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La «dulce derrota» de Bono

Fuentes: javierortiz.net

No llevo la cuenta de la cantidad de crónicas y columnas que se han publicado durante la última semana en honor de Bono y de su anunciada retirada. Ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito -salvo que hay gustos que merecen palos-, pero el numerito que montó en su despedida de los […]

No llevo la cuenta de la cantidad de crónicas y columnas que se han publicado durante la última semana en honor de Bono y de su anunciada retirada. Ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito -salvo que hay gustos que merecen palos-, pero el numerito que montó en su despedida de los ejércitos, que tanto complació a tantos, a mí me produjo una curiosa mezcla de vergüenza ajena e hilaridad. Por un momento me temí que el inconsciente le jugara una mala pasada y que, una vez besada la bandera roja y gualda a cuatro días del aniversario del izado de la tricolor en el Ayuntamiento de Eibar, en vez de lanzar un vibrante «¡Viva España!», le saliera el tradicional «¡Arriba España!», lo que habría resultado sin duda más acorde con el escenario y con el tono general del acto.

De todo lo que he leído al respecto, lo que más me ha llamado la atención es la columna que le dedicó Francisco Umbral en El Mundo el pasado martes. Umbral está siendo muy zaherido en estos últimos tiempos. Varios de los que le han declarado la guerra se distinguen por ser aún más frívolos e interesados que él a la hora de opinar, lo que compensan escribiendo mucho peor. El caso más clamoroso es el de Arturo Pérez Reverte, personaje de una fatuidad tan inabarcable como injustificada, que se cree importantísimo porque ha logrado vender casi tantos libros como en su día Corín Tellado y Marcial Lafuente Estefanía.

Pero ya me estoy enrollando. Vuelvo a Bono.

Dicen sus mentores -Umbral entre ellos- que el ex ministro de Defensa es estupendo, generoso, llano, sin doblez, hombre de altas miras y ni se sabe cuántas cosas más. Y yo me digo que o no conocen en absoluto al personaje o tenemos muy diferentes modos de calibrar las humanas virtudes. O las dos cosas a la vez.

Pero lo que me deja mejor cuerpo es constatar que, así haya sido en estos últimos días más vitoreado que el mismo Jesucristo el Domingo de Ramos, el hecho objetivo, contante y sonante, es que se va.

Quienes cantan sus presuntas virtudes apuntan que se va en loor de multitudes y que queda ahí, como un valor en reserva, para cuando haga falta a los altos intereses de la Patria. Que la suya ha sido una salida por la puerta grande, con la cabeza bien alta.

Siempre me han hecho mucha gracia los rollos sobre las dulces derrotas y las amargas victorias. Que cuente ahora Felipe González lo muy dulce que fue su derrota.

Ignoro qué futuro la espera a Bono. Lo obvio, y decisivo, es que carece de presente. Emprendió una contienda para encabezar el PSOE y alcanzar finalmente la Presidencia del Gobierno, la ha perdido en toda la línea y se retira derrotado, para no verse en el constante trance de servir de simple palmero a su rival.

Y todo el resto es literatura, que escribiría Umbral. Aunque supongo que él no reconocería que es un verso de Paul Verlaine. (*)

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(*) Paul Verlaine, Art poétique (1882): « Que ton vers soit la bonne aventure / Eparse au vent crispé du matin / Qui va fleurant la menthe et le thym… / Et tout le reste est littérature. » Bromeo aquí con la costumbre que tiene Umbral de retomar y presentar como propias frases de autores franceses poco conocidos en España por el gran público. Cita sin citar, como quien dice. El caso que me llamó más la atención fue el de su libro Capital del dolor (1996), en el que no conseguí encontrar la menor referencia al gran libro de poemas de Paul Éluard Capitale de la douleur (1926). ¿Tal vez no busqué lo suficiente?