Facilitado por la escritora Rosa Regàs
Tengo que aclarar de entrada que jamás en aquellos años treinta oí tal palabrota en boca de mis maestros, ni luego la encontré en ningún libro. Pero hoy en día se encuentra incluso en las leyes y en sus críticas, (curriculum oculto), y me ha parecido que quizás serviría para definir todo lo que aprendí y disfruté aquellos años y que continuo viviendo aun ahora.
Curso 1931-32. La escuela es bonita y alegre. Iba a cumplir cinco años cuando se inauguró mi «Grup Escolar Pere Vila». Oriol Bohigas puede situarlo en la historia de la arquitectura escolar. Yo lo recuerdo por fuera y por dentro. Tres grandes pabellones de un color ocre brillante, unidos por dos porches con columnata. Tres granda patios, los laterales con plátanos, rodeados y unidos por parcelas ajardinadas. En el patio central, ¡oh maravilla de las maravillas! «el monumento». La base de una ancha columna de mármol con el relieve en bronce de Pere Vila i Codina, aquel muchacho que hizo fortuna en América y había dejado dinero para construir escuelas, una de ellas, la nuestra. La columna daba soporte también a una escultura de Dunyac (mi madre, maestra, lo conocía). Un niño y dos niñas sostenían un escudo con el nombre de Pere Vila. Una niña llevaba trenzas, como bastantes niñas de la escuela, yo misma, otra llevaba tirabuzones, como una de las niñas mayores de la escuela. Oí decir que era «muy distinguida»; yo nunca llegué a serlo. Pero feliz, sí. La felicidad empezaba cada día cuando entraba a la escuela y me iba al monumento. No lo había dicho antes, pero a su alrededor había un pequeño estanque a la medida de los párvulos, con pared circular de mármol acanalado de donde salían unos chorritos de agua, «el brollador», y cuando te agachabas para beber, se escondían unos peces rojos debajo una piedras que iban poblándose de terciopelo verde.
Poco a poco los peces volvían a salir, y los párvulos aprendimos a no asustarlos, para verlos. Creo que llegamos a ser amigos; me parece que su vista no alcanzaba más allá de nosotros. Nuestra vista en cambio, y nuestra persona, iba creciendo cuando levantábamos la mirada y veíamos la bronceada de aquel señor tan bueno que mandó hacer aquella escuela tan grande y bonita para nosotras, más grande que el Arco de Triunfo de ladrillo rojo que teníamos delante y mucho más bonita que la mole de piedra gris oscuro del Palacio de Justicia que estaba al lado.
Adiós a los peces rojos, encuentro con todos los compañeros y compañeras, bata blanca y entrada en clase, pero ya con la alegría dispuesta para todo el día.
Curso 1932-33. Conozco el cuadro más bonito del mundo. Nuestra señorita se llama Teresa Vila Arrufat, es hermana de un pintor y ella misma es un cuadro que cada día se pinta y viste a su distinta manera. Pero la voz suave, ligeramente grave, con algún ritmo de humor, siempre es la misma, o quizás gane algo cada día, como nuestra clase, donde van apareciendo objetos de materiales nobles: un gran perol de bronce bruñido en el centro, sobre una base de madera, una cerámica sobre un armario, un jarrón con una o pocas flores distintas. Nosotros, nosotros y nosotras, hemos hecho un «friso»; ¿alguno de ustedes ha hecho un friso a los seis años? Es un friso con las hojas de plátano más bonitas que encontramos en el patio; jamás hubiéramos pensado que pudieran ser tan de colores tan distintos: amarillo, hacia los ocres, verde con manchitas rojas, tostados, secos. Para que el friso quede bonito la señorita nos hace ver grados y contrastes y al final el friso queda expuesta a la altura de nuestros ojos, debajo de los grandes ventanales donde asoman las ramas ya sin hojas ni pájaros, de los plátanos. Pero en la gran pared opuesta al friso hay algo que no hemos hecho nosotros, si no el mejor pintor del mundo, la Primavera de Boticcelli. Es un cuadro de fiesta para celebrar la venida de la primavera, cada año, después del invierno. Hay una gran señora central, con un manto oscuro, y delante otra señora con un vestido transparente de hojas bordadas, a la izquierda, tres gracias, jugando, y más allá un joven que señala hacia arriba. Sobre la señora del centro un niño, volando como un ángel, y al lado de la mujer con