Elaborado en Febrero 2006. Difundido durante la Jornada Internacional de Rechazo de los Organizmos Genéticamente Modificados (Abril, 2006)
El pasado 31 de Enero el periódico Los Tiempos (Sección Dinero y Finanzas / Agro p. 4) publicó un artículo acerca del cultivo de soya en Bolivia y los resultados de la segunda versión de las Olimpiadas de Productividad de la soya, realizada en el Departamento de Santa Cruz. Este evento se organizó con el objetivo de identificar los paquetes tecnológicos (a base de insumos sintéticos) que incrementen la productividad del cultivo de soya y reduzcan los costos de producción. El artículo enfatiza el debut de ocho variedades transgénicas en dicho evento y presenta las dos «recetas ganadoras» de la campaña 2004-2005; también hace un análisis corto e incompleto sobre el desarrollo de la soya en Bolivia, haciendo referencia sólo al incremento de la superficie cultivada y el supuesto «beneficio» de las variedades transgénicas para los productores en términos económicos; sin mencionar las implicaciones sociales y ecológicas negativas de la producción de soya convencional y transgénica.
El lector del artículo mencionado y otros similares, podría celebrar la producción de la soya en Bolivia con base a la información brindada. Sin embargo, antes de ello, se debería tener una visión más amplia y real de la producción de soya en Bolivia y, específicamente, de la soya transgénica. Lamentablemente, en muchos materiales informativos se omite que:
– La expansión del cultivo de soya promueve la demanda de tierras y su concentración en pocas personas . Los pequeños productores soyeros antes se dedicaban a cultivar predios diversos y aplicaban métodos de conservación de suelos. Ahora, debido a la presión productiva y de mercados, estos productores han desmontado en promedio 20 a 50 hectáreas para implementar el monocultivo mecanizado de soya. Esta mecanización del agro «mono-culturista» (un solo cultivo), considerado equívocamente como la modernización y avance del sector agrícola, es en realidad el motor de la severa degradación de suelos y endeudamiento de los pequeños productores, quienes en este modelo productivo mecanizado y extractivista de soya, generan apenas los recursos suficientes para cubrir los costos básicos de producción. Estos pequeños agricultores representan alrededor del 70% de los productores de soya; sin embargo, este porcentaje tiene poca importancia ya que el 2% de los productores de esta oleaginosa son grandes propietarios (con más de mil hectáreas de producción) y conforman el grupo de empresarios soyeros (la mayoría ligados a empresas transnacionales) que controlan la producción, procesamiento y comercialización de la soya en Bolivia. A esto debe añadirse que el modelo agro-exportador en el que está incluida la producción de soya convencional y transgénica, implica la pérdida de soberanía alimentaria. Es decir, que por la masificación de un solo cultivo y la degradación de suelos, se está disminuyendo la capacidad de producir nuestros propios alimentos según el potencial productivo y costumbres de Bolivia; lo que está provocando el incremento en la importación de alimentos.
– La producción de soya en Bolivia, especialmente de soya transgénica, es el ejercicio de la dependencia productiva y comercial . La producción de soya en Bolivia depende de insumos importados y costosos (80% de los insumos utilizados en la producción de soya son importados de diferentes países). Por otro lado, 66% de la producción soyera está en manos de extranjeros (principalmente menonitas, brasileños y japoneses). La comercialización y exportación también depende de empresarios trasnacionales, como ADM-SAO S.A. y Cargill. El control de la cadena productiva de la soya en Bolivia está en manos de empresas extranjeras y grandes productores, quienes «coincidentemente» proveen la semilla de soya y los agroquímicos usados en su producción. Este es el caso de la multinacional estadounidense Monsanto.
– La producción de soya debilita los sistemas alimentarios locales . La producción convencional y transgénica de soya se desarrolla en sistemas de monocultivo y reemplaza a la producción diversificada. Esto provoca que los diferentes alimentos necesarios para una adecuada alimentación sean cada vez más escasos y costosos. Como en otros países, el excedente de la producción de soya se destina al mercado interno como un paliativo a la escasez de proteína. Un ejemplo son los desayunos escolares, a través de los cuales, sin control alguno, cada vez se incluyen más productos derivados de soya, a una población no habituada a este cultivo como alimento cotidiano.
