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El Partido Popular al servicio de Israel

Fuentes: mundoarabe.org

El pasado mes de julio Israel volvió a enzarzarse en una guerra contra el vecino país de los cedros. Mientras, lejos de allí, en Madrid, la política española se veía impregnada por este conflicto. Ante las críticas del Ejecutivo socialista a la agresión israelí, el Partido Popular hizo suya, junto a la embajada israelí, la […]

El pasado mes de julio Israel volvió a enzarzarse en una guerra contra el vecino país de los cedros. Mientras, lejos de allí, en Madrid, la política española se veía impregnada por este conflicto. Ante las críticas del Ejecutivo socialista a la agresión israelí, el Partido Popular hizo suya, junto a la embajada israelí, la «guerra contra el antisemitismo» a través de los responsables de la política exterior del partido, Gustavo de Arístegui y Jorge Moragas (la Secretaría de Relaciones Internacionales del PP depende directamente del presidente nacional).

Arístegui, supuesto «experto» en geopolítica de Oriente Medio del Partido Popular, ha hecho suya la ‘cruzada por Israel’ con la publicación de libros y artículos donde expone sus tesis, que rozan la difusa frontera de la islamofobia. Y es que, en la guerra de la información y la propaganda, los defensores del Estado de Israel han utilizado sistemáticamente el leitmotiv del «antisemitismo» para desacreditar las posturas críticas hacia las políticas israelíes en los Territorios Ocupados y en Oriente Medio. Sin embargo, el alineamiento del PP con la política israelí no es ni mucho menos una novedad. Desde que el Estado español estableciera relaciones diplomáticas con Israel el 17 de enero de 1986 en La Haya, las posturas de los diferentes ejecutivos hacia el conflicto entre palestinos e israelíes han variado significativamente. Los sucesivos gobiernos socialistas de Felipe González, queriendo guardar su aparente entendimiento con el mundo árabe, mantuvieron cierta distancia hacia la política israelí en los territorios ocupados y en Oriente Medio. Sin embargo la llegada del Gobierno de Aznar, especialmente inspirado de las tesis neoconservadoras del Gobierno de Bush en su segunda legislatura, da un giro en la implicación del Estado español en el conflicto palestino-israelí y en la política exterior en general. Invitado ya en febrero de 1994, estando en la oposición, a visitar Israel, por parte del entonces primer ministro Isaac Rabin de visita oficial en Madrid, Aznar multiplicó sus visitas, la mayoría oficiales, algunas privadas, al país, siendo presidente.

La identificación de la derecha española con el Estado de Israel es total. Las recientes críticas al presidente Rodríguez Zapatero por parte del portavoz del PP Gustavo de Aristegui, acusándolo de «antisemitismo», han logrado vaciar de contenido esta expresión. A partir de ahora cualquiera que sea acusado de antisemita puede sentirse tranquilo, pues todo el mundo se da perfecta cuenta de que esta acusación es usada indiscriminadamente para acallar toda crítica al Estado de Israel, ya sea el bombardeo de niños o los asesinatos selectivos.

El ministro de exteriores, Miguel Ángel Moratinos, contestó de forma contundente: «¿Cómo se puede permitir el decir que el Gobierno socialista es antisemita cuando presidió el acto institucional por primera vez del Holocausto?».

Días después, el 20 de julio de 2006, el diputado del PP Jorge Moragas exigió al gobierno que desconvocara las manifestaciones pidiendo la paz en Oriente Próximo. Moragas dijo que las concentraciones, eran «antisemitas», un «acto de irresponsabilidad» y «un premio al terrorismo».

El día 22 de julio, Mariano Rajoy acusó a Zapatero de encabezar «una cruzada contra Israel». El líder de la oposición tildó de «ridículas, grotescas, antiguas y paletas» las manifestaciones en varias capitales contra del bombardeo de civiles en El Líbano, y señaló que el Ejecutivo socialista está llevando a cabo «una política de gente estrafalaria y de progres antiguos». Para rematar la cosa, Aznar ha pedido que la OTAN bombardee el Líbano, en unas declaraciones que hacen pensar más en un psicópata ávido de sangre que no en un ex-presidente de gobierno.