el vestido bordado de hojas, un chico persigue a un chica. La señorita nos dice que todas las líneas de este cuadro van juntas y dicen algo, especialmente las manos, y miramos las manos: señalan, recogen, piden, juegan, sostienen, dan, acarician… La señorita nos explica que con el arte se puede hacer todo y que por eso es tan importante conocer el arte y los artistas y aprender de ellos. Pero este curso, además, hemos empezado a leer poesías y a escribir redacciones, (mi primera fue una redacción-poesía de cuatro líneas, sobre la golondrina que se va y la hoja que cae). ¿Y hemos recibido un libro, no diríais de quién? Del señor Alcalde, en persona. Y es que por vez primera se ha retratado Barcelona desde una avioneta y se ve todo lo que conocemos, y más, pero desde arriba. Y el Alcalde nos lo ha querido explicar a los niños de las escuelas. Desde entonces siempre he querido a los Alcaldes que se hacen maestros de niños y niñas.
Curso 1933-34. Conozco la primera biblioteca. En el pabellón central, donde hay una sala para hacer música y rítmica, teatro y cine, en la planta baja han puesto una biblioteca. Yo era de las pocas niñas afortunadas que tenía libros en casa y los leía y comentaba con mis hermanos. Pero una biblioteca es otra cosa. En primer lugar hay muchos más libros que en casa, luego están ordenados, se nota en seguida donde hay los de aventuras, los cuentos más conocidos y los nuevos, y finalmente está una bibliotecaria. Nosotros teníamos dos: la mayor y la más joven, la que explicaba cuentos a los niños que quizás no sabían leer. A mis siete años yo fui siempre con la mayor, la que me había presentado mi madre, y empecé a transgredir. En primer lugar el horario de mediodía era para los niños de la escuela, y el de tarde, para la gente mayor del barrio. Pero yo era hija de maestra y algunas tardes… No pasaba nada, me iba a la esquina de la lectura infantil y juvenil, pero luego… transgredía y me encontraba con el 9, Geografía, Historia, Biografías… ¿porqué no podía echar un vistazo a la de Pere Vila i Codina? Y luego el 8, Literatura, que en la inglesa tenía libros de Dickens hermanos de mi querido Oliver Twist. Y luego el 7 con las reproducciones de todos los cuadros, incluso el de la Primavera con todos los colores. La señorita Rosa, la bibliotecaria mayor, nunca me denunció. Y creo que fue por eso que empecé a ordenar los libros de mi casa según aquellos números y que no he podido hacer ni trabajar en nada, un pueblo, una escuela de niños, una escuela de maestros, un consejo, sin hacer al lado una biblioteca donde se pueda encontrar libros de todo con todas las ramas de su parentesco codificadas en diez cifras. Claro que una buena enciclopedia te lo da todo por orden alfabético, pero hasta que no te das cuenta que el delfín, además de ser un animal saltarín puede ser el hijo de rey de Francia, ha pasado un buen rato , mientras que en la biblioteca los animales están en un sitio y los reyes de Francia en otro.
Curso 1934-35. Ese curso aún resuena en mis adentros. Se celebraba algún aniversario de Juan Sebastián Bach. Hicieron pruebas a nuestras voces y yo resulté contralto. Pere Vila cantó la cantata 140 a cuatro voces en el Palacio de Bellas Artes, dirigidos por el maestro Lamotte de Grignon. En casa fuimos a escuchar la Pasión según San Mateo. Todo era difícil de cantar y de escuchar, pero descubrí que en cuanto cantabas, luego escuchabas mucho mejor; y que eso pasa con casi todo: en cuanto haces algo, te es más fácil comprender lo que han hecho los otros. Aquel año, también descubrí que alguna de las cosas que estudiábamos, ya las sabíamos y no servían para mucho, que si el plural, que si el singular, que si el artículo, el nombre, el adjetivo y el verbo. Mejor era leer aquellos señores y señoras que escribían tan bien y sabías muco más. Luego también descubrí que era un mal gasto comprar las tablas de sumar o de multiplicar, que te las podías hacer tú misma en una sola página, como había hecho Pitágoras, y finalmente, ¡oh sorpresa! Que la música y las matemáticas (no las matemáticas de problemas de ganar dinero) se parecían por lo de la armonía, que Bach y Pitágoras se parecían y ayudaban más de lo que la gente creía.