– La producción de soya da lugar a la severa degradación de suelos. El cultivo de soya «absorbe» la fertilidad de los suelos, dejándolos degradados y empobrecidos. Esto se debe a que el cultivo de soya es muy extractivo y generalmente se cultiva en sistemas de monocultivos consecutivos donde la aplicación de fertilizantes y plaguicidas sintéticos es elevada. En Bolivia, la producción de soya ya ha dejado cien mil hectáreas de suelos severamente degradados por compactación, erosión y contaminación por agroquímicos. Estas hectáreas con suelos degradados son la herencia del monocultivo de soya en Bolivia a los sistemas alimentarios locales y cuya de producción total el 85% es exportada. Es por ello, que los productores soyeros deben invertir mayores crecientes cantidades de fertilizantes sintéticos. La degradación de suelos que la soya provoca es tan severa, que después de pocos años de su cultivo, los suelos son únicamente aptos para la producción ganadera extensiva. El cultivo de soya convierte la tierra fértil en suelos marginales.
– Los paquetes tecnológicos fomentados por la producción intensiva de soya en grandes superficies son una «bomba de químicos» que provocan el envenenamiento humano, de los suelos, aguas y vida silvestre . Por ejemplo, las dos recetas ganadoras de las II Olimpiadas de Productividad incluyen la aplicación de 18 y 24 diferentes agroquímicos sintéticos. Estos químicos, dejan residuos en el suelo e ingresan al cuerpo humano a través del grano de soya, convirtiéndose en agentes cancerígenos, mutagénicos y tóxicos. Sólo para ilustración, tres de los agroquímicos usados en los «paquetes ganadores» son: 1) El glifosato (herbicida estrella en la producción de soya transgénica) que altera los procesos metabólicos que regulan los niveles hormonales en los seres humanos. 2) El endosulfan, insecticida que, entre otros, causa malformaciones en niños durante la gestación. 3) Carbendazim, fungicida con efectos hormonales que debido al daño ambiental que causa se encuentra en la lista de los «cuatro sucios» de la organización Amigos de la Tierra. Si sólo tres agroquímicos pueden afectar la salud humana de forma tan severa, ¿qué pasará con la salud pública se consumen los residuos de un «coctel» de más de 15 o 20 diferentes agroquímicos a través del grano de soya? A esto debe añadirse el riesgo de la soya transgénica, especialmente a nivel inmunológico. Considerando que 60% de los alimentos procesados contienen soya, cada día el ser humano ingiere soya o sus derivados. Por tanto, no es posible librarse de los efectos nocivos de la soya producida por la agricultura convencional y transgénica.
– Los paquetes tecnológicos que promueven la soya convencional y la soya transgénica sólo son accesibles para los grandes productores y empresarios . Volviendo al ejemplo de las dos recetas ganadoras de las II Olimpiadas de Productividad, ellas tienen un costo de $US 229.28 y $US 351.39 por hectárea por campaña (monto que básicamente incluye insumos y maquinaria sin considerar el pago obligatorio de patentes por el uso de semilla transgénica ni el incremento anual de agroquímicos como resultado de la degradación de suelos y desarrollo de resistencia de las plagas). Si ponemos el ejemplo de un pequeño productor con 20 hectáreas de soya, él necesitará entre $US 9.000 y $US 14.000 por año para replicar uno de los paquetes tecnológicos productivos «ganadores». Dado el panorama socio-económico del agro boliviano y la ausencia de fomento bancario agrícola ¿puede un pequeño productor cubrir estos costos de producción? En este contexto, es más real (y lo demuestra la experiencia de los pequeños productores de Argentina, Brasil y Paraguay) que el pequeño productor adquiera deudas en lugar de ganancias con la producción de soya convencional y transgénica. Los $US 257 millones que generaron las exportaciones de soya en la campaña 2004/2005 no pasaron por las manos de los productores ni incidieron en una mejora de sus condiciones productivas. Ese monto, contribuyó a la concentración del poder económico y a las ganancias de los grandes productores y comercializadores de soya.
– La soya transgénica, no es tan productiva como se dice . Estudios realizados en Bolivia por PROBIOMA indican que la soya transgénica produce, en promedio, alrededor de 15% menos que las variedades convencionales (Soya convencional = 2.1 ton/ha; soya transgénica = 1.8 ton/ha). Este dato corresponde a Noviembre del 2005 y hasta el momento no se ha reportado lo contrario. En otros países, como Brasil, se han registrado pérdidas hasta el 25% de la soya transgénica en comparación a las variedades convencionales. El sector soyero en Bolivia debe $US 100 millones a los bancos privados.
