Causa verdadera consternación la rapidez con la que a través de internet se difunden artículos supuestamente históricos sin comprobar si su contenido tiene o no algo que ver con la realidad. Esto es lo que ocurre con «Requetés y atrocidades del franquismo» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28489), firmado por el escritor Edgar González Ruiz. El artículo de Edgar González […]
Causa verdadera consternación la rapidez con la que a través de internet se difunden artículos supuestamente históricos sin comprobar si su contenido tiene o no algo que ver con la realidad. Esto es lo que ocurre con «Requetés y atrocidades del franquismo» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28489), firmado por el escritor Edgar González Ruiz.
El artículo de Edgar González comienza con una valoración polítca actual equiparando a los escuadrones de la muerte de El Salvador que asesinaron al padre Ellacuría, con los «cristeros» y la derecha mejicana del PAN, el PP español y, aunque no lo diga expresamente, el carlismo. A continuación comenta el megalómano proyecto del Valle de los Caídos y la ley contra la Masonería de 1940, ambas obras del periodo más puramente falangista de una dictadura que ya había marginado a la Comunión Tradicionalista, el partido de los requetés.
Para entonces, su máximo jefe, el pretendiente Javier de Borbón Parma, se encontraba expulsado por el general Franco en Francia, donde lucharía junto a la Resistencia contra la ocupación nazi, sería detenido, condenado a muerte y enviado a los campos de exterminio por la Gestapo, mientras que su principal representante en España, Fal Conde, estaba confinado en Sevilla por haber protagonizado una de las primeras manifestaciones carlistas contra el franquismo, el 21 de octubre de 1939 en Pamplona.
Después, Edgar González «entra en materia» citando tres actos de represión, supuestamente relacionados con los combatientes carlistas. El primero es la ejecución de un cura paradójicamente tradicionalista que es asesinado a manos no de requetés sino de falangistas y guardias civiles; el segundo son los fusilamientos de la Plaza del Torico de Teruel sin decir quienes los realizaron, aunque destaca la protesta «ante las autoridades» del obispo local; y el tercero, en el que se basa realmente el llamativo título del escrito, es un espeluzante y macabro suceso protagonizado, como él dice claramente, por «la Bandera del Tercio» mandada por el comandante Peñarredonda.
Edgar González confunde fatalmente los términos de «tercios de requetés» y «tercios de la Legión», compuestos estos últimos exactamente por «banderas», como la citada, mientras que los otros, los carlistas, estaban formados por «compañías». Ni consta en los «tercios de requetés» un comandante apellidado Peñarredonda ni tampoco actividad bélica de estas unidades carlistas en la localidad a la que se refiere Edgar: el pueblo de Bezas.
Sí hay, por el contrario, no uno sino dos Peñarredonda asociados con «tercios», pero no con «tercios» de requetés sino de la Legión. El primero aparece al mando del tristemente famoso Tercio Sanjurjo, al que se alistaron decenas de republicanos navarros para salvar la vida pero que después serían asesinados. El segundo, José Peñarredonda Fernández, estuvo al mando de la IX Bandera del Tercer Tercio de la Legión. Ninguno de los dos tiene que ver ni con los requetés ni con el carlismo.
Edgar González mezcla y confunde los términos de «bandera» y «tercio», hechos de la «guerra incivil» en la que sí intervinieron los carlistas y de un periodo de la dictadura hegemónicamente falangista en el que el carlismo no solamente había sido excluido sino que era perseguido por las autoridades; movimientos religiosos peculiarmente mejicanos, como los «cristeros», con un movimiento inexplicable sin el fenómeno del nacionalismo catalán y vasco.
No se trata aquí de exculpar, y mucho menos de negar la participación carlista en la represión sino de poner sobre la mesa el peligro que supone, sea en un bando o en otro, meter en el mismo saco a todo el mundo. Hoy, teniendo en cuenta la gran cantidad de testimonios que se conocen, no se puede colocar la responsabilidad del requeté, por ejemplo, al mismo nivel que la de la Falange, la Guardia Civil o el Ejército.
Los requetés participaron en la represión, sobre todo en Navarra, La Rioja y Alava, pero en un grado menor que el resto de las fuerzas del «bando nacional» y, por lo general, no tuvo el carácter brutalmente sanguinario que el artículo «Requetés y atrocidades del franquismo» le atribuye en base al error de bulto que comete.
Pero lo más grave de esta confusión es que le hayan abierto las puertas, con una facilidad pasmosa, asociaciones, entidades y páginas web reconocidas por su esfuerzo en recuperar la memoria de los represaliados, llevando a estas prestigiosas organizaciones a cometer un acto de injusticia histórica.
* Manuel Martorell es periodista e historiador; autor del libro «Jesús Monzón: el líder comunista olvidado por la Historia» y, con otros autores, «El exilio republicano navarro de 1939» (con otros autores) y «Mujeres que la historia no nombró».