Curso 1935-36. Curso del gran recuerdo de la paz. Fue aquel un curso muy denso y diverso de trabajo, del cual conservo el llamado cuaderno de rotación que hacíamos entre todas (la coeducación había quedado paralizada en 1933), dos volúmenes encuadernados, uno para el quehacer diario, aunque muy variado, y otro para las excursiones, visitas y fiestas. Mi madre, que era la maestra, me dijo años después, que este su duodécimo curso profesional fue como su fruta madura. Sabía lo que sabía y lo que no sabía, y había descubierto libros para apoyar sus vacíos: cálculo mental francés, dibujo del Grupo Escolar Cervantes de Madrid, trabajos manuales con sus compañera de Pere Vila, y luego lo suyo, muy suyo, lengua, especialmente poesía y redacción, ciencias naturales con las excursiones, geografía con las narraciones, y sobre todo, historia. De aquel año recuerdo que Egipto es un don del Nilo, la sonrisa arcaica de Creta, la montaña del poder en Grecia, con los esclavos trabajando bajo tierra, los artesanos, los artistas y los atletas encima, los filósofos y los políticos ya en la cumbre y los dioses entre las nubes del Olimpo, pero tan distintas Atenas y Esparta. Yluego ¡Roma! Sacaba dibujos de la Historia de la Humanidad de Hendrik van Loon y contenidos más cercanos del librito de Historia de Enric Bagué y Jaime Vicens Vives. Vimos gráficamente la lucha entre la cruz y la media luna y llegamos al renacimiento. El día por la paz de la sociedad de naciones, hicimos una redacción colectiva. Por lo demás no hicimos nunca una redacción con el mismo título para todas las niñas. Ante cualquier acontecimiento, se desmenuzaban los aspectos en clase y salín tantos títulos y tanta vida como niñas, y la crónica era la más completa que pueda recordar. Como la comedia más alegre fue la del burgués gentilhombre, ríe que te ríe con la criada, que representamos el último día de curso. Bueno, yo tuve que mirar todos los ensayos, pero no actué, porque mi madre era muy mirada y no debo haber sido nunca demasiado buena comedianta.
Curso 1936-37. La guerra no puede con la escuela, ahora. Mi maestro, Anicet Villar, es un enciclopedista. No de la enciclopedia en orden alfabético, si no la de las ramas del saber creciendo en paralelo. Algo de eso había intuido yo en el orden de la biblioteca y en la relación entre la música y la matemática. Pero ahora lo confirmaba con aquel maestro que sabía de todo y lo explicaba tan claro y bien trabado, que era imposible olvidarlo. La evolución del mundo, sus minerales, plantas y animales. Los distintos climas y características de los continentes, la evolución, o las evoluciones, del hombre, la evolución de las ciencias, una con otra, hasta llegar al álgebra, la física, la química y la biología, la relación entre puebles y leyendas, como decía y escribía Herminio Almendros, o entre tierra y alma como dijo y escribió el mismo Anicet Villar. Nos llegó a explicar la revolución francesa y Napoleón, y quedamos advertidos. Yo me entusiasmé por todo, e incluso le propuse escribir una Constitución para después de la guerra. Él creyó y dijo que era muy equilibrada. Lo que sí creo que quedé fue acorazada por su ciencia y un profundo afecto; hasta que murió lo encontré en su correspondencia de maestros de antes de la guerra con mi madre.