La expansión avasalladora de la soya en Bolivia y en la región, posee un altísimo costo social y ambiental. El monocultivo de soya y especialmente de la soya transgénica o genéticamente modificada, conllevan múltiples riesgos sobre la economía local, ecología y salud humana. A pesar de ello, se sigue impulsando su cultivo masivo porque alrededor de la soya se han creado dos mitos que responden a intereses comerciales: 1) Que la producción de soya convencional y la soya transgénica servirá para reducir el hambre en el mundo y 2) Que la soya es un alimento sano y completo. Sólo dos ejemplos para demostrar la falsedad de estos argumentos. Así como en Bolivia, más del 80% de la producción de la soya producida a nivel mundial es exportada como alimento para animales y como insumo barato para la producción de carne. La soya no es alimento de las personas que sufren hambre, sino de animales de países industrializados. Además, según varios estudios realizados, la soya no es recomendable para niños menores de 5 años y su consumo – como grano o derivado, no debe ser permanente ya que inhibe la absorción de minerales importantes (entre ellos calcio y hierro).
Los argumentos a favor de la soya han sido creados por intereses comerciales para facilitar la apertura de mercados a favor de países cuyas economías dependen de este cultivo (como la de Estados Unidos). La desinformación es su principal instrumento. Entonces, ¿a quién realmente beneficia la producción de soya convencional y la soya transgénica? Definitivamente no a los pequeños productores ni a los consumidores.
Sin embargo, hay algo en lo que los promotores de la soya no se equivocan: La soya sí es «el grano de oro»; porque cada grano de soya concentra parte del bosque deforestado para su cultivo, el mineral de los suelos degradados, la deuda que el pequeño productor y su familia adquieren para seguir la «fiebre de la soya», los gastos adicionales en agroquímicos y parte de la cuenta que el consumidor tendrá que pagar por los daños en su salud.
La producción diversificada de cultivos (particularmente la ecológica) y la recuperación de semillas, son alternativas ante la producción convencional y transgénica de cultivos, no solo porque fortalecen las dinámicas sociales y ecológicas; sino también porque favorecen al acceso de alimentos sanos, libres de tóxicos y diversos, al fortalecimiento comunitario y al establecimiento de mercados locales y responsables. La recuperación de las semillas librándolas de los regímenes comerciales y el rechazo de la producción convencional y transgénica es defender la soberanía alimentaria de los pueblos.
AGRUCO, Bolivia
Asociación Internacional por la Salud (AIS) – Bolivia
Asociación de Organizaciones de Productores Ecológicos de Bolivia (AOPEB), Bolivia
AYNISUYU, Bolivia
Campaña Contra las Fumigaciones, Colombia
Central Obrera Departamental (COD) de Cochabamba, Bolivia
Centro de Servicios Agropecuarios (CESA), Bolivia
Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB), Bolivia
Centro de Educación y Producción Radiofónica (CEPRA), Bolivia
Centro de Gestión, Ecología y Medio Ambiente (Centro GEMA), Bolivia
Colectivo «Bioptimistas», Uruguay
Comité de Defensa Ambiental de Cochabamba (CODAC), Bolivia
Comité de Defensa de los Derechos del Consumidor (CODEDCO), Bolivia
Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Bolivia
Coordinadora de Mujeres del Valle Alto (COMUVA), Bolivia
Grupo Semillas, Colombia
Federación de Estudiantes de Secundaria (FES) – Cochabamba, Bolivia
Federación de Regantes – Cochabamba, Bolivia
Fundación AGRECOL Andes, Bolivia
Movimiento Sin Tierra (MST) – Cochabamba, Bolivia
Profesionales en Sociedad para el Desarrollo Humano (PROESAH), Bolivia
Red «Bolivia Libre de Transgénicos», Bolivia
Red de Acción en Plaguicidas (RAP-AL) – Uruguay
Somos Sur, Bolivia
Este artículo es la protesta de diversas organizaciones e instituciones ante la difusión de información incompleta e irresponsable sobre los transgénicos en Bolivia. Fue elaborado por la Red «Bolivia Libre de Transgénicos» con base a: Bravo, E. 2005. «Soya. Instrumento de control de la agricultura y alimentación». Acción Ecológica – RALLT. Quito · Escóbar, R. 2005. «El Mayor depredador del bosque y el suelo es el cultivo de soya». Periódico El Deber / Economía / B22. Santa Cruz, 8 de Mayo 2005 · Molina, P.; Copa, S. 2005. «¿La agricultura soyera en Bolivia, necesita transgénicos? Factores productivos y competitividad de la soya boliviana». FOBOMADE, FNMCB-BS, CIOEC-Bolivia, CESA, AOPEB. La Paz · Pardo, E.; Gudynas, E. 2005. «Soja en Bolivia. La encrucijada entre mercados, tecnología, impactos». CLAES – D3E. Montevideo, Uruguay · Pengue, W.; Altieri, M. 2005. «La soja en América Latina: Una Máquina de hambre, deforestación y devastación socio-ecológica». Revista Agricultura Ecológica Nro. 3. Cochabamba ·