos fondos previstos hasta ahora han sido claramente insuficientes, incremento que no debe ser a cargo de las cuotas de la Seguridad Social, sino a cargo de los Presupuestos Generales, dado su carácter universal, también sería una buena inyección presupuestaria acabar con el sistema de Mutuas de funcionarios mediante el cual el propio Estado es el mejor cliente de la sanidad privada.

Seguro que hay tantas cosas a mejorar como lectores, solo hace falta una voluntad política que no ha tenido ningún gobierno hasta ahora, cuando la sanidad debería ser lo primero.