Curso 1937-38. Voy al Instituto-Escuela, la mejor institución escolar de España. La guerra no puede con él, por ahora. Al contrario, en Barcelona le da una tensión especial. Mueren algunos alumnos mayores y algunos profesores jóvenes en el frente de Aragón, pero el director Joseph Estalella Graells, que lo había sido también del Instituto-Escuela de Madrid, nos recibe y nos sitúa en nuestra nueva y vieja casa, el Palacio del Gobernador de la Ciudadela en tiempo de Felipe V. Ahora nos habla de cómo viviremos y conviviremos allí, trabajando y jugando, pero sin gritar, por respeto a los demás, del cuidado de las dos plantas de gardenia que nos reciben, se pueden ole, pero no tocar. Cada día lo encontremos al comenzar y terminar la jornada y nos habla por nuestro nombre. Luego los profesores: Angeleta Ferrer Sensat, de Ciencias de la naturaleza, y de mdanza y de trabajos manuales, Enric Bagué, tan miope que no puede ir al frente, pero tan lúcido que conoce hastalo que pensamos, Anna María Saavedra, de lengua y literatura, y Enric Rodon de Matemáticas. Qué curso!
Con el tiempo he llegado a calcular que fueron muy pocos días .Un bombardeo nos obligó a cambiar de local. A Angeleta Ferrer la operaron. No obstante, descubrimos una nueva manera de hacer las cosas, una nueva metodología, distinta de todo lo que habíamos hecho hasta entonces.
Se empezaba con el conocimiento directo: las plantas y los animales del parque eran observados, dibujados, discutidos. Y antes de hablar de una célula, se había hablado del corte transversal y del longitudinal. Y antes de hablar de la historia de Grecia habíamos leído el fragmento de los regalos de Aquiles en la Ilíada. Y luego habíamos consultado los libros de la biblioteca. Y a los 11 años tuve que dar mi primera conferencia, sobre Egipto. Estaban también los juegos de matemática y el juego de la literatura, y la imprenta con un impresor como profesor para quienes quisieran aprender su técnica.
Fue entonces cuando aprendí el significado del término cualidad, y el significado de la construcción de la ciencia, del arte y de la persona al mismo tiempo.
Antes de terminar el año, tuvimos que dejar de acudir a la escuela para buscar comida trasladándonos a vivir a un pueblo. Parecía que la guerra no nos dejaba ser personas. Pero de pronto volví a ser una persona importante, cuando mi madre fue a buscarme a aquel pueblo para ir al entierro del Dr. Josep Estalella, que había muerto de pena.
Cuando en marzo de 1939 pude volver a mi Instituto Escuela, ya no existía. Se llamaba Instituto femenino Verdaguer, habían muerto las gardenias, habían cambiado los profesores y la biblioteca estaba cerrada. En la escuela Pere Vila, el estanque estaba seco y los profesores fueron dispersados en pocos meses.
Una tarde me quedé sola en mi instituto. Pensé: conmigo no podrán. Y, aparentemente, no pudieron. Pero poco a poco he ido descubriendo lo mucho que se perdió. Lo descubrí cuando conocí a Maria Aurèlia Capmany, que había hecho un bachillerato completo que yo no hice y a algunos que conocieron la verdadera Universitat Autònoma que yo no conocí.
El currículum completo de la República se llevó a término en cinco años de paz, gracias a las raíces de cincuenta años de la Institución Libre de Enseñanza, más de treinta años de raíces con el Movimiento Pedagógico catalán y una conjunción astral entre los dos.
¿Cómo asumir la responsabilidad de que aquel currículum ocultado renaciera? Muchos pensamos que era importante que lo conocieran y se formaran en él, y a través de la práctica, las generaciones de maestros que no lo habían vivido. Y, con ellos, los padres de sus alumnos. Los niños y las niñas, desde luego, lo aceptaron como si fuera la cosa más natural del mundo.
De ahí nacieron los Movimientos de Renovación Pedagógica. Creímos que para afianzarlos, la escuela debía ser un foco de participación de todos, pero no sólo de la escuela, sino también de la administración educativa.
