El vigésimo aniversario del desastre nuclear de Chernobyl renovó el debate sobre la elevada dependencia francesa de la energía nuclear y el peligro que implica para la salud pública. El 26 de abril de 1986, una serie de incendios y explosiones en la central de energía ucraniana ubicada 175 kilómetros al norte de Kiev constituyeron […]
El vigésimo aniversario del desastre nuclear de Chernobyl renovó el debate sobre la elevada dependencia francesa de la energía nuclear y el peligro que implica para la salud pública.
El 26 de abril de 1986, una serie de incendios y explosiones en la central de energía ucraniana ubicada 175 kilómetros al norte de Kiev constituyeron el peor accidente nuclear de la historia. Material radiactivo se dispersó sobre Europa occidental y oriental, especialmente en la propia Ucrania, Belarús y Rusia, que por entonces integraban la Unión Soviética.
En su libro «Atomic Park: A la recherche de victimes du nucléaire» («Parque atómico: en busca de las víctimas de la energía nuclear»), su autor, Jean-Philippe Desbordes, pinta un escenario aterrador de las consecuencias que podría tener el programa nuclear francés sobre la salud pública.
«En los últimos 40 años, más de un millón de personas trabajaron para diferentes programas nucleares franceses, tanto en agencias civiles como militares», dijo Desbordes a IPS.
«Según cifras oficiales de las agencias de seguridad social francesas, en este periodo por lo menos 25.000 personas murieron o están sufriendo enfermedades mortales causadas por la exposición a la radiactividad, como leucemia y otros varios tipos de cáncer», afirmó.
Pero esta estimación es demasiado baja, destacó Desbordes en la entrevista, agregando que «el número real de víctimas debe ser mucho mayor, pero está oculto por el carácter secreto de todo lo nuclear en Francia».
Por ejemplo, la estimación no incluye el efecto de la generación de energía sobre la población que vive en áreas donde se concentran las instalaciones nucleares francesas, como los valles de los ríos Ródano y Loira y la península de Cotentin, en la noroccidental costa atlántica.
Francia tiene la concentración más elevada de plantas nucleares. Actualmente funcionan 58, que suministran 78,5 por ciento de toda la electricidad generada en el país. Además, el país posee cientos de centros de investigación, tanto civiles como militares.
Y también cuenta con alrededor de 900 sitios para la eliminación de residuos radiactivos. Más de un millón de metros cúbicos de desechos son almacenados allí. Se prevé que esta cantidad se duplicará para 2020.
Varios estudios advirtieron sobre los peligros de esta fuerte dependencia nuclear. En un documento conjunto difundido en enero, el Instituto para la Seguridad y Protección Nuclear y el Instituto de Vigilancia de la Salud dijeron que la cantidad de casos de cáncer de tiroides se triplicó entre 1975 y 1995. Francia inició su programa de reactores nucleares en 1975.
Pero pese a la creciente evidencia del impacto de la energía nuclear sobre la salud pública, las autoridades francesas siguen impulsando los programas atómicos, señaló Desbordes. «La energía nuclear es la primera industria francesa, y su influencia económica es tan grande que Francia nunca renunciará a ella».
Varias organizaciones antinucleares exigen que se invierta más en energías renovables como la solar y la eólica.
«Durante muchos años, las autoridades francesas nos mintieron sobre el milagro benigno de la energía nuclear y ocultaron su lado oscuro», dijo a IPS Stéphane Lhomme, líder de la red no gubernamental Sortir Du Nucléaire (Salir de lo nuclear).
Lomé explicó que la energía atómica depende del uranio, «pero las reservas mundiales de uranio están por agotarse, lo que significa que estamos invirtiendo mucho dinero en renovar una tecnología peligrosa que en cualquier caso se volverá obsoleta en un par de décadas».
Francia debería construir más plantas de energía eólica y solar, opinó Lhomme. «En estos sectores, pese a la abundancia de estos recursos en nuestro país, Francia está al final de la lista de Europa, muy por debajo de Alemania, Dinamarca, España e Italia».
Según la agencia estatal francesa para el ambiente y la administración de energía (Ademe, por sus siglas en francés), el país tiene una capacidad de 632 megavatios en turbinas de viento, lo que representa apenas 0,15 por ciento de la producción total de energía nacional. Alemania puede producir más de 15.000 megavatios a partir de turbinas eólicas, y tiene 10 veces más paneles solares que Francia.