Esta no es la primera ocasión que el PP se comporta como portavoz del Estado de Israel. El pasado octubre, el PP e Israel criticaron el proyecto de Alianza de Civilizaciones, propuesto por el Zapatero, y adoptado por Naciones Unidas. El día 27 de octubre, el representante del PP, Gustavo de Aristegui, y el embajador israelí, Victor Harel, dieron un plantón conjunto en un encuentro organizado por la Fundación Atman, en protesta por la presencia del pensador Tariq Ramadan. Al acto acudieron el secretario general de la Liga Árabe, Amr Mussa; el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez; y el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias.

El 24 de enero del 2006, Ana Palacio, ex-ministra de asuntos exteriores con el anterior gobierno del Partido Popular, se manifestó en Jerusalén en favor de que Israel pase a formar parte de la OTAN. Esta petición fue reiterada por Aznar en el International Herald Tribune, y tendría como objetivo el darle «mayor seguridad».

El 24 de mayo de 2006, en su visita a Israel, Aznar recibió un doctorado honoris causa, e insistió en el ingreso en la OTAN, porque «Occidente no puede combatir la marea radical sin Israel». Días después almorzó con el ex primer ministro Benjamin Netanyahu, candidato del Likud en las elecciones parlamentarias, de quien dijo que es un gran amigo suyo al que desea «todo lo mejor».

En una entrevista al Jerusalem Post, manifestó que «a Europa le gusta mucho el apaciguamiento, esa es una de las diferencias más importantes entre nosotros y EEUU». A lo que añadió: «En Europa Israel no es muy popular. La mayoría de los europeos apoyan la causa palestina. Los europeos desean sinceramente un acuerdo de paz y apoyan el proceso de paz, pero la realidad es que el proceso de paz está cerrado». Al preguntarle si Israel, como resultado, debe prestar atención a los EEUU y no necesariamente a Europa, Aznar respondió «ciertamente».

A partir de la derrota electoral del PP, los halcones de la derecha española en la oposición radicalizan el discurso, pretendiendo liderar una defensa de Israel en el panorama internacional. En el informe titulado La OTAN: una alianza por la libertad, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), el think tank oficial del PP, sostenía que «la OTAN debe convertirse en una auténtica Alianza por la Libertad, cuyo objetivo prioritario es vencer al Terror». Para ello, el laboratorio de ideas presidido por el ex presidente José María Aznar propone «transformar la ampliación, invitando a adherirse a Israel», entre otros países como Japón, Australia, Colombia e India. Junto a la FAES y al propio embajador de Israel en España, Víctor Harel, siempre en buena sintonía con los postulados populares, los medios de comunicación más beligerantemente afines al PP, como la cadena episcopal COPE y la web Libertad Digital, completan la cruzada por la defensa de Israel. Desde los think tanks más cercanos al PP, sobre todo la Fundación FAES y el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), con Florentino Portero y Rafael Bardají a la cabeza, se acostumbra a defender apasionadamente a Israel y la estrategia ‘neocon’ en Oriente Medio.

El funcionamiento en red de estas instituciones les permite estar conectadas con los principales think thanks neoconservadores en el mundo, tanto en Estados Unidos (Project for the New American Century y Middle East Forum) como en el propio Israel (Middle East Media Research Institute y Begin-Sadat Center for Strategic Studies). Un ejemplo de ello son las dos visitas que Rafael Bardají, presidente del GEES, hizo al presidente estadounidense George W. Bush: el 9 de septiembre de 2004, en compañía de Aznar, Ana Botella y Alejandro Agag; y el 19 de enero de 2005, con motivo de la toma de posesión de Bush en su segundo mandato.

El seguidismo ideológico del Partido Popular ha alcanzado su paroxismo con las acusaciones de antisemitismo dirigidas, al parecer, hacia todos aquellos que disienten, y vivamente, de lo que Israel está haciendo. La historia es vieja y hiede. En los labios, vacilantes, de su portavoz Eduardo Zaplana, las acusaciones en cuestión suenan tan poco convincentes que uno está obligado a concluir que alguien de medio le obligó a decir lo que no creía. En los de Gustavo de Arístegui, más capaz e informado, remiten sin más a una sórdida y burda manipulación que obliga a sopesar, seriamente, por qué caminos se está deslizando el Partido Popular.