Nos pareció un hito el reconocimiento constitucional de la participación, convertido luego en ley. Ciertamente, ha resultado difícil. Me empeño en que no es imposible, porque lo que sí ha sido posible es que mucho del currículum ocultado de la República ha renacido en muchas más escuelas de las que parece a simple vista; en cualquier caso, muchas más que los episodios negativos que se jalean de algunas escuelas.
Con el optimismo que preconizaba Freinet, creo que el currículum de la República puede volver a triunfar. Quizás, quizás, en la participación cuando sus posibles agentes se den cuenta de la belleza de este currículum.
Marta Mata Garriga
Presidenta del Consejo Escolar del Estado
Marta Mata i Garriga
Nacida en Barcelona el 22 de junio de 1926. Va al parvulario y la escuela primaria del Patronato Escolar del Ayuntamiento de Barcelona, donde su madre es maestra. En 1937 empieza el Bachillerato en el Instituto Escuela de la Generalidad de Cataluña.
Desde 1945 a 1965, y por razones de salud, reside en Saifores, pequeño pueblo del Penedès donde empieza a dedicarse a la educación del tiempo libre de sus niños y niñas. Desde allí también, estudia, libre, Filosofía y Letras, y se licencia en Pedagogía en 1957. En los últimos años cincuenta y los primeros sesenta orienta la creación de varias escuelas nuevas, que intentan recuperar y poner al día el movimiento de renovación pedagógica que culminó en la II República.
En 1965, y junto con otros seis maestros y maestras, inicia de manera clandestina la Escuela de Maestros Rosa Sensat, cuyas actividades van siendo conocidas a través de las Escuelas de Verano. La administración franquista va tolerándolas. En las Escuelas de Verano de Rosa Sensat de 1975 y 1976, se debaten y dan a conocer los documentos a favor de la futura Escuela pública, democrática, que desean los maestros y Marta Mata presenta públicamente.
En 1976 se afilia a Convergencia Socialista, que pasa a ser luego el PSC (PSC-PSOE). Es elegida diputada por la coalición socialista de Cataluña en el año 1977. Como diputada, participa en los trabajos de las comisiones parlamentarias de Cultura y Educación y Ciencia. En 1979 es reelegida en las nuevas legislativas.
De 1980 a 1988 es diputada del Parlamento de Cataluña, al que entre 1983 y 1984 representa en el Senado.
De 1986 a 2002 es miembro del Consejo Escolar del Estado, en cuyo primer período ocupa la vicepresidencia. En el 2002 dimite como Consejera.
De 1987 a 1995 es concejala de Educación del Ayuntamiento de Barcelona en el equipo de Pasqual Maragall. Es también miembro de la Diputación de Barcelona, como diputada de Educación y Vicepresidenta.
De 1993 a 1996 es senadora electa por Barcelona.
De 1982 a 2002 es miembro del Consejo Escolar del Estado.
En 1996 fija de nuevo su residencia en Saifores. Ha transformado la casa familiar en un centro de estudio, sede de la Fundación Àngels Garriga de Mata, que preside. La Fundación alberga una biblioteca especializada en Educación. Organiza actividades para niños, maestros y estudiosos de la relación escuela – sociedad.
En la actualidad, 2004, desarrolla un programa de participación de las escuelas al Fòrum 2004, por encargo de esta entidad.
Desde mayo de 2004 es presidenta del Consejo Escolar del Estado
Es hija ilustre de Banyeres del Penedès, Doctora Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Barcelona. Se le han concedido la Cruz de Alfonso X el Sabio del Gobierno Español, la medalla de oro al Mérito Científico del Ayuntamiento de Barcelona y la Creu de Sant Jordi de la Generalidad de Cataluña.
Ha escrito varios libros y pronunciado conferencias sobre pedagogía en general, formación del lenguaje, aprendizaje de la lectura. Ha escrito asimismo cuentos infantiles y ha prologado muchas de las obras de sus compañeros. Ha publicado numerosos artículos sobre distintos temas de educación, en la prensa especializada y en los periódicos.